Carros de fuego
7.0
32,330
26 de diciembre de 2017
26 de diciembre de 2017
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo no equivocarme cuando digo que dar el Oscar a la Mejor Película a 'Carros de fuego' fue una de las decisiones más controvertidas en la historia. Cuando se ve en la lista de nominados que tuvo como rival a 'En busca del arca perdida' da risa.
Dada la relevancia que ha tenido esta cinta y la que tiene la cinta de Spielberg es legítimo tener dudas, y ahora que he visto la película con más razón.
'Carros de fuego' pretende transmitir el coraje y las ansias de superación de los atletas de Gran Bretaña que compitieron en los Juegos Olímpicos de París de 1924, pero si no fuese por la excelente banda sonora de Vangelis, también ganador del Oscar, y algún momento remarcable como la charla de Harold Abrahams con los mandamases de Cambridge, esta cinta no pasaría de ser un telefilm de lujo sobre niños de papá que querían correr.
El problema es que la dirección de Hudson es demasiado correcta, las interpretaciones empalagan de flema británica y ninguno de los protagonistas no es que tenga un carisma arrollador que digamos, además de hacerse algo larga a pesar de que dura dos horas; en el aspecto visual y musical, ni un pero.
El tiempo la ha puesto en su lugar recordando lo único que de verdad merece la pena, la banda sonora. No da para mucho más.
Dada la relevancia que ha tenido esta cinta y la que tiene la cinta de Spielberg es legítimo tener dudas, y ahora que he visto la película con más razón.
'Carros de fuego' pretende transmitir el coraje y las ansias de superación de los atletas de Gran Bretaña que compitieron en los Juegos Olímpicos de París de 1924, pero si no fuese por la excelente banda sonora de Vangelis, también ganador del Oscar, y algún momento remarcable como la charla de Harold Abrahams con los mandamases de Cambridge, esta cinta no pasaría de ser un telefilm de lujo sobre niños de papá que querían correr.
El problema es que la dirección de Hudson es demasiado correcta, las interpretaciones empalagan de flema británica y ninguno de los protagonistas no es que tenga un carisma arrollador que digamos, además de hacerse algo larga a pesar de que dura dos horas; en el aspecto visual y musical, ni un pero.
El tiempo la ha puesto en su lugar recordando lo único que de verdad merece la pena, la banda sonora. No da para mucho más.
13 de noviembre de 2012
13 de noviembre de 2012
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producto sobrevalorado que se nos vende como de una calidad excelsa cuando en realidad tan sólo cuenta con ciertos momentos épicos. Además como toda marca blanca abarata costes de producción y transforma algo discreto en tentador. En este caso el interés por el atletismo, las Olimpíadas y el espíritu deportivo. Pero engañosamente, ya que el film en realidad, de forma bastante pedante, lo que destapa es un culto al anglicanismo y más en concreto a las convicciones religiosas del protagonista, más allá de la amistad o su interés por correr y ganar una medalla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La única escena realmente llamativa (más allá de la canción de Vangelis, la cual por muy buena que sea me importa un bledo porque en un film las imágenes y la narrativa pesan siempre el cuádruple) es en la que el protagonista tropieza en plena carrera, se cae y aún así consigue remontar hasta ganar.
Sí es destacable lo bien remarcada que está la implacable personalidad del protagonista
Sí es destacable lo bien remarcada que está la implacable personalidad del protagonista
28 de marzo de 2014
28 de marzo de 2014
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que la manera que he titulado este texto dice mucho: Pese a que algunas de las interpretaciones son muy buenas, y se ambienta la peli como la "Ciudad Luz" de aquel tiempo, lo que se recuerda siempre y hasta se ha convertido en algo que simboliza el vencer lo insalvable, el deporte y su esencia, etc, es el magistral tema principal compuesto por Vangelis (por cierto que otros de los temas para este film casi ni se escucha). Asi que, es saludable de vez en cuando escuchar aquel tema, o revisar las escenas de entrenamiento en la playa...Heroico e idealista....Que otra cosa?......
10 de septiembre de 2021
10 de septiembre de 2021
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chariots of Fire (1981), en castellano Carrozas de fuego, obtuvo el Oscar a mejor película. Dirigida por Hugh Hudson, cuenta la historia de dos atletas británicos que compitieron en los Juegos Olímpicos de París 1924. La película es ceremoniosa, como la época que rememora.
Por Nicolás Bianchi
La marca distintiva y perdurable de Chariots of fire es el tema original compuesto por el griego Vangelis Papathanassiou, que solo es utilizado en la apertura y el cierre del film. Los compases de la canción, sobre un fondo de sintetizadores, buscan resaltar el esfuerzo de los corredores que protagonizan la película. La proeza que cuenta la película es la del arresto individual y la constancia.
Harold Abrahams (Ben Cross) es un joven judío que es uno de los mejores atletas de su colegio y luego de su universidad. Si bien no es del todo aceptado por su religión, su condición deportiva le permite pertenecer a la elite de la juventud que se educa en las mejores instituciones de Inglaterra. En paralelo se desarrolla la historia del devoto cristiano escocés Eric Liddell (Ian Charleson), de origen noble y además el hombre más rápido de su país.
La trama los cruzará primero como rivales en competencias locales y luego como compañeros del equipo británico en los Juegos Olímpicos de París 1924. El esquema de valores en el que se desarrolla la historia es explicitado cuando Abrahams declara ante las autoridades de su universidad, que lo miran con cierta desconfianza por no ser cristiano, que su esfuerzo busca representar primero a su familia, luego a la institución educativa y por último al país.
Chariots of fire recrea una época mirada con cierta nostalgia conservadora, en la que los hombres jóvenes se movían en el estrecho marco de las instituciones que nombra el personaje. Cada lugar tiene sus ritos, sus himnos y sus costumbres, y la película se detiene a exhibirlos, lo que puede tornar un tanto pastoso el desarrollo de la historia. También está muy presente la exaltación del individualismo y el esfuerzo personal.
Abrahams en busca de mejorar su rendimiento contrata al entrenador mitad árabe y mitad italiano Mussabini (Ian Holm), quien es observado con resquemor por su origen étnico. Pero, en definitiva, la libertad y cierta tolerancia priman sobre todo. Si bien para la competición olímpica se presenta a los atletas estadounidenses como los grandes rivales de los protagonistas, la competencia de Abrahams y Liddell es contra ellos mismos.
La épica que se retrata en Chariots on fire es individualista y conservadora. Los supuestos héroes se valen de su esfuerzo para prosperar, y lo pueden lograr dentro de las instituciones que los sujetan. Liddell triunfa a pesar de los límites que le impone su catolicismo militante. Lo mismo sucede con Abrahams y la universidad de elite a la que pertenece. Y los dos lo hacen en nombre de Gran Bretaña. Familia, religión, universidad y nacionalismo son los cuatro ámbitos en los que los individuos, supuestamente libres, se desarrollan.
Está disponible en Star Plus y Google Play. Contacto: [email protected].
Por Nicolás Bianchi
La marca distintiva y perdurable de Chariots of fire es el tema original compuesto por el griego Vangelis Papathanassiou, que solo es utilizado en la apertura y el cierre del film. Los compases de la canción, sobre un fondo de sintetizadores, buscan resaltar el esfuerzo de los corredores que protagonizan la película. La proeza que cuenta la película es la del arresto individual y la constancia.
Harold Abrahams (Ben Cross) es un joven judío que es uno de los mejores atletas de su colegio y luego de su universidad. Si bien no es del todo aceptado por su religión, su condición deportiva le permite pertenecer a la elite de la juventud que se educa en las mejores instituciones de Inglaterra. En paralelo se desarrolla la historia del devoto cristiano escocés Eric Liddell (Ian Charleson), de origen noble y además el hombre más rápido de su país.
La trama los cruzará primero como rivales en competencias locales y luego como compañeros del equipo británico en los Juegos Olímpicos de París 1924. El esquema de valores en el que se desarrolla la historia es explicitado cuando Abrahams declara ante las autoridades de su universidad, que lo miran con cierta desconfianza por no ser cristiano, que su esfuerzo busca representar primero a su familia, luego a la institución educativa y por último al país.
Chariots of fire recrea una época mirada con cierta nostalgia conservadora, en la que los hombres jóvenes se movían en el estrecho marco de las instituciones que nombra el personaje. Cada lugar tiene sus ritos, sus himnos y sus costumbres, y la película se detiene a exhibirlos, lo que puede tornar un tanto pastoso el desarrollo de la historia. También está muy presente la exaltación del individualismo y el esfuerzo personal.
Abrahams en busca de mejorar su rendimiento contrata al entrenador mitad árabe y mitad italiano Mussabini (Ian Holm), quien es observado con resquemor por su origen étnico. Pero, en definitiva, la libertad y cierta tolerancia priman sobre todo. Si bien para la competición olímpica se presenta a los atletas estadounidenses como los grandes rivales de los protagonistas, la competencia de Abrahams y Liddell es contra ellos mismos.
La épica que se retrata en Chariots on fire es individualista y conservadora. Los supuestos héroes se valen de su esfuerzo para prosperar, y lo pueden lograr dentro de las instituciones que los sujetan. Liddell triunfa a pesar de los límites que le impone su catolicismo militante. Lo mismo sucede con Abrahams y la universidad de elite a la que pertenece. Y los dos lo hacen en nombre de Gran Bretaña. Familia, religión, universidad y nacionalismo son los cuatro ámbitos en los que los individuos, supuestamente libres, se desarrollan.
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