Excepcional filme del argentino Miguel Cohan, con una explosiva y efectiva mezcla entre el thriller y el drama.

La película se centra en dos historias que, como en todas las cintas de este tipo, se cruzan. Cuando esto ocurre el choque es fuerte para ambas partes, pero sólo una de ellas sale herida al menos a corto plazo, precisamente aquélla que menos culpa tiene. Son los daños colaterales de la justicia, tanto la de la misma opinión pública como la de los tribunales. Cohan hace en este sentido una reflexión bastante curiosa y no por ello menos realista, haciendo que el espectador se plantee si todos los culpables que nos anuncian como tales en los telediarios son realmente culpables, así como también quedaría en el aire si todos aquellos que piden justicia no se están equivocando de persona a la que dirigir sus ansias de venganza.

Aparte de la evidente crítica de la justicia social, la cual no necesita ninguna prueba acusatoria para condenar a base de rumores e imágenes con subtítulos sobreimpresionados, el filme de Cohan presenta un drama familiar en la figura del joven adolescente que, en la rebeldía propia de su edad, se mete en un problema mucho mayor de lo que pueden soportar sus valores y su propia familia. Las decisiones que toma ante el suceso son tomadas en consenso familiar, urdiendo entre todos la mentira, hasta que el equilibrio mental se rompa y los principios superen a los miedos.

El juego que se desarrolla es un juego mortal, peligroso, en donde las partes implicadas sufren por diversos motivos; unos, por cargar con el precio que la justicia impone, y otros, por soportar el peso de la culpa durante tanto tiempo. Ambos sienten que parte de su vida les ha sido arrebatada, y sus decisiones futuras dependerán mucho de los acontecimientos. Cohan usa esto para ofrecer todo un alarde de virtuosismo narrativo, en conjunción con unas buenas y verosímiles interpretaciones que hacen de “Sin retorno” una de las películas más conseguidas del cine argentino de los últimos años.

Muy recomendable.