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Fue la mano de Dios

Drama. Comedia El oscarizado guionista y director Paolo Sorrentino presenta la historia de un chico, Fabietto Schisa (Filippo Scotti), en el turbulento Nápoles de los años ochenta. En "Fue la mano de Dios", hay lugar para alegres sorpresas, como la llegada del legendario futbolista Diego Maradona, y para una tragedia igual de imprevista. El destino interpreta su papel, la alegría y la desdicha se entrelazan y el futuro de Fabietto echa a rodar. ... [+]
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Críticas 84
Críticas ordenadas por utilidad
27 de septiembre de 2021
109 de 149 usuarios han encontrado esta crítica útil
Promocionando su última obra, aseguraba a un periodista Paolo Sorrentino que, tras 35 años hablando de la muerte de sus padres, necesitaba dejar de hacerlo. Es la premisa sobre la que se asienta ‘Fue la mano de Dios’. Sorprende que buscando enterrar de una vez -disculpen el humor sorrentiniano– el dolor más personalísimo, el que entraña quedarse huérfano cuando él era solo un iniciado en la vida adulta -que es cuando la palabra presenta más sentido aunque todos vayamos a acabar siéndolo, porque es sin duda el peor momento posible para que a alguien le suceda algo de tales características- y resarcirse así de una deuda contraída únicamente con él mismo, ha creído conveniente invitar a miles de personas a la intimidad de una sala de cine para hacerles partícipes, haciendo uso de su habitual estridencia, de la historia que le pedía a gritos que contase Capuano, su mentor en el arte que domina, a orillas del Tirreno; su historia.

No es ninguna estupidez; contar un extracto de una vida -no digamos ya una entera- es un vasto ejercicio primero de autoconsciencia y después de expresión en el que, como en la película, suele ser más fácil encontrarse de cara con lo absurdo que con la seriedad de lo terrible que puede tener el vivir. No lo digo yo, lo dice su álter ego en la ficción. Un joven Fabietto que, sentado a las faldas del Vesubio, ya consciente de su sino, espeta: “la realtà non mi piaze più, è patetica / no me gusta la realidad, es patética”. Bien sabe Sorrentino, sin embargo, que en lo menos dramático de la vida está la esencia y de que Fabiè está equivocado. Por eso en su película apenas se masca lo trágico. Al contrario, es un ensayo sobre cómo fijar la mirada en el futuro a través de las más extravagantes experiencias. Tanto es así que, incluso a las puertas de un tanatorio, seguirá sirviendo la risa como burla frente a la implacable ridiculez de la vida. O quizás porque, al advertir la pinta que tiene el abismo, reír con tus hermanos es la única cuerda que queda a la que poder agarrarse.

35 años son muchos años para casi todas las cosas salvo, quizás, para el amor -esto está cada vez más en entredicho- y cancelar la hipoteca -esta no tanto-. Nadie culpa de ello a Sorrentino. Pretender liberarse de una carga que atormenta con la inmediatez omnipresente en nuestros días no parece buen negocio. Principalmente porque responde más bien poco al deseo lógico de que ocurra cuanto antes y mucho al estoicismo necesario para conocer del lento proceso que conlleva y las coincidencias no buscadas que a menudo la propician. Hay veces, incluso, en las que será necesario que medien eventos reveladores de toda índole, algunos casi divinos, como la aparición del Pelusa en la Nápoles marginal de los ochenta en la que Sorrentino se crió; y otros, la mayoría, más terrenales, como el paso inequívoco del tiempo o lo que te dice tu psicólogo, ambas de efecto sanatorio.

Y como en todo acto egoísta -por muy en el buen sentido de la palabra que sea en este caso-, más vale saber anticipadamente el precio a pagar por la levedad propia en forma, en ocasiones, de sacrificios de cosas, gente o lugares que querías, para dar el paso decisivo y poder percibir, ahora ya sí, nítidamente sus beneficios, que son múltiples y variados pero que sintetizan en una sola cosa: disfrutar más y preocuparse menos, ya sea a bordo de una lancha en el golfo napolitano -que ahora todos queremos visitar- bañado con la luz dorada que regala un atardecer de finales de verano, cantando un gol del Diego en el balcón de casa o creyendo estar enamorado tantas veces como sea necesario.

Grazie mille, Paolo.
Aguayegus
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3 de enero de 2022
84 de 126 usuarios han encontrado esta crítica útil
La principal diferencia que yo encuentro entre un director de cine y un “autor” es que el primero pone su estilo personal al servicio de una historia y el segundo pone la historia al servicio de su estilo.

Sorrentino, obviamente, es de los segundos y para el que esto escribe, lejos de ser una virtud, es un defecto y de los gordos. Entre otras razones porque si quieres que la cosa funcione tienes que ser muy inteligente seleccionando historias que combinen bien con tus obsesiones, manierismos formales e histrionismos varios.

A priori, contar tu historia personal, debería ser un tema que casase bien con tu propio estilo y por eso a mí que me fascinó “La gran belleza” esperaba ansioso esta historia autobiográfica con tragedia personal de por medio. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Lejos de contenerse y centrarse en los sentimientos, las emociones y los recuerdos idealizados de la juventud, Sorrentino se destapa con un nuevo desfile de personajes estrambóticos, situaciones esperpénticas y algún que otro momento un tanto desagradable (véase la escena con la baronesa o el momento de la abuela comiendo mozzarella).

“Fue la mano de Dios” termina convirtiéndose en una sucesión de gags fellinianos (la mayoría de ellos con poca gracia) alejándose de lo que yo pensaba (y aquí las expectativas no han jugado a mi favor) que iba ser el film: un relato íntimo y sincero de una tragedia personal.
Hasta tal punto la película juega en el terreno de lo vacuo que cuando llega dicha tragedia personal, no provoca la más mínima emoción. Desconozco si eso era lo que quería provocar el director en el espectador, si es así, creo que es un gran error y que el tono de la película está muy equivocado.

Creo que “Fue la mano de Dios” es una película enormemente fallida que ni siquiera explota suficientemente la figura de Maradona y de la supuesta importancia que tuvo en la vida del director. Algo tan trascendente (que incluso da título a la propia película) queda reducido al terreno de la anécdota, a medida que van pasando los minutos.

Le pongo un 4 porque está bien rodada, porque, aunque insertadas en pleno carnaval de histrionismo, hay planos realmente hermosos y porque algún gag me ha hecho gracia.

En resumidas cuentas, me he aburrido como una ostra y la ilusión con la que empecé su visionado se fue transformando en decepción y finalmente en tedio. Me queda una sensación de oportunidad perdida y la idea inquietante de que “La gran belleza” puede haber sido un cisne negro en la carrera de este director.
Marvin_Benson
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4 de octubre de 2021
57 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Sólo un “bambino”

La familia en Italia es toda una “institución” sagrada. Una demostración en pequeño del cosmos, donde caos y orden suceden en muy poco espacio de tiempo, consecutivamente.

Así suceden los hechos en Fue la mano de Dios, una sucesión de risas y lágrimas, de alegría y dolor, de apasionamiento y serenidad. La vida misma.

El despertar del amor, a través de una atractiva y provocativa tía o ser testigo de la peleas de sus padres, son recuerdos inolvidables y que él presentará con extraordinaria sensibilidad, no exenta de extravagantes experiencias.

Tratándose de la vida misma, también habrá personajes grotescos, absurdos, pero con un amargo toque de realidad. Porque así es la vida, a veces trágica y otras cómica.

*Disfrutar más, preocuparse menos

Esto es lo que parece transmitir el genio napolitano.

“Fabietto“, su “alter ego” en Fue la mano de Dios, magistralmente interpretado por Filippo Scotti, pronuncia una frase que será premonitoria. Aquella frase, dicha originalmente por Fellini, supondrá el nacimiento de su vocación en el mundo cinematográfico. “El cine no sirve para nada, pero al menos, distrae de la realidad”.

Además, rodar en Nápoles después de 20 años en que dirigió su primera película El hombre de más, ha significado para él como volver a casa.

Sería en su ciudad natal donde un gran ídolo del fútbol internacional, Diego Armando Maradona, fichó por el equipo local. Quizás fue la mano de Dios la responsable de querer asistir al partido contra Inglaterra durante la Copa Mundial de 1986.

Anecdótico será que el abogado del futbolista estuviera considerando acciones legales contra la película por coincidir el título con el “milagroso” gol durante el encuentro. Acto que no se llegó a realizar ya que se trata de una historia personal del director, y no una película deportiva.

*Conclusión

Emotiva película en clave de humor, el humor ácido de Sorrentino. Según sus propias palabras, el trabajo más íntimo y personal de todos los realizados anteriormente.

Fue la mano de Dios (The Hand of God) muestra con una puesta en escena sencilla, aquellos años de juventud en los que una comida en familia o un paseo en motocicleta, eran simple excusa para sentirse feliz.

Una sensible creación donde ha querido contar sus sentimientos, y no tanto los hechos. Una reconstrucción de sus emociones, descubriendo que hasta este momento había estado en cierto modo paralizado.

Escrito por Irene Abecia Navarro
Cinemagavia
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21 de diciembre de 2021
62 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiempo llevaba esperando algo nuevo del gran Sorrentino, desde que quedé maravillado por La Juventud.
Además la crítica parecía unánime y me esperaba una peli de costumbrismo familiar napolitano divertida, con drama y comedia al estilo Fellini, como siempre está emulando con su cine este director.

En su lugar la película comienza difusa e inconexa, vemos retales de una familia, de una Nápoles popular, una serie de escenas familiares un tanto forzadas, que no me interesan para nada. Bromas sin gracia y un guión absolutamente anodino.

Sigo viéndola en espera de que remonte. Se siguen repitiendo las bromas sin gracia y las escenas unidas sin la menor ilación. Al final hay alguna imagen preciosista más o menos acertada pero el tono monocorde insulso continua todo el metraje, el cual por cierto, al final se hace larguísimo para contar tan poco.

Una de las cosas buenas de Sorrentino son sus imágenes preciosistas y su emulación más o menos descarada del estilo de Fellini. Fellini tampoco me apasionaba (hay más pelis que no me gustan suyas que al revés), pero al menos, esa celebración de la vida, ese contar cosas sin nexo en plan totum revolutum, eran un buen trasunto de lo que es la realidad, llevado al cine con más o menos acierto en cuanto a pulso narrativo.

En esta cinta hay poco de imágenes preciosistas y mucho de una historia que no me interesa nada. Capítulo aparte para la música, que es espléndida, o alguna escena suelta como la escapada nocturna en barco.

Pero si nos remitimos a lo que es la peli, lo que cuenta y quiere transmitir, me parece aburrida, plana, sin gracia (para muestra el chiste de la lancha, qué sonido hace? puff, puff: PUES VALE. Un texto infumable.

Algún momento bueno cuando el prota conoce al afamado director Capuano, pero tampoco para tirar cohetes.

Esto es así, Amazon le ha untado de pasta para que cuente su historia, historia que el bueno de Sorrentino era refractario a narrar porque o 1) era demasiado personal y le hacía pupa o 2)Él sabía desde el principio que la historia no era muy allá, y por eso ha estado posponiendo el proyecto desde tiempo atrás.

Tocará esperar otros tantos años a ver si la próxima es buena. Una pena.
Alvart el terrible
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13 de diciembre de 2021
35 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la primera escena Dios sobrevuela Nápoles y San Genaro viaja en Rolls Royce. Realismo mágico lleno de extrañeza, sarcasmo y pellizcos de trasgresión. Sin duda una de las películas más evocadoras del año. El cine italiano acierta cuando vuelve una y otra vez sobre el neorrealismo. Un retorno a lo mismo que siempre alumbra películas inolvidables. Un género en continua evolución, más nuevo y más real que nunca. El neorrealismo es para los italianos una filosofía de vida sin fecha de caducidad. "Fue la mano de Dios" no es un simple entretenimiento, es un fragmento de vida. De hecho es la biografía del director convertida en manual existencial sin caer en la cursilada de la autoayuda. Un viaje iniciático de juventud, entre la felicidad y la tristeza, en el Nápoles de los años 80, con el famoso fichaje de Maradona como telón de fondo.

Sorrentino se libera de la pedantería de "La gran belleza" y gana fluidez narrativa. En esta ocasión domina el naturalismo muy en línea con el cine italiano de postguerra, en especial "La Familia" de Ettore Scola. Fellini como inevitable horizonte formal pero también Tornatore, Bertolucci o De Sica. Hay en la película el esperpento de "La dolce vita" y la sensualidad de la "dona" italiana pero es imposible reducir a Sorrentino a un vulgar imitador. El director demuestra un estilo indiscutible y nos regala epifanías cuyo lirismo interrumpen la prosaica realidad y roban el corazón del espectador. Sin darnos cuenta la rutina de lo banal se convierte en poesía. Una película que desde lo terrenal busca la fuga constante hacia la trascendencia. Al verla nos embriaga la misma emoción que sentimos hace más de 30 años con "Cinema Paradiso". No se la pierdan, cine en estado puro (disculpen el tópico).
Robert Denigro
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