Comanchería

Como dicen los entendidos, se trata de un western crepuscular.
Se sustituyen los coches por los caballos, pero el espíritu queda intacto.
Está bien llevada y te mantiene expectante, aún sabiendo que son dos perdedores.

CRÍTICA DE COMANCHERÍA [“HELL OR HIGH WATER”]
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En la década de los 30, en un Estados Unidos en plena crisis económica, criminales como John Dillinger o Bonnie y Clyde, se convirtieron en un referente cultural. La gran depresión produjo un fuerte odio hacia los bancos, que propició la aceptación de sus actividades delictivas. Los banqueros eran los malos, y aquellos que les robaban eran vistos con cierto aire justiciero. Esta visión se trasladó a la gran pantalla. Dónde podemos encontrar multitud de películas sobre atracos a bancos en los que empatizamos fácilmente con los asaltantes.

La crisis económica actual nos coloca en una situación bastante similar a la de aquella época. En esto se basa “Comanchería” al presentarnos a una pareja de hermanos de Texas que se ven convertidos en unos “Bonnie y Clyde” modernos. Aprovechando la baja seguridad de las pequeñas sucursales bancarias, los dos protagonistas recorrerán el estado de pueblo en pueblo, asaltando sin parar mientras la policía les pisa los talones.

“Los antepasados de estas personas les robaron la tierra a mis antepasados. Y ahora son los bancos los que se las están robando a ellos”. Esta frase, pronunciada por un nativo-americano durante la película, resume a la perfección la idea principal de “Comanchería”. Los bancos convertidos en invasores, y los asaltantes de bancos convertidos en comanches defendiéndose del enemigo.

Sin embargo, la película no cae en la trampa de demonizar a los bancos e idealizar a los protagonistas. Sino que más bien se aprovecha de esa posición para permitirnos juzgar a los personajes con mayor libertad. Eliminando la clásica separación en bandos de buenos y malos, para que podamos apreciar individualmente la moralidad de cada personaje, analizar sus virtudes y defectos, y así comprobar con mayor facilidad las motivaciones que mueven a cada uno de ellos.

Estas ideas se ven reforzadas por unos personajes perfectamente caracterizados. Ya sea protagonista o secundario, cada personaje que aparece en la cinta rebosa personalidad. Resultado de un cuidado guion que, a través de su historia, nos dibuja con precisión la sociedad de la américa profunda.

“Comanchería” combina con maestría las escenas de acción trepidante con aquellas más profundas y reflexivas. Lo cual, unido a su ácido humor, hace de este neo-western una película tan divertida como interesante.

A día de hoy todo lo que caiga en mis manos que tenga a Jeff Bridges de por medio, lo voy a ver, aunque sea un castañazo de mucho cuidado. En este caso no se cumple esto, por suerte para mí. Pero pudo ser mucho mejor, eso lo quiero dejar muy claro.

En primer lugar el comienzo de la historia con ese atraco cutre a una entidad bancaria, me hizo temer lo peor, más parecía inclinarse hacia la comedia, que hacia cualquier otro género y yo no me llevo muy bien con la comedia. Pero no, la cosa iba un poquitín más seria y digo bien, un poquitín. En mi opinión el personaje más completo de la obra es el de Ben Foster, al cual interpreté mal desde el principio, pero a medida que avanza el film, entendemos el porqué de su comportamiento. Una adolescencia dura, una decisión dramática tomada y una vida desastrosa con poco interés por todos y por todo. De ahí la famosa frase en el casino de ser un comanche. Enemigo de todos. No dejen de observar las escenas finales de su personaje con el rifle.

Funciona muy bien ese tira y afloja entre los ladrones-amables de bancos y los rangers que los persiguen. Estos últimos son muy curiosos, Jeff Bridges en su línea de los últimos años, tipo curioso con ganas de hacer un chiste en todo momento aunque no venga a cuento (y ya aburre) y el compañero indio. Sigo insistiendo en que la pareja es de chiste.

La trama es entretenida, por el hecho de la persecución constante y la forma de intuir sus próximos movimientos. Hay escenas muy interesantes que recordar, esa charla con la camarera en el restaurante o la última conversación con el ranger. Dignas de enmarcar dentro del contexto en el cual se desarrollan los hechos.

Muy entretenida pero podría haber sido mucho mejor cuidando algunos detalles.

Magnífico guión y excelente puesta en escena aderezada con una banda sonora acorde y exquisita y una fotografía académica y muy analítica en la composición de sus encuadres. Lo mejor con todo de Comanchería es la altura de los personajes que componen la historia y el jugo que sacan de ellos las interpretaciones del trío de protagonistas, en especial Ben Foster, el nuevo comanche, el enemigo de todos, que borda un papel muy complejo sobre el que recae la credibilidad de un western, quizá no tan original como parece, pero sí muy bien pergeñado y en el que se confunden los buenos y los malos y se cuestiona continuamente la moralidad de unas leyes en la que los ladrones no tienen la misma entidad ni sufren las mismas consecuencias por sus robos.

David Mackenzie nos mostró hace tres años una relación conflictiva paternofilial en un drama carcelario resaltando el tema de la familia en momentos difíciles y en esta ocasión nos muestra una relación entre hermanos en un momento difícil como es que tu familia vaya a ser embargada de la casa y buscan la solución fácil e ilegal que es robar. Chris Pine y Ben Foster (bastante desmejorado, no sé si aposta para el papel) comparten una química impresionante y buenos diálogos y momentos aunque en esta ocasión Foster al ser el malo y travieso es el que me gana por completo aunque la contención de Pine y determinados momentos sobretodo al final con Jeff Bridges demuestra también su talento. Bridges gracias a su acento sureño también logra una interpretación muy memorable y compleja, no descarto nominación al oscar gracias a la estupenda evolución también del personaje que el interés va de menos a más. Es cierto que la cinta tiene momentos típicos del género pero no es lo que muestra sino como lo muestra y la tensión es palpable y constante sobretodo en el tramo final. La relación entre los protagonistas y su ejecución en los bancos cada vez que ejecutan sus acciones aunque no hay muchas sorpresas en el guión y no termina de cerrar la historia aunque terminen de una manera diferente a la habitual en el género western. Mantiene muy bien el tono y la ambientación es sublime. Es lo más parecido a No es país para viejos que encontrarás en estos últimos años.