Sin retorno

Excelente producción nacional, con poco por criticar. Una grán historia, y una serie de actores como Leonardo Sbaraglia o Federico Luppi, que siempre dan cátedra y responden al papel en cuestión. Miguel Cohan mueve los hilos de la historia con mesura, desarrollando una gran tarea, que muestra una agradable mejora en cuanto a producciones argentinas de cine refiere. Notable.

El director debutante Miguel Cohan se fue con la Espiga de Oro bajo el brazo en el Festival de Valladolid con este relato humano que bordea temas como la justicia, la culpa o como un instante sin importancia aparente puede cambiar a varias personas.

Tres familias presentadas de manera paralela se verán envueltas en la misma trama tras la muerte en un accidente de tráfico de uno de ellos. Una ejemplar escena, de fantástico ritmo, suspense y montaje nos muestra ese suceso uniendo en diferentes tiempos pero en un mismo espacio a los tres personajes masculinos protagonistas y relatando una injusticia posterior que podría suceder en la realidad.

Unos personajes humanos con pesos de consciencia ante ese suceso, se verán inmersos en las causas y efectos del accidente de diferente manera y su reacción y manera de afrontarlos también será diferente. Destacar sin duda al trío protagonista con el siempre eficaz Federico Luppi, un excelente Leonardo Sbaraglia y el joven Martín Slipak que nos demuestra un talento prometedor.

Un guión muy bien hilado, las brillantes interpretaciones y un fantástico uso de la elipsis y el montaje le dotan a este thriller humano un notable nivel cinematográfico.

Interesante este drama de Miguel Cohan sobre las repercusiones de las decisiones que uno toma, el perdón, la culpa, la cobardía y la venganza.
Con un estilo sencillo, duro y escueto, que intensifica los sentimientos de los protagonistas, el director consigue grandes interpretaciones de todos sus protagonistas y hace de este "Sin retorno" un digno ejercicio de cine.

Un atropello, una huida y una desafortunada serie de acontecimientos que colocan al hombre equivocado ante la Justicia.
Este es el punto de partida de esta opera prima cuyos autores han estado 3 años dando vueltas al guión.
Me ha parecido que está bien y donde el comportamiento humano en ciertas situaciones no queda bien parado.
Plantea la espectador interrogantes sobre la verdad y la mentira.
La vi en la Seminci y fue la gran triunfadora del festival con la Espiga de Oro, premio mejor nuevo director y premio de la crítica internacional.

Excepcional filme del argentino Miguel Cohan, con una explosiva y efectiva mezcla entre el thriller y el drama.

La película se centra en dos historias que, como en todas las cintas de este tipo, se cruzan. Cuando esto ocurre el choque es fuerte para ambas partes, pero sólo una de ellas sale herida al menos a corto plazo, precisamente aquélla que menos culpa tiene. Son los daños colaterales de la justicia, tanto la de la misma opinión pública como la de los tribunales. Cohan hace en este sentido una reflexión bastante curiosa y no por ello menos realista, haciendo que el espectador se plantee si todos los culpables que nos anuncian como tales en los telediarios son realmente culpables, así como también quedaría en el aire si todos aquellos que piden justicia no se están equivocando de persona a la que dirigir sus ansias de venganza.

Aparte de la evidente crítica de la justicia social, la cual no necesita ninguna prueba acusatoria para condenar a base de rumores e imágenes con subtítulos sobreimpresionados, el filme de Cohan presenta un drama familiar en la figura del joven adolescente que, en la rebeldía propia de su edad, se mete en un problema mucho mayor de lo que pueden soportar sus valores y su propia familia. Las decisiones que toma ante el suceso son tomadas en consenso familiar, urdiendo entre todos la mentira, hasta que el equilibrio mental se rompa y los principios superen a los miedos.

El juego que se desarrolla es un juego mortal, peligroso, en donde las partes implicadas sufren por diversos motivos; unos, por cargar con el precio que la justicia impone, y otros, por soportar el peso de la culpa durante tanto tiempo. Ambos sienten que parte de su vida les ha sido arrebatada, y sus decisiones futuras dependerán mucho de los acontecimientos. Cohan usa esto para ofrecer todo un alarde de virtuosismo narrativo, en conjunción con unas buenas y verosímiles interpretaciones que hacen de “Sin retorno” una de las películas más conseguidas del cine argentino de los últimos años.

Muy recomendable.