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Corn Island

Drama Con las crecidas de primavera, el río Enguri se precipita sobre las tierras bajas de Kolkheti y, antes de lanzar rocas y limo al mar, las acumula aquí y allá en medio del río. En pocos días, incluso de la noche a la mañana, de estos escollos nacen grandes islas, cuyo suelo es rico y fértil. Un anciano de Abjasia y su joven nieta deciden plantar maíz en una de esas islas. Pero los soldados georgianos andan cerca. (FILMAFFINITY)
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
6 de marzo de 2017
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Visualmente imponente, narrativamente brillante y actoralmente espléndida. Un drama georgiano que es una enorme obra maestra que roza la perfección a partir de la dirección de George Ovashvili y la construcción del guión que concretó el trío conformado por Roelof Jan Minneboo, George Ovashvili y Nugzar Shataidze. Las actuaciones del veterano Ilyas Salman y la jovencita Mariam Buturishvili son sublimes y merecen un enorme aplauso.
La historia se mete en las vidas de un viejo hombre curtido por la vida (Ilyas Salman) y una jovencita preadolescente muy bella, callada y activa (Mariam Buturishvili). Ellos son nacidos en Abjasia, en el Este Europeo que es la puerta de entrada al Medio Oriente y donde se desarrolló el conflicto étnico y político de los años ’90 protagonizado por Serbia, Georgia, Arzebaijan y con la intervención de Rusia.
En esa zona del río Enguri y limítrofe entre varios países, en la época primaveral, las aguas descienden y surgen pequeños islotes muy fértiles que duran unos pocos meses y que muchos lugareños utilizan para sembrar maíz.
Esa es justamente la terea que encararán el viejo y su nieta, primero transportar en un bote las maderas necesarias para construir una pequeña y precaria vivienda, para luego arar, sembrar y cosechar el maíz tan ansiado que será el medio de sustento alimentario y también económico para comercializar durante el resto del año hasta que vuelvan a aparecer los islotes y reiniciar el proceso cíclico.
Ambos trabajarán arduamente, en medio del peligro y el temerario clima para llevar adelante su titánica tarea, sin que la preadolescente huérfana deje de concurrir a la escuela y a punto de graduarse, algo que llena de orgullo a su poco instruido abuelo.
Con el conflicto militar como telón de fondo y la presencia de las fuerzas armadas merodeando de manera constante la zona, por absoluta solidaridad humana el viejo dará refugio un soldado georgiano herido (Irakli Samushia) que convivirá un tiempo con ellos, acechado por el peligro enemigo y la inocente belleza transformada de la niña que marcha a transformarse en mujer.
Una tragedia enorme y espléndidamente bella que tiene escasos diálogos vocales, pero que está repleta de contenido con las miradas, los silencios, los movimientos y las estupendas imágenes que recrean un terrible drama brillantemente filmado, producido y actuado. Un final inolvidable le da la puntada final a una película completamente humana, imprescindible y que no se puede dejar de ver, tampoco de recomendar.

Calificación Fanaseriecine: 9 ½ sobre 10
fanaseriecine
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6 de agosto de 2019
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Al comenzar la película un texto pone al espectador en antecedentes: El río Enguri, que hace frontera natural. de norte a sur, entre Georgia y la autoproclamada República de Abjasia, después de un invierno y comienzo de primavera de fuertes crecidas, deja suficientes sedimentos como para formar islas que los lugareños aprovechan para sembrar maíz (si bien se rodó en una isla creada artificialmente y en un lugar más seguro, en el embalse Tkibuli, en el centro de Georgia). El protagonista de esta historia, del que nunca sabremos su nombre, llega a una de estas islas, comienza a construir una cabaña, que terminará acompañado de su nieta, 13 años, y más tarde los dos sembrarán el maíz para después vigilarlo y finalmente cosecharlo. Mientras tanto lanchas con militares georgianos, abjasios y rusos (el ejército ruso es quien sostiene al gobierno abjasio) pasarán por el lugar. La tranquilidad habitual será rota por la llegada de un soldado georgiano, herido, al que abuelo y nieta esconderán, de unos y otros, y cuidarán.

Película muy sencilla, a pesar de ser una coproducción entre seis países (Georgia, Francia, Alemania, Chequia, Kazajistán y Hungría), que sitúa la acción en 2008 (cuando tras años de tensa calma se intensificaron las escaramuzas entre contendientes) y nos habla del curso de la naturaleza, del trabajo humano, del paso de una niña a adolescente y de un conflicto bélico, más o menos activo, que sigue presente desde 1992.

George Ovashvili, veterano director georgiano, dirige este film del que es coguionista junto a Roelof Jan Minneboo y Nugzar Shataidze. Con escasos diálogos (como curiosidad decir que el actor principal, Ilyas Salman, es turco) y con secuencias sobrias, pero locuaces y muy líricas, se nos muestra de forma pausada, precisa y sin redundancia alguna lo señalado en la sinopsis. Poco sabremos de los personajes, tan solo que los padres de la niña murieron y que está al cuidado de su abuelo, quien a pesar de su parquedad la ama. El descubrimiento propio de la niña de su paso a la adolescencia se expone de forma bella y concisa. El celo del hombre en salvaguardar lo suyo se muestra igualmente de manera inequívoca sin que hagan falta palabras. El devenir de la naturaleza, representada por ese río, tampoco requiere reiteraciones...

Paso a la zona spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Ignacio
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11 de diciembre de 2020
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Me encantan las películas que se desarrollan con pocos personajes en un pequeño espacio cerrado, porque ayudan a condensar la acción y a reducir la trama a lo esencial. Corn Island juega a sorprender con esta economía de los elementos -aunque detrás haya un esfuerzo casi megalómano-, para demostrar que nunca nada es fácil, que en la lucha contra los elementos el hombre nunca tiene suficiente técnica ni cultura para dominarlos por completo, y que tan condenados estamos a trabajar como a convivir con nuestros semejantes, que lo mismo pueden aparecérsenos como aliados nuestros que como una constante amenaza, y a menudo solo disponemos de un mínimo indicio para determinarlo en última instancia, el de la mirada del otro que se posa sobre nosotros. En esa ambigüedad en que se interpretan por necesidad los más sutiles gestos, emerge lo siniestro entre aquello que nos parece cotidiano y un día nos hizo sentir seguros.
andreagrrr
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22 de mayo de 2015
0 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo único que sé de Georgia es que fue la tierra de Stalin, el paranoico dictador de los soviets. Esta película proviene de este ignoto país donde las luchas entre georgianos, absajos y rusos aún se mantienen. En medio de esa destrucción, un anciano y su nieta construyen un hogar y unos cultivos de maíz. Ese es el ciclo de la vida: creación y destrucción o viceversa.

Película donde los fotogramas, silencios, y gestos dicen mucho más que los diálogos. Lo único malo de la película es que nos muestra un tema (nacer, crecer y morir) en extremo tocado en muchas películas . De eso no lo puede salvar ni su original lenguaje cinematográfico.
alberto
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23 de mayo de 2015
4 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inundación afectiva a la que no se encuentra cariño, apego ni devoción.
"Esta tierra es de su creador...", y esta película de quien la firma, George Ovashvili, que ofrece la construcción de una refugio, el cultivo de una tierra, la dureza de un proyecto realizado con sus propias manos, sudor y esfuerzo, empeño de un abuelo nativo, que convive con su nieta, para el acondicionamiento, plantación, cultivo y recogida del fruto, un lento y pausado observar dicho proceso donde tendrás que esperar, 20 minutos, para oír las primeras dos palabras y, veinte más, para que vuelva a producirse algún sonido, un agónico ensamblaje de consumo arduo, dificultoso y apenas estimulante pues ni con paciencia y dedicación mejora su digestión.
Con permiso de la naturaleza..., aunque ¡sin el tuyo! pues esta reservada isla, que tiene su propia vida y rutina, no despierta interés alguno, no se crea ansia por su conocimiento ni anhelo de resolver su desenlace, un comer, trabajar, descansar, dormir, superar inclemencias, pausar..., sin decir ¡na!, sin plasmar evidencia gráfica o sonora de apetencia válida, sólo la eterna y sólida compañía de esta unidad familiar que resiste y prosigue, observa y espera pero, como espectadora, necesito algo más que esta visión anodina que procede al margen de la atención y expectación del público, mostrar una existencia, su rutina diaria, su levantarse cada día y seguir adelante no cautiva, ni entusiasma, ni aviva una mente que empieza a estar cansada de tanta alabanza gratuita para un argumento que transmite poco y, un guión que vive de acostumbrados silencios que intentan dar a entender, con su cuota de voz ausente, una magnificencia y maestría que se asemeja más al cuento de la lechera, que te lo venden como cinco estrellas y ¡ójala hubiera comprado huevos y patatas para hacer una gustosa tortilla!, porque, este melancólico pasar el tiempo sin moverse del mismo espacio, tiene un sabor insípido, aburrido y oxidado.
Y, ahora, el dilema de siempre que parece no tener correcta solución ni próxima resolución pues, por un lado, la prensa y su crítica con una nota de notable para un cine loable, humano, veraz y sensible, de gran emoción artística y delicadeza en las formas, miradas penetrantes y austeras que transmiten lo que es innecesario decir con palabras, ausencia de sonido que cubre, magistralmente, la ferviente mirada de quien se complace, con esmero y gratitud, ante la maravilla seductora que sus ojos captan y observan, sosiego y tranquilidad heroica ante una supervivencia costumbrista que se exhibe con claridad de vivencia y sentimiento de alma, etc, etc, etc..., palabras, de cosecha propia, que llevan a una lectura técnica que sí, completamente le otorgan tan alta valoración, sólo que, en aras de la verdad y sinceridad de ánimo, todo ello sirve de poco si no logra crear espíritu de afinidad y ganas por degustar su andar pues, aunque reconozcas todo lo escrito y lo confirmes con tu reflexión cognitiva, no logras sentir estímulo alguno que te invite a apreciar su batalla ni estimar su existencia; si vamos a elegir cine mudo donde hablen las imágenes, éstas tendrán que comunicar algo y no dormir a la audiencia porque ¡de qué me sirve que me digan que este plato es magnífico sí después no disfruto de su presencia, de sus ingredientes, ni me nutre en absoluto!
Y, después está la excusa ordinaria de que es cine minimalista, para unos pocos elegidos que sepan valorar el arte de lo sencillo y la honradez de lo vertido, diestra creación de singularidad delicada para quienes distingan la inteligencia de decirlo todo sin expresar nada, bla, bla, bla...; hace poco, tuve el placer de visionar "Mandarinas", pues haber si se aprende de la exquisitez de combinar sabiduría y emoción, pasión y conocimiento 'tanto para el cerebro como el corazón!, aquí no hay espíritu que reanime tu somnolencia, ni pulso cardíaco que no se relaje tanto que llegue a ausentarse la mayor parte del tiempo.
Adoro descubrir las pequeñas producciones de paises con marcha de identidad exclusiva y personal, que se distinguen por funcionar al margen de la cadena comercial y que cuidan sus producciónes peculiares con talento, sobriedad y dedicación pero, ante la presente obviedad y decepción, es igual de amargo -e incluso más- descifrar que no hay nada detrás de tanto halago y alabanza, que parece se pene y condene decir, de estas historias, que aburren y desconciertan -por suerte, no todas pues muchas son fieles al emblema distintivo que las caracteriza y por la cual se respetan y aman- para el caso, la isla de maíz puede quedarse con su panizo y amparo pues, Ilyas Salman, como protagonista no encandila ni sugestiona ni llama a conocerle en su labor, desperdicio de hermosa fotografía que convierte, su merecido y esperado afecto, en letargo cansino que busca alivio en el paso de los minutos para llegar a su conclusión.
No se siente, no emociona, no se vive ni palpa, sólo se observa, lo cual ¡ya es mucho sacrificio!; no encontré gusto en su visión, ni avidez en su recorrido, ni caté la elegancia y distinción de su porte, ni la exquisitez de su esencia ¡más suerte para tí!..., pérdida en el mar de miseria que rodea la supuesta isla de batalla y bienestar ¡me quedé!

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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