Hannibal: El origen del mal

No es una mala película, pero no tiene muchas cosas que la hagan especial. Tal vez abusen demasiado de las escenas de violencia y la historia en si, tampoco me parece tan atractiva. Para mi gusto le faltó un poco de "efecto sorpresa" ya que los hechos acontecían tal como cualquiera podría preveer.

Destacaría la buena actuación de Gaspard Ulliel que, sin duda, podría ser la imagen perfecta del joven Hannibal.

Es entretenida, sin más.

Lo mas interesante es al nueva manera de contarlo y de poder sacar todavía un brote de intriga de una manera curiosa e interesante, lo mas destacable es la progresión en el carácter y las maneras del propio protagonista.

Para mí esta es una gran película. Tiene toques sutiles, todos ellos variados, que hacen que se disfrute bastante.

Las anteriores películas de Hannibal, lo han mostrado como alguien dañado mentalmente pero a la vez con algo de encanto, un personaje bastante complejo que a la vez te hacía sentir miedo y, de alguna forma, simpatía. En este filme pasa lo mismo, Hannibal se muestra inteligente, malvado y manipulador, pero por otro lado el espectador siente empatía hacia él. Este es un punto a destacar en la película ya que el actor francés Gaspard Ulliel, a mi parecer, realiza un excelentísimo trabajo como Hannibal, su interpretación está llena de matices los cuales lo hacen parecer tanto un psicópata como un ser humano lastimado por la maldad.

En concreto el filme cuenta con maravillosas locaciones, grandes actuaciones y un buen guión. No es igual a "The silence of the lambs", pero no por ello es mala, los dos son grandes filmes vistos desde diferentes perspectivas.

Siendo objetivos, este filme, está fielmente basado en la novela de Thomas Harris "Hannibal: el origen del mal". Es por ello que no veo las razones por las cuales considerar este filme tan desapegado a todo el universo de Lecter, el mismo creador del personaje de Hannibal fué el que escribió la historia y Peter Webber hace un trabajo bastante bueno con ese material. Lo recomiendo ampliamente sin ser prejuiciosos.

El éxito de “El Silencio de los Corderos” (The Silence of the Lambs, 1991) de Jonathan Demme, que no dejaba de ser un episodio más de las desventuras del psicópata psiquiatra y caníbal Hannibal Lecter según la retorcida imaginación de su creador literario Thomas Harris, animó a directores en horas bajas como Ridley Scott que emprendieran una ruidosa continuación, “Hannibal” (1999), en que el personaje que interpretaba Anthony Hopkins saliera vivito y coleando por las calles de Florencia pero sin dejar, eso sí, sus horribles huellas. No obstante fue la película de Demme que dejó pistas e insinuaciones para una franquicia que prometía ser segura y que en algún caso se podía llegar a la altura, si tenemos en cuenta (bueno, a mi parecer) que tampoco hay para tanto con “El Silencio de los Corderos”.

Incluso “El Dragón Rojo” (Red Dragon, 2002) dirigida por Bret Ratner (Family Man), es ampliamente superior a ésta entrega del 2007 en formato de co-producción europea y bajo el visto bueno de la familia De Laurentiis (poseedores de los derechos) que deciden ponerle el título de “Hannibal; el Orígen del Mal” (2002) nos anime a ir a los cines con la idea de cómo empezó a salirle la bestia dentro a un niño víctima de las injusticias de la guerra; el salvajismo, el asesinato, la persecución hasta llegar finalmente al renacimiento para propiciar una venganza contra todos aquellos que, bajo sus actos, hicieron tanto mal a un pobre inocente.

Así, más que Hannibal el Caníbal es Hannibal el Justiciero. Sus concesiones al cómic tampoco le faltan (es entrenado en el arte y disciplina samurai bajo la tutela de la mujer de un tío desaparecido, interpretada por la guapísima Gong Li) y el film rompe con el hielo de una franquicia que estaba destinada a ser un híbrido de policíaco y terror. Después de verla… ¿A quién le importa dónde procedan el señor Lecter y sus manías y aficiones

El principal riesgo de hacer una precuela es la aceptación de una historia por parte de un público que ya tiene forjada una idea en su mente. Si a esto se le suma que se trata de uno de los psicópatas más famosos del cine, bajo el insustituible rostro de Anthony Hopkins, la cosa empeora.

Y es que la película trata sobre los primeros años de la vida de Hannibal Lecter y de cuál fue la causa de su transformación en el refinado monstruo que se muestra en el resto de cintas dedicadas a su figura; la obra maestra “El silencio de los corderos” (Jonathan Demme, 1991), la irregular “Hannibal” (Ridley Scott, 2001) y la casi notable “El dragón rojo” (Brett Ratner, 2002), contando además con un film anterior a todos estos, donde Brian Cox era el caníbal, y que significó el debut en pantalla del personaje creado por Thomas Harris, “Hunter” (Michael Mann, 1986).

“El origen del mal”, es un intento fallido, que huele más a dólar y oportunismo barato que a un verdadero interés por querer ahondar de nuevo en un personaje cuya principal baza es precisamente ese misterio que envuelve sus actos. Después de todo, humanizar y justificar a Hannibal con una historia facilona y poco original no tiene ningún sentido, sobre todo si comparamos al personaje con lo que llegará a ser.

La película sólo funciona si, complicada tarea, nos olvidamos de sir Hopkins y los anteriores films. Está bien contada, entretiene y Gaspar Ulliel convence como el joven Hannibal. Pero, y sí señores el guión es cosa del mismísimo Thomas Harris, ese tipo delgado y enfermizo que nos presentan no es, ni a diez mil jodidas millas, nuestro Lecter.