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Silvio (y los otros)

Drama Silvio Berlusconi (Toni Servillo) se encuentra en el momento más complicado de su carrera política, recién salido del gobierno y con las acusaciones de corrupción y de sus conexiones con la mafia a punto de llegar a los juzgados. Sergio Morra (Riccardo Scamarcio) es un atractivo hombre hecho a sí mismo que sueña con dar el salto de sus cuestionables negocios de provincia a escala internacional. El camino más rápido para conseguirlo es ... [+]
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
10 de enero de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paolo Sorrentino vuelve a dejarnos una cinta con protagonistas llenos de excesos y frivolidades. Después de su obra cumbre, "La gran belleza", volverá con un ávido e impresionante retrato de Silvio Berlusconi. Y quizás lo más aterrador de todo, sea que no hay casi un ápice de falsedad en la cinta.
Toni Servillo hace un papel de 10, con una gesticulación y lenguaje expresivo inigualable.
Sorrentino nos presenta a un Berlusconi caricaturizado. Es decir, se nos lo presenta como lo que era, un hombre con un poder y capital terriblemente inmenso(Y que aún mantiene parte de ese capital).Y obviamente, capital es igual a poder. Poder que usará ese mismo para obtener todo lo que necesite. Y de ofrecerle todo cuanto desee, se encargaran sus jóvenes discípulos, quienes desearan por todos los medios escalar hasta la cúspide del negocio(Todos o casi todos, a excepción de Stella) La película junta ese desenfreno y preciosismo fotográfico, con una visión bastante pesimista y poco alentadora de la realidad. Con unos personajes que no viven el presente, y solo quieren escalar puestos en una sociedad capitalista y patriarcal, de cara a un futuro lleno de riqueza y poder. Esperando ser como Silvio Berlusconi, un ser ególatra, cuyo humor se basa en el chiste fácil sobre uno de sus múltiples enemigos, el comunista. Chistes que todos sus perritos y perritas reiran falsamente para poder caer bien al millonario.
Paolo Sorrentino retrata esa sociedad cosificadora, en que la mujer es un simple objeto que no ve mal exhibirse. En este caso, por dinero y poder. Y Paolo retrata esto, con una gran cantidad de planos de desnudos y orgías visuales y sexuales.
Destacar el papel de Riccardo Scamarcio. Un pequeño Berlusconi, que es capaz de vender hasta su alma por poder. Y en todo momento sabe con quien juntarse, y con que medios llevarlo a cabo.
Técnicamente la película es excelsa. Todas las escenas son preciosistas en su foto. Observé una elipsis de un nivel magistral. Y aparte, utiliza escenas llenas de elementos visualmente muy radiantes y emocionantes. Lo que nos hipnotizará por momentos, para de forma posterior, adentrarnos en alguna escena de relevancia notable para la narrativa. Por tanto, Paolo nos obsequiará con minutos de emocionante disfrute visual. Y momentos de intensísimo nivel dramático. Algo que Paolo logra con una magistral puesta en escena.
Por tanto, hay que premiar el trabajo de Paolo, y su equipo. Es el retrato no solo de un personaje político decisivo en estos últimos tiempos. Si no el retrato de una sociedad llena de excesos y pretensiones sociales, económicas o políticas a las que querrán optar cueste lo que cueste. Es decir, es un retrato perfecto de la vida que Berlusconi había creado entorno a su figura con el paso de los años. Todo esto apoyándose en un sistema que siempre beneficiará a los más "listos". O como dice Verónica a su marido(Berlusconi ), a los más tramposos.
Pkkk
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13 de octubre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paolo Sorrentino es uno de los directores clave de nuestra era. En cada era siempre hay algún italiano que forma parte de dicho púlpito: Fellini, Rossellini, Di Sica, Antonioni, Pasolini, Bertolucci, etc. Los tiempos no son los de los anteriormente mencionados ya que vivimos en una sociedad nebulosa dónde el poder se conquista con sobornos, sexo y amenazas. Las preocupaciones de los anteriores sobre la movilidad campo-ciudad, estancamiento-progreso se han convertido en música de discoteca y esnifadas. Hasta aquí todo bien, es lo que nos ha tocado vivir, y vivimos.

Sorrentino nos presenta su pieza sobre Berlusconi. Tras Il Divo sólo él tenía el monopolio de poder hacer algo parecido. La película trata de mezclar Il Dilvo con su retrato de un personaje político cínico con La Grande Bellezza, dónde la aristocracia no para de hablar y hablar mientras nos muestra, con el talento único que él poseé, los rincones de Roma dónde admirar plenamente la ciudad eterna.

La película, al ser una mezcla, podía salir bien o mal. No creo que sea recordada, y eso que plasma a uno de los políticos más televisivos y esperpénticos de los últimos lustros en Europa. Viendola no paro de recordar Il Divo y la impresionante actuación de Servillo. Los juegos de cámara. Los cortes divertidos y de ritmo continuo. La innovaciones con el tratamiento de la imagen. También, escuchando como Berlusconi intenta una y otra vez re-enamorar a su mujer y de tratar con todo tipo de sabandija o prostituta aferrada al poder tampoco puedo dejar de rememorar La Grande Bellezza con sus hermosas visiones de Roma y sus diálogos cínicos y divertidos.

En Loro, hay tres partes. La primera es sobre un aspirante a corrupto que quiere conocer a Berlusconi. La segunda, y bastante larga, es sobre Berlusconi y su mujer. La tercera es el encuentro entre el aspirante y el corrupto. Si la película hubiera estado centrada en el aspirante, moviendose entre las bambalinas oscuras del reino de Berlusconi para poder llegar a la cima, me hubiera interesado más. Pero la película se vendió como la visión sorrentiniana de Berlusconi. Y ni a eso llega ya que el susodicho aún sigue vivo y tampoco es cuestión de jugarse el pan, y más en un país como Italia.

https://serycine.wordpress.com/
JGC
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2 de julio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
190/39(28/06/20) Aparatoso y a la vez Hipnótico film del siempre único Paolo Sorrentino, figura con algo tan difícil de conseguir en el cine como es sello propio, lo hace reconocible en todos los fotogramas. Arquitecto de obras donde lo sensorial prima, la fotografía resulta fascinante en sus movimientos y cromatismos, la dirección artística resulta obsesiva, la música enamora en conjunción con la sugestiva estética. En este caso acercándose al icónico político Silvio Berlusconi, encarnado por el actor fetiche del realizador, un Toni Servillo arrollador en su carisma (Sorrentino 11 años atrás también se había acercado a otro mítico político transalpino como fue a Giulio Andreiotti en “Il Divo” también con Servillo de protagonista), donde el guión de Sorrentino junto a su colaborador habitual Umberto Contarello, nos regala un film fragmentado, como su aclamada “La Gran belleza”, alambicado, lo que prima no es la narrativa lineal de los hechos, si no captar la esencia del personaje, el retrato de un hedonista y narcisista megalómano con enorme Don de gentes, sin juzgarlo, y los de todos los que merodeaban alrededor de él. Gentes que lo peloteaban en pos de medrar en la política y en los negocios, arribistas, proxenetas, prostitutas, cantantes de cámara, un estoico sirviente (Dario Cantarelli), o su sufrida y temperamental esposa (Elena Sofia Ricci). Todo narrado con el exceso y clima de magia sensorial típico de Sorrentino, proyectando el lujo, la ambición, la sensualidad, ello con influencias notorias al maestro Federico Fellini (remarcado esto con el epílogo del Cristo descendiendo de las alturas, cual figura deidífica en “La Dolce Vita).

Tiene el hándicap de que la versión estrenada en Italia era de 3,5 horas y el estreno internacional (con la visión puesta en los Oscar) fue de 2,5 horas, con lo que nos han cercenado una 60 minutos (que ardo en deseos de verlos), y lo peor es que se nota en algunas elipsis que crujen, que quedan sin acabar, impidiendo que sea una película sólida y pétrea, derivando en desorientación en algún momento. Es una obra ampulosa, onanista, preciosista, y sobre todo bellísima en su exposición de un lirismo incisivo, exhibiendo un nihilismo exacerbado que me recuerda a la infravalorada “Spring Breakers” (2013), en su recreación de una primavera sin fin de fiestas y bacanales que solo esconden el vacío existencial. Una radiografía de un tipo vanidoso, presumido, mujeriego, decadente, vividor, cruce como bien he leído de Jay Gatsby, Howard Hughes y Jordan Belfort, con este último salido de “El Lobo de Wall Street” de Scorsese guarda la similitud de que los dos directores no moralizan con sus anti-héroes, ponen contra la palestra nuestra inmoralidad al hacernos sentir que quisiéramos ser ellos, y por tanto no somos mejores.

Adornada con secuencias de contenido alegórico (brillante la del camión de la basura irrumpiendo sobre el Foro Romano, donde la basura se convierte, seguramente influenciada por la genial elipsis del hueso en “2001”, en pastillas de drogas). Todo esto surtido de diálogos y momentos para el recuerdo, de los que se te quedan en el subconsciente, con tramos que te embelesan (esas fiestas filmadas en modo video-clip que te embrujan por la sensualidad de esos cuerpos moviéndose cuasi-desnudos de modo lisérgico). Cubre el período entre 2006 y 2010, años convulsos, donde fue despojado del poder (en su tercer gobierno, pertenecía a Forza Italia) por la izquierda y los escándalos de corrupción, maniobrando en la sombra para recuperarlo, ello en medio de una crisis con su vehemente mujer Veronica, organizando sus legendarias fiestas bunga bunga, queriendo transmitir una juventud artificiosa. Silvio por el filtro sorrentiniano es poliédrico, con labia providencial, con magnetismo, tan endiosado de sí mismo que tiene su propia canción en este sentido, "Gracias a Dios por Silvio".

Arranca la película de un modo extraño, estamos alejados de Silvio tres cuartos de hora: El foco está en Sergio Morra (Riccardo Scarmacio), un trepa de Taranto que tiene un business de jóvenes scorts, que utiliza de modo sibilino para sobornar a politicuchos (notable como consigue un contrato en un barco con a través del simple movimiento de traer prostituta a bordo inmediatamente se quita el bikini y extiende las piernas), hasta que se da cuenta que si quiere ascender debe tratar con “Él” (no es otro que Silvio Berlusconi), ello mostrado de modo turbador en un tatuaje situado en la parte baja de la espalda que Sergio observa mientras fornica con una de sus chicas. Sergio se traslada con su troupe cerca de la residencia en Sardignia (Cerdeña) de Silvio, organiza fiestas en un yates para llamar la atención de “Él”; Entonces saltamos a ver a Silvio en su hermético mundo, teniendo problemas conyugales con su Veronica, mujer de fuerte carácter, que el político intenta subsanar con joyas, con oratoria, con su innata simpatía, con canciones que hace interpretar a su cantante de cámara (Mariano Apicella), o canta el mismo. Cuando entramos a saco en Silvio Berlusconi, todo lo visto anteriormente de Sergio Morro, aun siendo estimulante, se llega a sentir un prólogo excesivo que nos ha privado del torbellino Servillo. Morra tendrá su baño de realidad cuando insiste a Silvio sobre sus ansias arribistas en medio de una fiesta Bunga Bunga y este le responde (mientras observa la belleza de las jóvenes) de modo lapidario: “No lo estropees”.

Silvio es un ser inquieto, bohemio, encantador, un formidable charlatán (ejemplo, como convence a su nieto de que una mierda no lo es; o cuando intenta vender una casa por teléfono), un Gigante que observa desde las alturas a la plebe, un empresario futbolero, ansioso de poder, de mujeres, se aprovecha de las debilidades humanas, pero a la vez inseguro, arrogante, sonriente perpetuo (con esa sonrisa impostada), que aguanta los reproches con estoicismo a pruebas de vendedor de teléfono... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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20 de junio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con motivo de la muerte de Berlusconi me acerco a este film. Hay que agradecer a Sorrentino que, marcándose un 'corte internacional' de 'Silvio y los otros' de casi tres horas, la película sea fácil de ver, se pasa rápido, se digiere fácil y además se disfruta, no se suda.

No soy muy fan de este director. Me ha aburrido hasta el sometimiento con 'La Gran Belleza' y con la peli esta de 'Fue la mano de Dios', que se estrenó el pasado año en Netflix. Pero en esta ocasión, no sé si por los personajes que trata o por el dinamismo histriónico de los primeros minutos, consiguió engancharme con la historia a pesar de la evidente problemática de la extensión de la misma (casi 3 horas).

Las semejanzas con "El Lobo de Wall Street" son muchas y se puede decir que en esta película, Sorrentino se disfraza de Martin Scorsese para hacer un montaje dinámico, repleto de sexo, drogas y buena música (mención especial merece la selección musical principalmente electrónica) en el que muestra cómo es la personalidad de Berlusconi y como son todos los arribistas que les rodean, a los que el director señala como mucho peores que el propio Cavaliere.

Es verdad que en el corte internacional, en el que se pegan las dos películas, da la sensación de que hay algo que falta, especialmente con el personaje del empresario de provincias del principio, interpretado por Riccardo Scamarcio, que el pobre aparece y desaparece como el Guadiana sin que se explique muy bien que hace una vez que Silvio pasa a ser el protagonista.

De Berlusconi se recuerda que era algo pederasta (siempre en lo permitido por la ley), que se había enriquecido de manera poco transparente, que era buen cantante, histriónico, cercano con la gente, sonriente y que nunca se enfadaba (lo repite el propio Silvio, interpretado por un gran Toni Servillo: "yo nunca me enfado"). Pero no se le ataca, no se le humilla, no se le despedaza ni se le derrumba. Es más, la película muestra empatía hacia su figura, señala que el personaje sí, es un psicópata vendedor de humo y mentiroso compulsivo, pero que no es especialmente peor que todos los que le rodean y pelotean. Que Italia, en definitiva, no es mejor que su primer ministro.
pepedomingocastanas
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12 de enero de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para apreciar detalles y simbología quizás necesita haber vivido esos años como Italiano. Si no eres Italiano puedes quedarte buscando un guion que la peli no tiene. Tomas al estilo “grande bellezza”, muy visual, no es de ninguna manera una biografía sino un intento de reproducir la atmósfera de esos años. Berlusconi en si es un actor, entonces no se puede pedir a un actor de hacerlo mejor que el original, ser más teatral y histrionico (y patetico) del Berlusconi original es imposible. La versión española de 150 minutos puede resultar demasiado larga.
metiunogaric
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