Con las horas contadas

Frank Bigelow (Edmond O´Brien, visto en “La Condesa Descalza”) es un contable que decide tomarse unas pequeñas vacaciones sucumbiendo al olor y al encanto de las noches de San Francisco. En el hotel dónde se hospeda conoce a un grupo de hombres de negocios acompañados de mujeres bonitas. Se une a ellos y acaba emborrachándose en un local cercano. Pero sin darse cuenta, alguien le cambia la bebida y Frank acaba ingiriendo un veneno que, lentamente, le irá llevando a una muerte lenta. A contrarreloj intentará resolver el misterio como futuro asesinado, una vez descubre tras un dolor de barriga, su fatal diagnóstico. Al estar involucrado en el trato cerrado sobre un extraño metal también será objetivo de una implacable persecución.

Rudolph Maté (Cuando los Mundos Chocan; el León de Esparta) se hizo cargo de este tenso thriller sobre un desafortunado hombre al que su vida cambia para mal al darse cuenta que ha sido envenenado por un anónimo. El empleo del travelling al inicio del film del protagonista por los pasillos de la comisaría antes de confesar un asesinato, el suyo, es uno de los logros del film. El uso del blanco y negro le da más calidad a esta pequeña joya del cine negro cargada de suspense. La idea ha sido objeto de varios remakes del que cabe destacar el de 1988, interpretado por Dennis Quaid, Meg Ryan y Charlotte Rampling, y estrenado en nuestro país como “Muerto al Llegar”.

Cierta tendencia de la crítica ha tendido a ver en la narrativa negra (ya sea novela o cine) una progresista crítica a la sociedad contemporánea, por concebirla como intrínsecamente corrupta, despiadada y cegada por la ambición. En mi opinión esto es cierto sólo en parte. Algunos autores sí tienen esa intención (Dashiel Hammett obviamente, John Huston probablemente). Otros simplemente son cínicos incurables. Y un tercer grupo son conservadores de tomo y lomo. Esta peli es una muestra perfecta.

Un elemento imprescindible en la narrativa negra es que el protagonista se ve arrastrado a una situación confusa, compleja y potencialmente mortal sin proponérselo. La peli o el relato se suelen basar en que el protagonista vaya descubriendo qué demonios está sucediendo para terminar tratando de salir del lío en el que le han metido. Con frecuencia es un policía, un criminal o un detective privado. Pero en otras ocasiones es simplemente una persona normal y corriente. Este segundo tipo de pelis me gustan especialmente. Los Coen (esos poco reconocidos redefinidores contemporáneos del género negro) suelen ser maestros en ese arte.

En las pelis de cine negro conservadoras a las que me refería antes el principal mensaje que el director trata de transmitir es: no te metas en problemas, confórmate con lo que tienes, con tu vida normal y corriente, agacha la cabeza o mira cómo puedes acabar. Las pelis negras de Fritz Lang solían ser así. Estoy casi seguro de que "Retorno al Pasado" de Torneur también lo es. Y desde luego "Con las Horas Contadas" también.

"Con las Horas Contadas" es, por lo demás, una peli maravillosa, con ese sabor a clásico bien hecho, a cine bien contado que tan poco abunda hoy día. Ritmo magnífico, actuaciones estupendas, fidelidad a un planteamiento, todos los recursos propios del medio (palabra, gesto, música, vestuario, decorado, cámara...) puestos a disposición de la historia. Por eso, uno la ve y le da igual que el director le esté tratando de convencer de que se quede tranquilito en casa y no se meta en follones.

En este sentido, merece la pena ver justo después de ella "El Hombre que Nunca Estuvo Allí" de los Coen, porque con un planteamiento muy parecido llega a la conclusión opuesta. Una muestra de la variedad que este maravilloso género oferta -más allá de las aparentes similitudes formales de todos sus relatos- a todos aquellos que sepan ver más allá de sus narices.

Lo primero que me vino a la cabeza viendo el comienzo de esta película es la serie de Súperagente 86 esa cámara que se mueve a pocos pasos detrás del protagonista y lo va siguiendo por los pasillos de la comisaría.

Me llama la atención varias cosas interesantes del cine de los 50, todo el mundo viste de forma muy elegante y es lo habitual, nadie se extraña por ello. Apenas hay vigilancia en la comisaría, si en lugar de ir a poner una denuncia, va con una pistola en la mano, hace un destrozo allí dentro. Y luego cuando comienza a contar la historia, todos la escuchan como si fuese una reunión de futuros escritores escuchando a uno de sus colegas. Curioso la verdad.

La magia que tiene esta historia es precisamente el tiempo que le queda al protagonista para poder explicar unos hechos que le han ocurrido y de los cuales desconocía los motivos. Es muy interesante el hecho de que unas simples vacaciones para despejar la cabeza y aclarar su situación sentimental con su novia, de paso a un plan maquiavélico lleno de muertes y atentados contra varias personas. Una situación que se vuelve más desconcertante cuando no sabes realmente porque estás en medio de la guerra. Nuestro protagonista irá uniendo pieza a pieza y entrevistando a toda aquella persona que le pueda aportar algo de claridad al asunto. Y no olvidemos que tiene las horas contadas.

Gran ejercicio de suspense y acción desde los primeros minutos hasta los instantes finales.

Muy a mi pesar conocía el desenlace de esta historia por un remake de los 90 que no voy a recomendar, circunstancia que obviamente, no resta mérito a la peli de Rudolph Maté, a quien quedo encantada de conocer.

Desde luego no falla el guión, por facilón que sea copiarlo. Menos, cuando es de los insólitos en su haber, entre la derrama policial de un género que o hace amigos o enemigos y, que aquí, carece de tanto como de tan poco. Estupenda y detestable a la vez.

Los planos a corazón abierto, desafiando el tráfico de las avenidas de San Francisco, como hace el protagonista desesperado de nuestra historia corriendo a lo loco, impresionan. O frenético arriba y abajo en las naves consiguiendo perfectos planos en el ultramarinos donde las mujeronas degluten hamburguesas a mandíbula batiente.

Extrañamente es una de esas cintas del cine de los 50 que no llega ni a inmutarnos. Los matones dan menos miedo que los mosquitos. Y, pese a ser cojonuda la idea, se digiere mal al cabo de los años y hasta resulta infantil a medida que se desarrolla. Se ceba especialemente, con la parte femenina. Ellas, son las piezas principales de un rompecabezas a base de chivatazos, flojeras, codazos, copas, empujonazos contra la cama y demás confesiones absurdas desde los escritorios de secretarias-amantísimas. Y claro, es difícil creerse el papelón que les atañe. Que se les va todo por la boca y a la primera de cambio es poco. Son todas depositarias de secretos sumarísimo... Y abundan, que no es poco. Porque hasta tres o cuatro chicas intervienen en el enredo. No es creíble.

Es inocente el planteamiento, lo dicho, por Hollywood hace 60 años. Sabemos y el protagonista también, que su muerte es inminente... ¿un tío condenado a muerte no se desafloja la corbata?

No es que le quepan menoscabos pero sí socavones en la dirección de intérpretes, porque además sobran tantos que es difícil identificarlos cuando la enredadera se contorsiona. Y poco creíble, pero eso sí, como estaba apuntado, partiendo de una idea cojonuda. Genial. Un muerto al llegar...

Personalmente, lo que más me inquieta es que se le enguiñe un 7-8 a una peli, cuando al mismo tiempo se la tilda de serie B. ¿A qúe andamos? ¿ A setas o a Rolex?*

A Frank Bigelow le han asesinado y a Rudolph Maté le ha salido una escena de bandera. Todo lo que sigue es un descenso a los infiernos con novia incluido. Es verdad que hay muchos personajes y puede ser un poco enrevesado entender la trama. Más enrevesado es El sueño eterno y encima hay un asesinato que no lo aclara ni en el guionista. El señor Neville hace el enésimo papel de villano. Claro está que la cara no le daba para hacer musicales. Lo único que no me mola es chica del señor O'Brien y su verso. Todo lo demás me mola cada día más.