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Besos robados

Romance. Comedia Continúa el ciclo de Antoine Doinel tras "Los cuatrocientos golpes" y "L'amour à vingt ans". El protagonista (Jean-Pierre Léaud), tras ser expulsado del ejército por insubordinación, visita a su antigua novia, Christine (Claude Jade) cuyo padre le encuentra a Antoine un trabajo temporal como vigilante nocturno de un hotel. Sin embargo, por culpa de un detective privado, pierde el empleo el primer día. Para compensarlo, el detective le ... [+]
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
7 de septiembre de 2006
12 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás sea la película que más me ha hecho soñar con un amor platónico, intocable y virginal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
kabruta
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6 de agosto de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconcertado me he quedado, ya que me esperaba una de las mejores comedías de todos los tiempos y la verdad es que no ha terminado de convencerme. La película es verdad que tiene cosas interesantes como buena banda sonora, ritmo singular con unos personajes que van sobrevolando el filme y algunos gags graciosos pero vaya también tiene muchas lagunas en cuanto al guión, montaje y ritmo bastante tedioso. Me parece que el director más que una película estaba ensayando sobre algo que no logra concretar.
mateus64
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15 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que una película, “Besos robados” es la crónica de Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud) álter ego y actor fetiche de un director que ya lo plasmó como un niño problemático en “Los 400 golpes” (1959) y en “Antoine y Colette” (1962); desde la adolescencia hasta la madurez, Jean-Pierre Léaud da vida al alter ego de François Truffaut, la antítesis del héroe contemporáneo, un personaje lleno de energía y defectos, inteligente, despistado, nervioso y, pese a todo, profundamente adorable. Truffaut aborda la evolución del personaje en un tono ligero, en clave de comedia punteada por distintos elementos dramáticos, marcando ciertas distancias con la necesaria dureza de los episodios narrados en “Los cuatrocientos golpes”; el sencillo relato “Antoine y Colette” de el amor a los veinte años esbozaba los rasgos básicos del personaje a los 17 años, al hilo de sus primeros amores juveniles, un retrato que matiza y desarrolla “Besos robados”, Antoine continúa siendo a sus 23 años un joven tímido, inseguro y decididamente romántico, refleja la propia independencia de Truffaut, y se desenvuelve algo al margen de lo establecido por la sociedad, tal vez por las dificultades en su crecimiento.

“Besos robados”, que da comienzo con la bella partitura “Que reste t’il de nos amours?” , puede entenderse como el retrato de la transición entre la niñez y la edad adulta, aquella en la que hay que empezar a asumir responsabilidades, sin que por ello deje de ser uno de los ejemplos más puros y limpios del amor juvenil en la pantalla grande. Truffaut, que se reafirma en esta película como un eterno romántico, presta especial interés a los devaneos amorosos de Antoine, sumergiéndose en la excéntrica y compleja personalidad de su álter ego, así, nos ofrece un perfil de una persona despreocupada, escéptica, con tintes nihilistas, pero en todo momento honrada, un joven que, por cierto, necesita el apoyo incondicional de una mujer que lo salve de existencia casi corrompida que ha marcado su vida desde sus primeros años, aquellos en los que, en “Los 400 golpes”, se fugaba de casa en busca de su propia identidad.

Tal vez sea uno de los títulos más divertidos de Truffaut y de Léaud, nos encontramos con un tipo de comedia muy ágil, muy espontánea, huyendo de los convencionalismos, de los estudios y del acartonamiento. Su ritmo tiene frescura, tiene gracia, tiene encanto, con un Doinel rebelde pero algo patoso en cuestiones amatorias.
Juan Marey
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5 de diciembre de 2010
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Trabajas duro para crear una emoción, y una vez la emoción está creada, trabajas más duro para mantenerla, no puedes disolverla o romperla" Hitchcock.
A lo largo de mi crítica hablaré de diversos detalles de la película.
Comienzo con esta frase de Alfred que el propio Truffaut utilizó para explicar la escena en la que Antoine toma el café con la mujer del zapatero. Efectivamente, se crea en este plano una gran tensión, en la que el director inserta al espectador mismo tomando café con los dos protagonistas de la secuencia. Así, el sobresalto es mayor, y además mantiene la acción, insertando música y persiguiendo a Doinel por las escaleras, la tienda, etc...
La película está llena de guiños hacia el protagonista. Otro ejemplo es cuando Antoine está aprendiendo inglés con el viejo giradiscos que ya aparecía en Antoine&Collette, cuando era empleado en una fábrica de vinilos.
Y también tiene grandes planos de la cotidianeidad resueltos desde el punto de vista del artesano cinematográfico, que Truffaut ha hecho tan bien, como el de la carta que recorre todos los bajos y las cloacas parisinas. El director siempre apasionado por la maquinaria.
Sí, Truffaut es grande, no cabe duda, pero algo ocurre en esta cinta, algo que me inclino a pensar que tiene que ver con las revueltas del 68. Algo que le distrajo, que hizo que el guión se quedara un poco blando, o tal vez a la deriva.
Truffaut probó con la comedia, el drama, la aventura, la protesta,...pero Doinel ya era en sí mismo un género cinematográfico, por eso no creo que a esta película se la deba catalogar de forma convencional. Conocemos al protagonista, le hemos visto crecer, es el mismo, sólo vamos a ver más de sus aventuras, vamos a ver como se desenvuelve por la vida.
Forzado por la recreación de un guión, a pesar de la libertad de interpretación, este filme pierda la frescura de las aventuras de Antoine Doinel.

Por cierto, ¿alguien puede decirme por qué aparece en varias películas del director ese cartel de un interior de tren con una mujer frente a una litera?¿Sería algo que al director le fascinaba?
También aparece en "La novia vestía de negro", y además con cierto peso narrativo, no como aquí que tan sólo desempeña un papel decorativo, y aparece aún en otra más, que no consigo recordar.

Mi sensación es que no ha dejado fluir el Doinel interior que llevaba dentro, intentando mediante combinados de géneros atrapar a un espectador "fácil". Desde la comedia hasta el pseudosuspense hollywoodiense con salpicaduras musicales. No obstante, celebro cómo se ríe del papel de detective de la misma procedencia.

La película la salvo por la peculiaridad de su personaje protagonista a lo largo de los diez últimos años (1959-1968), más que del director, que nos ha dejado grandes sensaciones en su filmografía. Más sinceras, claras y centrado en lo que estaba haciendo.
Alistair
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23 de septiembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así es Antoine Doinel, a quien nos encontramos al inicio de la cinta en un lío por culpa de escaquearse del Ejército, pero atolondradro como es él no ve la menor gravedad en el asunto. Tras ello se verá obligado a buscarse la vida de cualquier modo, y quiere la fortuna que el padre de una amiga especial lo recomiende para un empleo vacante. De este modo comienza la tercera cinta que gira en torno a la persona de Antoine, al cual dejamos en plena adolescencia en "Antoine et Colette" para encontrarlo ahora convertido en un hombre hecho pero no tan derecho.

No sé porque me gusta tanto este personaje, pero le guardo especial cariño. Será su modo de tomarse la vida, sus ocurrencias que a veces le cuestan caro o su carisma en particular, pero a mí me tiene enamorada. Da igual lo que le ocurra, él nunca pierde el brillo en la mirada. Ese modo de entender la vida creo que lo convierte en especial. No son pocas las peripecias que le suceden a lo largo de la película, que gira en torno a temas tan vitales como la soledad, el amor, las dudas y la elección. No es baladí decir que a menudo una decisión puede cambiar el rumbo de los acontecimientos en la vida de una persona, por eso a veces es tan difícil tomar el impulso necesario y atreverse a elegir. Tener dudas, es por tanto, lo más normal. Y cuándo se habla de sentimientos, ese estado se magnifica por mil. Entonces vendrán canciones, pasiones, deleites, y se irán, confundirán nuestros pensamientos y nos impedirán pensar con lucidez. Y puede que nos demos cuenta que lo mejor es fluir, dejarnos guiar por lo que sentimos. Ser honestos, sin más, como Antoine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sirah Wiedemann
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