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Voto de GonzaloyGracias:
7
Drama Año 2012, la ciudad maliense de Tombuctú ha caído en manos de extremistas religiosos. Kidane vive tranquilamente en las dunas con su esposa Satima, su hija Toya e Issam, un niño pastor de 12 años. Pero en la ciudad los habitantes padecen el régimen de terror impuesto por los yihadistas: prohibido escuchar música, reír, fumar e incluso jugar al fútbol. Las mujeres se han convertido en sombras que intentan resistir con dignidad. Cada día, ... [+]
9 de abril de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Timbuktu de Abderrahmane Sissaki (que fue nominada a mejor película de lengua no inglesa en los Oscar) narra la llegada de los bárbaros a la ciudad legendaria de Tombuctú, lugar de cruce del África del desierto con el África de corazón negro. Los nuevos bárbaros son los yihadistas. Nadie los espera, al contrario que en el poema de Cavafis, ni los desea: se imponen por las armas en la sencilla y dura vida de la gente del desierto. Hay una imagen significativa y estremecedora en el inicio y final de la película en las que los “aguerridos” sayones del fanatismo disparan a una indefensa y atemorizada gacela. El director ha huido, para exponer la invasión de Tombuctú por los yihadistas, de la truculencia o la caricatura. Los bárbaros son tan humanos como nosotros, al menos en eso que llamamos debilidades: aman, fuman, conocen la camaradería entre ellos… pero desprecian la tolerancia, la libertad de conciencia y de expresión, que es patrimonio de todos. Son autómatas cumplidores de una interpretación de su fe cuyas víctimas principales son sus propios correligionarios. ¿Qué les hace ser así? Quizá sentir el dominio absoluto sobre los demás, pero el asunto supera esta reseña.
La delicadeza del director ha entendido la importancia del valor del símbolo y de la elipsis para contar esta atroz historia: así la prohibición de jugar al fútbol -por ejemplo- se nos muestra con unos niños que lo juegan sin balón; o la lapidación de una pareja de adúlteros en su terribilidad no dura más que uno segundos.
Al contemplar esta película que capta la belleza del desierto o de las ciudades de barro y a sus habitantes luchando y disfrutando de sus genuinas vidas, de una forma tan eficaz como sencilla, recordamos la ética y estética narrativa del neorrealismo italiano (Ladrón de bicicletas), y comprendemos que para hacer buen cine no hacen falta grandes medios pero sí, a veces, mucha valentía.
GonzaloyGracias
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