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España España · Sevilla
Críticas de Lemmytico
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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
7
19 de julio de 2016
43 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que sí, que ya lo sabemos. Entre finales de los 70 y los primeros 90 el cine comercial y palomitero llegó a su cima, a un climax no superado y, visto lo visto, probablemente no superable. Tanto, que parece que nos hemos estancado ahí. Los pocos hitos posteriores (Matrix, El Señor de los Anillos, Sin City...) generaron un impacto momentáneo que, pasados unos años, no sobrevivió a los títulos madre. ¿Os acordáis de cuándo les dio por poner peleas tipo Matrix en todas las pelis? no hace tanto de aquello y ya nos parece una ingenuidad, tanto como el abuso del CGI o de las cámaras lentas. Así que tras unos años de búsqueda, Hollywood parece que ha optado por volver a lo conocido (en otras latitudes, sobre todo las asiáticas, cantan otros gallos...), a la fórmula que tan bien funcionó. Y ahí se han quedado. Para ello ha sido de gran ayuda la emergencia de una serie de directores con pocas ambiciones autorales, cuya máxima aspiración es ser artesanos de la diversión, emular a los Spielberg, Cameron, Donner y compañía. El sueño de los estudios, vaya. Shyamalan fue el primero y J.J. Abrams y Joss Weddon son sus máximos representantes, aunque podríamos citar también a Drew Goddard, James Gunn, Matt Reeves o Mathew Vaughn. Todos ellos competentes, con el background adecuado y escasa originalidad. Nos dan lo que nos gusta arriesgando lo justo. Y en esas estamos, en un constante revival de los 80 que, como decían los Ciudad Jardín, empieza a durar más que los propios 80: desde clones descarados como "Super 8" y pastiches como "Kung-Fury" a los reboot de Star Trek, Karate Kid, Robocop o Cazafantasmas y las nuevas pelis de Star Wars, pasando por los blockbuster de Marvel Studios, enormemente influidos por aquel cine ochentero, algo que tampoco es que se esfuercen en ocultar.

Y claro, como también estamos en la era de la explosión de las series de televisión, era inevitable que ambas tendencias se cruzasen. Ya lo hacían hace tiempo, no hay que olvidar que Wheddon y Abrams vienen de la tele y nunca la han abandonado del todo. Pero nunca con la pureza de "Stranger Things", que como "Super 8" de Abrams es un fan service que trata de reproducir la magia de las pelis de los 80, sin cortarse un pelo, sin ninguna concesión, con total transparencia y sinceridad. Tanto, que incluso localizan la historia en la idealizada década.

Y eso es "Stranger Things", ni más, ni desde luego menos. Coja usted "ET", "Encuentros en la Tercera Fase", "Los Goonies", "Mi Amigo Mac", "Alien", "Pesadilla en Elm Street", "Poltergeist", "Una Pandilla Alucinante", "El Vuelo del Navegante", "D.A.R.Y.L." y "Exploradores". Agite bien y distribuya en ocho capítulos. No falta nada: el típico suburbio usamericano, instituto con animadoras y abusones, bicicletas, frikis, hermanos mayores, conspiraciones gubernamentales, monstruos, primeros besos, poderes, niños y adolescentes haciendo lo que los adultos no pueden, jefe de policía enrollado... No falta ni un solo tópico, ni uno. Hasta el punto que por momentos parece un enorme juego metatextual en el que se invita al espectador a que identifique la fuente original de cada escena. Es como un gigantesco collage que crease algo (relativamente) nuevo a partir de piezas ya usadas.

Ahora bien, a nivel técnico resulta indiscutible. La ambientación es estupenda, tanto que de verdad parece que se hubiera hecho en los 80. Los actores van desde lo espléndido, sobre todo los niños, a lo correcto, salvo un desganadísimo y muy avejentado (¿es maquillaje o está así de mal?) Mathew Modine. Tiene un gran ritmo: la información se desgrana con la cadencia correcta para desarrollar la trama, la historia engancha pese a su previsibilidad y no da sensación de que le sobren capítulos. En ningún momento resulta aburrida, al menos a mi no me aburrió.

"Stranger Things" es, por tanto, un ejercicio de estilo, brillante pero ejercicio de estilo al fin y al cabo. Tu valoración de la serie depende de tu actitud hacia el cine palomitero en que se basa. En una escala de extremos "1984 ES EL MEJOR AÑO DE LA HISTORIA DEL CINE" y "HASTA LOS MISMÍSIMOS DE LA NOSTALGIA OCHENTERA" yo me sitúo más o menos en medio, aunque con mucha querencia al primer polo, muchísima. Así que, para que te voy a engañar: pese a que carece de la más mínima originalidad, yo me lo he pasado bien viéndola y volveré a por más si hay segunda temporada (aunque lo suyo sería dejarla así, todo hay que decirlo). Si como yo te sabes de memoria los diálogos de los Goonies y los Gremlins, ves todas estas pelis cada vez que las ponen en la tele (y no son pocas veces) y tienes tu casa llena de merchadising ochentero, no te defraudará. De lo contrario, huye.

Pero también os digo: molaría que pasásemos página de una vez.
Lemmytico
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7
15 de septiembre de 2019
37 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empecé a ver "Years and Years" un poco porque la recomendó el gran Javier Olivares y un mucho por ser de Russel T. Davies, responsable principal de que hoy el Doctor Who sea mi personaje de ficción favorito. Pero también porque el cuerpo me pide cosas diferentes y arriesgadas, cosa no tan fácil de conseguir pese al tsunami de estrenos actual. Porque hacer una serie de anticipación de futuro cercano es sin duda un riesgo. Enseguida se quedan obsoletas, dejando tus profecías como exageraciones, premoniciones y a veces incluso como cándido optimismo.

En este sentido, hay que decir que "Years and Years" cumple, aunque tiene muchos defectos. Me costó entrar, sobre todo por los personajes. De un tiempo a esta parte me cuesta una barbaridad empatizar con las clases medias británicas, me ha pasado con varias series ya. En cualquier caso, creo que el nivel sube paulatinamente y hacia la mitad engancha.*UN DETALLITO EN ZONA SPOILER.

En general el futuro que propone me parece bastante realista, y puede que incluso en algunos aspectos esté más cerca de lo que se afirma en la serie (ahí está el intento de semi golpe de estado de Boris Johnson para demostrarlo). Hay alguna simplificación de más y algunos topicazos impropios de la inteligencia que habitualmente demuestra Davies, pero no lo suficientemente graves como para abandonar.

En realidad creo que el principal acierto de la serie es centrarse en las personas corrientes en lugar de las élites. Cómo se viven, sufren o disfrutan todos estos grandes hitos históricos, como en parte los provocamos pero en parte pasan por encima nuestro. Como a veces luchamos y casi siempre preferimos adaptarnos. Los conflictos morales que nos provoca. Y cómo nuestra inevitable tendencia a volcarnos hacia nuestros seres queridos más cercanos es, al mismo tiempo, nuestra principal fortaleza y nuestro principal defecto, lo que nos condena pero también lo que nos salvará. Aquí Davies demuestra no haber perdido ni un ápice de la sabiduría y profundidad con la que siempre ha mirado al ser humano.

"Years and Years" no es una serie perfecta. Pero es arriesgada, distinta, inteligente y razonablemente amena. Solo por eso, creo que merece la pena darle una oportunidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lemmytico
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5
4 de septiembre de 2016
49 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bien, voy a tratar de ser todo lo objetivo que pueda.

El "get down" al que se refiere el título de la serie es terminología de los DJ: se trata de las partes más intensas, potentes o bailables de una canción, que los DJ se encargaban de aislar y repetir una y otra vez, prescindiendo de las otras partes: los estribillos, puentes, etc. (que literalmente se consideran "mierda", "relleno", "basura", "rollazo", como hace Grandmaster Flash en la serie). Es una práctica musical literalmente revolucionaria, pues se pasa por el arco del triunfo miles de años de composición musical (y artística en general) que recomendaba equilibrar las partes altas y bajas de la pieza (¿recuerdan "Alta Fidelidad", cuando Rob Gordon decía que para crear una cinta hay que seguir reglas como no mantener la intensidad en todo momento? Pues eso). El rap y el hip-hop se basan en este simple principio: tomar un ritmo o un sampler, repetirlo hasta la saciedad y rapear encima. Si han ido a un concierto de rap sabrán lo que les digo: durante una hora y media cientos de brazos se mueven al unísono. Todo el rato, de forma machacona, siempre arriba, alto en intensidad.

Sin duda, una de las claves del éxito mundial del hip hop tiene que ver con lo bien que encaja esta búsqueda del get down con la cultura contemporánea: la búsqueda perpetua de experiencias y sensaciones fuertes, de estar arriba todo el tiempo, no aburrirse, no rutinizarse... ¿Me seguís? Desde luego lo encontramos en muchos productos culturales centrales de nuestro tiempo: el videojuego, el videoclip, la publicidad... Y en el cine, tiene también sus defensores. Entre finales de los 90 y principios de los noughties surgieron una serie de directores que son al cine lo que el hip hop a la música: ruidosos, postmodernos, intensos, de ritmo infatigable y montajes que no te dejan ni respirar. Danny Boyle, Guy Ritchie, el primer Aronofsky, y por encima de todos Baz Luhrmann.

Así pues era natural que un cineasta como Luhrmann hiciera una historia como The Get Down: aunque sea un australiano blanquito el hummus cultural del que ha surgido su cine nació en el Bronx a finales de los 70. Y claro, tenía que contarla así, como la ha contado. Todo encaja,

¿Está bien? Pues leyendo comentarios sobre la serie, me he dado cuenta de que se trata de un simple problema de identificación cultural. Hay gente que ama la serie porque ama la cultura hip hop y, no por casualidad, ama el cine de Luhrmann. Y estamos otros que, por el contrario, aborrecemos el cine de Luhrmann (un director capaz de hacer que Shakespeare y Scott Fitzgerald parezcan vulgares) y que desde luego no comulgamos con esa búsqueda de intensidad permanente, y que en consecuencia no hemos disfrutado tanto esta "The Get Down".

Para terminar de ser completamente objetivos. Puntos fuertes: una ambientación bastante decente que consigue transportarte a la época (si uno deja de lado las hollywoodiadas típicas, como el hecho de que gente que se supone más pobre que una rata tenga un fondo de armario mayor que el de Imelda Marcos), una historia prometedora, un casting potente. Y está bien como refleja la dura realidad de las calles, como una mínima diferencia puede marcar la trayectoria de un chaval del guetto, hundirle en una vida de mierda o sacarle de allí.

Puntos débiles: su contextualización deja bastante que desear, sabemos muy poco de por qué la situación de NY a finales de los 70 era así, ni traza la filiación del rap con otros estilos musicales salvo con el disco, ni explica que ciertas cosas como la práctica del rimado no aparecieron de la nada, sino que tiene una larga tradición en la cultura urbana afroamericana (podemos encontrar "rapeos" en blues y estandards de jazz bastante anteriores). La historia, por otro lado, no deja de ser un típico cuento de hadas hollywood style, lo que no debería sorprendernos porque es lo que siempre hace Luhrmann: bajo tanto ruido nada más que historias más simples que el mecanismo de un chupete.

Y hasta aquí llego. Yo he tratado de ser objetivo y razonar mi nota. Ahora está en tu mano decidir si la ves o no.
Lemmytico
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10
16 de octubre de 2010
24 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha costado, me he resistido con uñas y dientes a considerar que el futuro del cine, al menos en parte, estuviese en la animación por ordenador. Pero después de ver esta excepcional "Gru" me rindo total e incondicionalmente: lo es. Este género desborda creatividad, imaginación, originalidad, diversión, y lo que es más vergonzante para buena parte de los directores actuales: saben hacer cine.

Saben contar una historia, saben manejar los muchos recursos del medio, saben mantener el ritmo de la narración, y más aún, son capaces de facturar un producto para todos los públicos no bajando la historia al punto medio de la tontería, sino planteando varios planos de lectura de la peli, como hacían los más grandes. Los peques pueden quedarse con los gags y pasárselo bomba. Para el adulto se incorporan multitud de guiños y dobles sentidos sin que la parte de los niños se resienta. Y eso amigos, se llama talento.

"Gru" tiene más desarrollo y psicología de personajes que algunas pelis que han ganado el Oscar a mejor peli en los últimos años. Tiene hasta crítica social. Tiene detalles de gran cine. Para no pinchar nada, sigo en spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lemmytico
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High Score: El mundo de los videojuegos (Miniserie de TV)
MiniserieDocumental
Estados Unidos2020
6,6
2.265
6
21 de agosto de 2020
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los videojuegos siguen teniendo una presencia en el resto de medios y expresiones culturales que no se corresponde a su descomunal impacto social. Aunque la cosa va cambiando poco a poco. Cada vez tenemos, por ejemplo, más documentales sobre la historia del videojuego. Y claro Netflix, la gran acaparadora, no podía dejar de aportar su granito de arena. Su apuesta es "High Score", una miniserie de seis episodios sobre la era dorada de los videojuegos. Y es una verdadera gozada, sobre todo para los que crecimos en los 80 y 90, décadas que representaron un auténtico big bang para el medio, y en las que los avances tecnológicos iban de la mano de la creatividad y la innovación aceleradas. Mola mucho además que no se limiten a entrevistar a los grandes nombres, diseñadores, programadores y ejecutivos de las compañías más populares, sino que también hablen de los primeros gamers y jugadores profesionales. Igualmente, está guay que muestren cómo los videojuegos también han contribuido a la inclusión, a empoderar comunidades e individuos marginados y a fomentar la creatividad y la imaginación. Se agradece que muestren una cara positiva de un sector que demasiado a menudo es mirado por encima del hombro, sobre todo por quienes más lo desconocen.

Los temas de los seis capítulos están más que bien escogidos: los orígenes de la industria en los 70 hasta el famoso crack de principios de los 80; la emergencia de la todopoderosa Nintendo y la hegemonía de la NES; la aparición de los primeros juegos de aventuras y rol (mi capítulo favorito, precisamente porque es desde siempre mi género favorito); la guerra de consolas entre SEGA y Nintendo de los 90 -el peor y más decepcionante, muy superficial-; el boom de los juegos de lucha a principios de los 90 y, finalmente, la revolución del 3D y la aparición de los shoot'em up en primera persona y la conexión multijugador por Internet. Son todos los que están, pero desde luego no están todos los que son. Porque quedan muchísimas historias que no se cuentan y que se echan de menos: el Tetris -quizá el juego más popular de todos los tiempos- aparece apenas de pasada cuando la historia de los juegos en la Europa del Este es una de las más fascinantes; tampoco aparece la histórica Lucasarts ni se habla de la edad dorada de las aventuras gráficas; nada de los simuladores de construcción de mundos, como Sin City o Populous, o los Sims y Civilization posteriores; ni de los precursores de los actualmente popularísimos survival horror y las aventuras de exploración en mundo abierto, como la mítica saga de Alone in the Dark; y nada de nada de la explosión de los ordenadores personales de 8 bits en los 80 (Spectrum, Amstrad, C64, MSX…) No he encontrado por ninguna parte referencias a una posible segunda temporada, así que son demasiadas faltas como para considerar a "High Score" la serie documental definitiva del mundo de los videojuegos.

De hecho, "High Score" tiene otros defectos importantes. Principalmente, centrarse demasiado en la experiencia estadounidense como si fuera el metro patrón de la historia del videojuego. Por momentos te da la sensación de que incluso los japoneses salen más porque no queda más remedio que porque realmente importe la contribución nipona al medio, cuando es igual e incluso superior a la norteamericana. Peor aún lo llevamos los europeos, que no aparecemos en ningún momento, ni como consumidores ni como productores, como si no hubieran existido en España, Francia o Italia industrias potentes que han dejado huella en la evolución del videojuego.

Pese a todo, los amantes del mundillo lo disfrutarán enormemente y seguramente se la beberán en dos patadas, como me ha pasado a mí.
Lemmytico
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