Marea roja

Está claro que los palos se los va llevando constantemente el personaje más reaccionario, pues su alucinante carencia de sentido común, de 'sensibilidad' y de tacto invitan a que enseguida te pongas de parte del comedido Ron Hunter (lo cierto es que el reparto no podía haber sido mejor, porque Denzel clava como nadie el papel de hombre reflexivo, pero seguro y de acción, si la situación lo requiere, Hackman se come la pantalla con los personajes que desbordan orgullo y prepotencia y Dzundza es un secundario fuera de serie).

Porque el discurso más intolerante y beligerante no tarda mucho tiempo en volverse completamente discordante, pues poco se lo piensa Ramsey a la hora de recriminar públicamente 'el motín' que, según él, estaba organizando su segundo, pero cuando las tornas cambian hace exactamente lo mismo y de un modo aún más feo, por la espalda. El que no quiere escuchar ni abrirse a simples deducciones y análisis extraídas de la razón (ni siquiera estamos hablando de ningunas ideas de otro tipo) no tarda en hacer estallar su ira porque está acostumbrado a concebir como única verdad, su manera de pensar y de ver las cosas, lo cual es cómodo, porque al ser el comandante la impone en forma de decreto-ley en su navío, sin que nadie siquiera tenga la opción de dar la más mínima réplica. Y fue precisamente lo que ha hecho; ya desde el principio se mostraba huraño y arisco cuando percibía cosas que no le gustaban, y tras recibir unas cuantas bofetadas dialécticas por parte de Howard, la cosa ha llegado al punto de ebullición.

Ni hablemos ya de ese "Luchamos por preservar la democracia, no para practicarla", un contrasentido como una catedral, pues aunque bien es cierto que el funcionamiento de organizaciones militares siempre es jerárquico (algo que por un lado no deja de resultar chocante, puesto que de cara a una sociedad que presume ser democrática no da mucho ejemplo), se perciben mucho las intenciones por la manera en la que dice esta afirmación, como con deje de prepotencia, gustándose, cuando se debe de entender la ausencia de la democracia en los organismos militares como medida necesaria que tiene el único fin de obtener el mayor rendimiento, nunca para gustarse y aprovecharse de esa realidad en favor del beneficio de uno, disfrutando para más inri de la situación de tener 'subordinados' a tu cargo.

Por otro lado el ejército estadounidense no es el más indicado para hablar de lo que está bien y lo que está mal en términos de regímenes, puesto que ellos hacen acto de presencia en otros puntos geográficos que no son de su jurisdicción con tal de mantener a buen resguardo la preponderancia que aún siguen ejerciendo sobre el resto del mundo.

Otra cosa que me repugna profundamente es todo ese deleznable lavado del cerebro acerca del deber y la patria que se le inculca a la gente de manera abusiva, cuyos efectos son equiparables a la propaganda hitleriana o stalinista, pero de manera más encubierta, subliminal, sin traspasar los evidentes límites de la legalidad y de los derechos humanos. Y guiños de estos los hay por doquier en esta peli, esos momentos de presión que se ejerce sobre un hombre que tiene una responsabilidad fundamental, de cuya decisión depende todo el futuro. Lógicamente en un contexto como el que nos concierne la dicha responsabilidad es más que comprensible (y evidente), pero una vez más no es lo que se dice, sino las maneras, el cómo. Y el enfoque no puede ser más pretencioso, pues los que se encuentran en la dicha situación (no hay mujeres, ojo) no dejan de ser personas como tú o como yo, pero no, pues su vida parece ser mucho más importante y hay que rendirles culto de manera casi sumisiva y completamente desinteresada. A base de engrandecer unas conductas u otras, se transmite un mensaje determinado, el cual es percibido por el público, a pesar de estar disimulado. Y la esencia del que se entreve aquí, por momentos llega a resultarme vomitivo.

Eso sí, la película es buena.