La cena de los idiotas

Para mí, sin lugar a dudas, la mejor comedia francesa de todos los tiempos. La he visto algo así como mil veces y me sé algunos diálogos casi de memoria pero siempre que la veo le encuentro algo distinto, un detalle que me había perdido, un gesto en el que no había reparado...

El guión es completamente teatral, prácticamente toda la acción transcurre en una habitación, decorado único, y eso contribuye en gran manera a no "distraer" al espectador de los gags, que van sucediéndose sin que puedas reponerte de uno a otro. El personaje de Pignon, magistralmente interpretado por un Jacques Villeret en estado de gracia es para mí uno de los personajes emblemáticos e inolvidables de la comedia de todos los tiempos, junto con el maníaco-depresivo de Jack Nicholson en "Mejor... imposible". En definitiva, una película para ver una y otra vez y para reirse hasta la extenuación. No apta para incontinentes urinarios.

Como si de un sketch teatral se tratase, Veber nos presenta una comedia casi de un solo acto, casi de un solo escenario y casi centrándose en la conversación entre dos personajes. Este planteamiento no es nada habitual en el cine de nuestros días, donde hay una encarnizada lucha por realizar películas videocliperas, con canciones a toda pastilla y situaciones groseras para provocar la risa fácil.

Sólo por conseguir entretenernos y divertirnos con tan pocos ingredientes ya se merece un aprobado, y subimos hasta el notable gracias al ingenioso guión que provoca sonrisas y carcajadas por doquier.

Lo mejor: el idiota
Lo peor: el humor es francés y puede no entenderse bien en España.

Qué cruel idea la de buscar un idiota para divertirse, yo prefiero lo de la fea! jaja
No ahora en serio, a thierry Lhermeitte le queda perfecto este papel (no estoy diciendo que sea idiota ni mucho menos porque para imitar bien a un idiota se requiere mucha habilidad), y junto con Villeret hacen un duo formidable. Las escenas que comparten (casi toda la película) están dotadas de un humor que por lo menos a mí me encanta.

Aunque esta clase de escenas ya las hayamos vislumbrado alguna que otra vez no conseguía adivinar los movimientos que iba a hacer el director; excepto en el final que se ve de lejos lo que va a pasar. Aún así no me puedo quejar porque aunque los valores que se defienden en el final son de lo más simples no me ha incomodado.

En fín una comédia muy entretenida y además breve, y lo bueno si breve... buenas són galletas. (no sé si era así pero bueno).

Una corta duración, una puesta en escena que respeta el origen teatral de la obra, ya que toda la acción se desarrolla en un escenario, y todo el peso de la película que recae principalmente sobre dos actores. Con estas bazas Le dîner de cons se convirtió en una película con un tremendo éxito de crítica y de público, y no solo triunfó en Francia, consiguió una amplia distribución. A mí, personalmente no me ha gustado nada. Esta claro que el guion se adapta bien a los personajes, la construcción es buena, sobre todo la de François Pignon, pero a mí no me ha terminado de convencer, tal vez porque el planteamiento me ha parecido vulgar, cruel y ruin. Es cierto que ese planteamiento es la clave para que luego el destino se torne contra los creadores de la peculiar cena, pero me ha parecido vacía, no me ha transmitido y me ha aburrido, en ningún momento me sentí atraído por ninguno de los personajes. Final algo moña pero tal vez el punto más divertido. Quizás la vi con desgana o con cansancio, y de ahí mi mala valoración.

Los tontos son feos y los triunfadores son guapos, los tontos de extrañas ocupaciones acompañan a la cena a los triunfadores cuyas vidas son propias de los cerdos, así se debe pasar una noche en grande, para destripar unas aficiones que, vistas de modo objetivo, son respetables, pero cualquier mal golpe jugando al golf abre una historia alternativa, sencilla en todo momento y salpicada por momentos cotidianos bien conducidos, una oportunamente inoportuna y siniestra diversión, donde los estatus se equilibran y donde se cobran su merecido a través de gags de mediana importancia en lo humorístico, que al fin y al cabo era el objetivo.

Un lío que huye del espectáculo y se centra en una noche para no dormir, para mezclar analgésicos con alcohol, una noche sin límites para la estupidez que llega a ser bastante cansina, pone en juego el matrimonio y el patrimonio, fútbol y vino, inspectores y artistas en una escasa capacidad de resolución que repite excelentes planes de reconciliación con ejecuciones estúpidas, es la venganza de los idiotas, con criterio para la desdicha y la desesperación.