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Timbuktu

Drama Año 2012, la ciudad maliense de Tombuctú ha caído en manos de extremistas religiosos. Kidane vive tranquilamente en las dunas con su esposa Satima, su hija Toya e Issam, un niño pastor de 12 años. Pero en la ciudad los habitantes padecen el régimen de terror impuesto por los yihadistas: prohibido escuchar música, reír, fumar e incluso jugar al fútbol. Las mujeres se han convertido en sombras que intentan resistir con dignidad. Cada día, ... [+]
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Críticas 50
Críticas ordenadas por utilidad
7 de febrero de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta misma semana, navegando por las páginas de un periódico cualquiera, nos topamos con un sub-apartado en la sección Internacional. El título de entrada (el genérico, vaya) dice así: ''Barbarie yihadista''. Uf. Porque del mismo modo en que nos escandalizamos cuando nos dimos cuenta, tras el enésimo tiroteo, que en Estados Unidos existen especialista en, efectivamente, matanzas en escuelas / institutos / universidades (¡Uf!), la misma reacción deberíamos experimentar al ver cómo un diario, con mayor o menor acierto, ha decidido abrir un espacio permanente dedicado a repasar las lindezas perpetradas por la guerra santa, que en este caso (cosas de la Historia), es islámica. En fin, que nos reponemos y bajamos un poco la vista. Ahí está el titular: ''El Estado Islámico quema vivo al piloto jordano secuestrado.'' Tremendo. No hace falta seguir. Cerramos el periódico y nos refugiamos en la pantalla del smartphone, donde resulta que ya nos esperan las últimas novedades. ''Jordania ejecuta, a modo de represalia, a dos yihadistas.'' Venga. Como en los tiempos bíblicos más sanguinarios (imagínense), la ley del Talión, no hay duda, sigue viva. Y coleando con violentísima fuerza.

Rebobinando un poco la cinta y nos damos cuenta de que en nuestro país (así como en buena parte de lo que podríamos considerar como ''Mundo Occidental'') empezamos a familiarizarnos con el concepto ISIS (recordemos, aquel grupo terrorista del que hasta Al-Qaeda ha renegado) a principios de 2014. De hecho, lo más correcto sería decir que por esas fechas, empezamos a recordar (porque vivimos, ciertamente, en tiempos de terrorífica amnesia colectiva) el significado de dichas siglas. Lo más triste del asunto es que esta organización llevaba (y sigue) operando desde la Segunda Guerra del Golfo Pérsico. Corría el año 2003. Pero ya se sabe, el foco de atención mediática es caprichoso, y la magnitud de la barbarie se cuantifica, ahora mismo, a través de elementos completamente subjetivos. Sin remontarnos demasiado en el calendario, sólo hay que prestar un poco de atención al tratamiento de los medios de comunicación a la matanza en la redacción de Charlie Hebdo, con las últimas protagonizadas por Boko Haram en Nigeria. Y que quede claro: De lo que se trata aquí no es de determinar cuál de los dos actos es más condenable, sino de darse cuenta, de una puñetera vez, que tanto una noticia como la otra claman al cielo por una igualdad de condiciones en su recepción que, por lo visto, de momento no llega.

En fin, que para la 67ª edición del Festival del Cine de Cannes, alguien tuvo la brillante ocurrencia de encomendar la apertura a Olivier Dahan. Mal empezamos, pues la mediocridad (siendo generosos) de su último trabajo, que llevaba por título 'Grace de Mónaco' (ah...), era solo comparable al interés que su historia levantaría entre buena parte de los asistentes al certamen de certámenes. Y no era poco. Ojo, que ese título tampoco engañaba. El filme se apoyaba, como era de esperar, en algo tan importante y trascendental como la realeza monegasca. Y sí, lo peor es que sí, que por caprichos de la geografía, seguiremos pensando que estamos mucho más cerca de los insustanciales problemas de tan sacrificada familia, que no de las innumerables carnicerías que bañan la tierra de aquellas naciones que ni sabemos situar en el mapa. Por suerte, nos dejamos de sesiones inaugurales y entramos de lleno en la Sección Oficial a Competición, la cual si bien no presentaba un cartel a priori tan apetecible como el del año anterior (aquel, sencillamente, fue un escándalo), sí empezó, al menos, a pleno rendimiento.

'Timbuktu', al igual que el antecedente citado, podría ser también un cuento, sólo que en esta ocasión las hadas tenían vetada la entrada. En el corazón de Mali (sí, ese país a través del cual personajes tan grises como François Hollande trataban de ganar crédito electoral a base de balazos), una gentuza trata, por todos los medios que su cortísima inteligencia les permite, acallar una música que bien podría haber sido compuesta por el mismísimo Ali Farka Touré. Digamos que la policía islamista intenta poner orden (SU orden, claro) en la heterogeneidad más absoluta. Lo urbano contra lo rural; lo sedentario contra lo nómada, la sharia contra la razón... África contra Occidente (no necesariamente en este orden). Las tropas fundamentalistas se convierten pues en el eje vertebrador de un relato que avanza del mismo modo en que un río se abre camino. Sin aparente rumbo fijo, pero con una destinación final claramente marcada, y aprovechando al máximo cada ayuda que le pueda brindar el terreno por el que se mueve. Puede que al principio no queden demasiado claras las intenciones (tampoco hace falta), pero cada decisión tomada y cada frente visitado desbordan interés.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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9 de febrero de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desoladora como la oscuridad sobre un páramo escondido en algún rincón del mundo, triste como la muerte de algún familiar, impactante como el aprender lo que es la vida con el paso de los años, espeluznante como el conocer que situaciones así de hecho existen en la realidad, aterradora como la cuenta regresiva de los habitantes que sufren este régimen, desesperante como la falta de esperanza, terrorífica como la dictadura de la tiranía, hermosa como la voluntad de los pequeños jugando al fútbol con un balón invisible, espectacular como ella misma...

´Timbuktu´ es políticamente "intermedia", y lo que le da puntos extras, es que es rodada y actuada por gente que de verdad ha caído en desgracia por simplemente nacer en los dominios del fanatismo al Islam. Como ya dije, hermosa y esperanzadora, de la oscuridad nace la luz, y es en esta oscuridad donde viven y se desarrollan los personajes que aparecen en la película.

Es además, un ejemplar precioso en este género, una joyita que es bella como la vida misma, porque ve la esperanza de una manera tan sublime, tan real como tiene la tarde sus celajes, tan real como tiene la noche sus estrellas. Como dije, es tan incólume como sólo ella misma puede ser.
Pierce7d
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16 de mayo de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Has leído la sinopsis?, ¡pues eso es todo!, resumen conciso de lo que hay, ni más ni menos; amén de muchos halagos, bienintencionados y condescendientes, por ser una modesta película, echa con mucho esfuerzo y osadía, pero que falla en su encanto y seducción para dialogar con el oyente, quien sólo se emociona ante esa espléndida fotografía de un desierto árido, caluroso y hermoso que ofrece un ritmo pausado, lento y delicioso, con su propia armonía excelsa, donde el peligro, riesgo e incertidumbre se unen a la belleza, la vasta inmensidad, la tranquilidad suculenta, seca, el distendido deambular con un sentir, escuchar, verificar el silencio y la maravilla de no tener prisa pues, el tiempo no importa/el espacio no tiene vallas, pero donde el resto, ha pasado al olvido de la desgana.
Magnífico colorido, de gran atractivo visual que envuelve esta Mauritania dominada por la sinrazón y trágico despropósito de quienes hablan en nombre de la religión, moral, virtud y decencia, jueces dictadores de su propia mezquindad y horror, humillación de una ley impuesta a base de amenaza, rifle, latigo y muerte a una población que sólo quiere hacer su vida, ver crecer a sus hijos, charlar con los amigos y disfrutar de su relajada y plácida, a la vez que dura y desolada, existencia.
Y, a partir de aquí, viene el dilema pues, si vuelves a leer al argumento, estarás de acuerdo con él, también con las alabanzas referidas a la plasmación estética y atrevida de dicha realidad, un meritorio trabajo realizado por Abderrahmane Sissako a la hora de ser sincero y verídico en el sinsentido, extremismo y desfachatez de una imposición extremista a las que, héroes anónimos, deben hacer frente cada día y bla, bla, bla..., pero, con la misma honestidad, existe una gran tendencia al abandono inconsciente, a la apatía auditiva, al aburrimiento involuntario, a perder el interés de lo narrado, su propósito y estela, incluso te obligas a prestar más atención de la que tu mente está dispuesta a ofrecer, te disciplinas para evitar cerrar los ojos de cuando en cuando, te reprochas por distraerte con cualquier pensamiento que roza, brevemente tu cabeza, dada la escasa captación de lo ofertado, en un debate autoimpuesto de recriminación por no vivir tan espléndidamente -ni fingir, la verdad- esa maravilla manifestada por otros, por no saborear la importancia teórica de lo exhibido en una práctica inapetente, insostenible y poco agraciada.
Lo primero que se enseña un político es el poder de la oratoria, la fuerza de una potenta y bien estructurada retórica que convenza, atrape y guste, no importa el mensaje; aquí, ocurre justo lo contrario, un mensaje loable, vigoroso y valiente que se pierde, por su camino, al no encontrar ese puente de comunicación entre el ávido espectador, a la espera de su sabiduría, y unos fotogramas que transcurren sin pasión, con parsimonia, pesadez y poca inteligencia para involucrar al público deseoso y, con respeto, un poco excesivas las alabanzas vertidas a favor de ella que llevan al interrogante confuso, para quien se fío de ellas para elegirla, porque, todas muy meritorias y merecidas en el plano técnico, expositivo y ocular pero, el cerebro queda desamparado y desnutrido ante la sucesión de escenas que no despiertan curiosidad, que son un desfilar repetitivo de lo ofrecido los primeros diez minutos y que no avanza en emoción y desasosiego, sólo un triste mirar melancólico, decrépito y arduo que lleva a desviar la vista de la pantalla para buscar, por otro lado, el alimento no aportado o, simplemente, sucumbir a la dejadez y descuido.
Es de esos casos que, parece de vergüenza admitir tu indiferencia hacia lo observado, a pesar de la importancia de lo contado, pues se sufre un abandono cognitivo y ausencia afectiva que nunca debería surgir, dada la riqueza del guión y el estilo direccional, pero que supone el desfallecer anímico, sugestivo y reflexivo de un intelecto, dejado al olvido, que observa como únicamente se nutre la visión, y le dejan, a él, huérfano y falto.
Es sencillo, un profesor debe saber inculcar a sus alumnos la pasión por su clase, aleccionar a sus pupilos a seguir la lección, instruirse de sus palabras y desear que el reloj detenga su camino ante el disfrute y admiración de lo expuesto, aquí, el director, satisface una parte/deja coja a la otra, un ying/yang que no se complementa, hecha un pulso con su hermana de aventura ganando, lamentablemente, quien no se quiere ni desea.
Insípida y desaborida, pierde todo su efecto al no saber comunicar, con perspicacia e ingenio, su atrevida y potente historia; brillante desolación artística que arrasa y deja necesitada a la razón y a su amado compañero de fatigas, el sensible -aquí depuesto- corazón.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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9 de abril de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Timbuktu de Abderrahmane Sissaki (que fue nominada a mejor película de lengua no inglesa en los Oscar) narra la llegada de los bárbaros a la ciudad legendaria de Tombuctú, lugar de cruce del África del desierto con el África de corazón negro. Los nuevos bárbaros son los yihadistas. Nadie los espera, al contrario que en el poema de Cavafis, ni los desea: se imponen por las armas en la sencilla y dura vida de la gente del desierto. Hay una imagen significativa y estremecedora en el inicio y final de la película en las que los “aguerridos” sayones del fanatismo disparan a una indefensa y atemorizada gacela. El director ha huido, para exponer la invasión de Tombuctú por los yihadistas, de la truculencia o la caricatura. Los bárbaros son tan humanos como nosotros, al menos en eso que llamamos debilidades: aman, fuman, conocen la camaradería entre ellos… pero desprecian la tolerancia, la libertad de conciencia y de expresión, que es patrimonio de todos. Son autómatas cumplidores de una interpretación de su fe cuyas víctimas principales son sus propios correligionarios. ¿Qué les hace ser así? Quizá sentir el dominio absoluto sobre los demás, pero el asunto supera esta reseña.
La delicadeza del director ha entendido la importancia del valor del símbolo y de la elipsis para contar esta atroz historia: así la prohibición de jugar al fútbol -por ejemplo- se nos muestra con unos niños que lo juegan sin balón; o la lapidación de una pareja de adúlteros en su terribilidad no dura más que uno segundos.
Al contemplar esta película que capta la belleza del desierto o de las ciudades de barro y a sus habitantes luchando y disfrutando de sus genuinas vidas, de una forma tan eficaz como sencilla, recordamos la ética y estética narrativa del neorrealismo italiano (Ladrón de bicicletas), y comprendemos que para hacer buen cine no hacen falta grandes medios pero sí, a veces, mucha valentía.
GonzaloyGracias
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16 de febrero de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya lo decían los de Kansas: no somos nada más que “Dust in the Wind”; y desde luego que la llegada de los integristas a Tombuctú no soluciona mucho las cosas, más bien todo lo contrario puesto que la presencia de los rifles en esa ciudad maliense significa la obligación para las mujeres de usar calcetines y guantes, la prohibición para toda la población de escuchar música, fumar, jugar al fútbol. Aplicación estricta, en definitiva, de la sharía. Lapidación de los adúlteros, etc. Y eso es lo que narra el mauritano Abderrahmane Sissako en su última película Timbuktu, nominada al Oscar a la Mejor película en lengua no inglesa en 2015.

Representa Sissako uno de los grandes nombres de la cinematografía africana, junto a Ousmane Sembène, Souleymane Cissé, Idrissa Ouedraogo y Djibril Diop Mambety, y en concreto, durante el año 2009, que es el que mejor he trabajado hasta ahora en cuanto a la presencia del cine del norte de África en nuestro país, pudimos disfrutar de Sissako las siguientes producciones: el largometraje Esperando la felicidad (Heremakono)(2002), dentro del ciclo organizado por Casa Árabe "Cartografías urbanas: la ciudad en el cine árabe contemporáneo", en Madrid, que obtuvo el Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes en la sección Un Certain Regard y el de Mejor película en FESPACO, Uagadugu 2003 (equivalente al Oscar africano); y los cortos “N’Dimagou” y “Le rêve de Tiya” (“El sueño de Tiya”), que figuró en la programación oficial del Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT) y es una de las ocho historias que componen el largometraje 8. Estos ocho cortos ilustran los ocho objetivos de Milenio para el Desarrollo (OMD), y en concreto el de Sissako se rodó en Etiopía para ilustrar el objetivo “Reducir la pobreza extrema y el hambre”. En 2014 Heremakono se incluyó en el FCAT, cuya sede actual está en Córdoba.

Pero Timbuktu no es una película sobre el terrorismo y por ello, muy respetuosa con la fe musulmana. Es sólo que en ella se contrapone el amor a la humanidad que debe presidir toda confesión religiosa a la inhumanidad satánica de los fanatismos y yo no soy, admitámoslo, una persona de profundas convicciones místicas, pero sí creo que el filme de Sissako delimita inequívocamente la esencia universal del ser humano como una imperfección llena de sentimientos frente a la imposición ciega de un credo cruel. Por eso, la extrañeza entre la irracionalidad fundamentalista se plasma, entre otros muchos detalles, en la presencia constante de intérpretes para comprender la lengua de cuerpos extraños en la sociedad maliense, pero sobre todo en los debates entre el imán local, que simboliza la interiorización y la palabra, y el jefe de los integristas, que simboliza la inhumanidad y las armas.

“La Meca está en aquella dirección”, increpa un fanático a Kidane, de quien luego trataremos, “Lo sé”, dice éste. Es por ello que quiero mencionar la serie documental “Alquibla”, concebida por Juan Goytisolo con carácter divulgativo dedicada al mundo islámico como complejo social, cultural, político y religioso, siendo así que uno de los capítulos de dedica al Islam negro. Su idea fue utilizar el tema religioso como punto de partida para profundizar en la cultura musulmana. “Alquibla”, ‘la dirección en la que hay que mirar para rezar hacia La Meca’, se programó a principios de los años noventa como un conjunto de piezas breves para ser emitidas en Televisión Española. Producida por Eclipse Films, se encomendó la dirección a Rafael Carratalá, con guion y presentación de Juan Goytisolo, fotografía de José Altable, y música de Luis Delgado.

Se trata Timbuktu de una película que rebosa un inmenso amor a la vida incluso en las circunstancias físicas más adversas: el desierto tal cual; y que se articula, alrededor de la vida familiar de Kidane (el padre), Satima (la madre) y Toya (la hija), cuya arcadia particular se concentra en su jaima. La mirada de Sissako se extiende con ternura hacia ese núcleo familiar, que quiere mantener su modo tradicional de vida, cuando todos los que han podido han huido, los amantes de la música, los jugadores de fútbol sin pelota, etc. Por eso, las debilidades integristas (a unos les gusta el fútbol, a otro la danza, otro fuma a escondidas, con el kalashnikov ad hoc) no se muestran como ejemplos de hipocresía, sino como flecos propios de la vida humana.

En Timbuktu las personas sobreviven en bosques de dunas y en una ciudad erigida sobre casas de barro. Es la vida llevada a una situación extrema, donde la sharía es algo así como la puntilla a una sociedad que sin ella se levanta de milagro.
Y particularmente interesante se me ofrece el personaje de la loca, a quien trasladaron desde Haití, tras el terremoto de Puerto Príncipe, pero cuya vida racional se detuvo dicho 12 de enero de 2010, puesto que los desafíos constantes de esta mujer a los intrusos fundamentalistas y su mirada escéptica concentran toda la irracionalidad de la situación.

Por otro lado, como bien sabemos, desde que el hombre es hombre y decidió establecerse en un lugar, buscó siempre la proximidad del agua como elemento vital. Sin embargo en Timbuktu, el río es el origen de la tragedia que desencadenará la intrahistoria que reproduce este largometraje, lo cual me parece un buen signo de la anormalidad de la situación que quiere transmitir Sissako.

En el aspecto técnico e interpretativo, esta película se narra sin sobreactuaciones y con un protagonismo colectivo, dejando que las escenas hablen por sí mismas. Es evidente que la familia de Kidane, Satima y Toya constituye el eje argumental, acompañados por Issam, el niño que cuida el ganado, pero la historia se despliega hacia una multiplicidad de personajes. Un drama descrito con la naturalidad con la que discurren hoy día los dramas ante nuestros ojos. Quizá es por ello bueno que una obra como la que estoy comentando profundicen con una técnica casi documental en la intensidad de la cuestión.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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