Black Mirror: Tu historia completa (TV)

El otro día descubrí la existencia de esta trilogía. En tiempos de inmediatez como los que ahora atravesamos, me dije que pintaba interesante y me dispuse a verla: ahí están las votaciones. El primer episodio es el más visceral de todos; el segundo, el más obvio y menos efectivo, para mí; este último es sin duda el más emocional. No sé por qué pero me ha costado horrores meterme en él, la actuación del colgao protagonista y ese ambiente de falsedad tan centrado en la apariencia típicamente inglés, por el qué dirán y el cool-estatus intocable, me estaban dando mucho asco. Soy un tipo de lo más maniático, ya lo he dicho alguna vez. Me queda la duda de si era ésa precisamente la intención del director, la de rodar la incomodidad en distopías girando en torno a la idea de perfección, tan manida e inalcanzable, o si únicamente añoro la patria y sus formas más candorosas y cercanas (Inglaterra está bastante cerca en muchos aspectos del futuro aquí planteado, basta con ver cómo por las noches todo es farra y descontrol, risas y "amiguismos" que surgen de la nada, y luego, en las desinfectadas mañanas, aflora un desapasionamiento que asusta, eso sí, recubierto de los modales más exquisitos...).

Parezco estar de vuelta de todo, ¿eh? No, los hamijos ingleses tienen también sus cosas buenas, que no mencionaré porque no es el tema a tratar y porque bastante se autopromocionan ellos, qué coño. El caso: me costó horrores entrar en esta historia, me sonaba a ya vista, a obvia una vez más -como me pasara con el segundo capítulo-, como si hubiera tenido suficiente con dos obras como El show de Truman y Olvídate de mí, para mí colosos del cine reciente con un lenguaje interno de lo más universal y que no han perdido un ápice de actualidad. Hoy día da miedo lo cerca que parece estar esa despersonalización total; y de nuevo este pensamiento es algo gratuito y propio de estas gentes que menciono que puedan estar ya hasta los mismísimos cojones. No les faltan motivos. En todo caso, las conclusiones arrojadas por el capítulo 2 de esta trilogía se pasan en su asunción del idiotismo humano. Los hay tontos. Pero no tanto. O eso quisiera creer.
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Corazón que no siente. Con esta frase podemos resumir en rasgos generales este capítulo de Black Mirror. Para mí, una serie imprescindible desde ya. El desarrollo de "Tu historia completa" comienza con lo vanal de una entrevista de trabajo, y va desarrollándose hacía un thriller desconcertante.
Una crítica mordaz de hacía donde nos dirigimos con la sociedad de la información. En nuestro perfil de Facebook (y más ahora con el time-line), podemos ver nuestros recuerdos, el de nuestros amigos, e incluso los de aquellos que nos son desconocidos.
Y es este capítulo el que si nos fijamos fríamente, da valor fundamental a la mentira; la mentira como forma de defensa y pilar de nuestras relaciones, la mentira como "morfina" de nuestros errores. No debemos olvidar que hay momentos o circunstancias en la vida de cada uno, que simplemente se deben de quedar en lo más hondo de nuestros recuerdos, y que no deben moverse de ahí.
"Tu historia completa" es una historia que no te gustaría que supiese nadie, todos tenemos secretos, y es mejor no olvidar, que gracias a ellos seguimos adelante.
Obra maestra.

‘The Entire History of You’ da el cierre con el episodio más emocional de los tres, aunque todos ellos están hechos con más pasión que temporadas enteras de series. Para verlo en sesión doble junto a 'Olvídate de mi' (Michael Gondry, 2004) y cortarte las venas luego. O cortarte mejor otra cosa.

La ciencia ficción no funciona en esta ocasión tanto como eje sobre el que desarrollar la acción; un futuro cercano, que como toda la serie no difiere tanto de nuestro presente, iluminado por uno de los bonitos lugares comunes del género, una ambientación retro setentera que encaja con el tono desalentador del episodio; pero si es el detonante de una historia de celos y desconfianza en el lugar (que rima con hogar) donde antes hubo amor. La tecnología avanza tan rápido que ahora un pequeño dispositivo, incrustado bajo nuestra oreja, nos da la posibilidad de volver a ver todos nuestros recuerdos, almacenarlos y rebobinarlos, convirtiendo nuestra cabeza ni más ni menos que en un disco duro multimedia con la película de nuestra vida.

Este punto de partida fascina por la capacidad de simbiosis tecnológica a la que podemos llegar, pero también nos advierte de los peligros de alcanzarla, convertirnos en una máquina en la que nuestras emociones generen un cortocirtuito incontrolable, provocando la explosión visceral de todos los secretos y mentiras de una pareja cualquiera. Unas dudas que seguro habrían aflorado con el paso del tiempo, pero que gracias a la bendita tecnología salen a la luz en apenas unas horas, destrozando sus vidas y provocando un dolor irremediable que nos retrotrae de manera circular a la secuencia clave del primer episodio.

Y es que, hasta la llegada de Black Mirror, no sabíamos que mirar a una inofensiva pantalla pudiera llegar a doler tanto. Por eso, como la televisión es de plasma y con lo que ha costado no es plan tirarla, hay recuerdos que es mejor eliminar o no podríamos vivir con ellos.

De unos años a esta parte, la ficción británica ha adquirido unos niveles de calidad que nada tienen que envidiar a las grandes cadenas estadounidenses (HBO, AMC, Showtime). Productos como The Office, Sherlock o Misfits son estupendas series televisivas, originales, lúcidas y dueñas de esa nitidez británica tan característica.

En 2008, Charlie Brooker, un periodista, presentador de televisión y director inglés que apenas había realizado una sitcom de seis episodios (Spoons), sorprendió a propios y extraños cambiando de registro y aunando dos conceptos modernos -la telerrealidad y los zombies- en una miniserie. Dead Set fue una grata noticia para los amantes del género de terror y el empujón que necesitaba su creador para apostar por lo arriesgado, para crear sin ataduras.

Y así nos llega la miniserie que nos ocupa, Black Mirror. Brooker vuelve a utilizar dos conceptos unidos intrínsecamente, la ciencia ficción y la comunicación de masas (enlazados por la tecnología), como punto de partida. Y pone sobre la mesa tres episodios inconexos, autoconclusivos e independientes, pero cuyo trasfondo es similar, la pérdida de la humanización y el peligro de la alineación controlada.

El primero de estos capítulos (El Himno Nacional) es, a priori, el más convencional. Trata sobre un aberrante chantaje que un terrorista impone al primer ministro inglés. No parece especialmente novedoso si obviáramos el grotesco componente sexual del relato. Lo interesante, a parte de la inquietud que suscita al telespectador, es el profundo debate al que nos invita.

El segundo de ellos, 15 Millones De Créditos, es un episodio futurista volcado en la ciencia ficción y que evoca a distopías célebres como V de Vendetta o 1984. Hablamos de individuos que viven en pequeños habitáculos conectados siempre a pantallas gigantes de televisión, y unas bicicletas estáticas con las que se consigue el dinero ficticio que circula en el mercado. Todo es tan aséptico como turbador en este tratado sobre el control social, sobre el borreguismo y el poder de los medios, un relato que guarda enormes paralelismos con lo que encontramos día a día.

El último relato, Tu Historia Completa, es una absoluta obra maestra y el mejor colofón posible para la miniserie. Avanzamos en el futuro para descubrir una sociedad cuyos miembros pueden guardar todo lo que ven en un disco duro implantado detrás de la oreja. Cualquier acción queda archivada y puede ser revisada a posteriori. El capítulo, cuyo plot ya resulta suficientemente atractivo, va increscendo y acaba siendo más que una historia de ciencia ficción -y como me decía Ramón Flores vía twitter- un acojonante thriller emocional.

Es una lástima que Black Mirror conste de tres únicos episodios, pues deja al telespectador sediento de esas desesperanzadas historias futuristas. Historias que demuestran que no hacen falta excesivos medios para hilar un buen producto, que la clave es el talento a la hora de idear, de crear. Si nos damos cuenta, eso que Brooker relata en Tu Historia Completa tampoco es muy diferente al punto de partida de Minority Report u otros títulos de la ciencia ficción, pero lo sabe contar, conoce el como y el porqué contarlo. Y eso es lo más importante. Posiblemente Brooker haya firmado, sin ser muy consciente de ello, un clásico instantaneo de la ciencia ficción. A mi ya me lo parece.

Es cierto que esta miniserie de 3 historias independientes andan por la provocación, las conclusiones trilladas, con el hediondo aromilla de artistas demasiado conceptuales mezclado con olor a "monte", "qué rule", "qué rule".

Al primer episodio, que será el más recordado durante meses (nuestra memoria dura eso...saturación de consumo, demasiadas propuestas atractivas...atractivas, no excelentes), yo lo vi ya como obsoleto, lo peor que le puede pasar a una sátira actual. Y precisamente de lo que va esta serie de "black mirror", es de hiperbolizar las variables que hacen avanzar al mundo ahora, la edad de oro de la comunicación. Pero aquí, Estado monárquico, la gracieta de barajar un chantaje al poder político, demostraciones de fuerza de artistas inmaduros, queda como una propuesta tontorrona más allá del canal de la mancha. No sé cómo estarán los valores británicos actualmente, pero con el tema de la crisis, cuando un Sarkozy le espeta a Cameron "Estamos hartos de tí", la figura política además de prácticamente inútil se entiende como más humana, con un nivel de tolerancia tangible.

Este tercer episodio, es atractivo. Presentado con diseño muy "los límites de la realidad", se habla de un mundo donde los recuerdos se pueden archivar en un disco duro y reproducir en pantalla plana, haciendo a los demás participes de tus vivencias. Caben destacar detalles divertidos, como la ausencia de televisión como divertimento, llevando el producto audiovisual propio a consumo casero para los íntimos como alternativa de mucha más aceptación que la llamada telebasura.

Como consecuencias tangenciales, el hecho de que los recuerdos pasan a poder ser presentes e irrefutables "tú me dijiste, blanco", "que no", "ahora verás"(rebobinado), pero muchísima más interesante, y aquí está lo bueno, que en un mundo como el planteado, donde se abusa del recuerdo exacto sin posibilidad de matices, o perspectiva, sin dar la opción al hombre de poder crecer a otro en el paso del tiempo, las esperanzas se pueden llegar a depositar en un track de pasado rebobinado.