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Paisaje en la niebla

Drama Dos niños griegos que buscan a su padre emprenden un viaje hacia Alemania, durante el cual encontrarán el bien y el mal, la verdad y la mentira, el amor y la muerte, el silencio y el verbo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
17 de mayo de 2006
79 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Angelopoulos es uno de esos directores que, por alguna extraña razón, tienden a provocar reacciones extremas: por un lado los que le consideran un indiscutible maestro del cine europeo y, por otro, quienes piensan que es un aburrido pedante al servicio de la pseudointelectualidad.
Aunque personalmente creo que Paisaje en la niebla es una obra maestra, no extiendo esta consideración al conjunto de su producción. La mirada de Ulises, por ejemplo, me parece una estupenda película con secuencias realmente magistrales; sin embargo justo es reconocer que su excesivo metraje alberga también momentos de morosidad autocomplaciente y algo pretenciosa. Lo mismo podría decirse de La eternidad y un día, aunque para mi gusto es mucho más lograda que la anterior.
Así, pues, no me sitúo ni en el grupo de los defensores acérrimos ni en el de los detractores que hacen una “enmienda a la totalidad”. Para mí, Angelopoulos es un gran director al que de vez en cuando se le va la mano, por lo que teniendo capacidad para hacer obras redondas, le acaban saliendo ovaladas. Ello no quita, reitero, que sigan siendo magníficas, superiores en todo caso a la media.
La excepción es Paisaje en la niebla, la única suya donde percibo que nada sobra, que todo está en su sitio, que la cámara se mueve como el poeta escribe y que la lectura simbólica no es un guiño para iniciados sino una profunda, bella, introspectiva reflexión sobre la condición humana.
Por último, si de Charada suele decirse que es uno de los mejores Hitchcock, yo añadiría que el último plano de Paisaje en la niebla es la más alta escena de Tarkovski.
Quim Casals
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12 de julio de 2006
55 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película gris. Con frecuencia, gris perla; a veces, gris navaja; ocasionalmente, grisácea. El rito de la iniciación, en un avance continuo, engañosamente circular. La presencia del bien y del mal, de lo blanco y de lo negro; el aprendizaje del dolor y la esperanza. "El tiempo parece no importaros... pero tenéis prisa por iros. Parecéis viajar sin rumbo... pero vais a algún sitio." Al norte, a una simbólica "Germanía". Lo visual se saborea hasta el escalofrío. Un principio magistral, en el que se nos presenta el quid del argumento en apenas cinco minutos de metraje. El gusto por la composición de poéticos cuadros vivientes. Y algunas de las escenas más evocadoras imaginables: la emersión de la mano de piedra -seguida del primer verso de la célebre y maravillosa primera elegía de Rilke-; el deambular absorto de los personajes -en la ciudad nevada, a la salida de la comisaría; en la playa, los cómicos-; la boda y el caballo; los trajes tendidos al viento a la orilla del mar; la autopista vacía en medio de la noche. Y un final intenso y esperanzador, que, con algo de buena voluntad, invita a enamorarse de la vida y del mundo, a pesar de su miseria. Paladea cada sorbo de la historia. Sumérgete en su niebla. Vive para contarlo.
Servadac
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9 de diciembre de 2006
64 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
La práctica totalidad de las películas de Theo Angelopoulos son viajes exteriores/interiores de sus protagonistas. Entiendo perfectamente a las personas que les parecen pesadísimas, largas hasta la muerte cerebral y también inician su particular viaje exterior/interior hacia la salida del cine en mitad de la proyección, el lento camino hasta el reproductor para apagarlo no sin antes hacer un corte de mangas o los que eliminan sin piedad el archivo en cuestión rogando que su sistema operativo no les pida confirmación para dilatar más la agonía.

Al contrario de lo que me sucede con Tarr, Tarkovsky y demás vertientes del cine contemplativo y planos secuencia infinitos, Angelopoulos me toca la fibra sensible. En especial con dos películas (“La mirada de Ulises” y “La eternidad y un día”), pero “Paisaje en la niebla” no me convence en lo más mínimo. Por el contrario es la que más gusta a los votantes (de momento) de filmaffinity.
No sé qué la verán, porque a mí es que no me parezca soporífera sino es que no me creo nada de lo que cuenta: ni lo de los niños solitarios en busca de su padre, ni la prosa (que ya quisiera el que escribe) de la niña para redactar las cartas, ni sus encuentros variados en la tercera fase, ni que se metan en una discoteca, etc., etc., etc.
Nada de nada.

La secuencia del camión y el poético final evitan el descalabro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maldito Bastardo
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8 de diciembre de 2007
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los encontré andando, sin rumbo. Tiempo después dijeron que iban al norte. Creo que eran hermanos. Buscaban a su padre, en Alemania. Al norte. Al norte.

Los acompañé, callado. Y el silencio nos acompañó a nosotros. Un silencio templado, a veces casi helado. La niebla se amigó con el paisaje. La capa espesa impedía ver más allá, pero imaginamos que al final de esa autopista, allí donde se cruzan su mirada y la mía, estaba nuestro norte.

Una tarde oscura se unió un hombre, dijo ser un tal Theo, Angelopoulos de apellido, aunque eso ahora poco importa. Vestía con uniforme gris, haciendo juego con el tiempo. Sacó una cámara de cine, y grabó nuestro aspecto decaído. El objetivo atrapó el silencio y el aroma del entorno. Theo quiso caminar a nuestro lado.
Al anochecer llegamos a una ciudad de anchas calles y aceras estrechas. Comenzó a nevar. La nieve envolvió el paisaje y nuestro nuevo acompañante quedó paralizado bajo la sombra de una farola. En cambio, su cámara con vida propia, siempre activa, de movimiento seguro, apartado y pausado se adueñó de las imágenes. Al finalizar su parálisis, contempló admirado la grabación portentosa que de manera involuntaria se había guardado, el vídeo era poesía delicada y dedicada a quienes aún no han encontrado su norte.
Dromedario
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26 de octubre de 2011
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Paisaje en la niebla” es la primera película que veo de Theo Angelopoulos, después de llevar él muchos años haciendo, y yo muchos años viendo, cine.
Lo primero que me vino a la cabeza fueron (y por este orden) Kiarostami, Buñuel y Bardem.
La manera que tiene Angelopoulos de componer los planos y sus lentas secuencias, hasta detenerlas para mantener el plano más allá de un tempo racional, me llevó a Abbas Kiarostami, aunque el director iraní posee una dulzura y una delicadeza que Theo convierte en tristeza, sequedad y desesperanza.
Cuando sus imágenes se llenan de símbolos y personajes estáticos o de movimientos forzados casi imperceptibles, llenos de surrealismo, me llevan a Luis Buñuel; pero el genio español poseía una ironía y una mordacidad que llenaba de magia la pantalla. Angelopoulos utiliza sus iconos de manera triste y sombría.
El recorrido de ese incierto viaje, donde los niños atraviesan un país oscuro y tenebroso, para convivir con diversos elementos de la realidad cotidiana, me retrotrae a “El puente”, del Juan Antonio Bardem más político y reivindicativo, aunque también más ingenuo o inocente, pero tan lejos de la amargura en que nos sumerge Angelopoulos.

Theo huye de la posible calidez de una Grecia bañada por el Mediterráneo y traslada sus imágenes a la aridez y la frialdad de un norte desolado y agreste. Su fotografía huye de esos posibles reflejos de mar y llena sus imágenes de un azul grisáceo, frío y metálico. Es la única opción para contar esa historia de iniciación de dos niños, a través de este recorrido tan retórico como natural, en que será inevitable la pérdida de la inocencia. Al traspasar la hipotética frontera hacia la esperanza, ésta será negada o (por lo menos) cuestionada, ante la posibilidad de encontrar respuesta a los sueños, cuando la realidad resulta inadmisible por la angustia del entorno en que se vive.

“Paisaje es la niebla” es una película serena pero inestable, a veces dubitativa pero de avance rígido, a veces hermosa y otras fría y distante. La simbología que pretende llenar de significado el itinerario se me escapa (como en tantas películas, pienso se les escapa a sus creadores). La intensa, frágil y emocionante música de Eleni Karaindrou dota a determinadas escenas tanto del determinismo como de la fragilidad necesarios, para que éstas después yerren un tanto perdidas en su recorrido final.
Película estática aunque agitada, de serena belleza y distante emotividad, hasta en sus secuencias más crueles, como la del camión con la niña, donde la cámara inmóvil espera el final de la tragedia que se adivina más allá del toldo que tapa el horror. La doliente mirada de los niños protagonistas nos declara que viven sin futuro y que buscan esa utopía a través de la bruma que habrán de atravesar. Theo Angelopoulos nos habla de desesperanza y de tragedia. Con la tristeza de sus imágenes nos cuestiona toda esperanza, porque caminamos por un “Paisaje en la niebla”
Manu_el_Ruiz
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