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Y el mundo marcha

Drama Un joven solitario impulsado por la ambición y el idealismo se enfrenta a la vida en el Nueva York de principios del siglo XX. Las duras condiciones que impone esta realidad desmitifican el mítico sueño americano. (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
10 de enero de 2012
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro clásico solventado. Si este portento de película es una obra maestra, no sólo lo es por sus méritos técnicos y argumentales, sino porque siempre estará vigente, en cualquier época que se visione. Ultimamente estoy disfrutando de lo lindo con las películas que me agencio, y es que apuesto sobre seguro, en este caso King Vidor ofrece un drama sobre el poder del amor ante la adversidad económica además de reflejar una sociedad alienada por los valores del capital, alcanzar la cima. Es la historia de un hombre que fracasa en el intento, pero que consigue lo realmente más importante: el amor y lealtad de su mujer, no sin obstáculos y golpes de la vida. Las interpretaciones son espléndidas, me ha cautivado Eleanor Boardman; la puesta en escena es magistral en interiores como en el exterior, la ciudad de Nueva York, la playa... la cámara barriendo las oficinas en busca de un don nadie o retrocediendo en picado, permitiendo a los protagonistas perderse en un mar de espectadores, dejando que el mundo marche. Por supuesto que es un 10.
Wellesford
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7 de enero de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una joya impagable.
(Vale, tengo que escribir algo más). "The Crowd", la multitud, la masa anónima, las pequeñas e insignificantes piezas que unidas hacen que la locomotora del mundo marche y que individualmente son reemplazadas sin piedad a pesar de ser únicas, por aquellos que viajan en los escasos vagones de primera clase sea cual sea el sistema de vías por el que circulen. En este caso un capitalismo desbocado de la nación más poderosa capaz de ofrecer llegar a lo más alto (según sus baremos) desde lo más humilde. Lo que no contaban es el precio que inexorablemente había que pagar, la deuda acumulada y los "cadáveres" que quedaban en el "american way of life". Marx (Groucho) lo definió muy bien con aquella frase que más o menos decía: "partiendo de la nada he llegado a las más altas cotas de la pobreza".
Y sobre estas piezas, la gente corriente y su cotidianidad vulgar alejada del glamour de las estrellas y sus finales felices Vidor se la juega ante su jefe Mayer que cede gracias al apoyo de Irving Thalberg, quien años después curiosamente se negó a producir la secuela. No era la primera vez, ni la última en que Vidor se arriesga, "The big parade" fue antibelicista cuando no tocaba y al año siguiente "Aleluya" rodada exclusivamente con actores afroamericanos.
Igual que Griffit sintetizó en "El nacimiento de una nación" todos los avances técnicos inventados por él o no, aquí Vidor recoge y destila depurandolos casi todas las influencias y estilos existentes, desde el expresionismo alemán, el montaje soviético, el realismo y el humor slapstick para verterlos en un melodrama conmovedor.
Las escenas magistrales se suceden tanto en el fondo como en la forma. Igual disfrutamos de una panorámica documental sobre el cogollo del Nueva York de la época, como de un mundo orwelliano de oficinistas clonados, a un desayuno familiar explosivo, la ilusión de una nueva vida, el agobio de la rutina, la presión de los parientes, la caída en el alcohol, la desgracia y la fortuna de la mano..., en fin, no tiene desperdicio.
Murray y Boardman están en los papeles de su vida y el brillante final, al que costó llegar superando las presiones del estudio que quería un "happy end", cierra un circulo perfecto.
Mención aparte merece la historia de su protagonista James Murray cuya vida personal tuvo un paralelismo desgraciado con el de su personaje y que dejó profunda huella en Vidor.
ELZIETE
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19 de septiembre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una gran ciudad la multitud marca el ritmo de la existencia cotidiana de todos o la mayoría de sus habitantes, es un ser vivo formado por miles de individuos que comparten el mismo aire, las mismas calles y la misma forma de vida, en la que es necesario trabajo y esfuerzo para ganar dinero si se quiere alimentar a una familia, mientras se espera escalar en la pirámide del éxito y que con ello se triunfe. Y una condición indispensable para poder sobrevivir en una gran urbe como Nueva York en los años 20 es seguir a la multitud y hacer lo que ella dicta, aguardando una oportunidad para destacar, conseguir ser alguien importante y sobresalir de esa multitud. Sin embargo, si se hace lo contrario y se actua libremente fuera de los dictados de la muchedumbre que forma la ciudad las posibilidades de prosperar y salir adelante en el día a día se complican, y parecen más difícil conseguir cualquier cosa. No obastante, el tener alguien a tu lado que te da su amor y su apoyo hace posible hacer frente a cualquier cosa y lograr seguir con la vida con esperanza en un futuro mejor.
John Sims según su padre estaba predestinado a llegar a ser alguien importante en la vida, pero a sus 21 años sólo ha logrado ser uno de los miles de empleados de una oficina neoyorkina y está a la espera de que llegue su oportunidad. Un tarde de fiesta y juerga conoce a Mary, con la que se casará y que se convertirá en la mujer de su vida, cuya compañía, cariño, comprensión y profundo amor le ayudará a soportar las crisis en su matrimonio y el duro golpe que supondrá la muerte de su hija y la búsqueda de un trabajo y una verdadera oportunidad en contra de la multitud.
El cine mudo americano nos ha hecho disfrutar de grandes joyas, y esta es una de ellas, pues tiene todo lo que necesita un buen drama romántico: una pareja con química como la formada por James Murray y Eleanor Boardman, una historia en la que se combinan los momentos de romanticismo y emotividad con otros que muestran lo dura que puede llagra ser la vida y resultan incluso trágicos, y una banda sonora que enfatiza todas las emociones y sentimientos de la misma. A lo que hay que añadir las espectaculares imágenes de las cataratas del Niágara o de la ciudad de Nueva York, que nos la describen como una especie de torbellino en el que sus ciudadanos se mueven como una corriente que te absorve, y compuesta por espectaculares edificios que rasgan el cielo, majestuosos e imponentes y ante los que cualquier humano no supone nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
david panadero moya
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30 de mayo de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que no debe existir tal cosa llamada “mejor película de la historia del cine” porque hay varias que podrían serlo, desde diversos ángulos, que aportan mucho en sentidos excluyentes. Para mí, por ejemplo, “Cantando bajo la lluvia” tiene valores que “Cuento de Tokio” no y viceversa, al tiempo que ambos harán diana en cierta parte de mi alma, sólo reservada a ellos. En lo suyo. ¿Qué es mejor (para mí, no meto a nadie en eso, aquí… de momento), Keaton o Ford? ¿Murnau o Lang? ¿”Toy Story” o cualquier corto de Tex Avery? ¿Maya Deren o Jean-Pierre Melville? No soy capaz de responderme. Y, quizás por ese sin motivo me atrevo a afirmar, con rotundidad atómica que “… Y el mundo en marcha” es el mejor filme de la historia del cine. ¡Hala! Que sí, que “Amanecer” (otra maravilla de más allá del limbo, por ser del año anterior y abrir un montón de puertas, tanto técnicas como narrativas) es más importante. Concedido. ¿Cómo no hacerlo? Incluso “El nacimiento de una nación” es más importante que todos los filmes posteriores, juntos: sin ese pecado original (repugnante en todo lo tocante al racismo, sólo faltaría) el cine no sería lo que es, tanto para poseer su base gramática ya, por fin, asentada, como para poder atacarla y darle la vuelta todo las perrerías vanguardistas que queramos. Pero “…Y el mundo marcha”, permítaseme el arrebato despótico del día, es la mejor. Así, a secas y a húmedas. Y así lo proclamo porque, después de una vida de quema retinal a la luz parpadeante esa, me parece una barbaridad de tomo y lomo que haya tanto experto sin haberla visto y tan poco que la ha visto sin saber para cómo se usa la visión.

La descubrí hará ya unos buenos 45 años, cuando era casi un niño que intentaba recopilar, como podía, las 12 “mejores películas de la historia del cine” (por cierto, nueve de ellas mudas, lo cual me parece muy justo, porque ahí se inventó y se le dio la vuelta y la revuelta a casi todo) de cierta lista bruselense que ahllé. Ya entonces esa maravilla me sirvió para entender de qué iba la vida, expresado con una franqueza y al tiempo una gracia a las que yo no estaba acostumbrado. En absoluto. Luego, sí, la vida ha ido, más o menos de eso que me había dicho el señor Vidor. A veces un poco más a mí, otras un poco más a las personas que me rodean, ya sean parientes, amigos, saludados o vistos de lejos. La vida ha sido, nos ha ido, les ha ido, así. Y creo no haber encontrado, tras reverla diversas veces a lo largo de los años, algo tan artísticamente honesto y creativo, tan sumamente bello, creado en fecha anterior o posterior a su producción. Pero por algún motivo que se me escapa (bueno, sí, el cine mudo le importa bien poco al “aficionado” medio y los derechos de este filme deben haber puesto pegas a que se le dé mayor cobertura: a día de hoy aún resulta imposible verla en una edición restaurada como Dios manda) el filme aparece (incluso en las webs en las que sólo nos reunimos los frikis del cine que no tiene necesidad de debatirse entre doblaje o subtitulado) a una distancia muy por debajo de su valía y adelantada por títulos muy buenos pero que sus ataques por la contienda artística real resultan tan infructuosos como los de un tirachinas por demoler las murallas de Ávila. Entiendo que aquí mismo, a día de hoy, “Amanecer” tenga sus más de 130 críticas o “El Maquinista de la General” casi 90, pero que “…Y el mundo muarcha” tenga treinta y pocas… En fin. La tónica habitual.

Una de las ocasiones que la vi fue ya hará más de 25 atrás, junto al amigo que más sabiduría cinematográfica atesora en su voluminoso cerebro. Él no la había visto y yo me moría de ganas de su opinión. Al salir dijo, más o menos: “todo lo que he dicho sobre cine hasta ahora no vale nada al carecer de la referencia de esta película. ¡Menudo ignorante he sido! ¡La de tonterías que debo haber dicho! Cualquier cineasta haría bien en verla, pero esa no es su obligación. Incluso defiendo que el artista sea bastante ignorante: la ignorancia tropieza con grandes hallazgos, mientras la sabiduría ha encorsetado grandes talentos, la progresiva profesionalidad ha hecho perder purezas. Quien debería verla es quien pretende hablar de cine. Debería haber, a partir de ya mismo, un dispositivo eléctrico que electrocutara a todo aquél que pretenda escribir sobre cine sin haberla visto”.

Desde luego, todo esto es una exageración, una hipérbole desmesurada. Lo suyo, lo mío. Pero no sufra el paciente lector, ésta será mi única "crítica", mi único gran grito en el vacío cósmico. Podría dedicarme a luchar porque Keaton fuera obligatorio en las universidades, que se disfrutase y aplaudiesen los que proyectaron y fueron cegados por los reflectores primigenios y, claro que sí, a tratar de bucear por todo lo que se cuece por el mundo en este mismo momento porque, que hacen los nuevos jóvenes, con su pedantería y su insolencia necesaria, a pesar de todos sus pesares: cada época es la edad de oro de algo y tratar de no descubrirlo y disfrutarlo son ganas de envejecer prematuramente. Pero ya se me sufre demasiado en otros lugares. Y que sí, que hay muchas maravillas (del pasado, del presente y del futuro) que merecen mejor suerte (venga ahí “Muchachas de uniforme”, gran proeza alemana del 32, por ejemplo, por mencionar algo que me viene a la cabeza), pero es que en un mundo que hay demasiadas idolatrías, amilanándonos, que al menos nos apabulle este monumento de Vidor (un director extraordinario, del cual adoro unos cuantos títulos pero del cual no soy tan fan como para partirme la jeta por él) que nos ilumine por los siglos de los siglos y se la tenga en cuenta como es debido. Y, bueno, si luego le quieren lanzar huevos, tampoco se repriman, que también es malo quedárselo todo dentro.

¡Salud y no se olviden de ver dibujos animados! (el dibujo animado también es cine).
Vicentedecente
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18 de diciembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película epílogo del cine mudo, "The Crowd" es, pese a su objetiva antigüedad, una película muy actual. Trata el tema del sueño americano ("serás alguien importante, hijo") y el proto American Way of Life (esto es: consumismo, cultura del esfuerzo, competencia voraz, individualismo, etc.) de una manera crítica y, a la vez, muy sutil, o no tanto, pues los mandamases del Hollywood de aquellos años criticaron el hecho de que fuese candidata a los premios Oscar, cuya primera edición se celebró en 1929, un año después del estreno de esta película.

Lo mejor de este film es que se trata de un compendio de muchas de las ideas innovadoras que hasta entonces se habían desarrollado en el medio, por lo que esa antigüedad de la que ya he hablado y ya he relativizado, habría que relativizarla un poco más. Por poner unos ejemplos:
- Elementos del expresionismo alemán, cuyo apogeo se dio en la década de los 20, como el uso de ángulos imposibles (la mejor escena, en mi opinión, es la del pequeño John en la escalera de su casa recibiendo una triste noticia al inicio de la película) o como el contraste lumínico (las secuencias durante la primera cita de la pareja protagonista, en la feria, de noche).
- Elementos de las vanguardias europeas, como la sobreimpresión de imágenes, utilizado por los surrealistas.
- E incluso, respecto a su temática social y al modo en que el director la trata, se podría considerar como una película precursora del cine neorrealista italiano de posguerra (secuencia en la que John y su hijo deambulan juntos por la ciudad).

Por otro lado, me gustaría destacar el gran acierto del título de la película, tanto el original ("The Crowd") como el de la versión española ("Y el mundo marcha"):
- "The crowd", es decir, "multitud": Es impresionante como King Vidor muestra (y critica) el sistema social, económico y cultural de la época durante todo el metraje (una crítica que se convirtió en realidad un año después, con el "crack del 29" y el inicio de la "Gran Depresión"). Esto lo hace con los planos de la multitud agolpándose en las aceras, en los teatros, en las viviendas, en las playas, en las oficinas, una multitud que se mueve como una masa única con el único objetivo que le han marcado: sobresalir, y quien no lo conseguía era un perdedor y un vago. Una multitud que el director representa como si se tratase de unas hormiguitas trabajando ordenadas en un hormiguero de asfalto y cristal,o como unas abejas en una colmena. En definitiva, como una masa uniforme. Como una muchedumbre.
- "Y el mundo marcha": Como un amigo ha dicho, esta película es como un río que no para, pues en ella se ve todo el recorrido vital de una persona, sin dar tiempo a la reflexión. O como una catarata en la que el agua salta una y otra vez, sin descanso, añadiría yo. Este título aparece en una escena muy emotiva de la película (ver spoiler, con spoiler, grande).

Por último, señalar el "pero" que creo que tiene esta película: el guión, o más bien parte de él, concretamente la referida a la historia de amor. Muy sencilla, muy simple, muy común, discordante con el tono crítico subyacente del conjunto del guión. Historias de amor hay muchas y muy buenas, y, para no descontextualizar, pondría como ejemplo la historia de amor de una película de 1927, que participó en la primera edición de los Oscar de la que he hablado al inicio y que se llevó varios premios merecidamente: "Amanecer", de F.W.Murnau

Y es que, en definitiva el mundo marcha, sí o sí. Y no espera a nadie. Y menos en la Gran Manzana.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antoine Czirszn
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