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Alcarràs

Drama La familia Solé lleva varias generaciones cultivando una gran extensión de melocotoneros en Alcarràs, una pequeña localidad rural de Cataluña. Pero este verano puede que sea su última cosecha: la fruta ya no renta y los paneles solares están sustituyendo a los árboles.
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Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
2 de marzo de 2023
1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No llego a comprender cómo hay críticas tan negativas en los primeros puestos.

No sé si es porque he vivido en un pueblo, por tener conexión con el campo, con la recolección de frutas, con los inmigrantes, con el encuentro de la agricultura con el capitalismo más actual, con el machismo, con el trabajo, con la lucha. Con toda esa humanidad que se mastica en cada escena de esta película.

Supongo que son cosas que si las tienes dentro, las sientes. Y si no las tienes, no hay manera de sacarlas, da igual qué argumentos o explicaciones trates de utilizar para explicarlos.
Los actores y actrices, los siento tan de verdad como si estuviera compartiendo espacio con ellos, como si viviera allí.

Esta película me ha subido al cielo y me ha bajado a la tierra de un viaje.

Muchas gracias Carla
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
genaro88
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4 de mayo de 2022
20 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carla Simón sorprendió a propios y a extraños hace ya cinco años con su "Estiu 1993", película que la colocó en la mayoría de listas de directoras jóvenes, con muchísimo talento, a las que seguir la pista dentro del panorama nacional.
Ahora nos trae su nueva película, Alcarràs, donde creo que demuestra que la jovencísima directora catalana es una completa realidad ya a día de hoy y que está más que lista para traspasar todas las fronteras que se le pongan por delante (como bien demuestra el oso de Berlín que acaba de ganar, dicho sea de paso).

En mi opinión, Alcarràs es la demostración del perfeccionamiento de la misma fórmula que ya usó en Estiu 1993 elevándola a la enésima potencia. Carla, que escribe y dirige, vuelve a contarnos una historia con claro aroma a recuerdo de su infancia (Apostaría que su alter ego dentro de la cinta es Mariona) y cuya historia versa sobre ese mundo rural que está condenado a desaparecer para caer en las manos de las grandes multinacionales que no van a dudar en apretar y aprovecharse de cualquier resquicio legal para controlar todo lo que aún no está bajo su red.
La película es un retrato sobre la dignidad de esa gente que no quiso conformarse y rendirse sin luchar; y que siguió trabajando duro, día tras día, buscando una salida. Con una perseverancia tremenda.
La cámara refleja todo esto con una naturalidad y un realismo aterrador. Da la sensación que es como si te trasladara a esa casa de "pagesos" y estuviéramos viviendo allí con ellos, como uno más en la mesa. Y, por si esto no fuese poco, todo lo lleva a cabo contando con un montón de actores no profesionales que uno se pregunta cómo es posible que no sean profesionales haciéndolo tan absolutamente bien. Te crees que forman parte de la misma familia desde el primer momento. Las rencillas internas, el amor que se desprende de las miradas, y las formas cómo van interactuando e interrelacionándose están tan llenas de verdad que me cuesta creer que no tengan ningún tipo de parentesco.

Por otra parte, además de ese retrato de la "pagesia", Carla Simón nos entrega una preciosa carta de amor a la infancia. Y no una infancia idealizada, sino una con claros visos de realismo. El guion nos habla de esos niños que aún son ajenos a todo lo que ocurre y que solo piensan en divertirse y ser felices. Es tal el amor que muestra la realizadora catalana en sus planos que es imposible no caer rendido ante esos críos y acabar por reírse con ellos viendo sus ocurrencias. Ese retrato tan certero sobre cómo la ingenuidad de la infancia tapa casi cualquier cosa (o la convierte en un juego) es, simplemente, precioso.

Poco más que añadir; si os gustó Estiu 1993 ya sabéis a qué venís aquí y creo que os vais a enamorar de nuevo del cine de Carla Simón. Si no la habéis visto debéis saber que estamos hablando de dos películas muy centradas en el realismo. De ritmo claramente contemplativo y pausado. Por muy buenas que sean las notas medias y las críticas tened en cuenta que este tipo de películas son esas que igual que amas, puedes odiar. No dejan mucho espacio al término medio. Pero, en cualquier caso, si os gusta este tipo de cine.... solo puedo deciros que esta película es maravillosa.
Quique Martín
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1 de mayo de 2022
10 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soberbia película costumbrista que relata como nadie los avatares de una familia campesina de un pueblo de Lleida, Alcarràs.

Pocas veces he visto una película donde los actores actúen con la naturalidad de Alcarrás. Siempre he tenido la impresión que la familia Solé existe de verdad. Recolectan paraguayos, melocotones, higos… Me basta ver a Quimet, el padre de familia que mueve con soltura su tractor y Rogelio, el abuelo para saber que han trabajado toda su vida en el campo. Lo atestiguan las arrugas que poseen y el color bronceado típico de trabajar todos los días bajo el sol.

Veo a los niños que juegan en el campo con un coche abandonado, un familia que se desloma por la tierra y llora en su interior porque puede perderlo todo. El padre que blasfema durante toda la película para sacar adelante a su familia es también un padre que no puede controlar su ira al ver que no todos le siguen, el adolescente que no quiere seguir los estudios y quiere ayudar en el campo, pero vive las contradicciones de sus limitaciones. Querer no es poder.

Uno de los grandes aciertos en la película es que no toma partido por nadie. Se ve diferentes visiones, el abuelo, el padre, la madre, los hijos y el campo. No vamos a ver grandes conversaciones. No hay apenas primeros planos. Es la historia de Alcarràs, la verdadera protagonista.

Aquí no se trata de ver una España profunda como en Los santos inocentes ni otras películas rurales donde el silencio es protagonista. No, se trata de una familia normal del campo que ríe y llora como cualquier familia y que quiere vivir de la tierra pero no se lo permiten. Pero también se aprecia ver costumbres de una familia catalana. Ver cómo cocinan los caracoles en el campo, las reuniones familiares en las comidas, esa conversación de abuelas del fricandó…

No hay banda sonora pero hay una preciosa canción que cantan los niños que brilla por su ternura. Una familia unida por una canción.

Hay escenas que quedan para la historia del cine. Una de ellas es el final. Se oye un ruido de fondo, se intuye lo que va a pasar y se ve de cerca a Rogelio. Emociona ver su amor por la tierra que se trabaja.

Para mí, firme candidata a la mejor película del cine español de 2022. Me encantó Carla Simón en Verano 1993 y ahora se afianza como una de nuestros mejores directores del cine español. Obra maestra.
viento
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2 de mayo de 2022
9 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo de la inauguración del D’A Film Festival 2022 quedará en la memoria de los presentes para muchos años. La sala principal de los Multicines Aribau llena hasta la bandera (nada más y nada menos que 1200 asistentes) para poder ver la première nacional de Alcarràs, el esperadísimo segundo largo de Carla Simón que venía refrendado con ese flamante Oso de Oro de la Berlinale y que no ha parado de coger vuelo en estos meses gracias al entusiasmo de la prensa y del público cinéfilo (por dar un dato más, Alcarràs se estrena hoy en 170 salas). Seguramente lo interesante no sea tanto discutir la calidad de Alcarràs, algo que ya antes del visionado intuía, como desgranar diferentes aspectos que hacen de Alcarrás una película única dentro de nuestra filmografía y que aúpa a Carla Simón como punta de lanza de una generación de directores millennial españoles que están llamados a cambiar la historia de nuestro cine.

La dureza (y belleza) de la vida en el campo

No vayáis al cine buscando una película desde la óptica pija de la ciudad idealizando la vida en el campo. Los personajes de Alcarràs no viven en un paraje bucólico tocando el arpa y echándose siestas bajo melocotoneros. Carla Simón refleja a la perfección la dureza de la vida en el campo y cómo de desprotegidos están los agricultores minoristas ante este late stage capitalism agresivo y en el que las leyes del mercado dictaminan de manera tajante y sin escrúpulos las vidas de las personas encargadas de proveernos de alimentos. De hecho, la directora introduce como parte de la trama las manifestaciones de los trabajadores del campo contra esa cadena de explotación de la que ellos son el penúltimo escalón. Y digo penúltimo porque, también en un acto de honestidad y de atención a la realidad, Alcarràs no se olvida de mostrar las pésimas condiciones laborales de los temporeros negros que ayudan a estas familias a recolectar fruta.

Sin subrayados innecesarios, Carla Simón también refleja la belleza de vivir en el campo y de este estilo de vida cada vez más amenazado. Son múltiples los planos a lo largo de la película en que los personajes están enmarcados por la naturaleza, una decisión estética que por momentos me recordó a los hermosos planos de Lazzaro Felice de Alice Rohrwacher. La manera de rodar el paisaje, un protagonista más de la película, también recuerda a esos paisajes elípticos de la Trilogía de Koker de Abbas Kiarostami. Niños correteando por los sembrados, comidas familiares y ay, esa escena de los niños cantando para la familia. Alcarràs consigue lo imposible: que la belleza de sus imágenes no ensombrezca una trama con muchísimas capas y en la que no todo es de color de rosa.

Un relato coral en que todos cuentan

Carla Simón ya mostró en Estiu 1993 una gran capacidad para entender a sus personajes y mostrar sus tres dimensiones. Con Alcarràs el reto era mayor, ya que hay más personajes y muchos de ellos están más alejados de la directora que en su debut (basado en hechos biográficos). Aunque la facilidad para fluir del relato de Alcarràs pueda hacer parecer que es una película sencilla, lo cierto es que la atención que Carla Simón pone para que nos quede claro la visión y la personalidad de cada uno de los personajes es todo un reto. En una película con más de 10 personajes principales, es fácil que muchos de ellos queden casi como anécdota. Pero no, Alcarràs es una película verdaderamente coral en la que las diferencias generacionales, de responsabilidad e incluso de género están marcadas a la perfección. Es imposible olvidarse de ni uno solo de sus personajes porque, con gran maestría, Simón consigue introducir situaciones y líneas para cada uno de ellos que les convierten en inolvidables. Además, la manera en que está rodada Alcarràs es lo suficientemente inmersiva como para que nos adentremos de lleno en la familia y entendamos perfectamente las dinámicas internas de la misma.

La nostalgia que no es

Como ya comentaba al principio del texto, los materiales que conforman Alcarràs se podrían prestar fácilmente a una lectura simplista y plana de ese omnipresente “antes todo era mejor”. Alcarràs es una película que mira al pasado pero siempre desde el presente, esas generaciones anteriores a los Solé existen porque se habla de ellas (la Guerra Civil, por ejemplo, hace acto de presencia en la voz del abuelo) pero lo que vemos en Alcarràs refleja, fielmente, la vida moderna en el pueblo: vemos al hijo mayor bailar gabber (lo que en España llamamos mákina), suena ska catalán en las fiestas del pueblo, los chavales fuman yerba, las chicas jóvenes hacen coreografías de trap. El mundo rural no se ha quedado atascado en el pasado, ha evolucionado del mismo modo en que lo ha hecho el mundo urbano, y Alcarràs lo refleja inteligementemente a través de los husos y costumbres de los personajes, ¿acaso alguien se puede pensar que los habitantes de un pueblo no usan Internet como todo el resto de los mortales en pleno 2022?

Conclusión

La belleza y desolación de un mundo que se extingue le sirve a Carla Simón para elaborar esta gran historia de personajes es que la realidad de un mundo globalizado, capitalista y agresivo se cuela por los márgenes del plano para cercenar el futuro de una familia que se niega a darse por rendida pese a que todo indica que no podrán vencer a esa apisonadora que es el capitalismo moderno. Perdernos entre las conversaciones de los personajes, analizar sus gestos o, sí, reírnos con sus ocurrencias y con sus frases antológicas con solo unos pocos de los muchos placeres que encierra Alcarràs, un clásico instantáneo del cine español que, espero, tenga una gran carrera comercial al margen de su gran rendimiento en festivales y certámenes de premios.

Si te ha gustado esta crítica, puedes encontrar más en www.eldesencanto.com
loquearde
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1 de mayo de 2022
7 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alcarràs está dirigida por Carla Simón y se sitúa en el pueblo de Lleida, donde la familia Solé planta una gran extensión de melocotoneros. Por desgracia, será su última cosecha, pues no había nada firmado en sus tierras. Los seguiremos a todos ellos, desde el padre y la madre (Jordi Pujol Dolcet y Anna Otín), hasta sus hijos (Albert Bosch, Xenia Roset y Ainet Jounou). Con ellos caminaremos, sufriremos y veremos cómo se desmoronan ante el inminente cambio que se avecina. El abuelo, la abuela, los tíos, los primos, todos ellos cosechan allí desde hace 80 años, por lo que la pérdida, la memoria y los nervios están a flor de piel. Sobre todo en el padre, quien se niega a adaptarse a los nuevos tiempos (placas solares, etc) y se aferra a la cosecha.

ALCARRÀS no es una película para amantes de la acción ni de ritmos frenéticos. Narra la vida de toda una familia, de una situación social, de la dureza de la cosecha y de las aspiraciones de una serie de personas que asisten a su último año juntos. Por ende, las situaciones que se dan son muy cuotidianas, en ocasiones disfrutando de la felicidad de la juventud, de su adolescencia, de cómo ven los problemas de los mayores. A su vez, también sufrimos por sus padres y abuelos, quiene han de lidiar con traiciones y el advenimiento de un futuro al que se resisten. Todo ello condensado en dos horas de buen cine que, lógicamente, no muchos serán capaces de disfrutar.

En definitiva, ALCARRÀS es una joyita del cine español que no ha pasado desapercibido y ha logrado un Oso de Oro nada desdeñable. Carla Simón tiene licencia para dirigir lo que quiera a estas alturas y no defrauda en absoluto. Cine en mayúsculas, el que muestra, el que retrata la vida de una familia con una naturalidad implacable. Blockbusterianos, alejaos de ella; el resto de amantes del cine de calidad, no os la perdáis.
XuCoOo
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