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La criada

Drama. Thriller Cuenta la historia de un triángulo amoroso entre un profesor de piano puritano y conservador, su esposa aparentemente ideal y la taciturna sirvienta de la casa. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
21 de octubre de 2020
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suele pasar de manera casual que, como espectador, las películas abren una brecha en nuestra cabeza que nos lleva a buscar otras películas que exploran temáticas similares. A mí últimamente me ha pasado con el cine que se adentra en las brechas sociales desde diferentes perspectivas. Ya os hablaba hace poco de las estupendas La mort de Guillem y Harlan County, USA y hoy os traigo una película desconocida para el público occidental pero que gracias a la insistencia de Martin Scorsese y a un fan tan notable como el coreano Bong Joon-ho está experimentando una segunda juventud. Os estoy hablando de The Housemaid, película coreana de 1960 que exploró las diferencias de clase a través de las escaleras de la casa de un matrimonio acomodado con dos hijos y la chica que entra a trabajar para ellos como sirvienta. ¿Os suena?

The Housemaid fue dirigida por Kim Ki-young y fue estrenada en 1960. Su director nació en Pyongyang cuando el país todavía no se había dividido en los dos países actuales. Esta película tuvo éxito en su país en el momento de su estreno, llegando a desatar comparaciones con Buñuel que, en mi opinión, no andan demasiado desencaminadas. Al igual que ocurre en Parásitos, la fuerza motora detrás de la acción de esta película es el conflicto entre dos mundos. Y, para reforzar aún más esa conexión, esos cuatro ejes serían de manera similar a ésta: la vieja y la nueva Corea por una parte, la clase media y la clase baja por otra. El propio Bong Joon-ho ha explicado en varias ocasiones que, de hecho, la mayor inspiración para las escaleras de Parásitos como metáfora física de las clases sociales fue algo que tomó de The Housemaid. Fue un hallazgo visual y narrativo y excelente, tanto que 60 años después nos sigue resultando fascinante.

Llama la atención especialmente que en una sociedad marcadamente tradicional como la coreana pudiese producirse una película como The Housemaid –aunque podríamos decir exactamente lo mismo de Viridiana en la España franquista– en la que el deseo sexual de la sirvienta hacia el padre de familia está en todo momento en el centro de la acción. Es precisamente ese atrevimiento estilístico y temático lo que hace de The Housemaid, 60 años después de su estreno, un visionado que todavía incomoda y que lleva al espectador al límite.

Al igual que en Parásitos, la casa constituye un universo en sí mismo. Pese a que algunos planos de la película ocurren fuera de ella, la mayoría suceden entre esas cuatro paredes. Las relaciones de clase, el choque cultural entre la ciudad y el campo o la hipocresía dentro de la familia se materializan entre la familia y la sirvienta. Como recurso expresivo, sorprende el uso del vestuario de los actores como elemento narrativo. El padre de familia –profesor de piano– siempre elegante y urbano, mientras que la madre viste trajes tradicionales coreanos en todo momento. La sirvienta, conforme avanza la trama, va utilizando cada vez más el negro, hasta que este se convierte en el único color del que viste.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
loquearde
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5 de marzo de 2012
5 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que no deja de impresionar, sobre todo el final, el cual no me esperaba y que curiosamente se constituye en una especie de agradable caramelo de menta después de un tremendo banquete a base de comer y beber entre ratas y matarratas.

Sin duda "La empleada de hogar" es un filme digno de mencionar y de clasificarse como una obra magistral, por lo singular de la misma, máxime en un entorno cultural como el oriental coreano, por sus escenas tan bellísimas de abrazos, de roces amorosos, de pasión y posesión propia de la locura de amor.

¡Ay, que suerte tienen algunos!, como por ejemplo el caso del coreano protagonista de la historia, un profesor de piano del que casi todas las mujeres se enamoran y además apasinonadamente, hasta tal grado que se trastornan. Si yo tuviera esa suerte, no me importaría que se me secaran las gónadas en el ejercicio de darle gusto a todas ellas, y no sólo gusto sino también ternura, complementación carnal e hijos; y así, contentas ellas y contento yo, es decir: contentos todos (excepto si mi historia la juzgaban neosociatas y otras hembras de nuevo cuño progre en España, las cuales me ahorcarían en alguna medida con su pseudo moralidad y otras neurosis de añeja hipocresía revestida ahora de "nuevos signos de los tiempos").
pezpozo
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