La mujer de rojo

Imaginen al que suscribe con once o doce años.

Un día descubre que sus padres han alquilado en VHS esta cinta en el videoclub de barrio, el Casablanca.

La tienen escondida en un cajón destinado a esos casos, lo que ya presupone que no es apta para infantes. Y un rato que me encuentro solo en casa, llevado por la intriga y la curiosidad, decido poner la cinta en el video.

Y es en ese preciso instante cuando descubro el amor platónico. Una chica de una belleza inconcebible y un físico rutilante. Vestida de un rojo imposible. Enamorado hasta las cachas quedé, hasta el día de hoy.

Años después, volví a alquilarla para descubrir que ese amor seguía ardiendo como una antorcha y además se sumaba mi caída en el pecado de Onán.

Por eso, no puedo valorar otros aspectos de la película. Simplemente a ella. Que se llevó un pedacito de mi corazón aquel día.

Disculpad que no sea un crítica muy cinematográfica ni técnica, pero necesitaba decirlo por fin en alto.

Manos a la obra, vaquero!

Gran clásico, "La mujer de rojo", precisamente por la explosiva, sensual y muy bella Kelly LeBrock, a la que entre otras virtudes, le encuentro un parecido más que razonable con la no menos guapa Liv Tyler. Actuar, no actúa mucho, pero su simple presencia, la de una sonriente modelo con un punto de provocación e inocencia consagra como hito a la película que protagoniza y dirige Gene Wilder, su compañero de reparto. Aunque no todo es la Lebrock. Sí también es divertida por más que hay unos giros en la parte final particularmente irritantes y un planteamiento general que no te hace mucha gracia. Porque, que este Theodore (Gene Wilder) sea un pardillo integral, sin el más mínimo atractivo y con 51 años (esa es la edad del actor), que se fije en esta modelo de portada es lo más normal del mundo. Pero que Charlotte (Kelly Lebrock, que tenía 24 años, o sea que se sacan 27) le siga el juego es de lo más doloroso. ¡Eso no pasa le pasa en la vida! Claro, de eso se trata, de cumplir un sueño irrealizable que consiste en... echar un polvo, eso sí con una mujer de bandera (SPOILER). Qué hombres más mediocres, mezquinos y superficiales.

Os informo de que este tipo de planteamientos, modelo "Manual de Amor 2", en los que las mujeres, cuanto más atractivas sean mejor, están al servicio de las pulsiones sexuales del tarugo de turno, me son realmente odiosos. El que esta panda de amigos sean unos sinvergüenzas de cuidado o el que Theodore sea lo suficientemente fresco como intentar ponerle los cuernos a su mujer, lo que revela es que estos tratan a las mujeres a patadas. Pero no pasa nada. Incluso la esposa de Joe le acaba perdonando sus múltiples amoríos. Es normal que uno eche una cana al aire de vez en cuando, pensará en el fondo Wilder. Volviendo a la trama principal, lo peor de todo no es lo dicho, sino que entre éste u otro hombre y Charlotte no hay más horizonte que un encuentro sexual, como dando a entender que podrá ser muy bella pero en el fondo no es más que un objeto sexual. La desean pero ningún hombre se enamoraría de ella, por favor. Ya se sabe, palos a las guapas, de cuyo conservadurismo se sospecha. Aún así, no te preocupes Charlotte, yo me enamoraría perdidamente de ti, si quitáramos esa parte del final (SPOILER).

Porque esta diosa tiene unos 15 minutos finales desastrosos en los que se cae completamente de bruces del pedestal en la que hemos subido. Para no destripar el desenlace, digamos que echa perder su estatus aproximándose peligrosamente al de golfa de cuidado. La verdad es que este giro tan simple es una salida bastante torpe que tiene como objetivo desprestigiar al personaje y en cierto modo justificar al protagonista. Yo la primera vez que la vi esperaba un comportamiento distinto de la modelo. Que fuera una especie de psicóloga que le ayudara a "descubrir" que en realidad quería a su mujer. Que lo suyo era una atracción puramente sexual que echaría a perder su matrimonio. En cambio, la enseñanza de esta película se me escapa por completo. Sea como fuere, "La mujer de rojo" se convirtió en un hito del cine de los 80, con una LeBrock imitando a Marilyn Monroe en la famosísima secuencia del vestido y el aire, imitación con tanta fama o más que la original. Encima, una gran banda sonora con grandes canciones en la que, pese a la fama de otras, la mejor es "It's you" de Stevie Wonder y Dionne Warwick.

Nos plantea la realidad del matrimonio como una cárcel de la que hay que escapar ligando con jovencitas. Son señores entrados en edad que ellos tienen aventuras pero jamás soportarían la idea de que su mujer se fuera con otros. Viven en la mentira, en la vida acomodada y se refugian en esas pequeñas aventuras que comentan como machotes con sus amigos.

La película se hace entretenida, y la música de Steve Wonder a veces entra muy estrepitosamente de forma muy explícita. Es decir, cuando habla por teléfono suena la canción "I just call to say I love you".

El enredo es divertido, la mujer ocupa un papel como la guapa tonta, pero al final no es tan tonta y es como ellos.

En la noche anterior a la entrega de los óscars echaron en la Sexta 3 ésta película como supuesta obra maestra.

No hay que ser muy tonto para ver que la mujer de rojo, Kelly LeBrock, es atractiva pero la película es más bien mediocre, y tampoco se aprende mucho inglés ya que los personajes no hablan mucho.

Decepcionante, y si un adolescente la ve por la actriz mejor que lea "The Sun" qué es más divertido o directamente la Interviú. (A no ser que en esa edición salga en la portada la enana de Gran Hermano).

No la veas.

Hubo unos años, concretamente diez, vamos, lo que viene siendo una década entera, en los que el concepto del arte popular bajó el listón hasta límites preocupantes. Tanto lo bajó, que terminó tropezándose con él.
Siempre nos queda la nostalgia, claro está... como por aquella época los treintañeros que por aquí nos movemos éramos canis... pues todo nos parece muy bonito asaz entrañable, y puntuamos idioteces con nueves y dieces... pero nuestra memoria nos engaña... esto no era bonito, ni entrañable... era pueril y tontorrón... por eso de pequeños son gustaba... porque estaba a nuestro nivel intelectual... pero ni la más tierna nostalgia debe confundir a un adulto, en principio, mentalmente operativo...

En lo tocante al cine, que es lo que nos ocupa, la lista de engendros perpetrados por los cineastas y demás peña que tuvo a bien hacer películas y demás cosas que decidieron denominar películas también durante aquella maravillosa época es, realmente, inacabable, y aunque muchas de estas joyas ya han caído en el olvido, hay otras que, por razones ajenas a su misma idiosincrasia, todavía se recuerdan. La mujer de rojo pertenece a este grupo... se recuerda por culpa de Kiss FM y demás espacios de difusión musical de bodrietes ochenteros. Y es que, en mi opinión, los ochenta trataron aún peor a la música que al cine, si cabe.

Hay una escena en “Alta Fidelidad” del gran Stephen Frears, en la que un señor entra a comprar un single de “I just call to say I love you” del gran Steve Wonder para regalárselo a su hija, y el dependiente (Jack Black) se niega a vendérselo, aunque lo tiene, y le echa de allí insultándole y preguntándole si realmente conoce a su hija. Esta escena es una de las mayores razones que tengo para adorar esa película. Y lo popular del abominable tema de sintetizador perpetrado por Wonder, por lo demás, ese gran músico, al que sólo se le recuerda masivamente por la cancioncilla de marras, una de mis mayores razones para detestar La mujer de rojo. Pero no es la única razón.

Como decía Sabina, allá por los ochenta también, cuernos, cuernos, cuernos, siempre tan modernos… El argumento de la peli tampoco es gran cosa. Un tío feo hace lo humanamente posible por tirarse a una chati buenorra, y tal. La gracia y la originalidad brillan por su ausencia… Por que cualquier peli de Mariano Ozores trata este mismo tema, una y otra vez, eso sí, de un modo más saleroso y más cañí, que para eso estamos en España. Y ya que nos ponemos a añorar bodrios, por lo menos que sean nuestros.

Y aunque, gracias, Dios mío, mi memoria es selectiva, tengo intacto el recuerdo de la tal mujer de rojo, a lo Marilyn Monroe, mientras el abominable sintetizador de Wonder taladra las meninges del espectador… Qué espanto.