La noche devora el mundo

No sé qué pasa últimamente con el cine de zombies, pero parece que para que haya drama y tensión los personajes tienen que hacer cosas absurdas que van totalmente en contra del sentido común. En La Noche Devora el Mundo, nuestro protagonista Sam piensa y actúa como lo haría una persona normal (poniendo su supervivencia como prioridad).

Hay momentos que pasan sin pena ni gloria, pero en general es refrescante que no traten al espectador como si de otro zombie descerebrado se tratase.

Recomendable para los aficionados al género, que quizá encuentren aquí parte de la gracia que tenían las primeras películas de Romero.

Lejos de los manierismos “survival” tan de uso en el subgénero, muchos de cuyos más conspicuos exponentes parecen la filmación subjetiva de un “ultra trail” o una “Spartan Race”, “La noche devora el mundo” está en consonancia con lo que siempre he imaginado que sería un eventual apocalipsis zombi. De hecho, en su día tuve el honor —o la potra— de publicar un relato de pelaje muy similar. Esto es, un tío corriente y moliente al que no queda otra que encerrarse en casa a verlas venir y que sea lo que Dios, o los cientos de comedores de cerebros de ahí abajo, quieran.
Dicha apuesta estética y argumental conlleva la desventaja de no reventar salas ni generar un aluvión de “merchandising”; no obstante, un espectador moderadamente alfabetizado agradecerá la verosimilitud —dentro de lo que cabe, habida cuenta de las premisas—, y sus productores un ahorro sustancial en el siempre oneroso capítulo de los efectos especiales. La pirotecnia habitual ha sido pues sustituida por una profundización en la psicología del protagonista y un retrato, no por desenfadado menos turbador, de las repercusiones que sobre ésta tiene la soledad bajo asedio en que se ve obligado a desenvolverse durante meses.
A tal respecto, el noruego Anders Danielsen Lie entrega un trabajo digno de reseña, y ello pese a empezar algo frío. Claro, que lo mismo le sucede a la trama; sin embargo, conforme la película avanza y las mencionadas secuelas van haciendo mella en el personaje, ambos, historia y robinsón urbano, cogen carrerilla hasta alcanzar una velocidad de crucero muy estimable. Como le acompaña un ratito Golshifteh Farahani, de la que estoy enamorado como un becerro desde su aparición en “Paterson” (ídem, 2016), debo concluir que “La noche devora el mundo” ha constituido una experiencia sumamente grata. Definitivamente recomendable, incluso para los que estamos hasta el gorro de las cintas de zombis. Y de las series, y los libros, y las camisetas...

Nuevo intento de reinvención de la temática zombi, con medios y localizaciones mínimas, diálogo más que escaso y apenas un único personaje, atrapado en un elegante edificio parisino, con las míticas azoteas de la capital francesa convertidas de pronto en escenario post-apocalíptico y desolador.

Enlaza con la vertiente “seria” del género, con el muerto viviente como símbolo de “algo más”, ofreciéndonos una mirada a pie de calle de la invasión, la de un tipo anónimo que pasa a ser un náufrago urbano dedicado a la supervivencia y a la búsqueda de recursos, con la tarea más difícil aún de no volverse tarumba.

Un curioso estudio de la soledad y el aislamiento de un individuo que podría ser cualquiera, que no se convierte de la noche a la mañana en un experto tirador mata-zombis cuando pasa lo que pasa y que no va a salvar a ninguna humanidad porque ya bastante tiene con aguantarse a sí mismo. El peor enemigo no es sino él, alguien que estaba muerto ya desde el principio, con unos problemas personales que solo intuimos. El ensimismamiento puede ser cómodo, pero a la larga se vuelve insostenible, tarde o temprano deben vencerse los miedos y el desenlace, incierto, da a entender que todo comienza de verdad, que la aventura real es la búsqueda de ese “otro” que tal vez ni exista.

Típica película cuyo público objetivo encontrará aburrida o desconcertante, con unas pretensiones quizá no del todo cumplidas (ver spoiler).

Por otra parte, el meticuloso diseño sonoro, con ruidos que ponen alerta, uso del fuera de campo, la creación de una atmósfera crispada de puro sigilosa y sin énfasis en histerismos (sin excluir un par de secuencias puramente del género, de enfrentamiento directo con los bichos) son la principal baza de un film “realista” en su aproximación a tan extrema situación y que nos permite, al menos, hacernos preguntas en torno a qué haríamos nosotros.

Dominique Rocher se iniciaba en el mundo del cine con esta interesante película de 2018 que fue su primer largometraje. Mediante un engañoso envoltorio apocalíptico basado en la novela de Pit Agarmen, creíamos estar ante una cinta de zombies de lo más convencional. No podríamos estar más equivocados, porque desde el primer momento Rocher nos deja claro que lo que le intriga no son las vísceras, la sangre o la adrenalina de la huida en una ciudad invadida por el miedo. Lo que le interesa es lo que pasa dentro del cerebro humano cuando el mundo que creía conocer se viene abajo.


Esta idea esta excelentemente desarrollada a través del personaje de Sam, un joven que se queda atrapado en un piso, mientras una epidemia zombie se desata en la ciudad francesa donde vive. Aterrado y consternado por lo que observa a través de las ventanas del aparentemente seguro edificio en el que se encuentra, se decide a no salir al exterior. A partir de ese momento, el enemigo más despiadado no será el zombie que amenaza con romper la frágil estabilidad de su precaria existencia sino su propia mente y la soledad contra la que debe luchar a diario. Es muy difícil innovar en un género como el del terror pero aquí Rocher lo consigue ofreciéndonos una cinta que nos invita a reflexionar sobre nuestros peores miedos.


Anders Danielsen Lie y Golshifteh Farahani están geniales, aunque ella tenga una participación tan secundaria. Pese a ello, su personaje es crucial en el desarrollo de la historia. Ha sido todo un placer ver de nuevo a Denis Lavant, gran actor del cine francés que nos dejó interpretaciones estelares durante su carrera como sus papeles en ‘’Los amantes del Pont Neuf’’ y ‘’Mala sangre’’. Es un actor tan bueno que hasta hace que resulte emotiva su interpretación de un anciano zombie en esta ocasión.


Al final no se trata solo de sobrevivir día tras día. Se trata de vivir, de encontrar ese aplomo necesario que nos empuje a superar el vértigo que nos provoca la existencia y saltar de una azotea a otra buscando algo mejor. Se trata de atreverse a vivir, a encontrar cosas a nuestro alrededor que nos hagan vibrar y sentir que estamos vivos. Increíble que una cinta de zombies me resulte tan cercana y tan real. Y es que es relativamente fácil empatizar con el personaje de Sam y llegar a sentir lo que el experimenta. El debate que se le plantea podemos sentirlo todos, sin estar rodeados de zombies.


Un incidente doloroso que la mente desfigura y transforma en otra cosa (porque a veces resulta más terrible ver la realidad tal cual es que distorsionarla y hacerla mutar) hará a Sam despertar de su letargo y decidirse a dar un paso que mejore su vida. ¿Y tú, eres de los que sobreviven o de los que viven intensamente hasta dar un sentido a su existencia?.


Tiene mucho mérito coger una historia de zombies y hacer esto con ella. Ojalá Dominique Rocher siga sorprendiéndonos con su buen cine.

Estamos, desde mi punto de vista, ante una de las peores películas del género, y hay que tener en cuenta que dentro del mismo se han hecho verdaderas barbaridades, así que bien podréis imaginaros el calibre de este truño de película.

Sobre los actores, por llamarlos de alguna manera, que habrán cobrado un bocata de chóped por el rodaje (me parece bien pagado), están vacíos, sin motivación, sin trayectoria, sin lógica, sin trasfondo, sin nada, de hecho según escribo estas líneas dudo incluso que sean actores profesionales, más bien me decanto por familiares del director con los que no se llevaba demasiado bien.

Sobre los guionistas no tengo nada de decir, porque bien dudo de que existan.

Sobre la trama mejor ni hablar, porque es carente de toda lógica, lo que en un principio apunta a una historia interesante, mezcla situaciones que carecen de toda lógica y que no nos llevan a ninguna parte, aparecen personajes de la nada y desaparecen de la misma manera.

El maquillaje de los "zombies", o muertos vivientes, o lo que sea, porque todavía no se ni lo que son, ni donde han salido, ni nada, no está mal, si este filme ha tenido presupuesto se lo ha gastado en este punto, y quizás sea el único motivo por el cual no le doy una valoración peor. Eso y porque no hay valoraciones en negativo.

Puede influir también, y no digo yo que no, que la película sea francesa, y es más rara que un yogur de chorizo, y que solo la entiendan ellos, u otras personas que hayan tenido la desgracia de tener una falta de oxígeno severa en el momento del nacimiento.

En resumen, considero que esta película es peor que pegar a un padre con un calcetín sudado el día de su cumpleaños.