Carros de fuego
7.0
32,330
8 de abril de 2008
8 de abril de 2008
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las más bellas bandas sonoras de todos los tiempos esta recogida aquí, en Carros de fuego, una película mediocre, mediocre. El productor del film (lamento no recordar como se llama) dijo mientras recibía el Oscar a la mejor Película en 1981: "Esto es genial, solo en Hollywood se podría premiar una película tan Cenicienta como esta" Totalmente de acuerdo. Solo en Hollywood se premió algo más que la música de esta irritante y propagandística película que aburre de cabo a rabo. Otro punto más o menos destacable sería la actuación de Ben Cross, sobresaliendo de los demás. Una peli para ver y olvidar, o mejor aún: solo para oír.
Valoración: 5.0
Valoración: 5.0
10 de noviembre de 2010
10 de noviembre de 2010
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía la esperanza de que se convirtiera en mi película, en una de mis películas favoritas y que se inscribiera en el rol de las inolvidables.
Pero la trama se resolvió en clave cursi y apenas ha dado de sí más que para desear que el final marcara lo que uno siempre más teme: errar en el intento y que la realidad no se encuentre a la altura de la expectativa.
Hay tantas formas de decir las cosas y de contar las historias que hacerlo de forma inadecuada parece tan grave como no decirlo.
O casi.
Pero la trama se resolvió en clave cursi y apenas ha dado de sí más que para desear que el final marcara lo que uno siempre más teme: errar en el intento y que la realidad no se encuentre a la altura de la expectativa.
Hay tantas formas de decir las cosas y de contar las historias que hacerlo de forma inadecuada parece tan grave como no decirlo.
O casi.
18 de julio de 2009
18 de julio de 2009
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El británico Hugh Hudson, que tiene en proyecto adaptar "Homenaje a Catalunya" de George Orwell con Kevin Spacey, siempre ha sido un director de irregular trayectoria empeñado en realizar producciones dignamente series y con una cierta y excesiva rigurosidad histórica con su dosis de ética y humanismo añadidos.
En "Carros de Fuego" se sirvió de la gesta de los atletas ingleses que corrompieron sus principios elementales y obligatorios de religión y conformismo con el fin de desafiar tales disciplinas haciendo lo que precisamente deseaban desde sus corazones: valerse por el país que les ha dictaminado vivir bajo ese peso moral. Y su objetivo es adueñarse de los Juegos Olímpicos de París de 1924. Harold Abrahams (Ben Cross) educado en la tradición judía antes de su conversión en Cambridge y Eric Liddell (Ian Charleson), miembro perteneciente a la Iglesia de Escocia, traspasaron dichos umbrales para desafiar a sus propios dioses y llegar a la meta final, a la Gloria, sacudiendo los pilares educativos y familiares en que se sospesavan.
Pero sin duda aquí el gran triunfador fue Evangelos Odysseas Papathanassiou, alias Vangelis, y su ya demasiado escuchado tema central para tan emblemático film con su secuencia inicial en la playa. Pero a Vangelis todavía le faltaba componer joyas para películas como "Blade Runner" y ya muy lejos quedaban esos viejos tiempos con su primo Demis Roussos en Aphrodite´s Child.
Hugh Hudson no levantaría cabeza más y solo se le recuerda su nombre ya de paso con el de "Carros de Fuego", no sin antes mencionar, por méritos claramente musicales, al compositor griego anteriormente citado. Un par de años más tarde Hudson sobreviviría con la sobrevalorada "Greystoke", pero ni crítica ni público le perdonarían el derroche que supondría "Revolución", una historia sobre la Independencia de los Estados Unidos estrenada en 1985 e interpretada por Al Pacino y Natassja Kinski. El director inglés tuvo que darle explicaciones a su acreedor Sir Lew Grade que solo quería conocer los beneficios ya saldados en superproducciones como "Jesús de Nazareth" o "Los Niños del Brasil".
En "Carros de Fuego" se sirvió de la gesta de los atletas ingleses que corrompieron sus principios elementales y obligatorios de religión y conformismo con el fin de desafiar tales disciplinas haciendo lo que precisamente deseaban desde sus corazones: valerse por el país que les ha dictaminado vivir bajo ese peso moral. Y su objetivo es adueñarse de los Juegos Olímpicos de París de 1924. Harold Abrahams (Ben Cross) educado en la tradición judía antes de su conversión en Cambridge y Eric Liddell (Ian Charleson), miembro perteneciente a la Iglesia de Escocia, traspasaron dichos umbrales para desafiar a sus propios dioses y llegar a la meta final, a la Gloria, sacudiendo los pilares educativos y familiares en que se sospesavan.
Pero sin duda aquí el gran triunfador fue Evangelos Odysseas Papathanassiou, alias Vangelis, y su ya demasiado escuchado tema central para tan emblemático film con su secuencia inicial en la playa. Pero a Vangelis todavía le faltaba componer joyas para películas como "Blade Runner" y ya muy lejos quedaban esos viejos tiempos con su primo Demis Roussos en Aphrodite´s Child.
Hugh Hudson no levantaría cabeza más y solo se le recuerda su nombre ya de paso con el de "Carros de Fuego", no sin antes mencionar, por méritos claramente musicales, al compositor griego anteriormente citado. Un par de años más tarde Hudson sobreviviría con la sobrevalorada "Greystoke", pero ni crítica ni público le perdonarían el derroche que supondría "Revolución", una historia sobre la Independencia de los Estados Unidos estrenada en 1985 e interpretada por Al Pacino y Natassja Kinski. El director inglés tuvo que darle explicaciones a su acreedor Sir Lew Grade que solo quería conocer los beneficios ya saldados en superproducciones como "Jesús de Nazareth" o "Los Niños del Brasil".
13 de diciembre de 2021
13 de diciembre de 2021
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía ya tiempo que no veíamos "Carros de fuego". Una vez más nos hemos emocionado, una vez más hemos comprobado su excelencia.
Como hacemos siempre tras el visionado, vamos a la página de FA, la valoramos y echamos un vistazo en las reseñas por si podemos añadir algún detalle nuevo antes de hacer la nuestra. En esta ocasión nos sorprende la dureza de algunas críticas. No es lo normal. Lo usual es encontrarnos allí con buenas valoraciones, casi siempre por encima de la media.
Emocionantes las imágenes iniciales que luego se repiten al final, corriendo en grupo por la playa con el océano como fondo, la cámara acompañando las zancadas para ir aproximándose y presentar en planos cortos a los protagonistas. Ellos de blanco, tonos suaves en el contorno. Como fondo musical el soberbio tema de Vangelis.
Pronto se percata el espectador que está ante una cinta especial. Como lo es también el tema: el atletismo amateur como preludio a los VIII Juegos Olímpicos de la era moderna celebrados en París en 1924.
Dos protagonistas principales. De una parte Harold Abrahams (Cross), un espigado judío hijo de un rico banquero de origen lituano, ambicioso, "Yo no corro para ser derrotado", estudiante en uno de los más aristocráticos colegios de Cambridge cuya etnia no termina de ser aceptada a esos niveles sociales, "Me llevan hasta el agua pero no me dejan beber".
De otra parte un religioso escocés que "Corre con fuerza y con la verdad", Eric Liddell (Charleson), un misionero que espera en breve marchar a China, "Corre en nombre del Señor y deja que el mundo se asombre".
Dos personajes magistralmente descritos y magistralmente acompañados por un grupo de atletas y de amigos como Aubrey Montague (Farrell) que hace de narrador o lord Lindsay (Havers). Interesante la presencia del entrenador Sam Mussabini (Holm), de origen italoárabe que sufre asimismo el estigma hipócrita del puritanismo inglés por la "profesionalización" del deporte, estigma que, naturalmente, se borra con el éxito.
Conoceremos también la angustia de la alta competición, "Un esprín corto es para neuróticos", "¿De dónde sale la fuerza para ganar la carrera? -De dentro".
Extraordinario guion y magistral dirección, con una ambientación, vestuario, paisajes como solo la cinematografía inglesa es capaz de recrear.
Hermosa lección de valores humanos, de limpieza en la competición, del esfuerzo necesario para lograr una meta, de saber levantarse tras las caídas, de la ejemplaridad exigible al deportista de élite ... del respeto a los adversarios y a las creencias. Todo un ejemplo para el deporte actual.
Pero para asignar la máxima calificación a la película hace falta un plus especial. Personal en este caso. Contemplándola volvemos la vista a nuestra infancia, a una bellísima colección de cromos de los Juegos Olímpicos que salían con ciertas chocolatinas de Nestlé. Meriendas de chocolate y pan. Dispensen nuestra subjetividad, pero el cine es un arte. Y el verdadero arte emociona, a veces pulsando recuerdos íntimos de un tiempo pasado.
No somos críticos ni pretendemos la objetividad, por eso nos dejamos llevar con gusto por las emociones que nos proporciona, en este caso, el fuego olímpico encerrado en unas sencillas chocolatinas.
Al fin y al cabo, como reflexionaba el bondadoso Liddell mientras aguarda en tensión el disparo de salida, "Señor, tú eres el único que sabe el final de esta carrera". Nosotros ya nos estamos acercado a la meta.
Como hacemos siempre tras el visionado, vamos a la página de FA, la valoramos y echamos un vistazo en las reseñas por si podemos añadir algún detalle nuevo antes de hacer la nuestra. En esta ocasión nos sorprende la dureza de algunas críticas. No es lo normal. Lo usual es encontrarnos allí con buenas valoraciones, casi siempre por encima de la media.
Emocionantes las imágenes iniciales que luego se repiten al final, corriendo en grupo por la playa con el océano como fondo, la cámara acompañando las zancadas para ir aproximándose y presentar en planos cortos a los protagonistas. Ellos de blanco, tonos suaves en el contorno. Como fondo musical el soberbio tema de Vangelis.
Pronto se percata el espectador que está ante una cinta especial. Como lo es también el tema: el atletismo amateur como preludio a los VIII Juegos Olímpicos de la era moderna celebrados en París en 1924.
Dos protagonistas principales. De una parte Harold Abrahams (Cross), un espigado judío hijo de un rico banquero de origen lituano, ambicioso, "Yo no corro para ser derrotado", estudiante en uno de los más aristocráticos colegios de Cambridge cuya etnia no termina de ser aceptada a esos niveles sociales, "Me llevan hasta el agua pero no me dejan beber".
De otra parte un religioso escocés que "Corre con fuerza y con la verdad", Eric Liddell (Charleson), un misionero que espera en breve marchar a China, "Corre en nombre del Señor y deja que el mundo se asombre".
Dos personajes magistralmente descritos y magistralmente acompañados por un grupo de atletas y de amigos como Aubrey Montague (Farrell) que hace de narrador o lord Lindsay (Havers). Interesante la presencia del entrenador Sam Mussabini (Holm), de origen italoárabe que sufre asimismo el estigma hipócrita del puritanismo inglés por la "profesionalización" del deporte, estigma que, naturalmente, se borra con el éxito.
Conoceremos también la angustia de la alta competición, "Un esprín corto es para neuróticos", "¿De dónde sale la fuerza para ganar la carrera? -De dentro".
Extraordinario guion y magistral dirección, con una ambientación, vestuario, paisajes como solo la cinematografía inglesa es capaz de recrear.
Hermosa lección de valores humanos, de limpieza en la competición, del esfuerzo necesario para lograr una meta, de saber levantarse tras las caídas, de la ejemplaridad exigible al deportista de élite ... del respeto a los adversarios y a las creencias. Todo un ejemplo para el deporte actual.
Pero para asignar la máxima calificación a la película hace falta un plus especial. Personal en este caso. Contemplándola volvemos la vista a nuestra infancia, a una bellísima colección de cromos de los Juegos Olímpicos que salían con ciertas chocolatinas de Nestlé. Meriendas de chocolate y pan. Dispensen nuestra subjetividad, pero el cine es un arte. Y el verdadero arte emociona, a veces pulsando recuerdos íntimos de un tiempo pasado.
No somos críticos ni pretendemos la objetividad, por eso nos dejamos llevar con gusto por las emociones que nos proporciona, en este caso, el fuego olímpico encerrado en unas sencillas chocolatinas.
Al fin y al cabo, como reflexionaba el bondadoso Liddell mientras aguarda en tensión el disparo de salida, "Señor, tú eres el único que sabe el final de esta carrera". Nosotros ya nos estamos acercado a la meta.
12 de junio de 2024
12 de junio de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La frase: ¿Por qué se va solo si ha ganado?... tiene la soledad de lo que ha logrado y necesita asimilarlo.
La escena: La escena inicial de los jóvenes del Caius College de Cambridge corriendo en la larguísima playa mientras suena el inmortal tema musical del griego Vangelis es ya un icono del cine.
El momentazo: Sam Mussabini permanece en su hotel mientras se da la competencia olímpica, ha preferido hacerlo asi, es un tipo tranquilo, mesurado y cuando ve que a lo lejos se iza la bandera inglesa se quita el sombrero y lo rompe, una escena muy emotiva sin duda alguna.
La actuación: Hay varios personajes que resultan entrañables y nos envían un poderoso mensaje de camaradería, honor y esfuerzo, entre ellos sobresalen el siempre sonriente y despreocupado Nigel Havers (Lord Andrew Lindsay), el fiel compañero Nicholas Farrell (Aubrey Montague).
Gran película con un guion histórico (la cinta es fiel a la historia), perfectos escenarios que no solo recrean la época, la exaltan y nos hacen soñar con ella, una música maravillosa y una perfecta actuación basada en usar a actores jóvenes para los papeles protagónicos (Ben Cross, Ian Charleson) y respaldarlos con grandes veteranos (John Gieguld, Ian Holm, Nigel Davenport) en los papeles secundarios.
Es probable que sea necesario tener cierta edad para apreciar en todo su esplendor esta cinta, quienes la vemos desde esa perspectiva añoramos muchas cosas hoy perdidas: La libertad, la sencillez, la autenticidad, los valores éticos, la elegancia, el desdén por dinero y poder, los escenarios de un planeta aun natural y de muchas maneras virgen, la calma de un mundo con mucho espacio y poca gente y la ausencia de la paranoia, de la esquizofrenia, un mundo con muy pocas reglas que aun permitía al ser humano vivir y ser uno mismo.
Dicen que a Ben Cross se le hizo un nudo en la garganta cuando leyó el argumento, a mi también, sobre todo en esas hermosas escenas de las carreras.
La escena: La escena inicial de los jóvenes del Caius College de Cambridge corriendo en la larguísima playa mientras suena el inmortal tema musical del griego Vangelis es ya un icono del cine.
El momentazo: Sam Mussabini permanece en su hotel mientras se da la competencia olímpica, ha preferido hacerlo asi, es un tipo tranquilo, mesurado y cuando ve que a lo lejos se iza la bandera inglesa se quita el sombrero y lo rompe, una escena muy emotiva sin duda alguna.
La actuación: Hay varios personajes que resultan entrañables y nos envían un poderoso mensaje de camaradería, honor y esfuerzo, entre ellos sobresalen el siempre sonriente y despreocupado Nigel Havers (Lord Andrew Lindsay), el fiel compañero Nicholas Farrell (Aubrey Montague).
Gran película con un guion histórico (la cinta es fiel a la historia), perfectos escenarios que no solo recrean la época, la exaltan y nos hacen soñar con ella, una música maravillosa y una perfecta actuación basada en usar a actores jóvenes para los papeles protagónicos (Ben Cross, Ian Charleson) y respaldarlos con grandes veteranos (John Gieguld, Ian Holm, Nigel Davenport) en los papeles secundarios.
Es probable que sea necesario tener cierta edad para apreciar en todo su esplendor esta cinta, quienes la vemos desde esa perspectiva añoramos muchas cosas hoy perdidas: La libertad, la sencillez, la autenticidad, los valores éticos, la elegancia, el desdén por dinero y poder, los escenarios de un planeta aun natural y de muchas maneras virgen, la calma de un mundo con mucho espacio y poca gente y la ausencia de la paranoia, de la esquizofrenia, un mundo con muy pocas reglas que aun permitía al ser humano vivir y ser uno mismo.
Dicen que a Ben Cross se le hizo un nudo en la garganta cuando leyó el argumento, a mi también, sobre todo en esas hermosas escenas de las carreras.
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