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Barton Fink

Drama En 1941, Barton Fink viaja a Hollywood para escribir un guión sobre el luchador Wallace Berry. Una vez instalado en el Hotel Earle, el guionista sufre un agudo bloqueo mental. Su vecino de habitación, un jovial vendedor de seguros, trata de ayudarlo, pero una serie de circunstancias adversas hacen que se sienta cada vez más incapaz de afrontar su trabajo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 113
Críticas ordenadas por utilidad
19 de mayo de 2014
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo aquel que se ha sentado al menos una vez delante de un papel y ha intentado emborronarlo a base de juntar en él cuatro letras forzosamente ha tenido que sentir lo que se conoce como el síndrome del escritor bloqueado. O el del folio en blanco que es lo mismo. Yo mismamente era algo que estaba sintiendo hace escasos segundos antes de atacar estas líneas. Sé que no debo preocuparme, les pasa a todos, y cuando digo a todos es a TODOS.

Al parecer, mientras estaban escribiendo el guión de la que iba a ser su tercera película, la magnífica “Miller´s Crossing”, a Joel y a Ethan Coen se les agotó la inspiración. Puede resultar raro, pero así fue. Incapaces de avanzar en el texto que tenían entre manos y de seguir escribiendo una línea más, los famosos hermanos deciden abandonar momentáneamente el proyecto y dejar que escampe el temporal. Es en ese momento cuando de una forma casi inocente comienzan a darle vueltas a otra historia, la de un escritor aquejado de su mismo mal, un dramaturgo de prestigio metido a guionista cinematográfico al que se le atraganta la película que está escribiendo por encargo. Nadie entonces lo sabía, pero acababa de nacer Barton Fink, una de las criaturas más reconocibles del universo coeniano, uno de sus más ilustres perdedores.

Los Coen retoman el relato del escritor bloqueado para su siguiente film. Lógicamente, aquel esbozo inicial se hace ahora más denso, los Coen lo retuercen como suelen hacer siempre hasta llevarlo a su terreno. La pareja nos lleva al Hollywood de principios de los años cuarenta, el escenario perfecto para introducir el tópico genérico del cine dentro del cine. En este contexto, aparece el eterno dilema entre ver el arte como algo innato que sale de las tripas (pero que también las hace sonar de lo lindo) y el que se vende como una mercancía. Y Barton representa el característico personaje del guionista ninguneado y sometido a tiranías ajenas para subsistir, a imagen y semejanza un poco de aquel Joe Gils que inmortalizó magistralmente Billy Wilder en “Sunset Boulevard”.

Todo esto cabe en una primera lectura, pero como siempre en los Coen hay más. A diferencia de Llewin Davis, el más reciente antihéroe de la filmografía de los hermanos, Fink arranca la película desde el éxito y desde la cúspide. A partir de ahí, ya solo queda caer. El protagonista es un autor teatral al que Hollywood tienta y le somete a un cruel y particular descenso a los infiernos. No spoilearé nada por si acaso alguien no ha visto aún la película, pero en esto tiene mucho que ver la entrada del personaje de John Goodman y en concreto una escena que el actor protagoniza hacia el final de la cinta. Por cierto que Goodman no está menos inmenso que John Turturro dando vida al protagonista principal. Ambos están soberbios, y la relación entre ellos, mezcla de envidia y admiración, connotaciones homosexuales incluidas, no tiene desperdicio.

Me da la impresión de que Barton Fink fue una obra malentendida por muchos en su momento y aún hoy. Tildada de antisemita (¿) y de excesivamente barroca (¿?). Los propios Joel y Ethan se curaron en salud y dijeron que muchos de los símbolos que aparecen en la película no hay porqué tocarlos. Están ahí y simplemente aparecen, no hay que darle más vueltas. No pensar en lo que pueda significar el tupé del protagonista o el cuadro en la pared. Qué final tan bello y tan maravilloso por cierto.

“Barton Fink” supone todo un hito en la historia del Festival de Cannes al ser la única película que hasta la fecha ha conseguido llevarse tres premios (Palma de Oro, mejor director y mejor actor). Un caso excepcional para un film que también lo es.
Juan Solo
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27 de noviembre de 2009
40 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 4, es mas que nada por al interpretación, porque es compleja, y porque son los Coen.
Si no sería un 1 en toda regla. Acepto y entiendo todos los detalles que exponéis, todo el simbolismo, y toda la crítica de la película... ¿pero en verdad creéis que merece más de un 5 una historia que deja huecos en la trama, cuyos personajes actúan sin ninguna naturalidad (el más tonto habría abierto el paquete -aclaración en spoiler-), y cuyo vuelco en la trama, lejos de sorprender, da exactamente igual porque la película ya estaba tirada directamente al garete?
Vamos a ver, una cosa es algo poco convencional, una cosa es un guión con segundas, con simbología, una cosa es el giro de una trama, y sobretodo una cosa es esa pequeña ida de olla que de vez en cuando tienen los Coen, y a todos nos hace gracia.
Pero ¿esto? esto supera mis límites:
a) Es, como bien decía una de las primeras críticas, para gafapastas y pseudointelectuales, que buscan en el cine de todo, menos una emoción (sea placer, odio, pena, incluso orgasmo), sino en vez de eso ver "qué más tiene la película a parte del bodriazo que parece".
b) Hasta un escupinajo despues de fumar seis ducados puede tener simbolismo y segundas, todo depende de lo ancho del cristal de tus putas gafas pastosas.
c) El giro en la trama esta muy bien para, por ejemplo, las películas policíacas, pero si yo hago una película de la posguerra y a los tres cuartos de hora, mis personajes se ponen a bailar y a contar chistes de Chiquito, ¿a que os cagaríais en mis muertos?
d) Esas idas de olla como la picadora de "Fargo", el asiento consolador de "Quemar después de leer", y la furia vikinga de Bardem en "No es país para viejos", estan de verdad graciosas, pero que una película normal, aburrida y lenta, pero normal, de repente se convierta en un sin sentido igual de aburrido... ¿estamos locos? ¿y qué tiene de bonito?

De verdad os juro, que por un momento leyendo el resto de críticas, he llegado a pensar que en verdad no entiendo de cine. Que todas las películas que he visto han sido en vano porque me sigue gustando lo absurdo o lo convencional, y lo malo.
Pero pensándolo un par de minutos, se me ha quitado eso de la cabeza, y simplemente se me ha venido una gran frase: "No estoy hecho para esta mierda".

Muchas gracias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
abraham_lbc
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26 de septiembre de 2009
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué bastardos. Menudos sinvergüenzas. Vaya peliculón.

Una trama finísimamente enlazada, con tiempos absolutamente maravillosos y una estructura narrativa perfecta en la que no sobra metraje y se derrocha originalidad.

La película narra desde varios planos paralelos -otro gran logro de la película- la oscura y laberíntica mente de un escritor. De un sobresaliente Turturro que busca significado en su interior para poder crear algo PARA el exterior, y de cómo progresivamente va despedazando todo lo sano que pueda quedar de su relación CON el exterior mientras se pierde por la masa informe de su ego y sus debilidades.

Un nitidísimo retrato del alma humana en uno de sus hábitats más delicados: los sencillos y siempre desoladores momentos en que uno quiere hacer algo para los demás para poder quererse, y se da cuenta de esa ciscustancia tan patética en el momento justo para que todo el escenario se resquebraje sin gracia y con crueldad.

Y siempre observadora, en la parte más privilegiada del decorado y el guión, la belleza. Totalmente fuera de la relación endogámica de Fink con sus tinieblas.

Y además, divertida y emocionante.

Tal vez el resultado inevitable de juntar a Turturro con los Cohen y hechar sustancia X.
miguelgd
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3 de agosto de 2011
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde mi humilde punto de vista esta película de los Coen no le llega a la suela de los zapatos de otras de estos hermanos. Había escuchado y leído buenas críticas y la sinopsis me parecía prometedora y lo cierto es que hay elementos notables para que fuera un film muy interesante. Pero a mi pesar, que la ambientación esté perfectamente cuidada, las actuaciones e incluso las críticas directas a la industria del cine y todo el ambiente mediocre que de ésta se deriva, no me es suficiente.
Me parece inocua y una pérdida de tiempo soberana, no se puede basar una película que intenta (o eso es lo que creo que pretendían los Coen) inspeccionar los mundos frágiles y tortuosos de la mente en tan sólo elementos externos. He leído críticas enteras alabando sus cualidades artísticas y estoy de acuerdo con que la elaboración es certera, pero, aun así no puedo dejar de replicar con un claro y repelente: "¿Y...?". ¡Qué más!.
Algunos quizás se complazcan con advertir que toda la retahíla de escenas que han visto pretenden tener una derivación simbólica de muchas cosas, otros dirán que es que a la gente no le gusta pensar y que las películas de este estilo no son fáciles porque te dejan espacio para tu meditación. Pero para mí, en esta película los símbolos no adquieren ningún trasfondo y los interrogantes para que el espectador se sienta interpelado, cuestionado o aturdido simplemente me parecen surcos enormes entre el relato y el observador de poco valor.
En definitiva, no alcanzo a entender nada de lo que con sus alegorías pseudointelectuales aquí explican, y no es la falta de incomprensión lo que considero malo de este film: es su pretensión. Intentando emular a un hombre de mente sombría y desconcertante como la de Lynch, acaban zambullendo todo su relato en una historia de tintes oníricos o kafkianos de los que su resolución es lo menos importante, puesto que a mi parecer ni ellos saben cuál es y del que todos sus intentos simbólicos no transmiten casi nada. Después de esta rajada decir que me apasiona The Big Lebowski!.
Rinpotxe
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10 de junio de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El juego de las películas lyncheanas, una retórica minimalista de la composición espacial, con fuerte carga onírica, es hasta cierto punto igualado en esta pieza maestra de Joel Coen. Digamos que la diferencia entre las obras del Lynch maduro y Barton Fink no sería de grado sino de textura: equivaldría, en el orbe de las artes plásticas, a comparar Dalí con René Magritte.

El pensamiento limpio, la necesidad de hacer calzar las piezas de un rompecabezas ideal, dejando una sola caja negra, pero bien negra: un recipiente sellado que contendría las imágenes que el espectador quisiera poner dentro.

Un hotel desvencijado, un hombre ajeno a este mundo y, tabique por medio, otro hombre creador de otro mundo. Los infaltables clichés, la víctima judía vampirizada por el verdugo germano...

Pero, hacia el final, la composición magritteana perfecta de la última imagen, la película gana su textura inigualable y se enlaza con la imagen primera, garantizando la calidad circular de su 'tono'. Una pieza de hermosura extraña pero tenue, con escenas que buscan sutilmente evadir los lugares comunes y nos hacen presentir, con dulzura abismal, un posible MÁS ALLÁ del arte cinematográfico.
Karlés Llord
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