Verano azul (Serie de TV)

He vuelto a ver la serie completa tras la visita veraniega a Nerja. Y nuestra sorpresa ha sido ver que ya entonces hablaban de temas que están en boga hoy día, como el ecologismo, el divorcio, las relaciones sexuales, etcétera. Todo con un lenguaje desenfrenado y ya pasado de moda, pero que logró conectar con todas las edades por aquel entonces y que han hecho de esta serie de 19 capítulos solamente un clásico de los seriados hispanos.

Seamos sinceros.
Verano azul no era gran cosa, pero llegó en el momento justo (los primeros años de democracia, la Movida Madrileña) y vino a aportar un necesario mensaje de calma, amistad, amor y entrañable carácter a la sociedad española. La calidad objetiva no es altísima, pero es innegable que es una ficción con recursos suficientes para emocionar e interesar a públicos de varias generaciones. Es innegable que es un mito de la televisión de este país, y aunque no ha envejecido bien, su inocencia y su espíritu ochentero permanecen como algo a recordar.

Los productos audiovisuales, como cualquier otra manifestación artística, envejecen. Mientras algunos siguen ganando adeptos al margen de modas, otros se hunden poco a poco en la ciénaga de lo viejuno. Verano azul es el epítome de lo segundo, y personalmente sentiría cierto pudor de introducir a las nuevas generaciones en ese universo en lo que lo blanco que se ve en la playa no es arena, sino caspa. Hay que entender que en su momento era lo más, y torrarse en la playa de Levante con bañadores atroces, Funky Town de OST e intoxicarse con una paella de chiringuito era el Valhalla de las vacaciones. Para alguien que no haya llevado un peinado como Tito o no haya montado en un Seat 131 Supermirafiori esta serie le parecerá, hablando en plata, un auténtico mojón... y están en lo cierto. Siendo objetivos el reparto infantil era refrescante (traducción: amateur) y el adulto solvente (traducción: viejuno), y los efímeros guiones una muestra mitad entrañable y mitad ridícula de los sueños y miserias de una España recién salida del franquismo; Mercero hace una labor pionera en nuestra industria, pero una dirección pedestre y ciertos momentos imborrables (ver spoilers) pesan como una losa, de modo que la OMS no recomienda su revisionado salvo en oscuras reuniones sadomasoquistas.

Ni nostalgia ni pichas en vinagre, que esta serie la reponen todos los años, joder. Vaya escoria, y si se ve ahora lacrimógenamente es por la pena que da pensar con lo que tuvo que conformarse toda una generación cuando sólo había dos botones útiles en la tele. Menudo coñazo sentimentaloide, moralino y cursi. Una bazofia del tamaño de Kilimanjaro. Menuda full.
Un buen tsunami a tiempo y todo el equipo a tomar por saco. Eso sí que habría sido entrañable.

Es que no me gustó ni de cani. Chanquete me caía mal. Pancho me parecía un gitanazo repugnante, Tito un blanquito repelente, Piraña un seboso bufón, Julia una castaña pilonga, Javi un pringao y las dos niñas tontas, sosas y feas. Chanquete ha muerto, Chanquete ha muerto... siempre se van los mejores, era un gran hombla bla puag.

Es que parece que de niños sólo teníamos 5 cosas: este bodrio, Jose María Iñigo, las chapas, Espinete y los bocadillos de fuagrás. Si se lo dijésemos a un ser del espacio exterior pensaría que en sus cálculos sobre el cerebro de los terrestres cometió un error por exceso. Bueno, la vuelta chapista molaba mazo, eso sí... todos poníamos a Vicente Belda en el chapín de cinzano. Y había cada nota jugando al fútbol chap... gañanes que ¡usaban tapones de coca-cola de dos litros para los porteros!. Hay que ser muy gañán para hacer eso. Por no hablar de que casi todo el mundo jugaba con garbanzo, y al fútbol chap se juega con botón, como mandan los cánones.

Verano azul. Continuamente recordándonoslo por la tele; en cualquier especial te lo mencionan y vuelven a decir que del barco de chanquete no nos moveblá bla puag. Con el cambio de siglo hubo 200.000 especiales de nostalgia y casi me incrusto la tele en la cabeza y me lanzo por la ventana, aunque viviendo en un bajo la situación podía haber resultado un poco patética. Pues nada, que todo el día el careto de Chanquete en la pantalla. Qué asco, de verdad... país de trogloditas...