Zama

La vida de Don Diego de Zama, entre el año 1790 y el 1799, es un mal sueño, un manotear sin pausa en un tiempo de arenas movedizas, una asfixia crónica y lenta entre legajos y marañosas cartas protocolarias y burocráticas. Un oficial, un funcionario de la corona española que quiere ser trasladado de Asunción a Buenos Aires, para huir de una existencia gris, que está anclada en el deterioro y la espera infinita; lejos de su familia y de los ascensos a los meritorios colonialistas.

Captando toda la esencia de la novela que Antonio Di Benedetto escribiera en 1956, Lucrecia Martel se para fundamentalmente en los espacios muertos, en los segundos convertidos en deformes granos de arena que sufren para cruzar la ampolleta; en la huida a cámara lenta de un ser consumido por la soledad y el vacío; un embajador imperialista que tal vez está recibiendo el trato que merece, aunque él siga creyendo que su decadencia es injusta, y que el fatalismo seguirá cebado en su persona, hasta que un barco le saque de la cloaca del Paraguay.

Posiblemente este drama existencialista, con un perverso y maloliente sentido del humor, sea una especie de ajuste de cuentas de Lucrecia Martel, antes del mendocino Di Benedetto, para con los conquistadores españoles que fueron buscando gloria y, en ocasiones, encontraron algo muy diferente a una recompensa.

Lo bueno

El trabajo de arte es monumental en el filme, el detalle en cada plano, como está pensado cada encuadre para hacernos parte de aquel Siglo XVII. Lo mejor es sin dudas las escenas en exteriores a la luz del día. En interiores Martel recurre a la luz natural y perdemos como es naturalmente visionado de algunas cosas.

A Martel hay que saberla ver, es como un Herzog en sus personajes atormentados, pero también divaga narrativamente como un Godard con cámara estilizado no pendiente de la narrativa en conjunto, pero sobre todo es Martel, muy ella en sí. Debo confesar que es una cineasta a la que le respeto su genio pero no me enamora su trabajo, (aun me falta ver sus dos primeras películas). Pero Zama tiene mucho de ese genio de la argentina, a este servidor le parece que los 30 minutos finales es de lo más bello que ha filmado el cine argentino en los últimos años.

El personaje central y su viaje por momentos atormenta, Zama es aquel del cuento del que lo pierde todo, porque nada depende de él, como dice en un diálogo hacia el final “les ayudo como no me ayudaron a mí, les quito la esperanza de una vez”. En ese sentido, Zama (un buen Daniel Gímenez Cacho) sabiendo que nunca conseguirá lo que más se rinde a la suerte del lugar que más detesta. Es una antítesis del querer y poder.

Sobre todo el filme es una experiencia sonora maravillosa, el trabajo de mezcla de sonido es enconmiable, al punto de cerrar los ojos y sentirnos en ese calor infernal.

Lo no tan bueno

La paciencia que hay que tenerle a la primer hora, lo evasiva que se vuelve su línea argumental. Divagaciones o ecos de cineasta genio, en cualquier caso, al filme le pesa el inicio.


Opinión Final: Un filme diferente, más sensorial, dirigido por una mujer que ve el cine con ojos que nadie lo ve, que tiene sus influencias claro está pero que narra desde su perspectiva, que sabe lograr imágenes implacables, personajes interesantes. Zama es hija de Martel, y tiene sus males y dones, mentiría si digo que es un filme que nos entretuvo de cabo a rabo porque no sabemos si su cine está pensado para eso, pero si interesa, interesa desde cualquier punto de vista.

Hay dos categorías esenciales en la ontología, el ser y el no ser. Blanco-Negro-Rico-Pobre-Bueno-Malo. La dualidad de la existencia. El primer paso hacia la lógica. La razón del mundo. El orden del universo.
Hay personas que han leído el libro y hay otras que no.
Hay críticos que hacen referencia a esa lectura. Y otros que no.
¿Qué hacemos, por lo tanto, con ese crítico singular que sí pero no, que no pero sí, que sino, que nosi, que osin/niso y verdiblanco/rojinegro?
¿Qué hacemos con el que nos cuenta, habrá que creerle, que lo leyó en su día pero ya no se acuerda, o se acuerda poco, o no le gustó y dejó poca huella, o que lo había olvidado pero luego, según va viendo, rememora, ya lo recuerda?
¿Qué le aconsejamos, crítica directa o con referencia a la novela?
¿Qué le decimos si nos pide por favor que dejemos claro que la leyó de arriba abajo, entera, completa, verdadera, cada letra, que es un crítico, y un lector, que dedica horas llenas de su vida plena a la lectura, no por placer o juego, no por ornamento, conocimiento o prueba, ni por disciplina o ruego, llamado, duelo, disimulo, que no, no os empeñéis, que lo hace por el qué dirán, para luego poder contarlo, por ir sumando muecas al saco de su desvelo, al inventario de su recuento, el misterio de su secreto, un grano, punto/tanto, más en su orgullo y sueño, en su vanidad y morro?
Pues eso, baciyelmo y al toro/tono.
Dos deseos se comen a Zama. La carne y la escapada. El sexo y la huida.
Una verdad implacable se impone. No. Frustración, insatisfacción, miedo.
Debacle callada, apático denuedo. Frío yerro.
Sin salida. Atrapado. Muerto. Fantasma en purgatorio irredento. Pesadilla blanda y fofa.
Realidad inconexa y desmadejada, sin hilo, sin causa ni motivo, sin destino ni origen.
Un extrañamiento mirando al personaje y su entorno. Enajenación. Alienamiento.
La voluntad ha muerto. Queda el hueso, el hueco. La inercia, la miseria, la desesperación, el apagado anhelo.
La España colonial. La América conquistada, invadida, usurpada.
Indios y negros sometidos. Burocracia absurda, gerifaltes abyectos y grotescos. Sordidez, tedio. Belleza salvaje y naturaleza excelsa.
Dos partes o tramos.
Zama espera. Pide. Recibe cartas de España, de su mujer, que le pide que vuelva. Ruega. Que le dejen ir, volver a su tierra. Y mientras suplica y sueña con la ausencia, se suceden pequeñas anécdotas, un libro que no gusta, algún asalto violador y un bandido que a todos quiebra y asusta. Vicuña.
Que nos lleva de la mano al segundo tramo. A la expedición organizada en su búsqueda. Soledad. Desdoblamiento. Juego de identidades. Todos son el bandolero. Todos son Zama. Todos son nadie. Ninguno. Nada. Vicuña les intrusa. Los indios les asaltan. Dudas. Miedo. Rojos.

Película bien ambientada en la América Colonial española, un género escaso en trabajos de calidad. El drama vital del protagonista se arrastra desde el principio, sintiendo el ambiente opresivo del lugar y sus gentes.
Tal vez debiera aportar al principio alguna referencia histórica para centrar la historia, que puede resultar muy desconocida a los no hispanos.
Buena interpretación y música que realza la imagen

Según había yo entendido en las comunicaciones sobre el argumento de la pelicula, ésta no ha resultado lo que esperaba ; en algunos pasajes , ya hacia la mitad, se llega a convertir en un argumento pesado y lento. Ya superado ese estadio a uno le queda la curiosidad de saber en qué derivará esta pelicula que parece que no va a ninguna parte....Es de gran ayuda para mantener ese interés el que la escenografía, la cinematografía y la fotografía son excelentes..., aunque no tanto, para mí, la actuación del elenco.

En una parte positiva, las escenas con presencia de indígenas tienen un caracter entre antropologico y etnografico...! Las tomas filmadas en unas areas pantanosas, ya hacia el final, son secillamente antológicas; uno trata de imaginar el cómo se han filmado y cuáles han sido las dificultades físicas para grabar esas escenas tan bellas...y no quiere nl figurarse el chapoteo de todo el equipo de filmación en tales zonas. UUFFF!

Interesante que en una rápida visión de los créditos finales aparecen los hermanos Almodovar; también he visto Gael García Bernal ( no recuerdo los varios otros que hay).