Jezabel

O Bette y un vestido rojo un año antes de que Scarlata O'Hara desafiase también a todo el personal pero con un traje negro -teóricamente de luto, sólo teóricamente-. Aquí Henry Fonda, sin el retintín de Gable, tendrá que sortear el temporal y dejar que Jezabel se ponga ella misma en evidencia por su propia voluntad. Todo lo que viene después es el resultado de ese gesto, o gesta según se mire.

Wyler y Davis formaron un gran tándem antes de que ella decidiera maquillarse a lo kabuki en "La loba" lo que dio fin al romance pero no a la productividad de ambos. Y aquí aún duraba su idilio dentro y fuera de la pantalla pero cotilleos al margen, mejor dicho inluidos, bueno es el celebrar el resultado de esa unión y seguirlo celebrando al cabo de tantos años porque es lo que tienen los buenos vinos, digo los filmes, que no envejecen si lo son (aunque adopten el disfraz de melodramas).

Melodrama en manos de Bette Davis. Momentos de cine que nadie debería perderse.
Las recreaciones de Davis son para el estudio. El regocijo. El hipnotismo. Y el entretenimiento.
Desde el principio, desde que la vemos montando su caballo en la sombra, desde que entra en la fiesta con ropa de montar... sabemos que volverá a hacerlo, volverá a proclamarse como una de las mejores actrices de la historia del cine.

¿Y qué pasa con la película?
"Jezebel" está a servicio de Davis. Eso está claro. Pero si buscamos más, quizás encontraremos que el equilibrio entre el romance melodramático y las tradiciones sureñas/fiebre amarilla no fluye con la misma facilidad con la que la hace la interpretación de Davis.
Tanto el argumento como el guión van a la zaga de la actriz, pero nunca consiguen alcanzarla y mucho menos sobrepasarla.
Sea como sea "Jezebel" es la confirmación de que hubo un tiempo en que en Hollywood la inspiración se topaba en todas partes.
Lo mejor: adivinar.
Lo peor: que Wyler no consigue enlazar la fiebre amarilla con la atormentada relación de los protagonistas.

Bette Davis siempre ha sido mi actriz favorita. Con frecuencia uso escenas de esta película para explicar por qué no me gusta demasiado la Hepburn (Katharine), quien con frecuencia se paseaba (mal) por el decorado como un ser etéreo y nunca sabía qué hacer con las manos.Por el contrario, Bette Davis es un portento de movimiento delante de una cámara y domina el escenario completamente, dando una lección de interpretación integral como no ha habido otra igual, dejando a la artificiosa Hepburn en mantillas.
Y sin embargo, después de haber visto esta película tantas veces, lo que principalmente me pone los pelos de punta, es la música de Max Steiner, muy especialmente en la escena donde ella cuida de un Henry Fonda enfermo...impresionante. Uno de los casos donde el guión no importa demasiado...la puesta en escena y las interpretaciones superan a la historia. Pero claro, la gran Bette sabe de eso más que nadie.

Película que guarda ciertas similitudes con “Lo que el viento se llevó” y Bette Davis seria una especie de Escarlata sureña indomable, caprichosa y manipuladora. Ambas es sus actuaciones son de diez y, como no puede ser de otra manera, aquí Bette Davis está magistral. Sus diferentes matices, miradas, gestos y sobre todo esos diálogos punzantes, a veces, con mucha mala leche hacen que su personaje sea completo de todas las maneras posibles.
Se nota su presencia en toda la pantalla y todos juegan a su alrededor, como es el personaje de Julie. Bette Davis es, sin duda, la gran protagonista.

Un jovencísimo Henry Fonda le da la réplica y no lo hace mal pero siempre va de la mano de Bette. El resto de personajes lo mismo, correctos pero siguen girando alrededor de ella.

La película se hace corta porque es rápida en la trama. Es interesante ver las costumbres sureñas y ver como chocan de alguna manera con las norteñas. De ahí se masca la tragedia que vendría después con la Guerra de Secesión. Es previsible en cuanto a la intención dramática y, conforme avanza, ya se intuye lo que puede pasar. Pero aunque sepas la tormenta que viene, igualmente es una buena película.

Muy recomendable para disfrutar de una de las grandes actrices del cine.

Estamos ante una de las varias películas que William Wyler dirigió para la Warner con el protagonismo de Bette Davis, amante en aquella época del futuro director de "Ben-Hur".

"Jezabel", con texto basado en una obra de teatro de Owen Davis, es un melodrama decimonónico de ambiente sureño, lo que la emparenta de alguna manera con el megaclásico "Lo Que El Viento Se Llevó", estrenada un año después.

Las semejanzas con la película de Victor Fleming también se manifiestan en el progreso romántico y sentimental de la protagonista encarnada maravillosamente por una seductora Bette Davis, quien consiguió el Oscar por su valiosa y temperamental actuación.
Fay Bainter por su parte también se llevó la famosa estatuilla en la categoría de mejor actriz secundaria.

Henry Fonda, aunque en esta ocasión no fue premiado por la Academia de Hollywood, está fantástico en su papel como principal protagonista masculino, encauzando firmemente su carrera hacia el estrellato tras sorprender positivamente poco antes con su trabajo en la excelente "Sólo Se Vive Una Vez" de Fritz Lang.

La historia va de más a menos, perdiendo fuelle según avanza la película, y algunos personajes (a pesar del buen trabajo de los intérpretes) carecen del empuje y la fuerza necesarios para provocar la total conexión emocional con el espectador.

No obstante, el gran Wyler da un auténtico recital en cuanto a talento narrativo y en lo que se refiere a la composición de planos y a la construcción de escenas (extraordinaria la secuencia del baile). Además contó para sacar la película adelante con la ayuda de un plantel técnico de primer orden, con un brillante Ernest Haller como director de fotografía, un gran diseño de vestuario de Orry-Kelly, un director artístico del nivel de Robert Haas o un compositor de la magnitud de Max Steiner, exaltando las emociones con su enfática partitura.

Uno de los guionistas del film fue el futuro director John Huston.