El amante

De lo mejor que he visto en cine, si se le puede llamar erótico, seductora adaptación de la novela de Marguerite Duras, cargada de hermosas y simples imagenes, que se entrelazan a la perfección con la narrativa voz en off de la historia.

El amante es un apasionado drama romántico del estilo más clásico pero sazonado con escenas subidas de tono (o mejor dicho, en el tono adecuado, dada la temática). Es en torno a estas escenas a lo que parece girar la película, y lo que, en cierto sentido, la supedita. Si es cierto que estas secuecias, todas las que tienen lugar en la "casa de soltero", además de ser estéticamente perfectas (el uso de la iluminación y la música como complemento a los protagonistas, las combierte en pequeñas obras de arte), su incursión en la historia acaba resultando demasiado episódica, aislándolas de la evolución argumental de una trama, que, por otra parte sortea con acierto el tópico (ya se sabe, occidentales haciedo películas de orientales, mal aguero...), pero el peso de la prosa literaria acaba resultando en parte excesivo, en parte redundante, y las historias personales y familiares de los protagonistas no acaban de cuajar dado el poco tiempo que se les dedica. Así la fuerza del relato acaba recayendo al completo en los dos protagonistas, personajes ricos en matices y mostrados por los dos actores de una manera, probablemente planeada, fría.
Lo que queda para el recuerdo es ante todo esas escenas de sudor y emociones rodadas de manera maestra por un artesano como Annaud; y una música compuesta por ese otro artista llamado Gabriel Yared, responsabe de otras bellísimas partituras como las de El paciente Inglés, Mensaje en una botella o Cold Mountain.

Tengo que confesar, que compre esta película, algunos años después de haberla visto por televisión. Cuando la vi tenía 14 años, y si bien en ese momento mi asombro fue por los desnudos, la historia me pareció conmovedora, triste, el verdadero drama que se espera, en un desenlace hecho para este tipo de historia. Hoy, cuando de vez en cuando la vuelvo a ver, me sigue pareciendo una poesía de imágenes con una música de fondo que acompaña, el transcurso de esa historia, plagada de erotismo y sensualidad, no por lo que muestra si no, por como lo muestra.
El amor y la pasión, se entrelazan con una sexualidad palpable en el aire, de los lugares por donde transitan los personajes, de una manera bien hecha, sigo en el spoiler...

A pesar de las bárbaras críticas recibidas por Margarite Duras sobre este film, no podemos negar que Annaud, sin ser un grande, dota a cada una de sus obras de un cierto interés, un trabajo de ambientación o incluso un encanto natural.
Esta no es menos. Jane March y Tony Leung Ka fai forman una pareja de lo más sensual (lo que por lo visto no era real, según Duras, y ella sabrá) y sus giros y posturas llevan el ritmo en volandas.

No se queja Duras del tratamiento de furcia que recibe su alter-ego. Porque eso es lo que es, se comienza dubitativo y se termina describiendo la sociedad de la época, con el poco aprecio que cada uno siente por sus semejantes.

Admirables escenarios y entretenida trama. Sexual y decente.

Bellísimo filme en el cual con gran sutileza y como al pasar nos enfrentan sentimientos muy profundos: amor, pasión, resentimiento, envidia, desarraigo, apenas marcándolos con miradas y gestos. Un amor imposible, un país extraño, bello y terrible, el exotismo del delta del Mekong que arrastra vida y muerte hacia el mar, una pareja rara -el elegantísimo chino y la adolescente apasionada y curiosa que aún no sabe amar-. Un soberbio ejercicio de estilo que nos deja una gran melancolía.