El puente

Rodada diez años después de "La piel quemada", esta película es otro recorrido por la España del momento, aunque sin la profundidad y riqueza de aquella. Cuando la vi en la pantalla grande me sorprendió por lo que tenía de visión realista del momento. Entonces chocaba que en el cine te hablaran de cosas de las que pasaban ante tus narices, pues estábamos acostumbrados a películas de tiros o de romanos. De este mismo año es "Asignatura pendiente", de Garci, con un tono parecido. De hecho, bien pensado, esta película de Barden, con Alfredo Landa de protagonista, no desentonaría nada entre las "garcianas". Lo primero que me sorprendió en su día era ver a Landa haciendo de lo de siempre (es decir de españolito calentón y dicharachero) pero en un contexto que no era el de las comedias habituales de chiste verde y destape. Aquí el actor está al servicio de una historia con tintes sociales que al final, desgraciadamente, termina en panfleto. Mientras llega el final y no, el Juanito y su moto "Poderosa" van recorriendo una España con comediantes, jipis, locos de atar y gente pintoresca que se les cruzan en el camino. A veces aparece patente la comparación con el Quijote, especialmente en el episodio del torero huido. Los monólogos del personaje, disfrazados de diálogo con su moto, están llenos de tópicos y acaban por cansar.

Muchas cosas se le podrán reprochar a Bardem pero entre ellas no están estas dos: ser un mal director y ser una persona incoherente. Ambas cosas están absolutamente ausentes de esta película. A mi parecer nos encontramos ante un filme muy estimable que concuerda perfectamente con el ideario del director. Por otra parte, probablemente no es la mejor obra de Bardem pero sí una de las más emotivas, seguramente por el momento histórico en el que está concebida, momento en el que en nuestro país la burguesía y la clase trabajadora se volvían a ver las caras en la agonía de una tiranía burguesa de carácter reaccionario y terrorista. Para bien y para mal, el Partido Comunista, a cuyos órganos de dirección perteneció don Juan Antonio, tenía una estrategia bien clara: que la clase trabajadora, y sobre todo su parte más consciente, se implicara en los órganos sindicales de carácter vertical que había impuesto el franquismo (y que seguían sobreviviendo en la España de 1977) para hacer valer su fuerza y dejar patente su absoluta inoperatividad en un capitalismo de nuevo cuño al que tampoco le interesaba ya un Estado tan autoritario como el que había legado Patascortas; el instrumento para ello serían las "comisiones obreras", organización sindical aún ilegal y carente todavía de un aparato burocrático que pudiera considerarse como tal. Bardem, fiel a sus compromisos (al igual que hubo hecho en "La venganza") llevó a cabo este 'panfleto' que, utilizando un lenguaje cinematográfico popular, podría hacer comprender a los trabajadores que no era el momento de evasiones, ni de evasivas, sino de implicarse en esa estrategia de afianzamiento de la clase obrera ante un panorama político-social donde se iban a repartir nuevas cartas. Probablemente "El puente" no fue la obra capital de propaganda que le hubiera gustado al Partido pero a fin de cuentas tampoco era tan necesaria ya que la calle en los barrios obreros estaba que ardía en aquellos años setenta. Fue seguramente, desde ese punto de vista, un panfleto más. Pero eso sí, desde el punto de vista artístico, fue y es mucho más; mucho más que un simple panfleto, y algo más que una peli política. El mérito de este filme es que trasciende su propia función social para convertirse en una obra que perdura, y perdura por su calidad artística, por su compromiso humano, por la gran calidez y sinceridad de los personajes y por lo insoslayable del mensaje, más allá de la coyuntura política en el que fue concebido, el mensaje de que el ser humano no está solo, que no puede estarlo, que todo lo humano nos afecta, y que el mundo está repleto de injusticias; y que sólo puedes cambiar las cosas (si es que realmente quieres cambiarlas) asociándote con tus semejantes. Habrá gente a la que esto no le importe, pero es una verdad como un castillo y esa verdad es la que se abre paso en nuestro interior viendo este 'puente' de Bardem.

Road-movie sobre el viaje físico y emocional de un obrero que aprovecha un puente festivo para irse a las playas del sur a lomos de su moto en busca de expansiones eróticas.

El título más popular de Juan Antonio Bardem durante su etapa democrática, es en realidad un trabajo de encargo que adapta uno de los cuentos de Daniel Sueiro. Su estructura narrativa obedece al canon genérico, ofreciendo breves intervenciones a estrellas de nuestro cine en cada alto en el camino. Alfredo Landa, protagonista absoluto, parodia su sempiterno personaje de macho ibérico a lo largo de su odisea hacia la concienciación sociopolítica.



"¡Paso al motorista fantástico!"

Juan (Landa) es un currante, empleado en un taller de Madrid. Todo su interés en la vida se centra en pasarlo bien, ganar dinero y sobre todo conquistar a cuanta sueca o extranjera en general se le ponga por delante. En la víspera de un puente estival, Juan se ve sin ningún plan. Esta situación le produce gran frustración y en principio no sabe cómo reaccionar ni qué hacer con los esperados días libres. Finalmente y decidido a disfrutar los días de fiesta, emprende un viaje a Torremolinos a lomos de su vieja moto.
Pero la realidad y lo que se cuece en el film es un auténtico viaje iniciático en su Montesa Impala adornada como un quiosco de feria. En el camino conocerá una galería de personajes y cada a uno a su manera le harán ver la vida de forma diferente.
Bardem, aunque no tuvo la suerte de otros (v.g. Berlanga) por su filiación comunista, era un director muy comprometido con las causas sociales y humanas como es sabido (Esa pareja feliz, 1951; Bienvenido Mister Marshall, 1952; o la celebérrima Muerte de un ciclista, 1955; sin olvidar Calle Mayor, 1956. Pues bien, en 1977 Juan Antonio Bardem dirige esta que es otra de sus películas de culto, en medio de la transición política española, una época rica y ebullescente. En ella Bardem radiografía ese tándem moto-Juan, la moto al modo de un Rocinante mecánico y a Juan-Landa-Quijote ¡Qué intuición y sensibilidad la de Bardem al elegir a Alfredo Landa!, un actor que había hecho papeles de machote y pseusexuales.
Es genial el rocambolesco pero bien trabado guión del propio Juan Antonio Bardem junto a Javier Palmero y Daniel Sueiro, inspirándose libremente en relatos del periodista y escritor gallego Sueiro. Estupenda música de José Nieto y gran fotografía de José Luis Alcaine.
El reparto es un lujo para la época. El primero es un Alfredo Landa extraordinario que sabe adaptarse a los cambios que en él se van produciendo a lo largo de la historia con una facilidad camaleónica y enorme vis dramática y humorística. Esta fue la película que reveló y sacó a la luz toda la grandeza de ese actorazo que fue Don Alfredo Landa. Landa llena la pantalla y consigue dar veracidad y naturalidad a soliloquios que en boca de otro hubieran colapsado la narración.
De manera que en esta película Bardem narra magistralmente un viaje en el que el pobre Juan, mecánico aturdido por el ruido del consumo, el macherío y el sexo, logra encontrar una conciencia social. Una película que en su época fue un crack, pues era una obra comprometida políticamente, lo cual que por aquellos entonces colocarse del lado de los demócratas y contra los afines al régimen, era casi una obligación e incluso como una experiencia político-mística.
Hoy más que nunca, esta película tiene su validez y su mensaje certero, amén de mantener la calidad como obra cinematográfica que ha sabido envejecer bien.

Al principio cuesta creer que un personaje como nuestro protagonista exista de verdad, tan mezquino y tan chulo que supera los límites de lo soportable, con exagerados aspavientos y una actitud muy reprochable. Pero claro, tenemos a quien tenemos detrás de la cámara y no era difícil pronosticar que a lomos de su moto iba a preceder un cambio de actitud. Puede que haya elementos que podría haberse ahorrado la película, porque en una road movie tan colosal cabe de todo, y entiendo que una vez planteado según qué cosas luego puede ser complicado prescindir de ello.

Hablo de los hippies, hablo de ese teatro ambulante, pero podría ser cualquier otro episodio como el del burgués en el descapotable que se mete en contra dirección a mil por hora. Un tijeretazo, el que sea, le hubiera ido bien al largometraje. Sin embargo queda la esencia del viaje, un camino de perfeccionamiento interior, una parte del proceso de construcción interior que toda persona realiza, llamémosle toma de conciencia en el caso de Landa, evolución en su ética, lo que sea, pero no cabe duda que el Landa del principio que se quiere ir de cachondeo con su chati durante dos días y medio no es el mismo que regresa al trabajo de Torremolinos después de completar el viaje en soledad.

En todo caso habrá quien sienta atracción por el primer Landa, el callejero, el que se la pela el movimiento sindical y sólo quiere disfrutar de la vida. Sea como sea, se sube a su moto por cabezón y pese a los obstáculos al final todo es mucho mejor.