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Licorice Pizza

Comedia. Drama. Romance Es la historia de Alana Kane y Gary Valentine, de cómo se conocen, pasan el tiempo juntos y acaban enamorándose en el Valle de San Fernando en 1973.

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Críticas 156
Críticas ordenadas por utilidad
10 de febrero de 2022
12 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La vitalidad de los noveles

Antes de meternos en materia cabe destacar al equipo que ha hecho posible Licorice Pizza, que sorprendentemente muchos de ellos se estrenaban con esta película. Por un lado, tenemos a Michael Bauman que es la primera vez que ejerce como director de fotografía, aunque en esta ocasión está acompañado del propio director. Asimismo, para Andy Jurgensen es la primera película que monta (anteriormente se encargó del montaje del mediometraje de Junun).

Por otro lado, tenemos a los protagonistas Alana Haim y Cooper Hoffman quienes se estrenan en este filme. Sin embargo, Alana Haim no ha estado sola en esta aventura y ha estado acompañada de su familia. Es decir, la familia de Alana es su familia en la película, algo que resulta cuanto menos curioso. No obstante, ¿de dónde vienen esta ola de noveles?

Si bien, Paul Thomas Anderson ya había trabajado con casi todos ellos. Michael Bauman fue parte del departamento de eléctricos y de cámaras en películas como The Master o El hilo invisible. Por su lado, la tradición de Paul Thomas Anderson de dirigir numerosos videoclips hizo coincidir con Andy Jurgensen como editor de estos, y con Alana y su familia quienes son componentes del grupo Haim, para los que Paul Thomas Anderson dirigió los videoclips. Por su lado, Cooper Hoffman es el hijo de Philip Seymour Hoffman quien falleció en 2014 y actúo en películas como The Master o Magnolia.

Concluyendo, este sería el entramado de amistades que compone la película, y la razón que justifica la existencia de los noveles que han hecho posible esta historia. Sin embargo, su situación virgen a penas se nota en la cinta, e incluso puede que sea la razón por la que la cinta rezuma tanta frescura y naturalidad.

*Los secundarios cogen las riendas

Alana y Gary en una película convencional de amor serían aquellos personajes secundarios que quedan a la sombra de los protagonistas canónicos, y que construyen su relación de amor a servicio de los gags y bajo la tutela de ambos protagonistas. Son dos personajes que rompen con el canon establecido y cogen las riendas de su historia para enseñarla al mundo. Esta es una historia de secundarios como protagonistas que transcurre en los años 70.

La escena que nos introduce a la historia y nos presenta a los protagonistas es magnífica. Ese plano secuencia tan de Paul Thomas Anderson, y esos enfrentamientos ácidos de diálogos sirve para retratar perfectamente a Alana y a Gary. La película capta al espectador desde el minuto uno, desde entonces, ya no te liberas. La diferencia de edad entre ambos se nos acaba olvidando, haciendo que acabemos viendo el interior de los personajes, y cómo estos sentimientos se relacionan entre ambos.

*Magnífica dirección de escenas

Licorice Pizza es un lugar apasionante en el que los elementos convergen para dar una lección de cómo hacer cine. En primer lugar, la forma en la que se plantean las escenas, en la que todo se cuida al milímetro y la forma en la que se cuentan dejan ver la maestría ya demostrada por parte de Paul Thomas Anderson. La cámara es una delicia en sí misma, sus fluidos movimientos, su forma de mirar, su manera de enseñar, esconder y dejar intuir supone el alarde de un majestuoso lenguaje cinematográfico que da envidia.

Por otro lado, la banda sonora es un elemento imprescindible en esta película. La música acaba siendo la pareja perfecta de esta historia de amor. Asimismo, la experiencia en la creación de videos musicales del director se deja ver en la forma en la que las imágenes van al ritmo de las canciones, como si todo funcionase como un conjunto indivisible que fluye de manera orgánica y brillante.

Y no, no podría dejar sin comentar los escenarios. A parte de que estos gozan de enorme plasticidad, se juega de forma inteligente con diversos elementos para enriquecer la escena. Uno de los más destacables es el de la iluminación, y como ejemplo, hay alguna que otra escena en la que se coloca una fuente de luz rotatoria justificada y que forma parte del escenario creado. Esta acaba sumando a la realización de la escena y en la manera de fotografiar dando lugar a un resultado excitante a nivel visual en el momento concreto.

*Un guion lleno de vaivenes

El guion de Licorice Pizza no es realmente complejo ni presenta grandes estrategias en la creación de nudos. Tiene un conflicto principal que servirá para toda la cinta, la dificultad reside en mantenerlo vivo. Paul Thomas Anderson lo consigue con creces, y sabe progresar en esa línea narrando diferentes secuencias de la vida de los jóvenes que les une y les separa por igual. Incluso hay en cierto momento en el que si te paras a pensarlo te preguntas: ¿A dónde está yendo todo? Sin embargo, no es eso el amor a veces.

Por otro lado, creo que en una película de este estilo en la que los fragmentos se podrían separar y tratarlos de forma independiente, es muy difícil llevar a cabo secuencias tan largas sin perder estabilidad ni la atención del espectador. No obstante, es increíble el manejo de estas, es como si la historia siguiera tan viva como en el inicio. Además, los gags funcionan a la perfección, las situaciones presentan gran frescura e incluso muchas de ella hacen que te agarres al asiento. Licorice Pizza es una película de sentimientos, de sentimientos vivos que nunca desaparecen.

Asimismo, es una cinta con gran fuerza en sus diálogos. Paul Thomas Anderson demuestra un derroche de audacia con conversaciones en las que afloran ligeros subtextos y en ocasiones una fuerte crítica. Son brillantemente naturales y simpáticos en todo su espectro. En definitiva, es una historia de las dificultades del primer amor presentadas a través de agradables y en ocasiones truculentas peripecias que tienen como principal sustancia el conflicto amoroso. Todo converge en un clímax en el que el montaje en el momento exacto dispara al corazón del espectador con delicadeza.

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Escrito por Javier Atienza
Cinemagavia
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12 de febrero de 2022
8 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tremendo culto al amor irracional, contado de manera original, joven, natural, nuevo, divertido, es muy difícil no sentirse en algún momento identificado, acercándose así a todo el público.

Se desarrolla en la década de los 70, a quien no le gustan las horteradas setenteras? camas de agua, recreativos, hierba, motos que vuelan sobre llamas, los comienzos del tele marketing...

La cosa va de una historia de amor, pero no la mítica, con 15 años, Gary (el típico emprendedor innato, pero a su vez con esa ternura de la inocencia), conoce a “la mujer con la que va a pasar el resto de su vida” de forma fortuita, y no dudará en apostarlo todo para conseguir enamorar a alana, una ayudante de fotografía de unos 28, que reniega de madurar, y con más escuela que un maestro.

Mantiene el factor sorpresa a través de una serie de divertidos y a veces demasiado fantásticos acontecimientos (ya puestos a sacar punta a algo), con gran carga de humor, que hará que te veas sumergido en el transcurso de la historia, sin saber ¡qué sucederá después! durante todo el film.

Temazos de la época asegurados, que te transportan. Buenos diálogos, algunas conversaciones son pura magia e ingenio.
Reparto inmejorable de principio a fin, altamente destacables los protagonistas, cooper hoffman parece haber nacido para interpretar ese papel, le va como anillo al dedo, derrochante de carisma y seguridad por todos sus costados, consigue que adores al personaje desde la primera secuencia.

Alana haim, para mi desgracia, desconocida hasta la fecha, gran talento en escena, captara tu atención en todo momento, papel que sin duda catapulta a esta estrella, impecable, auténtica, única, porfin una chica que no confundirás con otras 37.

Altamente recomendable, personalmente consideró el cine (en su base) como algo que debe emocionarte y entretenerte, anderson lo ha conseguido con esta obra, bravo!
Sara1991
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17 de febrero de 2022
4 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para nuestra generación los años 70-80 fueron en eeuu ese momento de cine fantástico e infantil con momentos mágicos como E.T. O “Lo goonis” y en cierto aspecto Licorice pizza recuerda a esa america de las oportunidades que te saca una sonrisa tímida.

Pero el film va mucho más allá… no existe un argumento lineal de historia de amor tradicional, todo ocurre de manera deliberadamente atropellada en la que como si fuera construida por actos nuestros dos protagonistas pasan los altibajos de su relación por una montaña rusa de sentimientos, impulsos y celos en los que todo nos recuerda a ese amor adolescente.

Todo se enmarca en un Estados Unidos de las oportunidades en el cual,se sueña con ser actor, empresario exitoso o político con ansias de cambiar el mundo y de una manera u otra todo sucede y ocurre con la normalidad de poder conseguirlo… pero lo mejor de todo es como tanto Alana Hair como Cooper Hoffman nos brindan dos grandes actuaciones en la que debo reconocer que el de ella eclipsa durante toda la película a su compañero protagonista.

Añadir las muy cuidadas y bien escritas apariciones de Bradley Cooper y Sean Penn, como si de un espectáculo de las Vegas se tratara ambos nos dan dos actuaciones desternillantes en las que a la par de subrealistas nos damos cuenta de cómo el director nos quiere mostrar que la esencia del largometraje no solo es disfrutar de esa historia de amor y desamor entre dos adolescentes sino que su seña de identidad es ese tono desenfadado y sin complejos que da a la película.

Licorice pizza es lo que promete su título, pasar un rato divertido, disfrutar de lo que nos llega y aprovechar la vida al máximo… su versión del amor no es profunda y nostálgica, es apasionada y libre.
EduDel89
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8 de marzo de 2022
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estos es una carta en forma de película de un genio llamado Paul Thomas Anderson. Un artista que comenzó muy joven su carrera y que desde Magnolia (1999) ya dejó clara la importancia que para él tiene la infancia en el devenir de un ser humano. En Licorice Pizza, se nos plantea una película muy americana, muy íntima (otra vez en su Valle de San Fernando), con dos contendientes en la batalla narrativa que van a tener un duro combate. Por un lado, la juventud, con su inherente emprendimiento, ganas de vivir y necesidad constante estímulo; y, por otro, la adultez, con su tedio por la inercia y el hastío por el síndrome de abstinencia de estímulos.

En forma de episodios, esta carta se nos plantea como un viaje de cuatro tramos hilados por el amor y la felicidad:
1. Exposición (del primer amor; con sus llamadas al silencio, envidias, roces, celos, conocimiento...]
2. Choque (de la juventud contra la vida adulta)
3. Divertimento (representando una gamberrada adolescente en medio de un conflicto tan adulto como el de la crisis del petróleo de 1973)
4. Realización (y asimilación de la vida adulta)

En este caso es claramente la adolescencia, concretamente esa última parte en la que te desprendes de infancia antes de pasar a la adultez, la protagonista y el destinatario de esta carta fílmica que es, a la par, elogio y advertencia. Elogio hacia esa época maravillosa en la que el tiempo es eterno y toda idea en la cabeza es una realidad alcanzable; la época del amor más libre, por todo y hacia todos. Advertencia de los problemas que esperan al final de esta etapa, del más que inminente mundo enfermo, rutinario y asfixiante de la vida adulta, que no es otro que el remitente de la misiva.

La adolescencia se nos plantea como una etapa flexible, asincrónica, no necesariamente fijada en una edad concreta y, por eso, los personajes que representan esta idea tienen 10 años de diferencia (si no entendieron, paren las «red flags», por favor, cansa mucho no entender un símbolo y utilizarlo una anécdota como excusa para criticar todo). Una etapa marcada por la necesidad de impresionar, de sentirse importante y demostrarlo, pero también de madurar y tratar de comprender el mundo en el que vives.

Para los protagonistas toda la trama va a ser un juego, una especie de competición por demostrarse mejores, incluso más «guays», conformando, con la unión de lo que se oculta, la contraposición que se complementa, como ese título que representa —además del «gag» de los cómicos Abbott y Costello que dio lugar a un sello discográfico— una buena mezcla, atrevida sí, pero una muy buena y muy adolescente mezcla.

Ya desde el momento en que conocemos el apellido del coprotagonista (Valentine) ya sabemos que el amor, concretamente el primer amor, va a ser el hilo conductor. Toda la película es un vaivén de búsqueda y pérdida de este amor no confesado pero palpable, reflejado en aquello que no se había llegado a decir a lo largo de toda la película, un simple «Hola». En la introducción, Nina Simone nos retrata (literalmente en la escena del retrato; cómo le gusta a Anderson ese cámara fotográfica antigua, quizás nos ha revelado el secreto de su enamoramiento) y esboza cómo es el amor que se va a desarrollar. Y Greenwood, con el único tema de su autoría, nos lo deja caer tras la exposición, y nos lo confirma en el desenlace, con esa pieza bellísima en la que un arpa interpreta dos líneas melódicas que se imitan, se chocan, se alejan y se reúnen en un crescendo continuo —este hombre sabe siempre lo que hacer con la música y su sinergia con Anderson está ya más que contrastada— para terminar por cerrar el círculo completando el retrato y concluyendo ese viaje que ha transformado a los protagonistas, que han mantenido una unión a lo largo de todo el recorrido, para desembocar en la vida adulta.


Poco que decir de la labor de dirección de P.T.A. Todo lo hace bien, todo está conseguido de manera orgánica, creíble y natural. Todas las decisiones están bien tomadas. Cada guiño o patada al cine americano se entiende (aunque se me escapen la mayoría de referencias cinéfilas y bromas internas, eso no quita que me haya podido echar unas tremendas carcajadas). Vuelve a demostrar ser el maestro del posicionamiento y movimiento de la cámara y, por supuesto, del primer plano. Tanto es así que hasta deja, literalmente, de lado los subtítulos para que no te pierdas ni una mueca.

Más allá de no haber apreciado muchas referencias al mundo del cine americano, sí que he de decir que esta película desprende un aroma de inspiración en una joya reciente de uno de los colegas de profesión más cercano de Anderson. No me refiero a otra que a Once Upon a Time in Hollywood (2019) —de la que Anderson le confesó a Tarantino, en un podcast de The Director's Cut de la DGA (Sindicato de Directores Estadounidenses), que era la película más feliz que había visto de toda la carrera de Quentin— por la forma de narración en episodios, el uso de la música y la radio como contextualizador sociocultural o por esos diálogos sublimes que compiten con los tarantinianos... Pero, aquí no hay un pulso, más bien un apretón de manos entre dos genios que se nutren. No es la primera vez que lo hacen el uno del otro. Probablemente Pulp Fiction (1994) originó Magnolia (1999) y, de igual manera, Inherent Vice (2014) originó Once Upon a Time in Hollywood (2019) y esta, a su vez, hizo lo propio con este último trabajo de P.T.A. Se como sea, qué lujo poder convivir en el mismo espacio temporal que estos dos maestros del séptimo arte.

Algún apunte de cierre en la «Zona spoiler». No me da con los caracteres que permite FA en esta sección. Qué película, qué felicidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rubén Sánchez Díaz
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31 de enero de 2022
13 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
El resumen de este film es: Meh.
Sharau a todos los tuiteros de Argentina que manijearon tanto con un film que se me hizo largo como scrollear dentro de esa aplicación. Por favor, no hago caso más a lo que diga esa bandada de pájaros.
El film gira en torno a una piba que no encuentra rumbo alguno en su vida y a un muchachito que es el típico chanta, simpático y buenudo que le tiene ganas (ya con eso tienen un buen resumen). Todo esto ambientado en los comienzos de los años 70s masomenos, con referencias a el verano y al amor.
La verdad que tanto bombo y platillo para ver un simple film demodé, romántico y con tintes de comedia me pareció mucho. Hubiera preferido algo más corto y resumido de todo este asunto, algo así como el videoclip de Blink 182, First Date.
Lo mejor es la escena de Sean Penn y Tom Waits, creo que por eso le puse media estrella más al film.
Ideal si sos indie, tenes casi 30 y no sabes qué hacer de tu vida y te gusta este director.
jack cienfuegos
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