Cobardes

Hablar del miedo es quizás hablar de uno de los sentimientos más universales que tenga el hombre. Si encima contextualizamos ese miedo en la sociedad actual, caracterizada por una casi completa falta de sentimientos en casi todos los ámbitos, pues tenemos un planteamiento de lo más interesante. Un chaval que siente miedo ante el acoso de sus compañeros de colegio (el tristemente famoso bullying), un padre que tiene miedo de perder el trabajo y su mujer, que tiene miedo de que su matrimonio se rompa..y suma y sigue. En "Cobardes" todos tienen miedo. O mejor dicho, todos tenemos miedo. Lo que sobre el papel puede sonar como una de las más interesantes propuestas de los últimos tiempos en el cine español, se convierte rápidamente en una historia tópica, manida, previsible, con los mecanismos más clásicos del séptimo arte mal utilizados para crear una película academicista, rancia, dándonos la sensación de que ya la habíamos visto. El guión, además contiene algunos cambios de tono que no favorecen para nada el pulso del film, que flaquea en varias ocasiones y se convierte en demasiado lento y tedioso. No obstante, existen algunos aciertos puntuales en un film que, siendo heredero de "Tapas", no ha sabido utilizar el cosmos creado por unos personajes a los que se les podría haber sacado mucho más partido. Ese mosaico que Corbacho utilizó a la perfección en su primer film -sin que llegara tampoco a la maestría de "Vidas Cruzadas" de Altman o al "Traffic" de Soderbergh- no le ha resultado en su nueva película, que ha cometido el mismo error que en su día cometiera Tarantino en "Jackie Brown": jugar a ser un director de cine "de verdad", simplifcando precisamente todo eso que lo hizo interesante para la industria. Ahora Corbacho se ha querido igualar a un director de cine convencional, y lo único que ha conseguido es ser más convencional que nadie.

Me gusta esta película, que habla del acoso escolar, porque deja abiertos varios frentes de reflexión: la indefensión de los muchachos acosados, a poco que sean miedosos; la falta de implicación de los padres, enfrascados en sus problemas cotidianos; la confusión y el extravío, a veces, de los propios profesores -que bastante hacen con lo que hacen-; la intervención de terceras personas con estratégicas soluciones tipo la ley del talión… Y todos los chavales están muy bien, especialmente los dos protagonistas, Eduardo Espinilla y Eduardo Garé; muy guapa Ariadna Gaya.

Cabe también destacar el cambio de registro de Paz Padilla componiendo a una madre en las antípodas de su faceta como humorista (que vengan más así) y, como anécdota, comentar que uno de los peques de la banda debutó en el cine con “LA HORA DE LOS VALIENTES”, lo que no deja de tener su gracia… En cuanto a sus directores (J.C. & J.C.) demuestran muy buen pulso a la hora de filmar (mejor incluso que en “TAPAS”) con un ritmo destacado en las escenas de acción (resultona la persecución en el recinto de La Farga de L’Hospitalet) que me han recordado las hechuras de “EL BOLA”, de Achero Mañas. Por cierto ¿qué esta haciendo este hombre…?

Seré breve. Empiezo esta crítica diciendo que la interpretación y actuación de los personajes es bastante floja, al igual los aspectos del bullying que son muy previsibles. Por último y tal como menciono en el título de la crítica, el teléfono móvil aparece tan repetidas veces, que por lo menos a mí me acabó cansando, y es que en la mayor parte de las escenas de la película aparece y además varios modelos, vamos que incluso podría ser publicidad de telefonía móvil.

Se esperaba más por algunos del tándem que forman José Corbacho y Juan Cruz después de “Tapas”. Para los que vimos un episodio piloto “Cobardes” no iba a suponer más de una nueva ración de telefilme. El punto de giro es simple: el maltratador parece la victima y ésta su verdugo, aunque, a menudo se tiende a confundir. El trabajo de los padres o la incompatibilidad parecen lastres y puntos claves del conflicto generacional. Sin entendimiento no hay posibilidad de dialogo. Cobardes hay en todos los entornos: desde el laboral hasta el personal. El mundo la de la hipocresía, en fin.
Parece un producto de televisión (ese guión y esos personajes no dan para más) o de la teletienda: todo aquello que uno desea es el móvil del verdugo; averigua automáticamente el nuevo numero de la víctima y se teletransporta a las mochilas escogidas.

La problemática se resuelve, según esta película, a dejar de temer haciendo que te teman. Vamos, que admitimos, el chantaje y extorsión como fin que justifica dichos medios. Como bien se resume: «¡Búscate a otra que te grabe las palizas!». Este tema para tratarlo se debe revisar como documental de cámara oculta y grabado a golpe de móvil… para intimidar y que se acobarde el que se encuentra al otro lado de la pantalla.

Paradoja: el final de risa. La culpa de todo, por supuesto, de los padres. Únicamente me quedo con la canción del final de Love of Lesbian:

«Los niños en manada,
¡Vaya hijos de puta!,
Los niños en manada.

Los hombres del mañana,
¡Vaya hijos de puta!,
Los hombres del mañana.

Los que me sobrevivan,
¡Vaya hijos de puta!,
Los que me sobrevivan,
¡Vaya hijos de…»

He estado entre el 6 y el 7, pero es que esta película tiene cosas de 10, como la variedad de enfoques y lo complejo de sus protagonistas que no son ni buenos ni malos, sino reales. Sin embargo tiene aspectos que no funcionan, como la subtrama del mafioso y la fallida secuencia entre la mujer policía y el niño, que no viene a nada ni va a ningún sitio. Paz Padilla está bien de acting, pero resulta muy forzada intentando disimular el acento andaluz. Lluís Homar y Elvira Mínguez brillan tanto como en ellos es habitual. Los niños están muy bien dirigidos. El último acto no me acaba de convencer, aunque el final del mismo me parece genial.