Excalibur
7.3
26,564
Aventuras. Fantástico. Drama
Tras una larga y cruenta guerra, Uther Pendragon le ruega al mago Merlín que le ayude a seducir a la esposa de su nuevo aliado, el Duque de Cornwall. Merlín accede, pero a condición de que el fruto de esa unión le sea entregado. Esa misma noche, es concebido Arturo. Dieciocho años después, los nobles de un reino cuyo trono está vacante intentan apoderarse de Excalibur, la espada mágica que está incrustada en una piedra desde la muerte de Uther. (FILMAFFINITY) [+]
8 de octubre de 2007
8 de octubre de 2007
230 de 276 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que por sí solas justifican la filmografía de un director. “Excalibur”, la obra maestra de John Boorman, hace que el resto de su obra resulte casi anecdótica.
Todo funciona, y no era nada fácil. Primero porque cuando se pretende conjugar al mismo tiempo el género de aventuras, con la acción, con el drama, con el romanticismo y con el fantástico y hacerlo en la Edad Media –la época histórica peor representada en la historia del cine- las posibilidades de errar son muchas.
Además tiene mucho más mérito, por el año de su realización, principio de los ochenta. El nuevo cine a lo “Stars Wars”, “Alien” y todo bicho viviente parecido hacía furor. Los Oscar sólo le otorgaron una nominación a la excelente fotografía de Alex Thomson, (que ya había trabajado en temas medievales en la semiolvidada “Alfredo el Grande”) que logra que casi cualquier fotograma sea una obra de arte. Poco premio para tan gran película. De todas formas a finales de la década ya era una obra de culto.
La magia e impacto constante de la belleza de sus imágenes se compaginan con un desarrollo argumental carente de errores, lineal y muy clásico y que nos deja unos diálogos de una verosimilitud y fuerza cercano al mejor teatro.
La puesta en escena y los vestuarios, sencillamente inimitables. Las armaduras del diseñador Bob Ringwood (“Batman” o “Troya”) fuera de categoría.
Y como casi todas las grandes películas, esta también tiene una gran banda sonora. La música de un jovencito Trevor Jones (32 años) es sencillamente espectacular, y aunque utiliza algunas piezas clásicas lo hace siempre con gusto e inteligencia. Luego seguiría demostrando lo grande que es con “El último Mohicano” o “En el nombre del padre” entre otras.
Es difícil encontrar un elenco de actores en mayor estado de gracia que aquí. Son muchos y todos están bien. Mucho sello inglés. Un recuerdo para ese Merlin, Robin Williamson (que ya había participado de otra estupenda película medieval como “Robin y Marian”), que nos lleva a una interpretación tragicómica que quedará en el recuerdo. Pero es absurdo citar a nadie más, ya digo, que todos, absolutamente todos, están bien.
¿Reproches? Ninguno, si cabe, que Boorman tergiversa a su antojo la obra de Malory retirando casi todos los elementos cristianos, convirtiéndolos en paganos como el Santo Grial. El neoceltismo de hoy hace el resto, con la exaltación de los druidas y de un mundo creado a medida de los intereses e identidades nacionales de nuevo cuño.
“Excalibur” es y será la mejor película sobre el mito artúrico que existe, además de aportar una madurez al cine, impropia del momento en que se hizo, y sobre todo por el tema, en el que se suele caer en lo adolescente rápidamente, como ha pasado decenas de veces posteriormente.
Aunque se vea las veces que se vea, siempre se encontrarán estímulos nuevos, que traerán el goce y disfrute al espectador.
Nota: 9,6.
Todo funciona, y no era nada fácil. Primero porque cuando se pretende conjugar al mismo tiempo el género de aventuras, con la acción, con el drama, con el romanticismo y con el fantástico y hacerlo en la Edad Media –la época histórica peor representada en la historia del cine- las posibilidades de errar son muchas.
Además tiene mucho más mérito, por el año de su realización, principio de los ochenta. El nuevo cine a lo “Stars Wars”, “Alien” y todo bicho viviente parecido hacía furor. Los Oscar sólo le otorgaron una nominación a la excelente fotografía de Alex Thomson, (que ya había trabajado en temas medievales en la semiolvidada “Alfredo el Grande”) que logra que casi cualquier fotograma sea una obra de arte. Poco premio para tan gran película. De todas formas a finales de la década ya era una obra de culto.
La magia e impacto constante de la belleza de sus imágenes se compaginan con un desarrollo argumental carente de errores, lineal y muy clásico y que nos deja unos diálogos de una verosimilitud y fuerza cercano al mejor teatro.
La puesta en escena y los vestuarios, sencillamente inimitables. Las armaduras del diseñador Bob Ringwood (“Batman” o “Troya”) fuera de categoría.
Y como casi todas las grandes películas, esta también tiene una gran banda sonora. La música de un jovencito Trevor Jones (32 años) es sencillamente espectacular, y aunque utiliza algunas piezas clásicas lo hace siempre con gusto e inteligencia. Luego seguiría demostrando lo grande que es con “El último Mohicano” o “En el nombre del padre” entre otras.
Es difícil encontrar un elenco de actores en mayor estado de gracia que aquí. Son muchos y todos están bien. Mucho sello inglés. Un recuerdo para ese Merlin, Robin Williamson (que ya había participado de otra estupenda película medieval como “Robin y Marian”), que nos lleva a una interpretación tragicómica que quedará en el recuerdo. Pero es absurdo citar a nadie más, ya digo, que todos, absolutamente todos, están bien.
¿Reproches? Ninguno, si cabe, que Boorman tergiversa a su antojo la obra de Malory retirando casi todos los elementos cristianos, convirtiéndolos en paganos como el Santo Grial. El neoceltismo de hoy hace el resto, con la exaltación de los druidas y de un mundo creado a medida de los intereses e identidades nacionales de nuevo cuño.
“Excalibur” es y será la mejor película sobre el mito artúrico que existe, además de aportar una madurez al cine, impropia del momento en que se hizo, y sobre todo por el tema, en el que se suele caer en lo adolescente rápidamente, como ha pasado decenas de veces posteriormente.
Aunque se vea las veces que se vea, siempre se encontrarán estímulos nuevos, que traerán el goce y disfrute al espectador.
Nota: 9,6.
2 de noviembre de 2005
2 de noviembre de 2005
121 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente largometraje que narra no la historia sino la leyenda del Rey Arturo. Partiendo de esta base, aquellos que deseen una reconstrucción histórica correcta, con los "muros hadriáneos", con un clima semi glaciar -como corresponde a la pequeña glaciación del período en que se desarrollaron las tropelías del verdadero Arturo en Britania-, con mujeres con cabezas rapadas y luchando desnudas contra los romanos, con hombres como osos pintados de blanco y azul, mejor que espere, incluso, a una nueva versión del primer publicista del tres al cuarto al que propongan tal proyecto.
Boorman nos habla, nos cuenta la leyenda: y la leyenda, como la fábula, no entiende de rigor histórico. El término que pondera sobre todos los demás a lo largo de este metraje es "leyenda", y de ahí podríamos derivar otros muchos como "héroe", "virtud", etcétera, logrando en un cómputo global un excelente código de bondades éticas que se pueden substraer de la leyenda (de hecho las leyendas de héroes, de un Aquiles, de un Ulises, de un Arturo, vienen a dejar una pequeña moraleja, un sabor ético-didáctico)
Excepcional.
Boorman nos habla, nos cuenta la leyenda: y la leyenda, como la fábula, no entiende de rigor histórico. El término que pondera sobre todos los demás a lo largo de este metraje es "leyenda", y de ahí podríamos derivar otros muchos como "héroe", "virtud", etcétera, logrando en un cómputo global un excelente código de bondades éticas que se pueden substraer de la leyenda (de hecho las leyendas de héroes, de un Aquiles, de un Ulises, de un Arturo, vienen a dejar una pequeña moraleja, un sabor ético-didáctico)
Excepcional.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La leyenda se percibe en cada fotograma:
1)Cuando emerge la dama del lago por primera vez y el rey Uther toma para si la espada Excalibur.
2)Cuando Uther se condena a sí mismo y vuela a lomos de su caballo hacia el castillo de lady Ingrain.
3)Cuando Arturo logra sacar la espada de la piedra.
4)Cuando Arturo crea la mesa redonda y se perciben los primeros planos panorámicos del castillo de Camelot, realizado en Plata y Oro.
5)Cuando Arturo sale al encuentro de los dos amantes traidores (según mi opinión es la escena que mayormente escenifica al héroe, a la leyenda: la luz incide directamente sobre la cota de mallas del Rey Arturo y la figura del rey parece la de un héroe, la de un elegido por Dios, la del "Rey que vendrá" de la mitología britana.
6)Cuando Parsifal logra deshacerse de sus ropas bajo el agua en un claro símbolo de "vaciado" espiritual para enfrentarse, no sólo con la verdad de su rey, sino también con la verdad divina.
7)Cuando Arturo muere, y el sol en el horizonte y sobre el mar antecede, anuncia el ocaso de un período felíz de la historia de Britania. Excepcional aquí la mezcla imagen-sonido con un "Funeral de Sigfrido" -Wagner- apoteósico.
Excepcional.
1)Cuando emerge la dama del lago por primera vez y el rey Uther toma para si la espada Excalibur.
2)Cuando Uther se condena a sí mismo y vuela a lomos de su caballo hacia el castillo de lady Ingrain.
3)Cuando Arturo logra sacar la espada de la piedra.
4)Cuando Arturo crea la mesa redonda y se perciben los primeros planos panorámicos del castillo de Camelot, realizado en Plata y Oro.
5)Cuando Arturo sale al encuentro de los dos amantes traidores (según mi opinión es la escena que mayormente escenifica al héroe, a la leyenda: la luz incide directamente sobre la cota de mallas del Rey Arturo y la figura del rey parece la de un héroe, la de un elegido por Dios, la del "Rey que vendrá" de la mitología britana.
6)Cuando Parsifal logra deshacerse de sus ropas bajo el agua en un claro símbolo de "vaciado" espiritual para enfrentarse, no sólo con la verdad de su rey, sino también con la verdad divina.
7)Cuando Arturo muere, y el sol en el horizonte y sobre el mar antecede, anuncia el ocaso de un período felíz de la historia de Britania. Excepcional aquí la mezcla imagen-sonido con un "Funeral de Sigfrido" -Wagner- apoteósico.
Excepcional.
7 de febrero de 2009
7 de febrero de 2009
68 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace mucho, mucho tiempo, soñé que deambulaba por un mundo que me era extraño y al llegar al cabo de un camino de piedra roja, me encontré con un río que me impedía el paso y en este río había un puente y en el puente, un hombre cuyo rostro no podía ver, puesto que siempre soy ciega cuando sueño.
Cuando me acerqué hasta él para que me cediese el paso, me dijo que lo haría a condición que le respondiese una pregunta: "¿Qué es el Grial?". Y una imagen acudió a mi cabeza, pero se desvaneció y lo siguiente que recuerdo es que me había despertado con esa sensación frustrante que produce darse de bruces con el quicio de la duermevela. Pero ¿y la respuesta?
Algún tiempo después, vi esta película. O no, me he expresado mal, no es del todo una película. Es un eco de Camelot, una reverberación lejana. Pero no el mito vulgarizado que quieren vendernos ahora. Pues Camelot no es un cadáver arqueológico ni un descubrimiento histórico ni una un montón de películas horrorosas que tratan de explicar lo que no debe ser jamás explicado, Camelot es un pellizco de sombra entre el tiempo y el espacio, una silueta difusa que atisba tras la niebla de las Edades Oscuras. Camelot no existe tal y como lo quieren que exista, en su solidez de piedra antigua, Camelot existe como lo imaginó Thomas Malory, con un pie en el mundo de los hombres y otro pie en el mundo de los Fae. Si fuera parte del pasado real del mundo, no habría Morgana LeFay ni un brazo misterioso brotando de un lago, esgrimiendo una espada. Ni habría Merlín encerrado en su prisión de magia ni Mordred con su máscara de oro ni habría cabalgata de viejos y cansados caballeros bajo una primavera que habla de juventud y gloria. No habría nada salvo algunos restos en un respetable museo inglés, unas ruinas que pudieran ser de cualquier castillo, unos nombres vetustos y polvorientos a figurar en las notas al pie de página de los libros de Historia de Inglaterra.
“Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que sueña tu filosofía”. Boorman busca senderos perdidos y los encuentra y plasma sobre lienzo el mapa para llegar hasta algo cuya grandeza sólo podemos alcanzar a intuir y cuando llegamos, no sabemos si hemos estado en otro lugar o en otro mundo o en otro sueño. Pero no importa. "Excalibur" es, desde tiempos inmemoriales, una leyenda y parte de la Historia más oculta, aquella que nos pertenece no por tangible, no por real, sino por verdadera.
Mitocidas, dejad reposar este reino en su inextinguible letargo. No más ordinarieces, no más películas vulgares. Si no sabéis de hechizos, no intentéis explicarnos la magia.
Ah, una última cosa. Ya conozco la respuesta a la pregunta del hombre del puente. El significado del Grial es...
Cuando me acerqué hasta él para que me cediese el paso, me dijo que lo haría a condición que le respondiese una pregunta: "¿Qué es el Grial?". Y una imagen acudió a mi cabeza, pero se desvaneció y lo siguiente que recuerdo es que me había despertado con esa sensación frustrante que produce darse de bruces con el quicio de la duermevela. Pero ¿y la respuesta?
Algún tiempo después, vi esta película. O no, me he expresado mal, no es del todo una película. Es un eco de Camelot, una reverberación lejana. Pero no el mito vulgarizado que quieren vendernos ahora. Pues Camelot no es un cadáver arqueológico ni un descubrimiento histórico ni una un montón de películas horrorosas que tratan de explicar lo que no debe ser jamás explicado, Camelot es un pellizco de sombra entre el tiempo y el espacio, una silueta difusa que atisba tras la niebla de las Edades Oscuras. Camelot no existe tal y como lo quieren que exista, en su solidez de piedra antigua, Camelot existe como lo imaginó Thomas Malory, con un pie en el mundo de los hombres y otro pie en el mundo de los Fae. Si fuera parte del pasado real del mundo, no habría Morgana LeFay ni un brazo misterioso brotando de un lago, esgrimiendo una espada. Ni habría Merlín encerrado en su prisión de magia ni Mordred con su máscara de oro ni habría cabalgata de viejos y cansados caballeros bajo una primavera que habla de juventud y gloria. No habría nada salvo algunos restos en un respetable museo inglés, unas ruinas que pudieran ser de cualquier castillo, unos nombres vetustos y polvorientos a figurar en las notas al pie de página de los libros de Historia de Inglaterra.
“Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que sueña tu filosofía”. Boorman busca senderos perdidos y los encuentra y plasma sobre lienzo el mapa para llegar hasta algo cuya grandeza sólo podemos alcanzar a intuir y cuando llegamos, no sabemos si hemos estado en otro lugar o en otro mundo o en otro sueño. Pero no importa. "Excalibur" es, desde tiempos inmemoriales, una leyenda y parte de la Historia más oculta, aquella que nos pertenece no por tangible, no por real, sino por verdadera.
Mitocidas, dejad reposar este reino en su inextinguible letargo. No más ordinarieces, no más películas vulgares. Si no sabéis de hechizos, no intentéis explicarnos la magia.
Ah, una última cosa. Ya conozco la respuesta a la pregunta del hombre del puente. El significado del Grial es...
10 de septiembre de 2006
10 de septiembre de 2006
73 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
La leyenda artúrica tratada con exquisito celo, en una maravillosa peli mil veces imitada, pero nunca igualada. Además de unas excelentes interpretaciones (incluso sale un desconocido Patrick Stewart, que ya era calvo), de un guión férreo, de una banda sonora bellísima y de un ritmo fabuloso, cuenta con una fotografía cuidadísima que predispone nuestros sentidos para lo que estamos viendo. Un principio oscuro para narrar tiempos tenebrosos; después tonos verdosos, azules y plateados para subrayar el esplendor y las esperanzas; más tarde, tonos ocres que denotan la tristeza y la degeneración que sufren los personajes y sus comportamientos; y, por último, la pantalla se tiñe de tonos rojos, remarcando la tragedia final, un crepúsculo sangriento en el que acaban toda la magia y el ensueño.
No recomiendo su visión, sino que la ruego. Luego ya me darán las gracias.
No recomiendo su visión, sino que la ruego. Luego ya me darán las gracias.
9 de agosto de 2012
9 de agosto de 2012
50 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mito es un jinete con armadura apareciendo entre jirones de niebla. La leyenda, una espada volando por encima de la superficie de un lago. La magia, árboles floreciendo al paso de un grupo de caballeros al galope. Lo místico, un barco perdiéndose en el horizonte llevando el cuerpo de un rey.
Hoy en día, en una época donde se destila el hiperrealismo y la fantasía convertida en algo cercano, palpable y mundano, una película como "Excalibur" no encontraría su sitio y probablemente sería incomprendida (leyendo ciertas críticas de la gente, menos dudas tengo al respecto). Pocas películas recogen la misma esencia del mito y la leyenda y son capaces de transmitirla como la de John Boorman. Pocas películas concentran tantos elementos que encajen y transmitan conjuntamente tiempos lejanos y fantásticos, sin edad, sin fechas.
Boorman (y su guionista Rospo Pallenberg), su director de fotografía Alex Thomson y el compositor Trevor Jones son los tres responsables que consiguieron crear perfectamente ese lugar remoto de nuestros subconscientes donde héroes legendarios habitan en sus propias leyendas. La leyenda de Arturo y la Mesa Redonda, tantas veces transmitida en celuloide (y con los más variados registros, desde la solemnidad sui géneris de Bresson, el puro espectáculo hollywoodiense de estudio de los años 50, hasta la animación o la blandenguería a lo Richard Gere) encuentra aquí el vehículo perfecto para transmitir todo su romanticismo desaforado, sus recovecos oscuros y el retrato de unos personajes a medio camino entre el ideal de caballería típico de los cantares de gesta y la autoconciencia de los seres mitológicos a medio camino entre los hombres y los dioses. Con tintes incluso junguianos en determinados momentos donde animales y elementos naturales revelan el espíritu de sus personajes.
Si a la obra de sir Thomas Malory le damos una capa de romanticismo típicamente decimonónico, implícito en las óperas de Richard Wagner, (cuyos fragmentos musicales de "El anillo del nibelungo" y "Tristán e Isolda" jalonan y vertebran secuencias enteras de la película), tenemos la versión más completa y profunda sobre el mito artúrico que jamás se ha hecho. Boorman buscaba retratar a Arturo, Merlín, Ginebra y Lancelot como seres perplejos ante su realidad, ante el conocimiento de ser mortales con sentimientos y pasiones humanas con un pie en la leyenda y últimos vestigios de unos tiempos lejanos y extraños que tocarían a su fin (la llegada del cristianismo y el único Dios). La película es, pues, un relato de tintes operísticos (interpretaciones semi-teatrales, decorados enormes, ambiente irreal y atemporal, diálogos cuidadosamente arcaicos) que fluye en intervalos de oscuridad-luz. Desde unas primeras secuencias oscuras y bárbaras con la concepción de Arturo, hasta el surgimiento de Camelot y el reinado de Arturo, pasando por su caída y su posterior renacimiento glorioso y canto de cisne final.
Al uso fabuloso y milimétrico de la música de Wagner (y el propio score de Trevor Jones) se le une un reparto completamente británico en permanente estado de gracia, donde Nigel Terry compone y crea el Arturo definitivo, doliente, humano y semidiós; y Cherie Lunghi y Nicholas Clay forman con él un triángulo de pasión desbordada. Nicol Williamson roba todas las escenas que protagoniza, su Merlín es alguien que se sabe no humano, pero que se mira a sí mismo con cierta ironía y guasa, sabiéndose poseedor de una magia y una tradición a punto de desaparecer (error en el que cae la malvada Helen Mirren, cuyas ansias por tener esa magia le hacen olvidar lo efímero de ese poder).
Con escenas para el recuerdo, como el prólogo nocturno en el bosque, la creación de la Mesa Redonda, las apariciones de la Dama del Lago y el inolvidable final, "Excalibur" no sólo es la mejor adaptación de la leyenda artúrica. Es una de las pocas películas en las que, a través de sus imágenes, sus personajes, su música y su aliento, se palpa y se saborea la Leyenda y el Mito casi en su esencia pura y libérrima, atemporal e infinita.
En el SPOILER resuelvo el misterio del título de esta crítica.
Hoy en día, en una época donde se destila el hiperrealismo y la fantasía convertida en algo cercano, palpable y mundano, una película como "Excalibur" no encontraría su sitio y probablemente sería incomprendida (leyendo ciertas críticas de la gente, menos dudas tengo al respecto). Pocas películas recogen la misma esencia del mito y la leyenda y son capaces de transmitirla como la de John Boorman. Pocas películas concentran tantos elementos que encajen y transmitan conjuntamente tiempos lejanos y fantásticos, sin edad, sin fechas.
Boorman (y su guionista Rospo Pallenberg), su director de fotografía Alex Thomson y el compositor Trevor Jones son los tres responsables que consiguieron crear perfectamente ese lugar remoto de nuestros subconscientes donde héroes legendarios habitan en sus propias leyendas. La leyenda de Arturo y la Mesa Redonda, tantas veces transmitida en celuloide (y con los más variados registros, desde la solemnidad sui géneris de Bresson, el puro espectáculo hollywoodiense de estudio de los años 50, hasta la animación o la blandenguería a lo Richard Gere) encuentra aquí el vehículo perfecto para transmitir todo su romanticismo desaforado, sus recovecos oscuros y el retrato de unos personajes a medio camino entre el ideal de caballería típico de los cantares de gesta y la autoconciencia de los seres mitológicos a medio camino entre los hombres y los dioses. Con tintes incluso junguianos en determinados momentos donde animales y elementos naturales revelan el espíritu de sus personajes.
Si a la obra de sir Thomas Malory le damos una capa de romanticismo típicamente decimonónico, implícito en las óperas de Richard Wagner, (cuyos fragmentos musicales de "El anillo del nibelungo" y "Tristán e Isolda" jalonan y vertebran secuencias enteras de la película), tenemos la versión más completa y profunda sobre el mito artúrico que jamás se ha hecho. Boorman buscaba retratar a Arturo, Merlín, Ginebra y Lancelot como seres perplejos ante su realidad, ante el conocimiento de ser mortales con sentimientos y pasiones humanas con un pie en la leyenda y últimos vestigios de unos tiempos lejanos y extraños que tocarían a su fin (la llegada del cristianismo y el único Dios). La película es, pues, un relato de tintes operísticos (interpretaciones semi-teatrales, decorados enormes, ambiente irreal y atemporal, diálogos cuidadosamente arcaicos) que fluye en intervalos de oscuridad-luz. Desde unas primeras secuencias oscuras y bárbaras con la concepción de Arturo, hasta el surgimiento de Camelot y el reinado de Arturo, pasando por su caída y su posterior renacimiento glorioso y canto de cisne final.
Al uso fabuloso y milimétrico de la música de Wagner (y el propio score de Trevor Jones) se le une un reparto completamente británico en permanente estado de gracia, donde Nigel Terry compone y crea el Arturo definitivo, doliente, humano y semidiós; y Cherie Lunghi y Nicholas Clay forman con él un triángulo de pasión desbordada. Nicol Williamson roba todas las escenas que protagoniza, su Merlín es alguien que se sabe no humano, pero que se mira a sí mismo con cierta ironía y guasa, sabiéndose poseedor de una magia y una tradición a punto de desaparecer (error en el que cae la malvada Helen Mirren, cuyas ansias por tener esa magia le hacen olvidar lo efímero de ese poder).
Con escenas para el recuerdo, como el prólogo nocturno en el bosque, la creación de la Mesa Redonda, las apariciones de la Dama del Lago y el inolvidable final, "Excalibur" no sólo es la mejor adaptación de la leyenda artúrica. Es una de las pocas películas en las que, a través de sus imágenes, sus personajes, su música y su aliento, se palpa y se saborea la Leyenda y el Mito casi en su esencia pura y libérrima, atemporal e infinita.
En el SPOILER resuelvo el misterio del título de esta crítica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
PD: Señor Daniel Andreas, me complace que exponga su opinión (negativa) sobre esta película. La respeto completamente. Y avant la lettre, faltaría más. Incluso respeto lo poco argumentada que está, a pesar de usar inteligentemente y con deliciosa precisión términos ingeniosos como "colorinchis", "coros lisérgicos" y algunos más. Lástima que lo que ya no me guste tanto es que desacredite a todo un equipo cinematográfico y a todos los críticos que les (nos) gusta esta película. Incluyo a los usuarios de FA de entre los 15.570 votos que tiene esta película que le dan una nota alta (como para lograr una media excelente de 7,4). Personalmente no me he fumado nada, ni he probado nada lisérgico, ni creo que todos los responsables que crearon esta película (¿incluyo también a los diseñadores del póster? ¿A los ejecutivos de la Warner y de Orion? ¿A los exhibidores?) probaran nada.
Exponga libremente su opinión de porqué no le ha gustado "Excalibur", pero plis, hágalo sin desacreditar a nadie, señor Andreas. Sin irse graciosamente por las ramas con adjetivos baratos y tontos. Sepa que en cada rodaje (y sé de lo que hablo), desde "Lawrence de Arabia" hasta "Crepúsculo", y desde "El Padrino II" hasta "La salchicha peleona", sus responsables siempre intentan hacerlo lo mejor y más honradamente que pueden, con su esfuerzo y sus ilusiones por hacerlo bien. Así que un poco de respeto y destroce la película, si le apetece, pero hágalo bien. Y avant la lettre.
Un saludo cordial, lisérgico y kitsch.
Exponga libremente su opinión de porqué no le ha gustado "Excalibur", pero plis, hágalo sin desacreditar a nadie, señor Andreas. Sin irse graciosamente por las ramas con adjetivos baratos y tontos. Sepa que en cada rodaje (y sé de lo que hablo), desde "Lawrence de Arabia" hasta "Crepúsculo", y desde "El Padrino II" hasta "La salchicha peleona", sus responsables siempre intentan hacerlo lo mejor y más honradamente que pueden, con su esfuerzo y sus ilusiones por hacerlo bien. Así que un poco de respeto y destroce la película, si le apetece, pero hágalo bien. Y avant la lettre.
Un saludo cordial, lisérgico y kitsch.
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