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Paisaje en la niebla

Drama Dos niños griegos que buscan a su padre emprenden un viaje hacia Alemania, durante el cual encontrarán el bien y el mal, la verdad y la mentira, el amor y la muerte, el silencio y el verbo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
20 de agosto de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que un cineasta Angelopoulos es un poeta o un paisajista. Como poeta sabe componer escenas, selecciona el “tempo” pero abusa de largos planos secuencia, enormes travellings, grúas y movimientos circulares de la cámara no siempre necesarios. Como paisajista, como fotógrafo, tiene indudable ojo para la escenografía y los pasajes fantasmagóricos, aunque a veces se obsesione por crear a toda costa imágenes impactantes, tengan o no relación con la historia, léase las escenas de la nieve, el caballo moribundo, la boda, el violinista en el restaurante, la gallina en el bar o la gigantesca mano en Salónica.

A veces pienso que es un gran paisajista, un discutible poeta y un mediocre cineasta.

Todos los días dos hermanos van a ver salir el tren con destino a Alemania. Hijos sin padre a los que su madre les ha hecho creer que vive allí, los niños viven una fantasía en la que le escriben cartas y sueñan con él, lo que les llevará a emprender una imposible búsqueda, en forma de arduo viaje iniciático y simbólico, “road-movie” entristecida o retrato sombrío, en el que amor, amistad, dolor y violencia se cruzarán en el camino de estos modernos Hansel y Gretel en su viaje hacia ninguna parte.
Gould
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10 de julio de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos niños se escapan de casa en busca de su desconocido padre, que según creen está en Alemania. A base de irse colando en los trenes que parten hacia Alemania, los dos niños emprenderán un viaje en el que vivirán trágicas experiencias.
Recientemente había visto La mirada de Ulises. Siendo Paisaje en la niebla la segunda película que veo de Theo Angelopoulos encuentro entre una y otra cinta ciertas similitudes. Para empezar, ambas consisten en un viaje, el cual podrá ser explicado por los más entendidos en la filmografía del cineasta griego atendiendo a las connotaciones poéticas y simbolismos que tiene en tanto que viaje interior de los personajes. Si en La mirada de Ulises veíamos a A en busca de la primera mirada efectuada por los hermanos Manakis, en Paisaje en la niebla vemos a Voula y Alexandro en busca de ese padre al que no conocen. Y todo ello envuelto en una niebla escalofriante que, supongo, impregnará gran parte de la filmografía de Angelopoulos. Otra escena que me ha recordado al filme que posteriormente haría en el 95 es esa escena en la que un helicóptero saca una descomunal mano de una estatua. Es seguro que esta escena es el antecedente de lo que en La mirada de Ulises será ese despiece de la gigantesca estatua Lenin, cabeza del líder soviético incluida.
En el aspecto técnico volvemos a encontrar esos rasgos típicos que definen el cine de Theo Angelopoulos, como son los eternos planos secuencia (los cuales, por cierto, se acentuarán aún más en La mirada de Ulises) y los silencios que llegan, en ocasiones, a ponernos nerviosos. Cine muy contemplativo, demasiado para algunos, que nos remite a Tarkovski y, si me apuras, en algunas ocasiones a la Ordet de Dreyer. La música corre a cargo de la genial Eleni Karaindrou, quien volverá a colaborar con el director en La mirada de Ulises, y que contribuye necesariamente a lograr esa atmósfera de nostalgia y melancolía.
Pero no se puede dejar de comentar Paisaje en la niebla sin referirse a esa espectacular escena de violación tan escalofriante, aún sin mostrarnos nada el director. Y es que es precisamente eso lo que hace estremecedora a esa escena, el hecho de que tengamos que imaginarla, porque todo ocurre oculto a nuestros ojos, sin que lo podamos ver.
Desde luego, Theo Angelopoulos no es un cineasta cualquiera. Su cine no va dirigido a todos los públicos, no sólo en tanto que trata temas poco adecuados para los niños, sino que se requiere cierta formación en cuanto a literatura griega clásica se refiere, así como cierto conocimiento sobre la historia de Grecia, la cual es explorada por Angelopulos a lo largo de su filmografía.
Fernando Puertas
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2 de noviembre de 2008
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
245/02(02/10/08) Primer film que veo del director Theo Angelopoulos. Despierta en mi sentimientos encontrados, pues por un lado me ha resultado bella, pura poesía, pero por otro lado me ha parecido pedante, lenta y aburrida. Es una road-movie contada como si de un cuento de hadas se tratara, visto a través de los ojos de dos hermanos, una niña de unos siete u ocho años y su hermano pequeño, un cuento que bien podría estar inspirado en "El mago de Oz", en el que estos dos niños se embarcan en una huida que pretenden les lleve de Atenas a Alemania, en busca de un padre- Mago de Oz, que tal vez no exista, por el camino de losas amarillas encontraran todo tipo de personajes, desde hadas malas (un camionero) a hadas buenas (un motorista gay que les ayuda), todo ello realzado por la bella fotografía de Yorgos Arvanitis, en medio de pueblos semidesiertos, autopistas vacías y paisajes desoladores. Digo que hay que entenderla como un cuento pues solo desde este punto de partida se pueden entender todas las licencias que se toma la película, lo digo por la cantidad de cosas irracionales que ocurren con los niños. Recomendable a los que gusten de obras extrañas, no para todos los estómagos. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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22 de diciembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pareja de niños emprende un viaje a Alemania en busca de un padre hipotético...Ha sido Angelopoulos uno de los cineastas más personales y coherentes del cine moderno.Su cine mezcla la prosa densa y calmuda, con una poesía esencial, íntima, elevada en metáforas tan sentimentales como de poderosa imaginería. El viaje de estos niños es, sobre todo y lógicamente para Angelopoulos, un viaje interior, profundo, tortuoso en busca de un alma primeriza, inmadura, pero ya latente.
"Paisaje en la niebla" es como su titulo indica una película triste. Muy triste. Secuencias como la llegada entre la ventisca de los comediantes así lo atestigua. E incluso, sobrepasando esa tristeza y alcanzando ya lo atroz y tétrico cómo hablar de la secuencia desarrollada en la parte de atrás del camión (magistral, terrible). Este viaje de los dos niños más que a Alemania, es un viaje a una hipótesis, a ninguna parte definida. Con ello, Angelopoulos y su coguionista y amigo Tonino Guerra (nada menos), recorren una reflexión sobre la condición humana, el paso del Tiempo, sobre una Grecia, sobre un mundo, tan triste, arrasado y desolado hoy día como en el 88. Frágil, aparentemente estática, rayana lo circular, es muy sólida en su avance (me sobra la secuencia de la discoteca) algo encorsetado, en un canto sereno a la utopía de un mundo mejor, dónde todos perdamos la inocencia para ser menos sonámbulos y más conscientes.
"¿Debería haber fronteras en el mundo?": grita, una y otra vez, el cineasta griego sin respuesta. Angelopoulos hace un cine utópico porque se basa en utopías: y por ello es tan frágil, tan hermoso, tan errante, tan denso quizás también. Angelopoulos utiliza muchas metáforas histórico/políticas para el desarrollo de sus historias. Aquí, pese a la desolación global, queda una preciosa secuencia final, de bellísimo humanismo, esperanzada, una auténtica luz hurtada a tanta penumbra y oscuridad. Y hablo en presente, pues es un cineasta que pervive.
Espléndida fotografía de Yorgos Arvanitis, atrayente y embaucadora música de Eleni Karaindou y una obra globalmente magnífica con momentos de una osadía admirable: la secuencia de la nevada y la novia, por ejemplo.
Creo, sinceramente, que Kafka y Angelopoulos hablan, a veces, incluso a gritos, por las noches. Niebla. Lluvia. Tristeza. Fronteras. Poesía. Luz entre la niebla.

P.D.: "Un bocadillo, por favor"
"¿Tienes dinero?"
"No, pero tengo hambre"

(y 2): "Si gritara, ¿quién me oiría en el ejército de ángeles?".
kafka
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8 de agosto de 2006
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cine, en el cine, la imagen debería contar como lenguaje y sobretodo en su otra acepción, cosa que se tiende a olvidar o se infravalora hasta la nulidad tanto visual como en el ámbito textual en relación a la interconexión o adaptación de imágenes en texto o a la inversa, piedra angular de la que se acaba alimentando la historia. Me interesa, a veces emocionándome hasta honduras insospechadas, que la imagen, que una escena, en este caso por sí misma, en base a su capacidad poética alcance tal maravillosa posibilidad, tanto mediante la conjunción o el contraste de determinados elementos con gran capacidad de evocación, estrictamente por sí mismos o amplificados sensacionalmente gracias a la profunda relación en el contexto donde se integran. Los dos niños en la puerta de la estación enmarcados en un ambiente grisáceo y triste y de pronto, lentamente aparece el sol, una fuerte luz amarilla, cargada de esperanza en forma de monos de trabajo de operarios de ferrocarriles. Emoción versificada y delimitada casi por sí misma, pero perfectamente alentada por la contraposición lumínica que establece con respecto a tantos acontecimientos, hasta ahora, veladores sombríos de ese horizonte que luchaba por escapar hacia la esperanza.
Resolver de manera natural una escena a través de una imagen puramente poética que no chirríe, como el director consigue con los niños corriendo a través de, tanto, transeúntes como policías, paralizados por ver la nieve caer, llegando a trascender emocionalmente la escena al mismo tiempo, es digno de elogio.
Que se me vaya contando la historia tanto de forma fáctica como emocional en confluencia con dichos estados, me interesa, siempre que se avance en la pretensión, que no se estanque, atragante, que además la emoción, aunque sea a través de la historia, se consiga aún a intervalos, que, en definitiva, al no decaer de manera ostensible, puedas seguir aprendiendo a ver poesía tanto a través de las escenas cotidianas que con mayor facilidad se prestan a ello como en las de mayor crudeza, cuya dureza y tratamiento del sufrimiento más profundo en el sentir de una niña, provocan, amén, de no ser olvidado, una firme intención de que se siga indagando y denunciando las causas que incitan a ello.
Hubo momentos que se me hicieron, un tanto largos como algo farragosos, tal vez la intención, en estas ocasiones, no se concretó, plasmó tanto en el intelecto como en el corazón con mayor profundidad dramática o lírica, que nos permitiera seguir meciéndonos en su melancolía. Pero, en general, pude disfrutar de los agarraderos necesarios a lo largo de toda la historia que necesitaron las crisálidas versiculares para sostenerse en su aflorar poético.
GAINSBOURG
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