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Fue la mano de Dios

Drama. Comedia El oscarizado guionista y director Paolo Sorrentino presenta la historia de un chico, Fabietto Schisa (Filippo Scotti), en el turbulento Nápoles de los años ochenta. En "Fue la mano de Dios", hay lugar para alegres sorpresas, como la llegada del legendario futbolista Diego Maradona, y para una tragedia igual de imprevista. El destino interpreta su papel, la alegría y la desdicha se entrelazan y el futuro de Fabietto echa a rodar. ... [+]
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Críticas 84
Críticas ordenadas por utilidad
3 de diciembre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de "la gran Belleza" y "la juventud" Paolo Sorrentino vuelve a asombrarnos con esta entrañable película situada en los años 80 en su ciudad natal Nápoles, para contar su historia más personal, hablándonos sobre el destino y la familia, el cine y el acontecimiento deportivo mayor de aquellos años que fue la llegada de Maradona al club de la ciudad, una recepción inolvidable que fue llamada la "Mano de dios".

Con trazos que recuerda algunas películas de Fellini, Sorrentino nos cuenta de manera autobiográfica los acontecimientos que marcaron su juventud en Nápoles, incluido el trágico momento que se quedó huérfano. 

Fabietto de 17 años es el personaje central de la familia Schisa. Vive encandilado con la belleza de su tía Patrizia (Luisa Ranieri) que desea tener un hijo, pero su enfermedad mental y un matrimonio inestable con su marido Franco (Massimiliano Gallo) se lo impiden. Los padres del joven son María (Teresa Saponangelo) y Saverio (Toni Servillo), después de muchos años de matrimonio, siguen enamorados y felices. El hermano mayor Marchino (Marlon Joubert) sueña con convertirse en actor, también esta la hermana Daniela (Rossella Di Lucca). Aparte de la familia conoceremos a personajes muy interesantes.

Un film elegante y sincero que a pesar del drama que cuenta, toma la vida familiar como un escenario acogedor y con gran de sentido de humor nos relata como fue la vida en aquellos años 80.

Tras pasar por el Festival de San Sebastián se estrena en cines el 3 de diciembre para luego ir a Netflix unas semanas después.
Destino Arrakis.com
videorecord
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18 de diciembre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Últimamente Sorrentino nos tiene acostumbrados a algo mas de lo que nos ofrece este film.
Echo de menos sus planos poderosos, su cámara enfocando y transmitiendo lo que siente el personaje y su estado de ánimo, echo de menos la música tan perfecta que parece creada y diseñada para cada una de sus escenas y sobre todo echo de menos la profundidad en sus diálogos.

"Fue la mano de Dios" es una película autobiográfica del director y de la tragedia familiar que vivió, pero esto no es sinónimo de que la película sea profunda, es una tragedia si, pero no consigue un análisis detallado y conciso de los personajes, "escupe" la historia y nos deja ahí.
Me parece importante que no debemos confundir la dureza de la historia con que sea mas o menos profunda la película, porque no lo es, pero esto solo lo entenderás si has visto "La juventud" o "La gran belleza".

En primer momento la película, es para Paolo Sorrentino y en segundo lugar es una película para aquel público que se aburrió o se perdió o ni siquiera entendió películas como la "La juventud" y "La gran belleza", para un consumidor mas superficial, que le valga una historia trágica para profundizar, pero Paolo, como seguidor de tu cine espero muchísimo mas que una simple historia triste.
Gerark
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19 de diciembre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Olvida el dolor y piensa solo en divertirte". La divina comedia. La gran belleza. Eso es la vida, y hemos venido a usarla para disfrutar, no para sufrir. Incluso en el aparente sufrimiento hay gloria de vida. Forma parte del plan de Dios. Y esa deidad se te presentará con muchos rostros, de muchas maneras. Hasta el tuyo propio. ¿Acaso no nos hizo a su imagen y semejanza?

Para Paolo Sorrentino ese Dios fue Diego Armando Maradona, pero también el cine. Y todo junto se mezcla en Fue la mano de Dios, disponible ya en Netflix. Otro triunfo del cineasta italiano, que de estos ya cosecha unos cuantos.

Sorrentino viaja a su Nápoles natal para abrirnos su alma, su corazón. El origen de todo. Allí utiliza a su alter ego, Fabietto Schisa para presentarnos a su familia, su recuerdo de juventud. Ya digo, la semilla de lo que hoy es. Un canto a la vida, donde la tragedia y la comedia se dan la mano. Es misma que el astro argentino usó para llevar a su país y a la vieja región napolitana a alcanzar el Olimpo de los dioses.

Durante dos horas, Fue la mano de Dios tiene tiempo para homenajear a clásicos como Fellini (esa Amarcord bulle por los cuatro costados), la pasión por un equipo de fútbol (ya lo dijo Campanella en El secreto de sus ojos: Una pasión es una pasión), el sexo, el amor, el sentimiento de pérdida y abandono, la expectación ante un futuro incierto y un presente vacilante... Pero siempre, absolutamente siempre, las ganas de vivir.

La cámara de Sorrentino saca jugo de cualquier esquina de esa Nápoles mágica para transmitir todo esto. Puedes olerla, sentirla, probarla. Tiene imán la propia ciudad, a la que hay que añadir el costumbrismo de una clase media italiana, con sus filias y fobias; la esencia del Mediterráneo y un toque surrealista que ha hecho tan particular a este cineasta. Y también un Toni Servillo que a las órdenes de Paolo es oro puro.

Confieso que en algún momento me hizo tambalear con ritmos pausados y prolongados, algún que otro vaivén argumental, amén de alusiones políticas que, en fin, se las paso por alto. Ya le dijo Sally Field a Tom Hanks que la muerte forma parte de la vida. Y en esta existencia dibujada por Sorrentino, las escenas más apesadumbradas, hastiadas, también son necesarias dentro del todo.

Un director, al que casi le pierdo la fe en The New Pope. Con Fue la mano de Dios vuelvo a creer. Una película necesaria hoy más que nunca, donde la sociedad está tan preocupada de no morir, que se ha olvidado de vivir.

Yo elijo la vida, con todas sus consecuencias. Y hoy, elijo a Paolo Sorrentino.
Argoderse
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24 de diciembre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay grandes desconexiones entre los personajes y el estado de las cosas, tratando de imitar el estilo de ROMA de un drama familiar, un momento histórico que marca a una ciudad, junto a la nostalgia hay destellos y explosiones en las que el espectador quisiera meterse a la pantalla pero lamentablemente todas ellas caen por su propio peso una a una como oro molido en las manos de un Sorrentino que no ha podido dar el paso al cine, interrumpe o cancela sus mejores escenas y a sus mejores personajes, el protagonista es mortecino, tal y como uno de sus personajes lo dice, "ma quand'é che avete cominciato a essere cosí deludenti? A partir del minuto cuarenta y tantos solamente desilusión, decepción, no hay mano de Dios.
Lisa
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6 de enero de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es fácil ser honesto frente a la troupe de talibanes del italiano. Yo fui uno de ellos. Ahora, reconvertido a la objetividad, quizá empujado a huir de estos tiempos del conmigo o contra mi, me dio por aceptar que Sorrentino también es (oh, sacrilegio) un ser humano capaz de cometer errores. He leído y visto –mucho, mucho– cómo se le perdona por ser quién es y, en parte, por ser un argumento basado en su propia vida. Que sí, que pobre. Que nadie lo quisiera. Pero estamos ante una película de la que quedará su par de horas y pico, y no la historia personal y trágica en la que pueda recrearse. Así que dejemos el currículum y la compasión a un lado.

Sólo me interesa la primera parte de la película. Ese arranque mágico del santo y el pequeño monje, o la familia alrededor de una sobremesa imperfectamente italiana, o esa abuela sorbiendo burratas. Y poco más. Cuando la película, hacia su mitad, abandona la potencia de las imágenes y las atmósferas y pretende inmiscuirse en terrenos más o menos emotivos, pierde fuelle. Apenas me interesa el dolor de nuestro protagonista, no empatizo con él. No me emociona. La sensibilidad del Sorrentino me apabulla con su todo, la música, su manierismo, un distanciamiento perfecto. Ahí me rompe, y lo adoro. Pero ¿a qué viene este esfuerzo por ser emotivo y lastimero? Al final, todo se emborrona y uno ya no sabe muy bien de qué estamos hablando. ¿Ese momento con la duquesa pidiendo un buen peinado me pareció tontorrón, feo? Con lo bien que sabe filmar, ¿a qué ese mal gusto? Volvemos a los hechos reales, de acuerdo, quizá le desvirgó una duquesa. ¿Pero no se podría rodar de otro modo? Me duele, claro, ver algo mediocre en manos de Sorrentino.

Ni me torturo ni le crucifico. Es un grande y volveremos a tenerle con otra película pronto. Me enamoré tantas veces de él que es imposible no perdonarle. Seguiremos echándonos al suelo para rezarle a este joven papa. Volverá la mano de Dios.
Hank Moody
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