Julio César

Hasta entonces Joseph L. Mankievicz había dirigido guiones propios y ajenos, originales y adaptados, pero con Julio Cesar era la primera vez que se enfrentaba a una adaptación de una obra de la magnitud de la creada por Shakespeare tres siglo antes. Y ante la evidencia del texto, Joseph L. Mankievicz pecó de excesivamente humilde al mantenerse en un segundo plano dejando que fuera el propio Shakespeare quien brillara en su adaptación.
Julio Cesar, basada en hechos reales, seguramente sea una de las obras más políticas de Shakespeare, y su trascendencia se hizo notar desde el mismo momento de su estreno. La historia de la conspiración para matar a Julio Cesar, ante el temor que algunos senadores tenían de que el emperador acabara convertido en un dictador, es el eje central del relato. Tras la muerte del emperador, es su hombre de confianza, Marco Antonio, quien en un hábil discurso ante el pueblo de Roma, cambia la percepción que de esta muerte tenía la gente, poniendolos en contra de los conspiradores. Estos son a grandes rasgos los hechos principales que acontecen en la obra de Shakespeare y, obviamente, en la película de Mankievicz.
Como siempre en la obra del escritor inglés detrás de los hechos se esconden profundas reflexiones, en este caso sobre el patriotismo, la lealtad o el honor.
La película dirigida por Mankievicz se aleja completamente de todo lo que había dirigido hasta entonces. En Julio Cesar no hay lugar para que el finísimo y elegante guionista que había demostrado ser haga acto de presencia, y su trabajo, aunque fiel y preciso, no refleja su potencial como escritor. La película habla por boca de Shakespeare, sin que se aprecie la mano de Mankievicz como intermediario. Dependiendo del intermediario eso puede ser una virtud, pero en este caso se podía esperar algo más del toque de su guionista.
Así la fuerza de la película viene dada algunos de sus diálogos, por sus momentos más dramáticamente intensos. Algo que, por supusto, ya estaba en el texto original. Y al igual que en otros textos de Shakespeare (ya lo comentaba hace poco hablando de Enrique V de Brannagh) la fuerza de muchos de estos momentos se ve contrarestada por la densidad de algunos otros más difíciles de sobrellevar. Y es en estos momentos donde la mano de Mankievicz debiera de haberse notado.
Su labor como director tampoco es que brille como en sus mejores películas, ya que apenas va más allá del origen teatral de la obra, desaprovechando la posibilidad de envolver la historia con la espectacularidad con que se hacían estas películas en aquella época. Tal vez esto sea un problema de las expectativas que yo tenía puestas en la película, y no de la película en sí.
En cualquier caso, y dado el origen teatral de la historia, los que de verdad se lucen con el texto son los actores. Y aunque la candidatura al Oscar se la llevo Marlon Brando interpretando a Marco Antonio, quien de verdad está soberbio es James Mason dando vida a Bruto, uno de los principales instigadores del asesinato de Julio Cesar junto Casio, interpretado por el extraordinario John Gielgud. En cualquier caso, un trio de lujo que eleva la película por encima de las limitaciones de Mankievicz, que aquí se limitó a hacer un trabajo correcto y funcional.

Una película cuyo protagonista es Marlon Brando, que hace de Marco Antonio que aparece que eso no sé si será del todo cierto, pero los americanos sobre esto suelen investigar mucho, seguro que en los sarcófagos romanos encontrados en mucho de los Museos internacionales ejemplo: Nápoles Arqueológico, Arqueológico Roma, así como algunos estatales: Mérida Museo Arqueológico, etc.
Pero, aparece cuando le han acuchillado y su esposa Calcurnia, que era la primera, es la que lo presiente, porque era hija de un dictador Sila, pero la otra, Pompeya, la segunda esposa, se cree que mandó hacerlo.
A Brutus, junto con Augusto.
No está claro ni en la película sí para hacerse con el poder, y luego se van repartiendo los poderes en oriente a los generales, muriendo uno en la batalla.

Una película en blanco y negro de estos temas de la república al imperio romano. 272A C- 172 DC. PARA DAR CABIDA AL IMPERIO.

Ambiciosa, grandilocuente, sólida, colosal, poderosa, divina, pausada, seria, apabullante, intrigante y arriesgada adaptación de Fiel adaptación para el cine de la obra homónima de Shakespeare, apoyándose en un personaje histórico, como Julio Cesar, para presentar y desarrollar una trama de ambiciones y traiciones en las que Roma se convierte en el escenario de una de las grandes traiciones históricas.

Apabullante y certero trabajo el ofrecido por su director, Joseph L. Mankiewicz, apoyándose en una ambiciosa producción en la que es inevitable destacar la labor de sus interpretes protagonistas: Marlon Brando, Louis Calhern, Deborah Kerr y James Mason.

Resulta fascinante comprobar los movimientos e intereses de los diferentes personajes, quedando plasmadas con claridad sus anhelos e intereses para dar vía libre a la puesta de una poderosa conspiración contra, Julio Cesar.

Ambiciosa y arriesgada adaptación que se nutre y beneficia de la calidad interpretativa de todo el reparto y del manejo inteligente del director, para que todo cobre sentido.

Julio Cesar, llega a ser una gran producción, llena de ambición y potentes dosis de calidad.

Vista por primera vez el 10 de agosto de 2014, en el que escribí esta crítica de la cual 1 de 2 usuarios le pareció útil: "Muy shakesperiano. Dicen que es muy fiel a la obra de Shakespeare, y sí, supongo que sí. Diálogos de los que no me gustan... es decir, para explicar una palabra, te montan una frase rebuscada. A mí eso no me entusiasma mucho, quizás en un corto, pero no para un largometraje. Igualmente, voy a valorarlo positivamente, ya que hacer una película así no debió de ser algo fácil. Marlon Brando está fantástico, con esos monólogos. Y la escenografía muy de teatro, como así fue su original."

Vista de nuevo hoy, le bajo de 6 puntos a 4. Sí que es muy shakesperiano, pero en el sentido que es muy teatral. Mucho diálogo y mucho postureo teatralista y eso me ha restado. En su momento, supongo que gustó mucho, tuvo mucho éxito en taquilla y recogió varios premios. Pero no sé si es porque hoy es hoy, pero no me ha gustado mucho.

Como curiosidades, la película la querían rodar en color, pero optaron por hacerla así, para que tuviera un deje a documental de la época de la segunda guerra y también porque reutilizaron muchos decorados de Quo Vadis.

Lo hicieron más minimalista, porque lo que interesaba eran los diálogos, no que fuera pomposa. Y lo consiguieron.

De visionado obligatorio en la festividad de los Idus de Marzo (15 de Marzo), “Julio César” es una obra magna que nace de la confluencia de la portentosa dirección del gran Joseph L. Mankiewicz, la respetuosa adaptación de la brillante pieza teatral original homónima de William Shakespeare y de las históricas interpretaciones de Marlon Brando y James Mason. Obviamente, aunque algunas escenas hayan envejecido regular y a pesar de que su origen teatral se nota en cada escena, con semejantes mimbres el cesto obtenido es extraordinario.

Tan sólo por escuchar los impagables diálogos de Shakespeare recitados por tal elenco actoral, ya vale la pena. Pero no podemos olvidar que detrás de la cámara está Mankiewicz y que, por tanto, ese nombre es necesario sinónimo de elegancia, academicismo y planteamiento formal exquisito. Todo ello se cumple en “Julio César”, una obra, sea teatral o cinematográfica, profundamente política que nos muestra la ambición ilimitada de poder del ser humano, ante el que no caben límites, y las nefastas consecuencias que todo ello conlleva, tanto en el asesinado Julio César como en sus victimarios. Todos tienen oscuras razones que esconder. Un film en el que no hay buenos, porque todos ocultan aviesas intenciones y ansias de poder. Los que defienden los valores puros republicanos de Roma, en el fondo, aspiran a hacerse con el poder; la propia víctima, Julio César, ha tergiversado la legislación vigente para derivar hacia el absolutismo. Al final, ambos bandos pretenden lo mismo por cauces distintos y la obra lo muestra con una lucidez nihilista espléndida.

Para la historia del cine queda el famoso monólogo de Marco Antonio, interpretado como sólo Marlon Brando podría hacerlo, así como la escena del asesinato de Julio César con su momento final protagonizado por James Mason. Todo está medido en un guión milimétrico que firma el propio Mankiewicz, rodado en un portentoso blanco y negro por Joseph Ruttenberg y con una clásica y reconocible partitura musical del gran Miklós Rózsa.