Tasio

Si se quiere hacer del cine español algo serio, se deben volver a realizar películas de este tipo. A este cine sí hay que subvencionarlo, y no a mierdas de comedias de las que ya estamos todos/as hartos/as, con los mismos actores graciosillos de siempre. Por favor, que se vuelva a este cine, al cine de los Santos Inocentes, al cine de el Sur.

Durante el rodaje del cortometraje documental “Carboneros de Navarra” (1981), Montxo Armendáriz conoce a Anastasio Otxoa, un carbonero al que todos conocen como Tasio. Su fascinación por este personaje se traduce en la escritura de un guion de ficción biográfica. Después de año y medio de búsqueda de un productor para la que sería su ópera prima, Montxo contacta con Elías Querejeta, quien acepta las condiciones de rodar solo con actores naturales o muy poco conocidos.

El productor, además, apuesta firmemente por la película, aprobando un presupuesto muy por encima de la media (125 millones de pesetas) y contratando a un equipo técnico de primera categoría. Entre ellos cabe nombrar la dirección artística de Gerardo Vera, antes de que se pasara al teatro, José Luis Alcaine a la fotografía y Pablo G. Del Amo en el montaje, dúo con olor a “El Sur” (Víctor Erice, 1983).

Tasio defiende su independencia laboral, se vanagloria de no trabajar para otros, pues esto solo incrementa la brecha entre ricos y pobres. No es justo que unos trabajen y otros se lleven las ganancias, y si esto es ley de vida, más vale morir. Tasio mantiene una lucha perenne contra el status quo que lo rodea. Confía en sus manos para trabajar, en su familia y en la gente del pueblo, pues es en la austeridad cuando cada uno es más vulnerable y necesita más de la ayuda del otro. Y sobre todo, entiende el campo, el monte y la Naturaleza, como fuente de vida y de equilibrio físico y emocional. Es esta convicción la que guía a Tasio desde niño tras pájaros, conejos, truchas, zorros o jabalíes. Una pelea casi intelectual: si el animal es listo y ve el lazo, puede escapar, no como en las cacerías organizadas donde los animales están encerrados y guiados hasta la escopeta del tirador.

Montxo aprovecha para dejar así testimonio no ya de la figura individual de Tasio, sino de toda una generación y de la fuerza telúrica. La colaboración con los habitantes, lo que se denomina “mirada compartida” en etnografía, fue decisiva. Medio centenar de habitantes de la Sierra de Urbasa participaron como extras, y muchos más colaboraron buscando localizaciones, proveyendo atrezo de sus propias casas o tratando con animales. Las costumbres navarras están también muy presentes durante toda la cinta, desde juegos tradicionales como “el aro”, hasta las jotas y otros bailes, pasando por un sinfín de léxico que solo entenderán los de tengan pueblo. De hecho, los actores tuvieron seis meses para estudiar el guion antes del rodaje, atemperarse al entorno rural y practicar el acento local. Un arduo trabajo, que desemboca en una de las películas más sinceras y significativas del cine español.

A pesar de que el cine es esencialmente urbanita, en algunos países sobre todo mediterráneos como Italia, Grecia o España, las películas de temática rural han sido siempre muy fructificas.

Si se hiciese un estudio del número que existen y se comparasen los premios obtenidos, veríamos que tienen una ratio extremadamente alta.

¿Es justo eso? Desde el punto de vista artístico tal vez no sinceramente, aunque desde el cariño que se pone en su realización podríamos decir que sí.

“Tasio” está hecha con cariño, Montxo Armendáriz lo tiene claro, el qué y el cómo va a contar su historia desde el primer hasta el último plano son cosas que se perciben si se presta atención, y su director pone toda la carne en el asador en su primer largometraje para llevarnos a su Navarra rural natal.

Otra cosa bien diferente es si el material es verdaderamente narrativo, que una semblanza cronológica de la vida de un hombre de campo, desde su más tierna infancia barbilampiña hasta la madurez del abuelo sea digna de contar tengo mis serias dudas.

Porque en realidad no se trata de un análisis etopéyico, sino de mostrar las desgracias de una forma concatenada de alguien que quiere sobreponerse a la fatalidad. Y para ello a mi juicio sobra individualismo, todo está demasiado personificado cuando debería haber sido más sociológico. No digo que tengamos que caer en una visión simplista de recua, pero sí al menos presentar los problemas vitales con mayor amplitud para no acercarse a un relato sobre el pupas.

“Tasio” es una película digna, pero tiene el mal del primerizo, que es querer plantear grandes discursos con la sola presencia de un hombre cualquiera, y ahí no llega, claro está.

Nota: 5,3.

Montxo Armendariz vuelve a demostrar que una persona con una idea, una camara y poco más consigue hacer más arte que con todos los adelantos tecnológicos que existan hoy en día. Nos presenta el relato de un hombre valiente y con ideas claras en un hábitat feliz, de gente noble, donde sólo las circunstancias de dinero y las representaciones de poder de siempre (iglesia, guardia civil), pueden interponerse en la felicidad de un pueblo. Quizás todo puede ser muy metafórico, pero es cierto que Armendariz nos ha vuelto a traer una película hermosa, bella, tranquila, cuidada, realista... una historia humana, de la que aprender y poder sacar algo. 95 minutos que no serán únicamente entretenimiento, sino arte y cultura.

Tasio es una de esas películas bellísimas que de vez en cuando se hacen en este país.
Es un canto a la hermosura de las cosas simples que demuestra que no es preciso contar historias rocambolescas, violentes o lujuriosas para crear bonitos relatos.
Es una de esas películas que nos traslada a una época no muy lejana de la España profunda, en la que las personas parecen ser, a pesar de la pobreza en la que se viven, más felices que en la actualidad.
Resulta una película lenta, donde cada escena presenta su tiempo y su definición, perfectamente delimitados. La cámara parece estar siempre en el lugar preciso para captar la esencia del mensaje escénico. Es un contínuo escaparate para el recreo de los ojos que se pasean por los montes navarros, los pueblos y las costumbres en parte olvidados. Nos muestra un paisaje frío, agreste, donde el hombre y el animal conviven en un mismo ecosistema. Es un canto a la libertad representada por el vivaz Tasio, que corretea por la vida como en los montes; rápido y seguro, sin las ataduras que representa la atracción de una vida mejor en el valle, en la ciudad.
En la película se recoge una denuncia hacia lo que es la nueva forma de cacería "comodísima", con anímales con cierto grado de domesticación y pérdida de libertad que viven en montes enmarcados e incluso cercados, y que tan de moda la encontramos en nuestros días. Este es un sistema de caza al que Tasio se opone frontalmente al no representar una lucha de igual a igual entre bestia y hombre, de la que sale victorioso el más listo.