La madre del blues

Es una historia que puede llegar a aburrir en algún momento, yo llegué a ella porque tiene dos nominaciones a los últimos Oscars, La de los dos interpretes. Un film que a los neófitos en blues puede entretener, con diálogos sobre las relaciones de los blancos con los negros de esa época.

La estrella de Boseman se apagó antes de ganar un Oscar, una pena. Su interpretación podía valerla si no hubiese sido por Anthony Hopkins. La de Viola Davis tampoco la veo tan extraordinaria aunque da el tipo de diva pasada de rosca.


Recomendable, visto la bazofia que muchas veces premian.

Absorbente y dinámica película basada en una obra del dramaturgo August Wilson.
La trama se desarrolla en un estudio, en los momentos previos a la grabación de un disco y durante la grabación de dicho disco por una banda de músicos.
La historia usa como trasfondo el blues, la música reivindicativa de los negros por antonomasia, y ejerce de detonante de unos diálogos llenos de amargura y resentimiento donde se luce un reparto en pleno estado de gracia.
Crítica social de una época realmente dura para la gente negra, donde no tenían más opción que aceptar los peores empleos.
Davis interpretando excelentemente a Ma Rainey usa su don, su gran voz, para rebelarse contra el poder blanco y de ahí su altanería, soberbia y autoritarismo, porque se lo puede permitir y, con cierta crueldad y vehemencia, no tolera ni permite que nadie se ponga por encima de ella.
Boseman, en su mejor a la vez que postuma interpretación, es otro músico rebelde pero frustrado y es esta frustración la que le llevará a la perdición.

Ma Rainey´s Black Bottom (2020) cuenta una jornada de grabaciones de la cantante pionera Ma Rainey en los años 20. Fue producida por Denzel Washington y Netflix, dirigida por George C. Wolfe y protagonizada por Viola Davis y Chadwick Boseman, en su último papel.

Por Nicolás Bianchi

Ma Rainey´s Black Bottom, que se podría traducir como ‘el trasero negro de Ma Rainey’, es el nombre de una canción y también luego el de una obra de teatro escrita por August Wilson que ganó el Premio Pullitzer. En ella se basa la película de reciente estreno en Netflix que conserva cierta dinámica teatral, aunque aprovecha las posibilidades del cine para realizar una adaptación muy lograda de una jornada de grabación en Chicago, durante un tórrido día de verano.

El calor y la incomodidad que genera durante todo el relato a los protagonistas es parte importante de lo que transmite la película. Los personajes están fastidiosos no solo por las altas temperaturas sino porque son todos negros en un mundo dominado por los blancos, en el que cuesta el doble desde grabar una canción hasta comprar una Coca-Cola bien fría, como pide la cantante.

Hay en la película tres componentes principales. Sin que el orden signifique una jerarquía de importancia el primero es la música, el blues, el idioma del alma como lo define la cantante brillantemente interpretada por Viola Davis. La música está omnipresente, de fondo en las breves tomas de exteriores que se usan para cortar las escenas y más adelante durante la grabación, que se hace esperar, pero que cuando llega logra plasmar el talento y carisma de la cantante.

El segundo elemento es aquello que está omnipresente, a veces más y otras menos explícitamente, en los diálogos entre los músicos cuando ensayan y entre todos cuando dialogan con el afuera y los productores musicales, hombres blancos los dos. Son vidas atravesadas por el racismo, en el pasado de forma brutal, y condicionadas por lo mismo en el presente. En algún momento el blues y la época, también recuperada en el vestuario y la escenografía de forma muy lograda, quedan de lado. El centro pasa a estar ocupado por las historias de los negros que fueron violados, vejados, maltratados por los blancos. De eso hablan cuando están solos y sobre esa relación se construyen los diálogos con los personajes blancos.

El último elemento, el que une todo, es un drama extraordinario basado en los conflictos que atraviesan distintos personajes con personalidades chocantes. Ma Rainey es arrasadora e incluso por momentos despótica. Una diva que exhuma carácter. Las cosas son como ella quiere o no son. En frente está el dueño del estudio Sturdyvant (Jonny Coyne), cansado de los desplantes de la estrella, y el eléctrico trompetista Levee (Boseman), dentro del cual conviven un gran talento musical y una desgarradora historia de violencia. Quienes median son el representante de Ma, Irvin (Jeremy Shamos), que quiere que todo llegue a buen puerto y el líder de la banda Cutler (Colman Domingo) que mientras puede pone paño fríos al volcánico temperamento de quienes lo rodean.

Ma Rainey´s Black Bottom cuenta con formidables actuaciones. La película, dedicada a la memoria de Boseman, es una gran despedida de un lúcido actor comprometido con papeles significativos para la comunidad negra y con talento para más que el cine de superhéroes. Davis da vida a una estrella en la que todo es un exceso y Domingo se destaca dentro de los secundarios, donde ninguno desentona. Sobre la música, la discriminación y lo que le sucede a esos personajes en ese tiempo trata la película que además demuestra que para hacer blues del bueno hay que ser nativo de ese idioma.

Denzel Washington de productor, Viola Davis de protagonista y el texto de August Wilson dan una ligera idea de los lugares por los que se mueve "La madre del blues". Tan íntima como "Fences", es una película más hablada que de hechos. Difieren sus caracteres, sobre todo los principales: una cantante de blues con algo de poder, a pesar se su raza y su sexualidad, testaruda y con malas pulgas y un trompetista tan orgulloso como golpeado por la vida frente a la clase obrera de la mencionada película.

Está obra crece durante el metraje. Los compases iniciales hacen creer que tratará de música y lo que se desarrolla es un catálogo de traumas, vivencias, maltratos, atropellos y debilidades de la comunidad negra de los USA, desde los diferentes puntos de vista de los personajes.

Pequeña en su concepción, escueta y adecuada en su duración, posee una interpretación contradictoriamente (por la enfermedad y posterior fallecimiento) llena de vida y pasión. Chadwick Boseman brilla como nunca cuando su luz se estaba apagando.

Ma Rainey fue un personaje controversial en su época, no solo desde su impresionante talento en el mundo del blues, sino también desde lo disruptivo de su figura. Cuesta encontrar artistas negros con semejante carácter capaz de llevarse por delante al racismo propio de la época. Antipática y por momentos insoportable, Ma Rainey aprovechaba su capacidad para romper con toda segregación posible.
En esta película de George Wolfe viajamos hacía 1927, hasta una sesión de grabación, donde ella y su banda están a punto de inundar de melodías todas las habitaciones del estudio.
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Hay que señalar que "Ma Rainey's Black Bottom" es una adaptación propia de una obra de teatro de August Wilson, algo que quedará de manifiesto a lo largo del metraje quizás más de lo debido. Realizar este tipo de transposiciones a veces encierra un gran problema que es el de filmar directamente una obra sin añadir nada desde el punto de vista cinematográfico. Wolfe se enamora de parlamentos eternos y diálogos sin rumbo a costa de descuidar demasiado los aspectos narrativos del film. Desde lo dramático, lógicamente se le exige mayor despliegue a los actores, ya que su performance, como en toda obra de teatro, es la que termina sosteniendo la atención.
Es así que Chadwick Boseman se vuelve uno de los más beneficiados al encarnar el personaje de Levee, un joven trompetista arrogante que busca desandar su propio camino lejos de la banda. La calidad de su interpretación resulta indiscutible y su reconocimiento público más que justificado.
No podría decirse lo mismo de Viola Davis, quien a pesar del favoritismo de la crítica, brinda una actuación sobria pero para nada destacable.
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"Ma Raineys Black Bottom" entrelaza algunas cuestiones propias del mundo del espectáculo con el racismo de la época, que la vuelven, como mínimo, una propuesta interesante. Pero no va más allá de una exposición meramente teatral, atisborrada de diálogos inconducentes, que a pesar de alguna que otra escena valiosa, nos termina dejando sabor a poco.