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Fat City, ciudad dorada

Drama En Stockton, ciudad de California, un veterano púgil en decadencia (Stacy Keach), que sobrevive trabajando como jornalero agrícola, conoce a un muchacho que quiere ser boxeador (Jeff Bridges) y se lo recomienda a su antiguo mánager, otro perdedor. "Fat City" es una expresión de la jerga boxística que quiere decir "Paraíso en la Tierra". (FILMAFFINITY)
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
2 de enero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fat city es, antes que nada, una película sencilla. Tanto su argumento como su desarrollo visual son extraordinariamente modestos, algo que pedía claramente el guión y que Huston supo respetar huyendo de todo artificio con la cámara o cualquier atisbo de épica. De hecho, es una de las películas más anti-glamour de la historia del cine puesto que todo (todo) es mísero y gris en ella. Obviamente es una película sobre el boxeo, pero como siempre en este género, al final es lo que menos importa: es más bien una reflexión sobre el fracaso y como si de un gen o una maldición bíblica se tratase, es capaz de transmitirse de generación en generación sin posibilidad de cambio. Todos y cada uno de los personajes que pululan por Stockton son fracasados, y el gran acierto de la película es que el reparto lo lleva en la frente (magnífica y etílica Susan Tyrrell) y a Huston no le importa ensuciar el objetivo con mugre, tristeza y derrota. Y no hay mucho más, porque no pasan muchas cosas durante el descenso a los infiernos del protagonista y no hay escenas especialmente llamativas, ni siquiera las de encima del ring.
Tio Penthal
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13 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
44/09(07/02/21) Notable drama dirigido por un gran John Huston, que con unos pocos mimbres, compone una fulgente oda a los perdedores, esos que tanto gustaba de retratar el director de “El tesoro de Sierra Madre”, deconstruyendo con mordacidad el reverso oscuro del Sueño Americano, adaptando la novela de boxeo homónima de 1969 de Leonard Gardner, quien también escribió el guión, donde el telón de fondo del boxeo (como en muchas películas del subgénero) es una metáfora de como los marginados intentan salir a flote a puñetazos de sus miserias, es la válvula de escape de la pobreza de muchos desamparados, aquí reflejado despojado de cualquier tipo de glamur o mitificación. Mundo pugilístico que tan bien conocía Huston, que peleó 25 combates profesionales durante su juventud. Un lienzo crudo y áspero de los derrotados por la vida, aquí protagonizada por dos extraordinarios Stacy Keach y Jeff Bridges, donde el realizador impregna cada fotograma de desesperanza, con ese retrato deprimente de esta ciudad cualquiera (Stockton-California), la vestimenta, las desoladas apariencias de los personajes, y todo ello sabiendo la dirección dotar de dignidad a cada rol, siendo epítome de esto uno que no llega a decir una palabra como es Lucero (Sixto Rodríguez), un boxeador mexicano, sublime el modo hierático de rodar sus escenas.

Un relato con un desarrollo sereno, sin un hilo narrativo claro, con muchas elipsis manejadas de forma excepcional, mostrando a modo de viñetas de la vida der estos fracasados que buscan esperanza entre la basura que es su existencia, seres tratados por Huston sin sentimentalismos pero con mucha melancolía. Donde además de los protagonistas destacan los secundarios Susan Tyrrell, como una viscosa alcohólica problemática, que por su fabulosa actuación fue nominada al Oscar a Mejor Secundaria (perdió ante la Eileen Heckart en “Butterflies Are Free”), Nicholas Colasanto (eterno barman de la serie de humor “Cheers”) como el manager boxístico optimista por naturaleza, y un escalón más abajo Candy Clark, como la novia manipuladora del advenedizo joven Ernie (Bridges)

Posee un fascinante comienzo que pone las marcas de lo que será la cinta, bajo los acordes del tema country de Kris Kristofferson “Help me make it through” la cámara se pasea durante los créditos iniciales por una ciudad aciaga, con aceras llenas de mendigos, con muchos pesarosos ancianos, borrachos, desempleados, hasta que llegamos a un grasiento apartamento , allí tirado en la cama vestido está el protagonista Billy Tully (Stacy Keach), se lleva un cigarrillo a la boca, pero no encuentra fuego para él, mira por la ventana con una mirada perdida. Sale del piso para cruzar está apenada ciudad, lo vemos en un gimnasio entrenar boxeo. Allí se fija en un joven que practica, Ernie (Jeff Bridges), y entabla charla con él, este le dice, “Le vi una vez boxear”, Billy le responde, “Ah sí, y gané?”, y le espeta, “No”. La historia se abre en dos subtramas siguiendo por un lado a Billy en su adusta vida (trabajando en el campo de jornalero, con una turbia relación con una alcohólica mujer, y sus intentos de volver a ser boxeador profesional). Y por otro lado seguiremos a Ernie (su relación con su novia virgen, sus pinitos en el cuadrilátero).

Incisiva radiografía de seres abocados a la nada y que buscan salir a flote de la mierda en la que conviven, un reverso adusto del Sueño Americano o de la American Way of Life, aquí todo es deprimente, seco, agreste, desesperanzado, nos moveremos por gimnasios asquerosos, por combates desglamurizados. Enfrentamientos cargados de aspereza, realistas, aquí no hay épica alguna, son perdedores contra perdedores peleando en medio de la nada por unos asquerosos pocos dólares. La ilusión es mucha y la realidad cruda, ejemplo es Ernie Munger en su primer combate profesional que se compra una bata blanca deportiva con cuello liso dorado, al que se manager Ruben (Nicholas Colasanto), comenta a su mujer sobre su nuevo pupilo: “Tengo un nuevo chaval que promete. Buena planta, buen juego de piernas... y es blanco, sabes?”, y su combate de debut dura 33 segundos antes de besar la lona por K.O. y su pantalón ensangrentado sirve para el siguiente combatiente.

Es un sendero que alterna amarguras con decepciones, y donde las alegrías son pocas y efímeras, donde reina el alcoholismo y la frustración. Donde hay cenas precocinadas, con filetes quemados con guarnición de latas de guisantes, y kétchup en cascada. Es una elegía de los desheredados, donde dos entrenadores de boxeo veteranos comentan sobre sus taras físicas de antaño, donde los púgiles mean sangre antes de un combate, donde un tipo con mordaz humor negro cuenta la historia de cómo el vino fue su perdición, donde las peleas acaban y el ganador no sabe quién tiene la victoria. Donde una chica virgen embauca a su novio con palabras arteras en una sutil manipulación.

Stacy Keach como el ajado Billy Tully borda su rol con un vigor y carisma exultantes, en lo que fue probablemente su mejor papel en cine, en su rostro se desprende dolor que se aguanta, angustia, pero a la vez un tipo que trasluce orgullo y dignidad incluso borracho, además de ser excelente físicamente durante el combate climático con Lucero; Jeff Bridges en uno de sus primeros roles en cine demuestra gran expresividad, desprendiendo inocencia dando réplica a Keach, papel donde es un alma cándida manipulada por todos, un Don Nadie que no aspira a mucho, pero se casa por una novia artera y combate porque le empujan; Susan Tyrrell está sublime como la borrachuza Oma, una actuación deslumbrante de una desabrida e irritante mujer, sucia, vulgar, a medio vestir, rebosa un conmovedor patetismo, es un volcán irascible, en un momento dado grita sobre el declive de la raza blanca (ella tiene una pareja negra, Earl): "Comenzó a ir cuesta abajo en 1492 cuando Colón descubrió la sífilis”: Tipo con el que presume que la noche la violó por amor (¿?);... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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20 de noviembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fat City, ciudad dorada de John Huston es un drama basado en el boxeo y en aquellos que estuvieron a punto de llegar a algo y fracasaron. Dirigida con un ritmo paulatino y con un estilo pesimista que lleva la derrota por bandera, es una obra que muestra la desilusión de los que fueron algo y ya no lo son, intentando convencer a otros que comienzan de que consigan lo que ellos no hicieron, impregnándolos con una falsa esperanza que cae rápido cuando se enfrentan a la realidad. Realizada de forma competente tiene un resultado provocador en su amargura que cala irremediablemente en el espectador.
La fotografía es sugestiva a los barrios humildes y muestra la decadencia de quienes lo habitan, con unas imágenes tenues e idóneas para la trama que es impactante en las peleas. La música es nostálgica y empapa con sus sonidos tristes al espectador, ya que sus melodías evocan a la aflicción de los protagonistas, siendo por tanto muy apropiado para la trama. Los planos y movimientos de cámara completan un notable trabajo técnico mediante el uso de los subjetivos, cámara en mano, seguimiento, primeros planos, avanti, plano-contraplanos y reconocimiento que sacan lo mejor de la acción.
Las actuaciones son creíbles y naturales. Como protagonistas Stacy Keach está intachable en su labor de hombre que se siente fracasado, Jeff Bridges está convincente y con personalidad en su tarea y Susan Tyrell está brillante en un papel lleno de excesos, siendo aceptables los acompañamientos de Candy Clark y Nicholas Colasanto. Para estos emplea la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones humildes y desaliñados que dejan claro el deterioro personal de los protagonistas, al igual que los decorados que correctamente te transportar al lugar.
El guion, escrito por Leonard Gardner y basado en su propia novela, lleva impreso la tristeza y la desesperanza de unos boxeadores que nunca llegaron a ser nada, y que lo siguen intentando pero por su actitud o circunstancias están abocados al fracaso, calando con esa realidad en el espectador que siente la desolación de los protagonistas y las pocas posibilidades que tienen estos de salir de su círculo vicioso. Esto se lleva a cabo con una narrativa expresiva y desesperanzada que es sencilla y desde luego sugestiva al estado anímico de los personajes.
En conclusión, la considero una obra necesaria en la filmografía del director, por plasmar el fracaso y la desolación como pocas cintas lo han conseguido, sin destellos ni paños calientes sino tal cual son. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, planos, movimientos de cámara, caracterizaciones y narrativa que vuelven a Fat City, ciudad dorada, un film real y desesperanzado que exhibe el triunfo no conseguido de ciertas personas que en lugar de luchar por conseguirlo se quedan en un círculo vicioso tan solo deseando llegar a ser, lo que nunca consiguieron ni conseguirán con su forma de ser.
Elcinederamon
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7 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Huston, mundialmente conocido como el director que mejor ha sabido retratar a los perdedores en el cine, nos regala con «Fat City» otra fábula sobre la derrota y la capitulación ante las incontables dificultades cotidianas en una sociedad, la de los setenta, que, vista en perspectiva, termina siendo un presagio claro de lo que son nuestros días: un erial de sueños rotos, un solar de esperanzas perdidas y de energías mermadas tan sólo con la impepinable tarea de sobrevivir día tras día.

El film está contagiado de una estética sucia e indecorosa mediante la cual el director hace gala una vez más de su gran versatilidad tanto para elaboración de discursos como para el empleo de diversos lenguajes estéticos, pero creo que la principal herramienta de comunicación que emplea el film es su ritmo narrativo, en ocasiones abúlico y apático como la propia vida de los protagonistas, miserable retablo que intercala decepciones y esperanzas en un sendero vital en el que se recogen cebollas rodilla en tierra, se bebe en abundancia para lograr cierta insensibilidad ante la triste realidad y se prepara con muy malas pulgas una cena inmunda a base de filetes poco hechos, guisantes enlatados y kétchup en muy dudoso estado de conservación.

Los personajes, como guiñoles de la miseria material y espiritual que enmarca toda la trama, resultan en ocasiones exagerados, pero no creo que se deba a un desajuste de guion sino a una clara intención en el discurso de Huston. La práctica del boxeo, como en muchísimas otras películas, no deja de ser un reflejo del combate a puñetazo limpio que en la mayoría de las ocasiones suele ser la vida, y en la que los contendientes, por lo general, ven su autoestima derrotada por un categórico nocaut…

Meritoria cinta de Huston, con título irónico, y recargada de una amargura mordaz que pese a todo termina despertando un sentido de esperanza algo fugitiva en la curiosa y perturbadora secuencia final, en la que la parálisis y la hemiplejia de la imagen nos llevan a pensar en la nada más absoluta como posible camino de redención.
Arsenevich
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22 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiempos de cuarentena con el coronavirus correteando por las calles, tiempos para volver a visitar filmografías de los considerados grandes del cine y cómo no, John Huston tenía que aparecer. "Fat City, ciudad dorada" es en apariencia una película sencilla, aunque lo que el director nos cuenta es algo muy profundo que tiene que ver con el paso del tiempo y el desengaño personal por lo que nos rodea. Hay quienes luchan toda su vida por conseguir el espacio ideal en el que sentirse cómodo, hay quien no encuentra ni un gramo de felicidad y hay quien tira la toalla como los boxeadores. La vida de Tully y de quienes le rodean es la vida de cualquiera, no importa que sea boxeador, es lo de menos, podría ser gerente de un comercio o fontanero: lo que importa es el afilado bisturí del director para conseguir una profundidad tal que cualquiera que llegue aquí debería reconocer su mérito.

La vida puede ser una mierda, dicho en plata ya que estamos como estamos, con los hospitales colapsados y un estado de alarma que nos come la libertad. En 1972 la decepción concreta en esa ciudad vendría descrita por otros motivos, los que sean, pero el caso es que "Fat City, ciudad dorada" sabe transmitir el drama de sentirse ajeno al ritmo de la vida. Tully es un infeliz, aunque quienes pasan por su vida no lo son mucho menos. Sabemos, quienes hemos disfrutado como locos de la vida, que hay un equilibrio y hay que ser paciente en los momentos malos. La horrible racha de nuestro protagonista es el objeto directo de la película, y ahí estamos casi cincuenta años después para verificarlo.

Bien hecha, el boxeo es lo de menos. No siempre se gana amigo.
Luisito
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