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Carros de fuego

Drama En 1920, Gran Bretaña contaba con dos atletas excepcionales: Harold Abrahams y Eric Lidell. Las razones que los movían a correr era tan diferentes como sus vidas: pertenecían a mundos distintos, cada uno tenía sus propias creencias y su propio concepto del triunfo. (FILMAFFINITY)
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7
19 de junio de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carros de fuego de Hugh Hudson, es un drama biográfico basado en los olimpiadas de los años 20. Dirigida con un ritmo tranquilo y moderado, y con un estilo particular y propio, es una cinta cuya emoción va creciendo poco a poco, generando y creando el espíritu competitivo en el espectador, que siente la pasión de los atletas y su necesidad de ganar, cada uno de ellos por una razón distinta. Realizada de forma arrolladora e impetuosa, tiene un resultado glorioso y magistral que merece la pena ser visto.
La fotografía, es evocadora a la época en cuestión, al estar repleta de matices espléndidos y apasionantes de gran belleza, que maravillan y emocionan a un público estimulado por la competición. La música, es hipnótica y grandiosa gracias a Vangelis, con canciones inolvidables y espectaculares que acompañan el film de modo majestuoso, alentando y cautivando en uno de los más arrolladores e inspiradores momentos musicales del séptimo arte. Y los planos y movimientos de cámara, completan un enorme trabajo técnico con los circulares, avanti, retroceso, seguimiento, generales, travellings y reconocimiento lentos y exquisitos para captar a la perfección el movimiento y esfuerzo de los atletas.
Las actuaciones, son naturales y verosímiles. Contando con las estupendas interpretaciones de Ben Cross, Ian Charleson, Nigel Havers, Cheryl Campbell, Alice Krige, Ian Holm y John Gielgud entre otros. Empleando para estos, unos vestuarios y caracterizaciones estéticamente alusivos al utilizar ropas elegantes y distinguidas fuera de las competiciones, y unas sugerentes ropas deportivas en las olimpiadas, que junto con unos oportunos decorados te transportan.
El guion, es apasionante y atractivo, ya que está basado en hechos reales admirables que están argumentados con exaltación y entusiasmo, que agradan de manera portentosa a un espectador entregado a la causa. Y que es llevado a cabo con una narrativa afable y heroica, además de académica e impoluta, marcando con profundidad la educación y el clasicismo ingles con mucho acierto.
Concluyendo, la considero una obra esencial e imperecedera en el séptimo arte y en el drama basado en el deporte, con 4 oscars que avalan su historia y calidad cinematográfica, y que apasiona y entretiene a toda clase de públicos. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, movimientos de cámara, vestuarios y narrativa que hacen de Carros de fuego, un film indispensable en las cintas biográficas y apasionantes que cumplen notablemente con su cometido.
7
10 de enero de 2015 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carros de fuego es una de esas películas que se han hecho eternas gracias a su banda sonora. El film narra la preparación para las pruebas olímpicas de atletismo de dos corredores excepcionales, condicionados enormemente por sus principios religiosos. Por una parte, Harold Abrahams (Ben Cross) es un estudiante de leyes, judío, que no duda en prepararse de la mejor y más honrada forma posible con tal de ganar, para lo que acude a un particular entrenador llamado Sam Mussabini (Ian Holm), cuyos orígenes italianos y árabes son cuestionados por los altos cargos de la institución en la que estudia Abrahams. Por otra parte, se encuentra el escocés Eric Lidell (Ian Charleson), quien antepone sus principios religiosos a cualquier tipo de prueba deportiva, lo que le representará diversos conflictos morales de cara a su preparación para las olimpiadas.

Hugh Hudson con una correctísima dirección y una convencional narración realiza un drama biográfico que se centra en la rivalidad de dos grandes atletas británicos, aunque más que en la rivalidad en la admiración mutua que les impulsaba a superarse, ya que ambos participarían en el equipo británico en los Juegos Olímpicos de 1924. Dos atletas completamente distintos, con creencias religiosas, filosofías de la vida y el deporte distintas, pero con un único objetivo: alcanzar el éxito y demostrar su talento.

Carros de fuego es indiscutiblemente un claro referente del género que en 1982 se alzó con 4 Oscars, incluidos el de mejor película y banda sonora.
7
20 de marzo de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos lleva a la década de 1920 en Gran Bretaña, donde dos atletas excepcionales, Harold Abrahams y Eric Lidell, destacan en el mundo del atletismo. Aunque sus motivaciones y trasfondos son muy diferentes, ambos se esfuerzan por alcanzar la grandeza en sus carreras atléticas, cada uno impulsado por sus propias creencias y conceptos del triunfo.

La dirección de Hugh Hudson es interesante y perspicaz, capturando hábilmente la atmósfera y el espíritu de la época. Hudson presenta las vidas de Abrahams y Lidell con un enfoque sensible, explorando sus motivaciones y desafíos con profundidad. Su dirección logra transmitir la intensidad y la emoción de las competiciones atléticas, así como los conflictos internos y las luchas personales de los protagonistas.

El guion es potente y conmovedor, centrándose en las vidas y aspiraciones de Abrahams y Lidell mientras luchan por alcanzar sus metas. La narrativa está hábilmente estructurada para explorar los temas de la determinación, la fe, el sacrificio y el triunfo, ofreciendo una reflexión profunda sobre el significado del éxito y la realización personal en el contexto del deporte de competición.

Aunque las actuaciones pueden ser consideradas flojas, son eficientes en transmitir las emociones y los conflictos de los personajes. Los actores logran encarnar convincentemente las personalidades y motivaciones de Abrahams y Lidell, permitiendo al espectador conectarse emocionalmente con sus viajes individuales.

El aspecto técnico es tremendo, destacando especialmente la fotografía y la banda sonora. La cinematografía captura la belleza de los paisajes británicos y la elegancia de las competiciones atléticas, mientras que la banda sonora, con su icónica melodía principal, añade una dimensión adicional de emoción y energía a la película.
7
1 de septiembre de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carros de Fuego, es una película basada en hechos reales, sigue la historia de dos atletas británicos, Eric Liddell y Harold Abrahams, mientras se preparan para competir en los Juegos Olímpicos de París en 1924. Eric, un devoto cristiano, corre para honrar su fe, renunciando incluso competir en las pruebas de los 100 metros, su especialidad, porque se realizaban en domingo, lo que iba en contra de sus principios religiosos. Mientras que Harold, un judío decidido a superar los prejuicios que enfrenta, corre para probar su valía. A través de su entrenamiento, ambos hombres enfrentan desafíos personales y sociales que ponen a prueba su determinación y principios.

La película transmite un poderoso mensaje sobre la perseverancia, el sacrificio y la búsqueda del propósito en la vida. A través de las historias de Eric y Harold, se exploran temas como la fe, la identidad y la lucha por superarse a sí mismo. La película, con su emblemática banda sonora, no solo celebra el espíritu deportivo, sino también la capacidad del ser humano para trascender sus propias limitaciones en busca de un ideal superior.

La película aborda de manera sutil el tema del antisemitismo y las barreras que enfrentan aquellos que son diferentes en una sociedad tradicionalmente rígida. Harold Abrahams, como personaje judío, lucha contra los prejuicios que lo rodean, y su historia refleja la lucha de las minorías por el reconocimiento y la igualdad. Por otro lado, la devoción de Eric Liddell subraya la importancia de la libertad religiosa y el respeto por las convicciones personales.

En definitiva, es una obra que no solo celebra el deporte, sino también la fuerza del carácter humano. Un clásico en el cine cuya banda sonora es conocida mundialmente.
6
29 de marzo de 2011 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oscarizada producción, con genuino sello “british”, en torno a la historia real de dos atletas británicos durante las Olimpiadas de París, en 1924. Además de la presión propia de la gran competición, unida al imperioso deseo de ganar, ambos atraviesan serias contradicciones morales: el uno, porque no acaba de encajar en la sociedad inglesa debido a su origen judío; el otro, ministro de la Iglesia de Escocia, por sus profundas convicciones religiosas que condicionan mucho su carrera deportiva. Las interpretaciones son excelentes, tanto como la cuidada ambientación, factores ambos típicos del cine británico. Punto y aparte merece la banda sonora, famosísima composición del griego Vangelis Papathanassiou, que ganó un merecido Oscar. La película en su conjunto resulta sólo entretenida. No se puede negar que tiene mucha calidad, pero resulta un tanto fría y distante.
En total, el film obtuvo cuatro Oscars, lo que constituyó un enorme éxito para el cine británico, que andaba de capa caída por aquel entonces. El productor ejecutivo fue Dodi Al Fayed, que años más tarde se haría tristemente famoso por ser el acompañante de Lady Di, muriendo con ella en aquel trágico accidente en el parisino puente de L’Alma. Otra trágica coincidencia fue el destino de dos de los actores del film, Brad Davis e Ian Charleson: ambos murieron de sida diez años después.

Escena para el recuerdo: El alumno Abrahams (Ben Cross) almuerza con los rectores de Oxford. En un momento dado, mientras toman el té, el rector de Trinity (John Gielgud) le pregunta por el origen de su entrenador, Sam Mussabini (Ian Holm), del que “teme” que sea italiano. Abrahams contesta: “Sólo es medio italiano”. A lo que el estirado docente inglés responde: “¡Ah, me siento aliviado!”. Entonces, Abrahams aclara: “En realidad su otra mitad es árabe, señor.” El rostro del rector se vuelve lívido por el disgusto y, por un instante, es incapaz de articular palabra...
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