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El terror

Terror. Thriller A principios del siglo XIX, un joven oficial del ejército napoleónico es salvado de la muerte por una bella mujer que, a continuación, desaparece. Obsesionado con ella, el teniente, sigue sus huellas hasta llegar al remoto y solitario castillo del Barón Von Leppe (Boris Karloff), un lugar que esconde un terrible misterio. (FILMAFFINITY)
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
25 de mayo de 2021
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"El terror" (1963): trasunto de Edgar Allan Poe, algo abiertamente reconocido ya desde su concepción por el propio Roger Corman, en un trabajo de esos en los que genera más fascinación el making of del proyecto que el propio proyecto. Siendo el producto final más que interesante, por supuesto.
Brujería, fantasmas, pajarracos agresivos, venganzas ultraterrenas, romances imposibles, soldados napoleónicos perdidos, ambiente gótico, Boris Karloff y Jack Nicholson mano a mano, Roger Corman sacándolo todo adelante en plan cine de guerrilla a lo "La pequeña tienda de los horrores" (1960), un porrón de futuros talentazos dirigiendo en la sombra… Que sí. Que algún requiebro argumental se las trae. Pero tras la odisea que fue sacar adelante la cinta, como para no.
Isaac Paskual
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17 de enero de 2023
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Rodada en los años en que Roger Corman se cubría de fama y gloria gracias a su ciclo de largometrajes sobre obras de Poe, "El terror" es una película que, sin embargo, y por desgracia, no logra añadir gloria a la filmografía de Corman, por más que sus hacedores, colaboradores y cineastas en ciernes nos resulten simpáticos (Francis Ford Coppola, Monte Hellman, Jack Hill, Daniel Haller, etc.), y pese a que se trata de un relato de misterio y terror -con más de lo primero que de lo segundo- que amplifica dicho ciclo, al compartir similares escenarios, situaciones y temas. El guión es particularmente confuso (Boris Karloff, ¿es el Barón, o no?; Sandra Knight es tanto una mujer de carne y hueso como un fantasma que aparece y desaparece); y la acción y la narración, por culpa de lo anterior, se vuelven indecisas, lentas, confusas, aburridas y repetitivas, como si siempre estuviéramos viendo a Jack Nicholson y a Boris Karloff abriendo puertas, bajando escaleras y explorando criptas.

Para mí, "El terror" es uno de los momentos más bajos y desafortunados del cine de Corman, pese a sus bellos paisajes naturales, pese a la aceptable dirección artística, y, por cierto, pese a un estupendo comienzo que poco a poco se va malogrando.
Pedro Triguero_Lizana
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29 de mayo de 2023
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Un gran castillo en mitad de la nada, un bosque donde los fantasmas se cruzan con maldiciones, una cripta desde donde los muertos se han levantado clamando venganza.
Es el misterio del barón Von Leppe y la extraña mujer que le atormenta, Ilsa, digno del mejor Allan Poe.

Y es que entre medias de la larga saga dedicada al autor, Roger Corman aprovechó y dio vida a algunas obras que bien proseguían la herencia de su imaginería única; "El Terror" es sin duda la más representativa. También se puede considerar la quintaesencia de lo que significaba el "método Corman" en cuanto a creación de películas; en ese momento ha terminado la horrible versión de "El Cuervo", convertida en una fantasía de terror y humor, y el productor Samuel Arkoff se percata de que los decorados aún no han sido desmontados. En efecto, iban a ser reutilizados en un proyecto personal que sólo un cineasta "maverick", y muy descarado, podría acometer.
La historia de la caótica filmación y la forma de armar las piezas resultantes es todo un asunto de análisis para los estudiantes de cine en cuestión de imaginación y economía más allá de límites presupuestarios. La cosa (sin profundizar mucho en ello) consistió en usar a Boris Karloff para unos días de rodaje sin ninguna historia concreta; más tarde el guión empezó a elaborarse pero Corman no se pudo encargar de la dirección por falta de dinero y las leyes sindicales cinematográficas...así que sus ayudantes le sustituyeron en los meses siguientes, cada uno realizando pequeñas porciones de metraje con sus propios gustos mientras el argumento iba mutando en cada una de ellas.

Todo un desafío tuvo que ser para Stuart O'Brien el cuadrar en la sala de edición lo hecho mes tras mes por Francis F. Coppola, Jack Hill, Monte Hellman, Dennis Jakob e incluso el propio Jack Nicholson, a quien vemos aparecer en la historia como esos extraños viajeros que ocupan la saga de Poe, de cuyo mundo se hereda cada palmo, cada frase, cada plano y cada nota, y cualquiera afirmaría que parece encajar a la perfección según la enfermiza lógica "cormaniana". Si en "El Péndulo de la Muerte" un caballero inglés llegaba a la mansión de Nicolás Medina ahora un soldado francés (Andre) cruza las puertas del castillo de Von Leppe.
Se apoya en su llegada un misterio zurcido en las incógnitas de la muerte, en la presencia etérea e inquietante de una joven que ya hemos conocido entre cuevas de acantilados y bosques ahogados en neblina espesa. Ella (Sandra Knight, esposa de Nicholson) es otro espectro atrapado en la clásica tragedia romántica "poeniana"; mientras, una anciana en el bosque acrecienta la sensación de amenaza y Karloff reemplaza a Vincent Price en su rol de noble aislado y afectado por un enorme pesar que pudre su espíritu entre paredes donde se respira el hedor de la muerte a cada segundo. Gótico puro, de pasadizos, sombras y secretos enterrados en las mazmorras en la tradición de Ann Radcliffe.

Antes fueron Madeline y Elizabeth, ahora es Ilsa. Pero por culpa de ese guión intragable de Leo Gordon planea el desconcierto, y aún así pareciera un desconcierto de manual, propio de lo detectivesco clásico; los personajes, que es lo único que Karloff recuerda del rodaje, van de aquí para allá sin rumbo fijo en repetidas ocasiones, cruzando estancias intentado resolver un misterio sin resolución. Se sobrepasa la mitad de metraje y el protagonista, cada vez más seducido por la muchacha, carece de pistas ni ha averiguado realmente nada, y mientras el barón está cada vez más consumido por la culpa y las apariciones de su antigua amada...
No se sabe cómo pero el guión irá tomando cuerpo como un remedo de las maniobras de "El Péndulo", dando a la mujer un propósito y una manera de ser cerca de la maldad de las "femme fatale" (o más bien de la Elizabeth encarnada por Barbara Steele), si bien Matheson elaboró mejor el drama de Medina y las tragedias de infidelidad y crimen, aquí presentadas demasiado pronto (así el ritmo se estanca en el ecuador del film, ya que todo ha sido descubierto antes de tiempo...), pero una vez más Corman (y su troupe de directores suplentes) logran que las piezas conformen un puzzle interesante.

La mayor parte de culpa la tiene el estilo y la estética, tan deudora del gótico clásico y la Hammer ya explotados en el ciclo de Poe, esa imaginería fácil de capturar nuestra atención, colores vivos y estancias ricas en detalles, aunque sin presentar la sofisticación de dicho ciclo (y eso que la dirección artística vuelve a estar a cargo del genio Daniel Haller), y, por otro lado, el encantador absurdo del género que choca con el absurdo de la serie "B" y lo hace todo más digerible por audaz, arriesgado o simplemente descarado.
De hecho, para compensar el tedio al que es sometido el espectador en buena parte de la película, Corman y Jack Hill apostaron por una de esas piruetas mortales narrativas que tanto le gustaban al primero, derribando los clichés predecibles y la identidad de los personajes hasta transformar la historia en algo más complejo (y alocado), todo mezclándose en un clímax que dispara el puro espectáculo donde al típico fuego purificador "poeniano" lo reemplaza una gran inundación, cruzando varios elementos de violencia, brujería y posesión que acercan esto más a Lovecraft.

Si algo garantiza el director en su cine es el entretenimiento, y lo vuelve a lograr, pese a ser "un ejemplo de decisión precipitada", tal y como admitió Nicholson. Pero ahora en serio, ¿quién diría que este sorprendente cuento de amor, niebla, espectros, catacumbas, maldiciones y venganza se compuso a base de pedazos mal planificados?
Que un desastre en su proceso de realización pueda ser finalizado de una forma tan aceptable para el fan sólo lo logra un maestro (en este caso con ayuda, claro). De estar vivo Allan Poe habría hecho una novelización del film, no tengo ninguna duda.
Chris Jiménez
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1 de junio de 2023
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La década de 1960 fue un chollo para el cine de terror. Pasamos del miedo a la bomba atómica y sus consecuencias, que dieron lugar a películas sobre monstruos y criaturas desmesuradas que amenazan a la humanidad, al estilo gótico y adaptaciones de cuentos clásicos como habíamos visto en los años 30 con el terror de la Universal. Tal vez la gente dejó de preocuparse por la candente guerra fría y volvió a ser atraída por el terror más clásico. En aquella época, hasta la aparición de la demoledora "La noche de los muertos vivientes, 1968" de Romero, regresábamos a la época victoriana, a la Edad Media y a esos castillos tan lúgubres que había aterrorizado a antiguas generaciones tanto en cine como en literatura.

Se hicieron buenos filmes en esta época, como "La caída de la casa Usher, 1961" de Roger Corman y adaptando un cuento de Poe del mismo nombre. Sin embargo, este no es uno de ellos. El metraje no se salva ni por la aparición de la gran leyenda del género, Boris Karloff, quien décadas atrás dio vida al monstruo de Frankenstein y la momia, entre otros monstruos.
El guion es absurdo, al menos a mi parecer. Desde mi punto de vista, lo único interesante a destacar es la interpretación de Jack Nicholson, quien, si no me equivoco, toma por segunda vez en su célebre carrera, un papel protagonista.

A resumidas cuentas, trata de un joven oficial del ejército de Napoleón, quien persigue a una misteriosa joven hasta llegar a un tenebroso castillo al más puro estilo Drácula.

Recomendable para el que disfrute con este tipo de películas de carácter gótico que estrenaron Roger Corman y la Hammer a principios de los sesenta. Yo personalmente, prefiero otras obras del estilo como "La pequeña tienda de los horrores, 1960" también protagonizada por Jack Nicholson; y "La máscara de la muerte roja, 1964" protagonizada por el fantástico Vincent Price.
HUGO TRILLO
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