Los mensajeros
2007 

4.3
6,780
Terror. Thriller
La familia Solomon abandona Chicago y se establece en una remota granja de girasoles en Dakota del Norte. La armonía se ve interrumpida cuando Jess, la hija mayor, y su hermano Ben, de 3 años, empiezan a ver siniestras apariciones, invisibles para los demás. Cuando Jess intenta advertir a sus padres de la terrible amenaza que se cierne sobre ellos, no le harán ningún caso. Pero los espectros se vuelven cada vez más violentos. (FILMAFFINITY) [+]
23 de marzo de 2007
23 de marzo de 2007
149 de 209 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y yo me pregunto:
1) ¿Nadie coloca un cartel en las casas encantadas del tipo: ‘No entrar: casa chunga de la muerte’?
2) ¿Nadie avisa a los nuevos inquilinos que se rumorea que allí ocurrió algo muy pero que muy malo?
3) ¿Por qué los fantasmas son tan pesados y rencorosos?
4) ¿Por qué los fantasmas tienen que dar el mismo susto (pasada por atrás a toda hostia o agarrado-que-te-pillo) cuatrocientas veces?
5) ¿Por qué a cada susto le acompaña una subida de volumen en la música capaz de reventar los tímpanos y encoger los genitales? ¿Es que no funciona si no se aturde al espectador con una lluvia de decibelios?
6) ¿Qué hacen los fantasmas cuando están solos en casa? ¿Se ponen a ver “Casper”, “Beetlejuice “, “Poltergeist”, “Al final de la escalera” y “El sexto sentido” entre otras para aprender nuevos trucos? ¿Ven telebasura y se interesan por los famosos (muertos o no)?
7) ¿Hacen pólizas de seguros a casas encantadas?
8) ¿Hacen cursos los protagonistas de este tipo de películas para ser tan gañanes?
9) ¿Por qué los guionistas piensan que pueden engañar al espectador con un giro final ultra-requete-previsible que se esperaba hasta el apuntador?
10) Ya que ocho de cada nueve casas en EEUU están encantadas, ¿por qué ‘Los cazafantasmas’ y Zelda Rubinstein no forman una empresa para erradicar molestos ectoplasmas y nos libran de una puñetera vez de esta plaga de películas mediocres que cuentan lo mismo con diferentes nombres?
1) ¿Nadie coloca un cartel en las casas encantadas del tipo: ‘No entrar: casa chunga de la muerte’?
2) ¿Nadie avisa a los nuevos inquilinos que se rumorea que allí ocurrió algo muy pero que muy malo?
3) ¿Por qué los fantasmas son tan pesados y rencorosos?
4) ¿Por qué los fantasmas tienen que dar el mismo susto (pasada por atrás a toda hostia o agarrado-que-te-pillo) cuatrocientas veces?
5) ¿Por qué a cada susto le acompaña una subida de volumen en la música capaz de reventar los tímpanos y encoger los genitales? ¿Es que no funciona si no se aturde al espectador con una lluvia de decibelios?
6) ¿Qué hacen los fantasmas cuando están solos en casa? ¿Se ponen a ver “Casper”, “Beetlejuice “, “Poltergeist”, “Al final de la escalera” y “El sexto sentido” entre otras para aprender nuevos trucos? ¿Ven telebasura y se interesan por los famosos (muertos o no)?
7) ¿Hacen pólizas de seguros a casas encantadas?
8) ¿Hacen cursos los protagonistas de este tipo de películas para ser tan gañanes?
9) ¿Por qué los guionistas piensan que pueden engañar al espectador con un giro final ultra-requete-previsible que se esperaba hasta el apuntador?
10) Ya que ocho de cada nueve casas en EEUU están encantadas, ¿por qué ‘Los cazafantasmas’ y Zelda Rubinstein no forman una empresa para erradicar molestos ectoplasmas y nos libran de una puñetera vez de esta plaga de películas mediocres que cuentan lo mismo con diferentes nombres?
Muy original (very original, que pondría la gente cool que pone los títulos de la crítica en ingles)
26 de julio de 2007
26 de julio de 2007
51 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película muy original. Muchas películas anteriores se han inspirado en esta:
- Los pájaros : Las múltiples escenas de los cuervos. Si hubieran cogido otros bichos tipo avestruz u ornitorrinco daría igual de miedo y sería más original.
- El Sexto Sentido: El niño que ve muertos.
- El resplandor: El malo con el hacha, el malo que tira la puerta abajo, el niño avanzando hacia la puerta del final del pasillo...
- La maldición: La casa con mucha escena de escaleras donde pasaron asesinatos
- La guerra de los mundos: El malo buscando en un sótano al niño bueno y su familia buena escondidos entre contraluces.
- Cualquier película de zombis de escaso presupuesto: La mano agarrando a la buena intentando hundirle en el fango. ¡Qué recurso más original!
- Miles de pelis de Terror, incluída Cásper (que miedo ser tan cursi): Una casa perdida en mitad del campo, madera vieja que cruje...Esto ya sólo da miedo a los del Ikea.
Tiene mucho mérito que películas tan importantes te copien tus escenas años antes de que hagas la tuya. Sin duda es un gran referente en la historia del cine de terror.
(Nota: Intentaba ser irónico. Sirve para pasar el rato y poco más. He visto especiales de Halloween de La Casa de la Pradera que dan más miedo)
- Los pájaros : Las múltiples escenas de los cuervos. Si hubieran cogido otros bichos tipo avestruz u ornitorrinco daría igual de miedo y sería más original.
- El Sexto Sentido: El niño que ve muertos.
- El resplandor: El malo con el hacha, el malo que tira la puerta abajo, el niño avanzando hacia la puerta del final del pasillo...
- La maldición: La casa con mucha escena de escaleras donde pasaron asesinatos
- La guerra de los mundos: El malo buscando en un sótano al niño bueno y su familia buena escondidos entre contraluces.
- Cualquier película de zombis de escaso presupuesto: La mano agarrando a la buena intentando hundirle en el fango. ¡Qué recurso más original!
- Miles de pelis de Terror, incluída Cásper (que miedo ser tan cursi): Una casa perdida en mitad del campo, madera vieja que cruje...Esto ya sólo da miedo a los del Ikea.
Tiene mucho mérito que películas tan importantes te copien tus escenas años antes de que hagas la tuya. Sin duda es un gran referente en la historia del cine de terror.
(Nota: Intentaba ser irónico. Sirve para pasar el rato y poco más. He visto especiales de Halloween de La Casa de la Pradera que dan más miedo)
26 de septiembre de 2007
26 de septiembre de 2007
23 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
INTERIOR (Oscuro), 6:66 de la mañana - Se ve aparecer a Sam Reimi borracho encender su ordenador y comprobar su correo cuando aparece en su pantalla una ventana que dice: "pangpang lo ha agregado a su messenger, ¿desea agregar a esta persona?" Confundido Sam Reimi pulsa sobre SI (como muchos deberían hacer). Resulta que el misterioso desconocido está online:
SAM (con ojos brillantes por la bebida y enrojecidos por el humo): ¿Te conosssscooo?
PANG PANG: Ehmmm... no... verás... tenemos algún amigo en común... hacemos cine tb.
SAM: Ahhh, los tios de los ojos, claro, ya me acuerdo, me moló ese rollo... ¿en serio te llamas óxido?
PANG PANG: Estooo, si bueno, verás, estabamos planteándonos dar el paso a Hollywood y habíamos pensado que igual te interesaría producir nuestra película...
SAM: Claro tío, me acabo de forrar con spider-playstation-man tres veces tres, sin problema, ¿en que estabais pensando?
PANG PANG: Buf no sabemos... solo hacíamos pelis que le daban un miedo que te cagas a los chinos, pero no sabemos que les asustará a los occidentales.
SAM: Hmmm a ver, para empezar os puedo dejar la casa de "Terroríficamente muertos" y así ya de entrada tenemos localización y nos ahorramos unos duros... ¿habéis visto la peli? Es mía, ¡es cojonuda! Es de cuando iba del palo innovador y eso...
PANG PANG: ¡Claro! Será un honor homenajearte hombre, ¿qué más podemos meter?
SAM: Vi una peli española que se llamaba "Darkness" donde salían unos tíos que se subían por las paredes y daban un rile que lo flipas, ¿qué os parece?
PANG PANG: Hombre, pues si, porque seguro que no la conoce mucha gente y le podemos sacar partido, ¡que listo eres Sam!
SAM: Uno que se las sabe todas... Luego hacemos que los tíos esos que rilan corran mucho, pillen a la peña por detrás a toda hostia, ponemos una nena guapa que grite un poco y unos cuantos pueblerinos que den mal rollo y yo creo que con eso y poca cosa más podemos hacer algo.
PANG PANG: Tío, ¿pero no nos estaremos pasando? ¿Igual eso ya está muy visto no?
SAM: Que va... la peña cada vez está más descerebrada y no se acuerdan que han visto lo mismo mil veces con diferentes nombres... yo hice algo así con "Posesión infernal" y la que te he dicho antes pero bien hecho... ahora no hace falta cansarse.
PANG PANG: Buah, eres el puto amo, gastándonos dos duros nos forraremos, ¡verás como alucinarán los chavales que la vean!
Sigue en spoiler, no cuento nada.
SAM (con ojos brillantes por la bebida y enrojecidos por el humo): ¿Te conosssscooo?
PANG PANG: Ehmmm... no... verás... tenemos algún amigo en común... hacemos cine tb.
SAM: Ahhh, los tios de los ojos, claro, ya me acuerdo, me moló ese rollo... ¿en serio te llamas óxido?
PANG PANG: Estooo, si bueno, verás, estabamos planteándonos dar el paso a Hollywood y habíamos pensado que igual te interesaría producir nuestra película...
SAM: Claro tío, me acabo de forrar con spider-playstation-man tres veces tres, sin problema, ¿en que estabais pensando?
PANG PANG: Buf no sabemos... solo hacíamos pelis que le daban un miedo que te cagas a los chinos, pero no sabemos que les asustará a los occidentales.
SAM: Hmmm a ver, para empezar os puedo dejar la casa de "Terroríficamente muertos" y así ya de entrada tenemos localización y nos ahorramos unos duros... ¿habéis visto la peli? Es mía, ¡es cojonuda! Es de cuando iba del palo innovador y eso...
PANG PANG: ¡Claro! Será un honor homenajearte hombre, ¿qué más podemos meter?
SAM: Vi una peli española que se llamaba "Darkness" donde salían unos tíos que se subían por las paredes y daban un rile que lo flipas, ¿qué os parece?
PANG PANG: Hombre, pues si, porque seguro que no la conoce mucha gente y le podemos sacar partido, ¡que listo eres Sam!
SAM: Uno que se las sabe todas... Luego hacemos que los tíos esos que rilan corran mucho, pillen a la peña por detrás a toda hostia, ponemos una nena guapa que grite un poco y unos cuantos pueblerinos que den mal rollo y yo creo que con eso y poca cosa más podemos hacer algo.
PANG PANG: Tío, ¿pero no nos estaremos pasando? ¿Igual eso ya está muy visto no?
SAM: Que va... la peña cada vez está más descerebrada y no se acuerdan que han visto lo mismo mil veces con diferentes nombres... yo hice algo así con "Posesión infernal" y la que te he dicho antes pero bien hecho... ahora no hace falta cansarse.
PANG PANG: Buah, eres el puto amo, gastándonos dos duros nos forraremos, ¡verás como alucinarán los chavales que la vean!
Sigue en spoiler, no cuento nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
SAM: Claro tíos, si es que esto del cine no tiene secretos... ya veréis, para atraer a los chavales le pondremos un nombre así enrollado moderno con el que se sientan identificados.
PANG PANG: Ya puestos, ¿no se te ocurrirá ninguno no Sam?
SAM: Hmmm...hmmm... ¡coño, uno buenísimo! Lo que estamos usando, ¡The messengers!
PANG PANG: Jajajaja, claro, no podría ser de otra forma, que crack eres Sam, que craaaaack
Pocas semanas más tarde "The Messengers" se estrenaba en todas las salas del mundo con miles de embobados quinceañeros flipados como espectadores. Sam Raimi, productor del plagio a si mismo, a "Darkness", y si me apuras hasta a "Los pájaros" se embolsó sus dólares.
Ameeeeeén digo aleluuuuuya.
PANG PANG: Ya puestos, ¿no se te ocurrirá ninguno no Sam?
SAM: Hmmm...hmmm... ¡coño, uno buenísimo! Lo que estamos usando, ¡The messengers!
PANG PANG: Jajajaja, claro, no podría ser de otra forma, que crack eres Sam, que craaaaack
Pocas semanas más tarde "The Messengers" se estrenaba en todas las salas del mundo con miles de embobados quinceañeros flipados como espectadores. Sam Raimi, productor del plagio a si mismo, a "Darkness", y si me apuras hasta a "Los pájaros" se embolsó sus dólares.
Ameeeeeén digo aleluuuuuya.
5 de noviembre de 2009
5 de noviembre de 2009
20 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi con mi hija de 10 años la víspera de Todos los Santos, pero ni tan sólo ella pareció inmutarse por nada de lo que aparecía en la pequeña pantalla. De hecho, el primer comentario que pronunció mi princesita, mientras pelaba indolentemente una castaña asada, fue que la chica monina que aparecía en pantalla era la prota de “Crepúsculo”. Supongo que deduciréis, por consiguiente, que este triste cagarro disfrazado de peli de terror no nos jiñó ni nos inquietó en ningún momento. Todo lo más, nos aburrió. Y eso es, precisamente, lo peor que le puede suceder a una peli de terror: que aburra.
Así pues, vista la inesperada reacción de Aina, me quedé con las ganas de bromear con ella asustándola y demás. Era inútil. La recopilación de tópicos y clichés resultaba tan escandalosa que hasta la capacidad sorpresiva de mi nena quedó total y absolutamente anegada. Tanto fue así que, segundos antes de acostarse y medio sobada, me reveló la identidad del asesino. “Imposible” -me dije para mis adentros- “No puede ser tan obvio”. Pero así fue. La evidencia fue corroborada poco después y “The Messengers” certificaba merecer, de esta manera, ese degradante latiguillo que reza “previsible hasta la náusea” y que todo cinéfilo de a pie (aunque tenga tan sólo 10 añitos) es capaz de percibir en truños como éste.
Otra castaña pilonga más, en definitiva, de las muchas que suele endiñar con alevosía y premeditación Lapena 3 TV. Esta vez aprovechando el tremendo tirón que este año ha tenido esa gilipollez anglosajona llamada Halloween. Lamentable.
Así pues, vista la inesperada reacción de Aina, me quedé con las ganas de bromear con ella asustándola y demás. Era inútil. La recopilación de tópicos y clichés resultaba tan escandalosa que hasta la capacidad sorpresiva de mi nena quedó total y absolutamente anegada. Tanto fue así que, segundos antes de acostarse y medio sobada, me reveló la identidad del asesino. “Imposible” -me dije para mis adentros- “No puede ser tan obvio”. Pero así fue. La evidencia fue corroborada poco después y “The Messengers” certificaba merecer, de esta manera, ese degradante latiguillo que reza “previsible hasta la náusea” y que todo cinéfilo de a pie (aunque tenga tan sólo 10 añitos) es capaz de percibir en truños como éste.
Otra castaña pilonga más, en definitiva, de las muchas que suele endiñar con alevosía y premeditación Lapena 3 TV. Esta vez aprovechando el tremendo tirón que este año ha tenido esa gilipollez anglosajona llamada Halloween. Lamentable.
30 de enero de 2023
30 de enero de 2023
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que una gran cantidad de críticos «profesionales» y de comentaristas en toda suerte de foros la hayan puesto de vuelta y media, no me dejó de sorprender que los 16 millones de «Washingtons» que el «Tío Sam» Reimi (nunca mejor dicho), invirtiera en el tímido aterrizaje de los «Pang’s Bros.» en el mercado hollywoodiense, se convirtiesen en los 55 millones que triplican (y más), lo puesto en la parrilla. Por lo tanto, a pesar de lo denostada que está la cinta de los dos gemelos tailandeses, algo se hizo bien (no me creo que sólo fuera el márquetin y la renda de fama de los susodichos), para recaudar tales beneficios.
No me creo que alguien como Raimi sea tan estúpido apostando por algo que a las claras no funciona, dado el trillaje y experiencia que posee, desde que su primeriza «Within the Woods» (1978), y las posteriores entregas de la franquicia «Evil Dead» le encumbrara, a él y a su amigo del alma, Bruce Campbell, en los altares del «gore» de los 80.
Es verdad que Oxide y Danny Pang recurren a la construcción de un mosaico de referencias cinematográficas (la primera teta a la que se agarran sus primerizos hocicos cachorreros, es la del propio Raimi) y, para más desespero de los fundamentalistas de «lo original», le echan parte del especiado que se gasta en sus andurriales de origen, y que se puso de moda entre finales de los noventa y principios de los dos mil, en el mercado cinematográfico: lo asiático hizo (y sigue haciendo según se mire) furor entre las masas ávidas de cosas «nuevas» y «exóticas», incluyendo los catálogos en el género del terror e híbridos adláteres.
La base de toda narrativa se ha inventado ya desde que el ser humano es capaz de fantasear, fabular y crear ficciones. Cualquier pieza u obra de arte tendrá sus referentes, en una recombinación única, eso sí, que le conferirá su propio carácter identitario; de hecho, en este principio se basa la construcción de la personalidad de cualquiera. Ahí está el problema de nuestra especie, que se cree tan «especial», que pocos asumen que la propia consciencia de ser es un recombinado de las de los que nos rodean.
Y eso es un poco lo que los Pang procuran hacer, con toda su humildad y generosidad (hasta ingenuidad al extremo, por lo que se ve), de traducir su concepción del terror al lenguaje que se gasta en otro contexto cultural, como es el (mal llamado) Occidental: y para ello, como no puede ser de otra manera, tendrán que nutrirse de los patrones y códigos semióticos del lugar donde pretenden ganarse las lentejas. Harina de otro costal será, el que se tenga éxito en coser o grapar todos estos retazos de alusiones a otras cintas (que, si mucho me apuran, dada la temática de la película, hasta citar podríamos a «La ciudad no es para mi», de 1966, de la saga de Paco Martínez Soria, ya que tenemos a unos urbanitas en escena que se las piran a Dakota del Norte a plantar girasoles; espero que se entienda la ironía del asunto).
El guion de Mark Wheaton, basado en una historia de Todd Farmer, flaco favor le hace al proyecto de los dos mielgos indochinos. O no les orientaron bien, o los chavales pecaron en exceso de candidez por contar para la tecla, con dos novicios locales que a duras penas logran remachar las costuras de un vestido que les venía demasiado grande, hecho de tanto parche multicolor.
Ello explica la abismal diferencia entre la consistencia, tanto de la trama, como del «script», y la capacidad de los Pang para crear una auténtica atmósfera inquietante, visualmente eficaz, y en la que contrasta la exuberante luz y colorido de las escenas de exteriores (la inusitada belleza de las panorámicas del campo de girasoles, me hacen evocar la igual frescura, pero en rojo, de los campos de fresas que Lee Chung-hyun nos muestra en «Kol», 2020), con el ominoso y perturbador ambiente de la casa; más lúgubre todavía cuando nos adentramos al sótano siguiendo a la prota (Kristen Stewart), tras de ella como si fuésemos nosotros mismos quienes sostuviéramos la cámara, guiados por la joven. O el reflejo de la cuchara con la que Ben, el enmudecido peque de la casa, se come sus cereales, a través del que vemos lo que él: las fantasmagóricas caras de los espíritus que supuestamente moran en el nuevo hogar. Este contraste no deja de ser una metáfora de que, ante la aparente realidad de las ilusiones y esperanzas de nuevos comienzos, se pueden ocultar horribles heridas, todavía por cicatrizar.
Se puede dudar de lo realista que se antoje el que una familia de ciudad se mude a plantar girasoles para poder seguir adelante. Pero está muy arraigado en el imaginario colectivo norteamericano el concepto de la «segunda oportunidad». Esta vuelta a empezar, en un lugar aislado, lejos de lo que solemos llamar «el mundanal ruido» de una gran urbe, en un contexto rural, en el que se nos ubica diegéticamente, permite una mayor focalización en los eventos que molestarán a la familia Salomon.
En esta producción de calificación PG13 (según estándares anglosajones), que busca con ello ampliar el espectro de público diana, el uso de los tópicos del terror más cruentos quedarán reducidos a una expresión «light», que hará más insulsa la morbosidad en el despliegue de los efectos.
La tensión del libreto se mantiene en su mayor parte por la incredulidad de los adultos, ante lo que experimentan los infantes de la familia; además de la subtrama paralela, del transeúnte (John Corbett) que es contratado por Roy, el padre, (Dylan McDermott) para ayudar en las tareas de la granja, y del que sospecharemos ya desde su primera aparición, sobre sus intenciones, aunque no dé ninguna muestra de villanería por su parte: lo poco que pide a cambio, sus nada claros movimientos, sus reacciones en los momentos de manifestación de lo paranormal y su extraña relación con los cuervos (aves que dan más miedo que las espectrales figuras del interior de la casa, por el siempre siniestro significado que representan).
No me creo que alguien como Raimi sea tan estúpido apostando por algo que a las claras no funciona, dado el trillaje y experiencia que posee, desde que su primeriza «Within the Woods» (1978), y las posteriores entregas de la franquicia «Evil Dead» le encumbrara, a él y a su amigo del alma, Bruce Campbell, en los altares del «gore» de los 80.
Es verdad que Oxide y Danny Pang recurren a la construcción de un mosaico de referencias cinematográficas (la primera teta a la que se agarran sus primerizos hocicos cachorreros, es la del propio Raimi) y, para más desespero de los fundamentalistas de «lo original», le echan parte del especiado que se gasta en sus andurriales de origen, y que se puso de moda entre finales de los noventa y principios de los dos mil, en el mercado cinematográfico: lo asiático hizo (y sigue haciendo según se mire) furor entre las masas ávidas de cosas «nuevas» y «exóticas», incluyendo los catálogos en el género del terror e híbridos adláteres.
La base de toda narrativa se ha inventado ya desde que el ser humano es capaz de fantasear, fabular y crear ficciones. Cualquier pieza u obra de arte tendrá sus referentes, en una recombinación única, eso sí, que le conferirá su propio carácter identitario; de hecho, en este principio se basa la construcción de la personalidad de cualquiera. Ahí está el problema de nuestra especie, que se cree tan «especial», que pocos asumen que la propia consciencia de ser es un recombinado de las de los que nos rodean.
Y eso es un poco lo que los Pang procuran hacer, con toda su humildad y generosidad (hasta ingenuidad al extremo, por lo que se ve), de traducir su concepción del terror al lenguaje que se gasta en otro contexto cultural, como es el (mal llamado) Occidental: y para ello, como no puede ser de otra manera, tendrán que nutrirse de los patrones y códigos semióticos del lugar donde pretenden ganarse las lentejas. Harina de otro costal será, el que se tenga éxito en coser o grapar todos estos retazos de alusiones a otras cintas (que, si mucho me apuran, dada la temática de la película, hasta citar podríamos a «La ciudad no es para mi», de 1966, de la saga de Paco Martínez Soria, ya que tenemos a unos urbanitas en escena que se las piran a Dakota del Norte a plantar girasoles; espero que se entienda la ironía del asunto).
El guion de Mark Wheaton, basado en una historia de Todd Farmer, flaco favor le hace al proyecto de los dos mielgos indochinos. O no les orientaron bien, o los chavales pecaron en exceso de candidez por contar para la tecla, con dos novicios locales que a duras penas logran remachar las costuras de un vestido que les venía demasiado grande, hecho de tanto parche multicolor.
Ello explica la abismal diferencia entre la consistencia, tanto de la trama, como del «script», y la capacidad de los Pang para crear una auténtica atmósfera inquietante, visualmente eficaz, y en la que contrasta la exuberante luz y colorido de las escenas de exteriores (la inusitada belleza de las panorámicas del campo de girasoles, me hacen evocar la igual frescura, pero en rojo, de los campos de fresas que Lee Chung-hyun nos muestra en «Kol», 2020), con el ominoso y perturbador ambiente de la casa; más lúgubre todavía cuando nos adentramos al sótano siguiendo a la prota (Kristen Stewart), tras de ella como si fuésemos nosotros mismos quienes sostuviéramos la cámara, guiados por la joven. O el reflejo de la cuchara con la que Ben, el enmudecido peque de la casa, se come sus cereales, a través del que vemos lo que él: las fantasmagóricas caras de los espíritus que supuestamente moran en el nuevo hogar. Este contraste no deja de ser una metáfora de que, ante la aparente realidad de las ilusiones y esperanzas de nuevos comienzos, se pueden ocultar horribles heridas, todavía por cicatrizar.
Se puede dudar de lo realista que se antoje el que una familia de ciudad se mude a plantar girasoles para poder seguir adelante. Pero está muy arraigado en el imaginario colectivo norteamericano el concepto de la «segunda oportunidad». Esta vuelta a empezar, en un lugar aislado, lejos de lo que solemos llamar «el mundanal ruido» de una gran urbe, en un contexto rural, en el que se nos ubica diegéticamente, permite una mayor focalización en los eventos que molestarán a la familia Salomon.
En esta producción de calificación PG13 (según estándares anglosajones), que busca con ello ampliar el espectro de público diana, el uso de los tópicos del terror más cruentos quedarán reducidos a una expresión «light», que hará más insulsa la morbosidad en el despliegue de los efectos.
La tensión del libreto se mantiene en su mayor parte por la incredulidad de los adultos, ante lo que experimentan los infantes de la familia; además de la subtrama paralela, del transeúnte (John Corbett) que es contratado por Roy, el padre, (Dylan McDermott) para ayudar en las tareas de la granja, y del que sospecharemos ya desde su primera aparición, sobre sus intenciones, aunque no dé ninguna muestra de villanería por su parte: lo poco que pide a cambio, sus nada claros movimientos, sus reacciones en los momentos de manifestación de lo paranormal y su extraña relación con los cuervos (aves que dan más miedo que las espectrales figuras del interior de la casa, por el siempre siniestro significado que representan).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Con una introducción difusa de los personajes, Wheaton se centra en las visiones de Ben y de Jess. Los adultos se distancian de ellos no sólo en sus actitudes (más preocupados en restaurar la casa y tirar adelante el nuevo negocio), sino también en presencia ante la cámara; los padres, realmente, desempeñan un papel secundario, en relación a sus hijos.
Ya en tercer plano, tenemos el guapete (entonces veinteañero) Dustin Milligan, que en una cancha urbana de baloncesto, ataviado con un deslumbrante equipo de color blanco, tiene su primer «rendez vous» con la prota, y al que no volveremos a ver en «stage» hasta que aparezca al rescate como el Séptimo de Caballería. Otra subtrama, la de la relación entre Jess y Bobby, que se podría haber desarrollado más, para dar algún «background» que justificara mejor la implicación del muchacho en la historia.
Una mirada con lupa en el contexto de 2007, año en el que ya había estornudado la crisis en los USA, liberando un tsunami de terror a que acaeciera algo similar a 1929, nos permite ver un reflejo en el ámbito de esta familia, afectada por la falta de trabajo del padre, y, por si no fuera poco, la desconfianza que genera el personaje de Stewart, a la que se atribuye la responsabilidad del trauma del más pequeño, a causa del accidente que ella provocó conduciendo bebida. Lo cual explica la idea del «nuevo comienzo» en un nuevo paraje, y no deja de constituir un punto de identificación para el público de entonces, que vivió los efectos de aquella recesión.
Pecamos en la falta de sustrato dramático en los personajes. Huecos y aspectos de sus vidas no explicados, que obligan a la mente del espectador a la extrapolación, para que puedan tener sentido los empeños del presente; básicamente el del padre en no querer aceptar la oferta del extraño visitante para revender la propiedad con un 15% de plus adicional, y su cabezona insistencia en echar raíces allí.
Más de uno se ha preguntado sobre la identidad de los «mensajeros», en relación con el título de una película con la que no veían relación; está más que claro que los luctuosos cuervos cumplen dicha función. ¿Y los fantasmas que se aparecen a Jess y a Ben? Seguro que también. No tiene por qué ser un atributo excluyente. Así como está claro que el dudoso «privilegio» de ser capaz de apreciar en toda su manifestación, la figura, fondo y forma de los reivindicativos espectros, caracterizados sin ninguna duda al más oriental estilo del que vienen los Pang, es exclusivo de Ben (muy oportuno, pues él los ve pero no puede hablar) y, principalmente, su hermana mayor, no deja de ser una explicación narrativa de las emociones y/o sentimientos relativos a la responsabilidad y, en su caso también de culpa, de la chica por lo sucedido al niño, y por lo que ahora se siente, más que nunca, ligada a él por dicho sentimiento de voluntad reparadora y, por ende, protectora.
El mensaje no está menos revelado, ya incluso desde la mitad del metraje: «iros de aquí por patas, que el indeseable que vuestro padre ha contratado, es el antiguo propietario, que nos asesinó aquí hace años». En este punto, el relato me recordó en cierta manera a «Cold Creek Manor» (2003), de Mike Figgis, con Dennis Quaid, Sharon Stone y Stephen Dorff, cinta de la que vemos en «The Messengers», no sólo una cita o guiño, sino ya un auténtico paralelismo.
Los gemelos, después de tal alud de abucheos por parte de críticos, usuarios e intelectualoides (de manera muy injusta), hicieron las maletas y se las piraron tiesos, de vuelta, a Hong Kong. La película, como producto, con sus errores y algún despropósito (más atribuible a la producción que a la dirección), está dentro del umbral de la decencia, y no se merecía que, después del faenón de criar tantos cuervos, a los Pang les quisieran sacar los ojos. Pero pudieron picotear un buen puñado de «pipas» en las taquillas, y si alguna vez vuelven a enviar «mensajeros» del otro lado del Pacífico, seguro que éstos serán palomas.
Ya en tercer plano, tenemos el guapete (entonces veinteañero) Dustin Milligan, que en una cancha urbana de baloncesto, ataviado con un deslumbrante equipo de color blanco, tiene su primer «rendez vous» con la prota, y al que no volveremos a ver en «stage» hasta que aparezca al rescate como el Séptimo de Caballería. Otra subtrama, la de la relación entre Jess y Bobby, que se podría haber desarrollado más, para dar algún «background» que justificara mejor la implicación del muchacho en la historia.
Una mirada con lupa en el contexto de 2007, año en el que ya había estornudado la crisis en los USA, liberando un tsunami de terror a que acaeciera algo similar a 1929, nos permite ver un reflejo en el ámbito de esta familia, afectada por la falta de trabajo del padre, y, por si no fuera poco, la desconfianza que genera el personaje de Stewart, a la que se atribuye la responsabilidad del trauma del más pequeño, a causa del accidente que ella provocó conduciendo bebida. Lo cual explica la idea del «nuevo comienzo» en un nuevo paraje, y no deja de constituir un punto de identificación para el público de entonces, que vivió los efectos de aquella recesión.
Pecamos en la falta de sustrato dramático en los personajes. Huecos y aspectos de sus vidas no explicados, que obligan a la mente del espectador a la extrapolación, para que puedan tener sentido los empeños del presente; básicamente el del padre en no querer aceptar la oferta del extraño visitante para revender la propiedad con un 15% de plus adicional, y su cabezona insistencia en echar raíces allí.
Más de uno se ha preguntado sobre la identidad de los «mensajeros», en relación con el título de una película con la que no veían relación; está más que claro que los luctuosos cuervos cumplen dicha función. ¿Y los fantasmas que se aparecen a Jess y a Ben? Seguro que también. No tiene por qué ser un atributo excluyente. Así como está claro que el dudoso «privilegio» de ser capaz de apreciar en toda su manifestación, la figura, fondo y forma de los reivindicativos espectros, caracterizados sin ninguna duda al más oriental estilo del que vienen los Pang, es exclusivo de Ben (muy oportuno, pues él los ve pero no puede hablar) y, principalmente, su hermana mayor, no deja de ser una explicación narrativa de las emociones y/o sentimientos relativos a la responsabilidad y, en su caso también de culpa, de la chica por lo sucedido al niño, y por lo que ahora se siente, más que nunca, ligada a él por dicho sentimiento de voluntad reparadora y, por ende, protectora.
El mensaje no está menos revelado, ya incluso desde la mitad del metraje: «iros de aquí por patas, que el indeseable que vuestro padre ha contratado, es el antiguo propietario, que nos asesinó aquí hace años». En este punto, el relato me recordó en cierta manera a «Cold Creek Manor» (2003), de Mike Figgis, con Dennis Quaid, Sharon Stone y Stephen Dorff, cinta de la que vemos en «The Messengers», no sólo una cita o guiño, sino ya un auténtico paralelismo.
Los gemelos, después de tal alud de abucheos por parte de críticos, usuarios e intelectualoides (de manera muy injusta), hicieron las maletas y se las piraron tiesos, de vuelta, a Hong Kong. La película, como producto, con sus errores y algún despropósito (más atribuible a la producción que a la dirección), está dentro del umbral de la decencia, y no se merecía que, después del faenón de criar tantos cuervos, a los Pang les quisieran sacar los ojos. Pero pudieron picotear un buen puñado de «pipas» en las taquillas, y si alguna vez vuelven a enviar «mensajeros» del otro lado del Pacífico, seguro que éstos serán palomas.
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