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El tesoro de la Sierra Madre

Aventuras. Western Año 1925. Fred C. Dobbs (Humphrey Bogart) decide ir a Tampico en busca de oro para salir de la miseria. Emprende el viaje con otros dos vagabundos (Walter Huston y Tim Holt), pero la codicia y la envidia que surge entre ellos les creará más problemas que cualquier dificultad del camino. (FILMAFFINITY)
Críticas 96
Críticas ordenadas por utilidad
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9
27 de septiembre de 2008
145 de 159 usuarios han encontrado esta crítica útil
De puta madre, sí. Así mismo te quedas después de ver peliculones como “El tesoro de sierra madre”. Pelis que te obligan a mascar el polvo y a sentir como un pegajoso sudor corre por tu espalda bajo un sol abrasador. Pelis que te ayudan a comprender que la vida no es el jardín del Edén. Pelis que te hacen retroceder hasta aquellos años en los que la puesta en escena, la fotografía o los contraplanos nos la sudaban porque no existían en nuestro criterio cinéfilo y lo único que le exigíamos al puto celuloide era agilidad, emoción, héroes y canallas.

Disfrutar por primera vez del clásico de Huston a mi edad produce una extraña sensación. Por un lado te asaltan determinados ‘dejà vu’ que te impulsan a creer que esa peli ya la has visto. Pero cuando la memoria te certifica implacablemente su desconocimiento, lo único a lo que puedes agarrarte es a esa poderosísima ilusión que de pequeño te empujaba a creer a pies juntillas en los personajes desempeñados por monstruos como John Wayne, Gary Cooper, Kirk Douglas y, como no, Bogart. Humphrey Bogart. Tipos duros, íntegros, audaces y victoriosos.

“El tesoro de sierra madre”, sin embargo, es un clásico atípico. Un clásico inclasificable, manufacturado como a Huston le gustaba hacerlo: sin cánones, ataduras o libretos preestablecidos. A su puta bola, como siempre. Un bisoño John rompió la baraja e hizo la peli que le salió de los cojones. Sin héroes, momentos trepidantes, trasfondo épico ni pollas en vinagre. Un verdadero decálogo de fracasados, de desheredados, de seres desprovistos de cualquier código ético que luchan como gatos panza arriba para esquivar su mal fario y alcanzar lo que nunca tendrán: una vida cómoda y apacible. En este sentido, Fred Dobbs (Bogart) sintetiza a la perfección ese prototipo. Despojado de cualquier atisbo de firmeza, integridad o empatía, Dobbs tritura nuestra ingenua y romántica percepción del aventurero por excelencia y se nos revela como un tipo mezquino, cobarde e indeseable. Aún así, el retoño de Walter no quiso ser excesivamente implacable con su público y le reservó a su progenitor un papel algo más agradecido y carismático. Nadie mejor que su propio padre podría haber personificado esa socarronería y picaresca tan genuinamente hustoniana.

De puta madre.
8
26 de agosto de 2009
124 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué sencillo parece hacer maravillas cuando ves cintas como esta. Hace falta tener un talento innato para sacar lo mejor de una historia con los mínimos recursos, y aquí abunda y sobra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En menos de diez minutos ya conoces a los personajes y los has familiarizado, todo ello sin prisa alguna de dirección. Tres minutos después te encuentras inmerso en la aventura.

A la media hora ya te topas con un escenón. En ese instante aproximadamente, Curtin saca a Dobbs de la mina en un dudoso intento de abandono. Huston da un aviso de la posible evolución de sus personalidades.

El resto es fabuloso; Giros inesperados de guión (lo que ayuda a ser menos predecible), unas actuaciones sobresalientes por parte de todos con un Bogart que sabe llevar la avaricia consigo (La escena de los dos solos sin el viejo por la noche es impagable), una dirección magnífica y un final que no es feliz, sí señor, para que si la ve alguna seguidora de "Hanna Montana" se de cuenta de que no todo son príncipes azules ni arcoiris en la vida. Un retrato del hombre, su ser y sus circunstancias. Sin adornos engañosos, sin situaciones ficticias. Una sola palabra: Perder.

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La disfruté como un niño, si no más.
La recomendaría a todo el mundo, sin reparos.
La colocaría entre mis obras predilectas, con orgullo.
La vería una vez a la semana durante un año, sin cansarme...

...Porque es un peliculón.
8
13 de octubre de 2007
107 de 129 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Huston pertenece, para los críticos profesionales de esto, a la segunda fila de los grandes directores de la historia.
Le faltaba la puntilla, el toque personal, la ida de olla, para formar parte en la lista de Los Genios (Lang, Chaplin, Hawks, Ford, Keaton, Wilder, Welles, Lubistch...)

Cuando uno no tiene olfato para hilar tan fino, pues se fía de los entendidos.
Así que yo me lo creo.

Otra cosa es mi gusto. Eso es personal e intransferible. No lo toca ni Dios.
Y a mi, Huston, me gusta mil veces más que Wilder y Hawks juntos.
Ya escucho las sirenas. Vienen por mi.


Y en fin, esta película es uno de los 4 westerns, que no son westerns, y que me encantaría grabar juntos en un único DVD de oro para vérmelos de una sentada, y en este orden:

La balada de Cable Hogue (después de comer)
Conspiración de silencio (a media tarde)
El tesoro de Sierra Madre (cenando)
Las aventuras de Jeremiah Johnson (en absoluta oscuridad)
9
15 de agosto de 2006
80 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mejores películas de aventuras de la historia, tan entretenida como lóbrega, de una belleza plástica encomiable. Es lo que pasa cuando en la dirección se besa el cielo y en la interpretación se juntan espaciotemporalmente los actores más adecuados para las características de cada personaje: Bogart siempre tuvo esas pintas de paleto avaricioso con culo plancha y pantalones hasta los sobacos, con lo cuál sólo tuvo que aprenderse el guión para resultar creíble, sin necesidad de "esforzarse" como hacía cuando le tocaba ir de traje; Tim Holt representa perfectamente la honradez en constante lucha con el egoísmo –magnífica la escena del derrumbamiento de la pequeña mina–; y Walter Huston represente la ambigüedad, pues, aunque todos queremos verle desde el principio como un abuelete resabiado pero de buen fondo, hasta el final no sabemos realmente de qué pie cojea. Vamos, que John Huston logra que seamos uno más en la excavación y que desconfiemos de todos nuestros compañeros.
Es el tesoro de Huston, no me cabe ninguna duda.

Es digno de citarse el discurso de Walter Huston al recibir el Oscar: «Many years ago... MANY, MANY years ago... I brought up a boy, and I said to him: "Son, if you ever become a writer, try to write a good part for your old man sometime". Well, by cracky, that's what he did!». Como para no estar orgulloso de su hijo.
9
27 de marzo de 2009
72 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es uno de los films más conocidos de la primera época del realizador John Huston (1906-87). El guión, del propio Huston, adapta la novela “The Treasure of the Sierra Madre” (1927), de Berwick Traven. Se rueda en escenarios naturales de Méjico (Jungapeo, Tampico...) y California (Iverson Ranch, Mojave Desert...) y en los platós de Warner Studios (Burbank, CA), con un presupuesto estimado de 3,8 M USD. Nominado a 4 Oscar, gana 3 (director, película y actor reparto). Producido por Henry Blanke para la Warner, se proyecta en sesión de preestreno el 6-I-1948 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en Tampico (Méjico), en Sierra Madre y en el camino entre ambas localizaciones, a lo largo de 10 meses, entre febrero y diciembre de 1925. Fred C. Dobbs (Bogart), Bob Curtin (Holt) y Howard (W. Huston), son tres perdedores norteamericanos residentes temporalmente en Tampico, que se conocen en el dormitorio municipal para indigentes “El oso negro”. Con el propósito de cambiar su fortuna, deciden ir a las montañas en busca de oro. Dobbs, de media edad, sin trabajo fijo, es desconfiado, mezquino, paranoico y vive a la deriva. Curtin es joven, ingenuo y honrado. Howard, viejo buscador de oro, tiene principios y es experimentado, sensato y conciliador.

El film suma aventuras, drama, western y acción. Es la tercera película de John Huston y la primera que realiza tras su participación en la IIGM. Básicamente es una obra de aventuras, en la que éstas no constituyen el fin último del relato, sino el medio a través del cual el autor explora aspectos de la condición humana relacionados con la ambición, la codicia, la avaricia y el egoísmo. Su estudio se plantea, sobre todo, cuando el ser humano se ve sometido a condiciones extremas, sean físicas (deshidratación, fatiga, desnutrición...), psicológicas (desesperación, desamparo, soledad...) o emocionales (angustia, miedo...). Muestra cómo y en qué medida la obtención de oro tiende, en general, a impulsar afanes de posesión, acumulación y rapiña. Estas conductas en algunos casos se manifiestan como reflejo de estados de descontrol, alienación o locura. La fascinación que, en general, el ser humano siente por el oro puede dar lugar a enfrentamientos, disputas y luchas cruentas, derivadas de pulsiones asociadas a la codicia. Los choques personales se plantean y resuelven, en el film, por medio de un juego brillante de diálogos, que dibuja un cuadro complejo y rico en detalles de la psicología y de las interrelaciones de los personajes.

Se analiza la camaradería masculina y sus contrarios: el individualismo, el egoísmo y las disputas que esterilizan la cohesión del grupo. Se construye un retrato, no superado en otros films, de la figura del derrotado por la vida y del fracasado. Se explora con lucidez la mediocridad, mezquindad, debilidades y miserias del ser humano. Se envuelve la acción en una atmósfera desasosegante.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para algunos analistas, el film es un western singular (del grupo de la fiebre del oro), que recoge la acción de unos personajes que se mueven en un tiempo anacrónico y en un lugar situado fuera de las fronteras del país. La figura del héroe no se ajusta a la propia del género: Dobbs es interesado, antisocial y, sobre todo, un fracasado incapaz de mejorar su situación a causa de la ceguera que le producen la ambición y la codicia. Es un film atípico de aventuras, ya que el héroe carece del espíritu emprendedor, arriesgado e intrépido del aventurero, que de acuerdo con las convenciones del género ha de ser ante todo audaz y generoso. Dobbs es un perdedor nato sin remedio y sin remisión posible.

La cinta se apoya en un guión soberbio que capta bien el espíritu de la novela original y lo traslada con eficacia al celuloide. Destaca la magnífica dirección de actores, de los que Huston extrae interpretaciones excelentes, en especial las de Walter Huston, su padre, y Tim Holt (“El cuarto mandamiento”, Welles, 1942). La del mítico Bogart adolece, según algunos comentaristas, de sobreactuaciones en la segunda parte de su intervención. Para otros, la suya es una actuación antológica y sobrecogedora de la locura. Algunos formulan referencias críticas sobre el limitado y plano aprovechamiento que se hace del espacio escénico y el desaprovechamiento de las posibilidades del paisaje. Se ha de tener en cuenta que la contratación de actores absorbió una parte determinante del presupuesto en perjuicio de otros recursos. Sea cual sea el juicio sobre el conjunto de virtudes y limitaciones técnicas de la obra, ésta es sin discusión un gran film clásico.

Son escenas destacadas la de la carcajada de Howard seguida de la de Curtin (que sirve de inspiración a Peckinpah en “Grupo salvaje”, 1969), la represalia a golpes de Dobbs y Curtin contra el capataz que les ha engañado, la tormenta de arena, los obsequios del poblado indígena a Howard (loro, cochinillo...), la visión cenital de la chumbera que se alimenta de arena aurífera, etc. Son destacables el cameo de John Huston en el papel de norteamericano vestido de blanco al que Dobbs pide limosna tres veces y el de Ann Sheridan (“La novia era él”, Hawks, 1949) en el papel (no acreditado) de prostituta que mira a Dobbs cuando sale de la barbería.

La música, de Max Steiner, ofrece una partitura orquestal de tonos grandilocuentes, que sabe aprovechar el lirismo de los solos (trompeta, armónica...), la emotividad del canto coral (escena del poblado) y el aire festivo de las melodías mejicanas. Tiene un formato de fanfarria el corte “En marcha”. La fotografía, de Ted McCord (“El árbol del ahorcado”, Daves, 1959), en B/N, crea una visualidad de composiciones bien construidas, aporta a las imágenes verismo y realismo clasicista y añade algunas secuencias espectaculares.
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