Salgo del cine con una cierta sensación de náusea. Seguramente era eso lo que el director pretendía, así que en ese sentido la película merece un diez. “Paraíso: Amor” es escandalosamente real, y denuncia una situación que en la práctica nuestra sociedad ha terminado por tolerar. El llamado “turismo sexual” es una modalidad evidente de prostitución y explotación, pero el pensamiento políticamente correcto de los países occidentales lo denuncia sólo con la boca pequeña. La porquería al otro lado del planeta es menos porquería. Además, cuando el explotador asume a su vez el papel de explotado parece que todo es menos cruel.

Es cierto que el relato de Seidl es tan contemplativo que termina siendo redundante y un tanto pesado. No pongo reparos a lo explícito de algunos planos, pero sí al hecho de intentar provocar asco en el espectador mediante el mero recurso de prolongar las escenas más allá de lo necesario. No hay nada de pornográfico en esta película, pero la crudeza no basta para que sea una gran obra. Si para generar repugnancia el artista se limita a arrojar basura sobre mi cara, el mérito no es tanto. No es que sea esto exactamente lo que pasa con esta película, pero sí me hago esta reflexión. Aunque el estilo casi-documental es muy destacable (cuidado estudio de la luz, el color y la posición de la cámara), no hay lugar para los matices en la historia, ni hay nada más allá del plano. Hay más sentimiento que pensamiento.

De todos modos, “Paraíso: Amor” es una película recomendable y necesaria. La historia está magníficamente narrada, la interpretación de la actriz protagonista es muy buena, y la evolución que vive su personaje (en su particular descenso a los infiernos) se relata de forma muy verosímil. Un argumento potente, poco edificante, absolutamente previsible, y muy bien contado. Como decía, salgo del cine con una sensación de sacudida… pero con ganas de seguir con la trilogía.

Irreverente, estrambótica, disparatada… Todo eso y más se puede decir de esta película. No es de extrañar que haya provocado encendidas críticas. “Anonymous” es un drama histórico que desmonta la Historia, que se pasa por allá lo que dicen los libros… Durante siglos se han mantenido teorías más o menos fundadas que cuestionan la autoría de las obras atribuidas a Shakespeare. Emmerich y el guionista Orloff van más lejos. Se valen de este debate para poner en solfa lo que siempre se nos ha enseñado de la Inglaterra isabelina (la de Isabel I, no la de ahora). No seré yo quien critique este ejercicio de ficción, por mucho que pueda confundir a un espectador poco informado. “Anonymous” reescribe la historia a su manera. ¿Y qué?

La obra es entretenida, y está filmada con la espectacularidad propia de un director que ha rodado previamente películas palomiteras sobre el apocalipsis y la ciencia-ficción. Visualmente, Emmerich sigue siendo fiel a su estilo. Sin embargo, la película contiene también un decidido homenaje a los grandes textos clásicos y, en general, al teatro como arte. En ese contraste entre espectacularidad y poesía es donde “Anonymous” fundamenta su apuesta. Los actores están a gran altura y la puesta en escena está muy cuidada.

En el plano negativo, destacaría un cierto aire de telenovela en la narración. La utilización del flashback no es demasiado afortunada, de hecho es fácil perderse durante la primera media hora de metraje. Emmerich parece regodearse en lo descabellado de su apuesta, hasta el punto de que en algunos momentos cae en el folletín, lo cual ensombrece un film cuya principal baza es, precisamente, el riesgo.

De todos modos, “Anonymous” es un alegre juego de simulación, una exaltación del arte y de la libertad, y una rotunda crítica a las sociedades basadas en las falsas apariencias. El conde de Oxford, con todos sus defectos, es un héroe silencioso que sacrifica el reconocimiento social por su pasión por la escritura. Porque, a fin de cuentas, lo que importan son las palabras, qué más da quién las escribiera.

Seguramente, la figura de Lope de Vega daba para mucho más que este folletín. Quizá “Lope” no tenía el presupuesto de una gran producción, y parece que prefirieron gastarse el dinero en contratar actores de primera fila, muchos de ellos desaprovechados en personajes secundarios que aportan poco a la historia (Tósar, De la Torre…), o encorsetados por la falta de matices de sus personajes (Juan Diego). La ambientación es correcta a base de acercar siempre la cámara y prescindir de planos-secuencia, grúas y demás. “Lope” parece querer huir deliberadamente de la etiqueta de película “de época”… Lo cual no es una crítica negativa. El problema, a mi entender, es que Waddington ofrece un relato demasiado plano, basado en las relaciones entre los protagonistas, y obvia una historia que podía ser más rica y que admitía muchos más matices…

Correcta fotografía y buena banda sonora de Fernando Velázquez, en especial en la escena del encuentro de Lope con los actores preparando su función en el corral de comedias. Para mí, ése es uno de los mejores momentos de la película, que aparece cuando llevamos pocos minutos de metraje, y que parece anunciar cosas interesantes. Desgraciadamente, la historia continúa por otros derroteros.

Y es aquí donde la peli puede decepcionar. “Lope” no es un film de aventuras… Tampoco pone el acento en la obra del genial poeta y dramaturgo. Tampoco es un biopic que nos ofrezca la controvertida vida personal de Lope de Vega. La película se limita a una mera comedia de capa y espada, centrada en el explotado esquema del triángulo amoroso. Los actores cumplen (unos más que otros), aunque en general falta pasión y tensión entre ellos, lo cual debía ser el centro de la historia. El argumento no daba para más, y el guión, aunque simple, tiene agujeros. Si Lope era un mujeriego cabraloca, ¿cómo le puede escandalizar tanto saber que Elena Osorio está casada? Si es un joven pícaro con pocos escrúpulos, ¿por qué acepta seguir bajo el yugo de Velázquez, rechazando otras ofertas? Siguiendo la propia estructura de la película, no es creíble que todo se deba al amor de Lope hacia el personaje interpretado por López de Ayala.

En fin, entretenida, y poco más.

“Searching for Sugar Man” es un documental sobre una historia que a día de hoy nos resulta asombrosa. Bendjelloul nos relata algo que no sucedió en la Edad Media, ni hace cien años, sino que nos habla de unos hechos que ocurrieron en los Estados Unidos en los años 70 y en la Sudáfrica del apartheid, en una época muy reciente de la que todos, salvo los más jóvenes, tenemos alguna referencia directa en nuestra memoria. Sin embargo, la historia nos resulta increíble, casi inimaginable. ¿Cómo ha podido pasar algo así? ¿Lo que cuentan es realmente verdad? Ahora, pocos años después, sería imposible que se pudiese repetir una situación análoga. Vemos “Searching for Sugar Man” y nos damos cuenta de que las comunicaciones se han desarrollado de un modo incontrolable, y que el mundo se ha hecho muy pequeñito.

A mi entender, este sentimiento es el que da fuerza al film. En pocos años, nuestra vida ha cambiado mucho. ¿O no? Podemos saber en cada momento qué canción es número uno en un país perdido de las antípodas, pero somos incapaces de descubrir a una persona genial que viva en nuestra calle. Hace falta que venga gente como Bendjelloul para descubrirnos un puñado de grandes canciones que llevaban publicadas cuarenta años. Extraña paradoja.

Bendjelloul hace un documental inteligente y muy bien planificado. La película sigue convenientemente las reglas del reportaje convencional, combinando eficazmente testimonios, secuencias actuales e imágenes de archivo. Pero, además, mantiene un hilo argumental de puro relato de intriga, con un componente estrictamente narrativo. Con ello, se capta hábilmente el interés del espectador, en un notable in crescendo. Bendjelloul demuestra ser muy astuto en el arte de despertar emociones en el espectador, hasta manipularnos a su antojo en los minutos finales de la película. A fin de cuentas, esto es la principal premisa de cualquier obra cinematográfica. Aunque sea un documental. El espectador de “Searching for Sugar Man” se termina rindiendo ante la fuerza de esta gran historia, con la misma entrega que el público sudafricano corea las canciones de Rodríguez. Seguro que el titular de los derechos de estas canciones está encantado con “Searching for Sugar Man”. Y ése es el mejor elogio que se puede hacer de esta película, ¿no?

Pretenciosa y grandilocuente. A pesar de su sencillez, la apuesta de Coixet es en este caso demasiado ambiciosa. Es muy difícil que un solo escenario y dos personajes puedan dar para todo lo que la directora se propone. “Ayer no termina nunca” (expresivo título, toda una declaración de intenciones) propone un cóctel de sensaciones encontradas, con emociones a flor de piel. Y, de paso, efectúa una crítica social demoledora a la situación española actual, con un escenario casi apocalíptico, plasmación de un futuro cercano para la crisis que estamos padeciendo. Demasiada tensión contenida….

He de reconoce que cuando llevaba media hora de película he sentido impulsos de abandonar la sala. Me he quedado, y lo cierto es que la peli va ganando a medida que vamos introduciéndonos en las experiencias vitales de los personajes. Candela Peña está genial, como siempre. Javier Cámara no llega a tan altas cotas, pero cumple. Los dos actores superan con solvencia un reto interpretativo muy difícil. Muchos habrían naufragado ante un reto así. Pero eso no basta.

El estilo llega a ser estridente. Los episodios en blanco y negro, en los que cada personaje transmite sus propias sensaciones íntimas en un formato “rollo making of”, es sencillamente cargante. A mi entender, sobra.

En esta película, una mirada o un gesto de Candela Peña transmiten más que un florido discurso de palabras ampulosas, o que un forzado encuadre en un escenario que no da para más. No sé si Coixet ha entendido esto. Es de agradecer que un director afronte riesgos, pero no sólo por eso el resultado ha de ser bueno.