Apuestas contra el mañana

Los protagonistas son hombres con serias dificultades económicas, tentados a convertirse en delincuentes

Una película impresionante, poco conocida y de gran hechura. Su director Robert Wise deja aquí prueba contundente de lo que es filmar una película de tensión y estrés atrapando al espectador de principio a fin.

Un viejo ex policía que vive con pocos recursos planea el robo de un banco y le propone la acción a dos individuos que pasan por problemas económicos muy serios. El plan parece fácil, las ganancias pueden ser de unos 50.000 $ para cada uno, pero los invitados a participar no lo tienen demasiado claro, primero tienen que decidirse.

En verdad, que se trata de un filme de los muy buenos. Se experimenta casi en carne propia la dinámica estresante de estas personas que viven crisis considerables en sus vidas, como va creciendo poco a poco su nerviosismo e incertidumbre ante el delito que se avecina debido a las urgencias económicas que sufren.

No revelaré el quid de la trama: ¿se decantarán por el camino delincuencial, lograrán dejar atrás sus problemas y fracasos?

Después de su gran éxito con "Quiero vivir" que la valió un óscar de mejor actriz a Susan Hayward de 1958, Robert Wise produce y dirige en el 1959 "Apuesta contra el mañana", adaptación de una novela policiaca de William P.McGivern. El racismo es el tema central de este thriller que el propio actor Harry Belafonte le propuso hacer a Wise, Belafonte había comprado los derechos y tenía ya un esbozo de guión, que fue luego reelaborado, el final del guión original como el de la novela predicaban la reconciliación de los dos protagonistas, negro Harry Belafonte y el blanco Robert Ryan, pero Wise consideró que la historia se iba a parecer demasiado a "Fujitivos" que Stanley Kramer había hecho un año antes con Tony Curtis y Sydney Poitier, pero lo que decidió modificar el desenlace en esta intriga policiaca que relata el muy trillado tema de un atraco a un banco, Robert Wise consigue darle un tono muy original, tanto en su contenido como en sus soluciones de puesta en escena, siempre al servicio del relato, eficaz pero sin grandes alardes.
La película describe minuciosamente el origen y profesionalidad de sus personajes y sus fustraciones personales y sentimentales que les conducen a aceptar la oferta de perpetuar un atraco en un pueblecito cerca de Nueva York. Tanto Robert Ryan en su papel de excombatiente-violento y racista, blanco-desempleado, como Harry Belafonte haciendo de joven seductor y jugador que tiene una deuda con la mafia, son mostrados por Wise como entrañables perdedores.
Más que gangters propiamente dichos son dos hombres empujados a la delincuencia casi a pesar suyo, magníficas imágenes en B/N con las que Wise describe no solo los prejuicios raciales sino aptitudes tan vitales como la violencia la vejez, la soledad o el amor. Wise se afirma una vez más como un gran cineasta capaz de filmar como nadie, los tiempos muertos, como si esa secuencia de la espera de los tres hombres poco antes del atraco en la que logra transmitir al espectador el desasosiego de sus personajes.
Recordemos que esta era la película favorita del director francés Jean Pierre Melville, maestro del cine negro francés y precursor de la Nouvelle-Vague que se jactaba de haberla visto 120 veces y a la que rindió un claro homenaje en hasta el último aliento en el 1966 con una escena como esta que precede al atraco.
Que disfruten con la proyección..

Dedicado a Carmina, una mujer especial...

El thriller que propone R. Wise sujeta al espectador como una mordaza y le sugestiona como un hechizo porque dirige la trama con rigor, porque imprime elegancia a una peripecia de oscuros perfiles, porque presenta escenas que son un verdadero alarde de destreza y porque una impecable banda sonora cincela el argumento con la precisión de un buril experto.
La espectacular fotografía sugiere grandeza conceptual, el sigilo de la acción convoca todo tipo de emociones intensas y un impresionante R. Ryan se apodera de la pantalla y la convierte en patrimonio propio.

Gran fuerza expresiva y excelente dinamismo visual.

Film noir humilde y bien armado que nos da una lección sobre donde te pueden acabar llevando según que sentimientos sin base, en este caso, y sobretodo, el racismo. Es decir al más absoluto vacío. Más allá de ser negro o blanco uno es un ser humano. Uno de los mejores finales que recuerdo.

Tampoco hay que desmerecer a Ed Bigley, un actor de películas varias, que siempre deja una marca con su personaje.
Destacado es el papel de Shelley Winters, en una historia que parece que robar es más fácil que ganarse la vida decentemente.
Una buena película de un maduro Ryan.