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En la casa

Drama. Comedia. Intriga Un profesor de literatura francesa, desalentado y hastiado por las insulsas y torpes redacciones de sus nuevos alumnos, descubre entusiasmado que, por el contrario, el chico que se sienta al fondo de la clase, muestra en sus trabajos un agudo y sutil sentido de la observación. Este chico, que se siente extrañamente fascinado por la familia de uno de sus compañeros, escribirá, animado por el profesor, una especie de novela sobre esa ... [+]
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Críticas 169
Críticas ordenadas por utilidad
31 de enero de 2013
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra de Juan Mayorga en que se basa esta película da una vuelta de tuerca a Pirandello y Unamuno: aquí el autor también se convierte en protagonista, pero en esta ocasión no son sus personajes quienes lo buscan y lanzan a escena, sino al contrario; y además el autor no comparece solo, sino en íntima conexión con la figura siamesa del primer receptor de su obra (lector/crítico/espectador). La película se basa en la relación perversa que se desarrolla entre ellos: ambos igualmente incapaces de vivir sus vidas y por ello entregados a la narración de las ajenas con más pasión que la que les une a sus propias vivencias o a sus seres queridos...

En la casa plantea temas interesantes pero no llega a explotarlos a fondo: inquieta pero no perturba, y resulta plana visualmente (como los fondos de muchas de sus escenas, paredes de colores simples): tanta limpieza visual contrasta con una historia que se pretende oscura.

Me pregunto qué habría hecho alguien como Haneke con este argumento.
el pastor de la polvorosa
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19 de octubre de 2012
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
François Ozon (“Mi Refugio”, “El tiempo que queda”, “8 Mujeres”…) firma la exitosa película que se alzó con el premio Fipresci del festival de Toronto 2012, así como con el máximo galardón, la “Concha de Oro” a la mejor película, del Festival Internacional de Cine de San Sebastián en su 60 Edición, donde igualmente fue premiado su guión.

“En la casa” se centra en la figura de un profesor de literatura y uno de sus alumnos y la extraña y malsana relación que se establece entre ellos. Entre las insulsas redacciones que este hastiado maestro corrige encuentra una de ellas que capta su atención, así como la de su mujer, que le acompaña en la lectura. El joven escribe magistralmente sus actividades, sus manipulaciones a aquellos que le rodean para inmiscuirse en sus vidas… pero el relato se cierra con un “continuará”, un interrogante que atrapa a los adultos y los hace querer más, avanzar en la historia, descubrir qué hay de realidad y qué hay de ficción. El joven y su atípica personalidad, por su parte, se lanza, arrastrándolos con él, a un tobogán desenfrenado de verdad e imaginación.

François Ozon, demuestra su maestría adaptando la obra de Juan Mayorga, creando una película compleja, plena de ritmo y arte cinematográfico, que atrapa al espectador del primer al último plano. Esta fascinación se fundamenta sobre varios pilares de gran calidad. En primer lugar, un guión retorcido, creativo, ágil y artístico a la par que ácido cuando debe serlo. Junto a él, una labor interpretativa de todo el elenco de actores digna de un sobresaliente. Magistral la creación de Fabrice Luchini dando vida al profesor, no quedando a la zaga Ernst Umhauer como el enigmático adolescente que hace girar la rueda argumental de la película, dándole a Fabrice digna réplica. Junto a ellos, una estupendísima Kristin Scott Thomas encarnando a la esposa del maestro, llena de carácter, y Emmanuelle Seigner, como el objeto de deseo del joven, enigmática y misteriosa dentro de su aparente “vulgaridad”. El resto de elementos técnicos, como la fotografía, música o (fantástico) montaje, completan las fichas de el gran tablero de ajedrez creado por el director, encajando todas ellas en brutal sincronía, alineándose en perfecta estrategia para crear una película completa, rica, hipnótica y bella, una pequeña obra maestra donde todo funciona, donde se reflexiona sobre el arte, sobre el poder de la palabra escrita, sobre las humanas relaciones, sobre el misterio de lo más común, sobre la confianza, la moral, el morbo, los deseos, la ética… innumerables factores, piezas de un todo que no lastra, sino genera una profundidad digna de elogio por lo inteligente de su narrativa, diálogo y humor.

Sin duda una de las más destacables producciones de 2012 y, a mi modo de ver, una de las ocasiones en las que el jurado del Festival de San Sebastián más acertado ha estado rindiéndose a la evidencia de una calidad cinematográfica que pone a sus pies a público y crítica por igual. Imprescindible.

-Enoch-
www.raven-heart.com
RavenHeart
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10 de noviembre de 2012
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No nos engañemos. Las miserias ajenas siempre son objeto de interés. Funcionan como un bálsamo para curar nuestras heridas o simplemente como mecanismo que ensalza vidas carentes de interés. De una u otra forma, tendemos a degustar el papel de voyeur que nuestra sociedad nos obliga a interpretar. Disfrazando el morbo en curiosidad no nos redimimos ante los demás. Pertenecemos a un colectivo destinado a consumir lo que nos venden como la pescadilla que se muerde la cola. El eterno binomio entre oferta y demanda. ¿Realmente merecemos lo que consumimos? Ozon lo tiene muy claro. El cliente es el principal artífice en el producto final. Pero En la casa, la obra maestra de su director, no es un compendio de teorías económicas sino más bien un entramado de inquietudes que no dejan de ser verdades demostrables como una ecuación.

En las paredes de esta casa encontramos una retahíla de temas que confluyen en el proceso de creación. Pero no por mucho abarcar se aprieta menos. El cineasta exprime con maestría múltiples asuntos con distintas lecturas. Los límites de la ética por alcanzar una satisfacción. El cazador cazado. Ácidas criticas al concepto de nuevo arte. A ese fingimiento intelectual tan reconocible. Juicios al sistema educativo actual. Radiografías de las relaciones familiares a las que tanto nos tiene acostumbrados su director. Un abanico de asuntos perfectamente identificados, superpuestos y sin que en ningún momento se hagan sombra.

La trama se centra en la relación entre un amargado maestro, que ve el futuro poblado de bárbaros y su pupilo, un joven introvertido con grandes aptitudes para la literatura. Un vínculo en el que nunca se terminan de completar sus identidades. Ese nexo enseguida se convertirá en un peligroso juego de roles donde salen a relucir fantasmas del pasado pero también un futuro desconcertante para ambos.

La estimulante propuesta de Ozon no desvanece en ninguno de sus actos. Con un equilibrio constante, los engranajes de esta maquinaria funcionan sin desgastes. Desde los grandiosos títulos de crédito hasta el sereno y contundente final, la cinta desprende un aroma tóxico, tan adictivo como macabro. Un aparente e inofensivo juego que crea dependencia.

(Continuará)

Lo mejor: su sutileza para embaucar al espectador. La cantidad de lecturas al poema de su protagonista "Ni siquiera la lluvia baila descalza"

Lo peor: que su etiqueta de "cine de autor" la impida llegar a un público mayoritario.
Ulher
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28 de diciembre de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ficción es tan antigua como la especie humana. Desde el principio de los tiempos los pueblos han inventado historias, han fabulado sobre toda clase de cosas imaginarias. Para evadirse a ratos de la realidad, para tomar otras identidades y saborear experiencias ajenas, para conectar con lo intangible, para creer que hay más que simplemente el azar de nacer, vivir y morir sin otra causa ni otro propósito que los que nos dictan las leyes de la naturaleza.
La ficción tiene una fuerza poderosa y adictiva, y no podemos sustraernos a su fascinación. Todos, en un formato o en otro, nos hemos sumergido en ella y a veces nos ha costado lo suyo arrancarnos de su campo de atracción para volver a la rutina. Quién no se ha enganchado hasta el tuétano con un libro especial, con una película que no querría dejar de ver, con una historia de las que tatúan el alma de forma indeleble.
Actualmente vivimos en la cultura de la evasión. Buscamos toda clase de medios para escapar en sentido figurado, porque si no tuviéramos esos momentos de huida simbólica, no podríamos soportar el estrés, el exceso de obligaciones, responsabilidades, compromisos, exigencias de un entorno más y más complejo, frustraciones porque con frecuencia se nos demanda demasiado y nos sentimos superados... Cuanto más industrializada y desarrollada es una civilización, más presiona a los individuos y en consecuencia la cultura del ocio se hace imprescindible, la cultura de la evasión.
También a menudo unida a esa persecución de la ficción catártica, está la cultura del voyeurismo. A la mayoría le encanta hurgar en las vidas ajenas, sean reales o inventadas. ¿Por qué tienen tanto éxito los programas de corazoneo, los "Gran Hermano" y demás programas basura de reality-shows? Basta con fijarse en los índices de audiencia; a la gente le va el morbo de meterse en lo que no le incumbe. Los hay que se enganchan tanto a ese tipo de programas que casi olvidan llevar adelante sus propias vidas.
En "En la casa" (libre adaptación cinematográfica de la obra teatral "El chico de la última fila" de Juan Mayorga) Claude, un estudiante de dieciséis años, escribe una redacción que es el señuelo irresistible que hace picar a su profesor de francés, Germaine, en el anzuelo de husmear en las vidas de otros, dando igual si lo que el chico cuenta es verdadero o falso, y ni siquiera el espectador (también indiscreto observador junto con el profesor) es capaz de diferenciar qué ocurre de verdad y qué es producto de la imaginación del muchacho. La fuente de inspiración de Claude es el ambiente familiar de un compañero de clase, Rafa. Con el pretexto de ayudarle a mejorar en Matemáticas, entra en la casa de su amigo y estas visitas le inducen a redactar capítulos en los que pretendidamente describe sus experiencias personales con los tres miembros de esa familia y lo que descubre de ellos fisgoneando en las habitaciones. El profesor, algo escandalizado al principio, sin embargo en lugar de cortar de raíz sus extrañas inclinaciones literarias, va sucumbiendo a ellas, y aunque dedica al alumno horas extra para orientarle y censurarle bastante duramente acerca de lo que escribe (e hipócritamente, y supongo que cargado con la envidia de ser un escritor frustrado), no renuncia a seguir leyendo entrega tras entrega junto con su mujer (cuyo trabajo como galerista de arte contemporáneo menosprecia), quien se ha visto arrastrada a su vez a la seducción del cotilleo. Tanto se va viendo envuelto Germaine en la actividad literaria de Claude, en la que todos nos entrometemos en la intimidad de una familia, que su propia realidad empieza a descarrilar y a correr peligro de verse devorada por esa ficción que no se sabe cuánto tiene de auténtico, pero que al estar cimentada en personajes que existen (Claude, Rafa y sus padres, el propio profesor y su mujer), es un arma de doble filo, una pistola falsamente cargada pero que puede dispararse con una detonación muy real.
El espectador asiste a un juego de engaño y espejismo fraguado por un lado y asumido por el otro (a fin de cuentas esa es la meta de la ficción, engañarnos, y para que su truco funcione tenemos que dejarnos engañar), en el que el docente (y su mujer) pasa a ser marioneta movida por sus deseos irrealizables y el secreto morbillo de fisgar, de empaparse de lo ajeno (incluso más que por cualquier anhelo del escritor frustrado de guiar el talento de su astuto pupilo), y el alumno controla los hilos y sonríe solapadamente, al tanto de que su retorcido juego está saliendo como él quiere, porque como siempre se tiende a creer que las historias de los demás (sean o no ciertas) son más interesantes que la propia. Y uno al final acaba por olvidarse de vivir su propia historia para dedicarse a ser espectador de las historias de las casas de enfrente.
Y lo que cuenta es lo que cada cual quiera ver. O lo que le quieran hacer ver. Porque la línea entre imaginación y manipulación a veces no está muy clara.
Vivoleyendo
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7 de diciembre de 2012
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película artificiosa que desarrolla una historia poco o nada creible para mostrar al espectador que los seres humanos somos curiosos y que, a veces, preferimos que nos cuenten una buena historia a vivir consciente y responsablemente nuestra propia vida. Nada que no hubiera podido presentarse al público mediante un guión más realista y turbador.
Ainasio
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