Amélie

Terminó la película y tenía una sonrisa melancólica en el rostro. Un rictus que me decía que no quería que acabase el film, quería saber más sobre la vida de Amelie, lo quería saber todo... ansió con ganas una segunda parte que nos muestre el encanto de la vida en pareja de esos dos enamorados de la vida.
Poesía, son imágenes que forman un poema en apología de la vida como la sangre de ese corazón que late tan deprisa. Es una fantasía que se agranda a cada paso, una fantasía que en realidad somos todos, ¿quién no tiene algo de Amelie?
FABULOSA. No se la pueden perder.
Lo mejor: AUDREY TAUTOU, el personaje de su vida. Mathieu Kassovitz, una cara realmente entrañable. La estética del film, y una historia que aunque pueda parecer muy usada aquí se basa en su originalidad.
Lo peor: que tarde tanto en encontrar a su amor.

Color: un auténtico prodigio para la vista, eso es "Amelie", un orgasmo colorista y vital, lleno de fuerza y originalidad, un experimento para los sentidos, que se ven sobrepasados por el torbellino de imágenes y sonidos con que nos bombardea el mago Jeunet; una sobredosis de pigmentos, matices y tonos, brillantes y radiantes, una paleta policromada, una explosión de luz.

Vida: una campana en el corazón, eso es "Amelie", un despertador para los sentimientos dormidos, un tsunami que nos inunda de alegría, que nos ahoga en el optimismo desbordado del maestro Jeunet; una llamada de atención sobre la fragilidad de la existencia y la necesidad de apurarla hasta la última gota, sin desperdiciarla; un canto a la solidaridad y a la empatía, a la bondad intrínseca del hombre.

Vida y color, fondo y forma, continente y contenido, a cual más maravilloso. Eso es "Amelie".

Una vez conocía yo a una chica que se hacía llamar Amélie. La chica en cuestión no se parecía en nada a Audrey Tautou, porque su pelo era castaño claro, los ojos eran azules y tenía más bien más carnes que menos. Sin embargo, ahí estaba ella: una Amélie española tan soñadora como la francesa.
Organizada a la manera de fábula colorista es AMÉLIE una película de esas que de tanto en tanto extraen lo que de bueno queda en nosotros, aquello que los que nos educaron pretendían que perdurase en el tiempo.
Abriéndole la puerta a su infancia a un hombre al que le devuelve una cajita con tesoros diminutos y olvidados decide la protagonista, Amélie, la francesa, dedicar su vida a procurar el bien de los demás.
Paralelamente nosotros, los expectadores, extasiados por la profundidad de unos ojos negros que son como los abismos de la hermosura, abrimos las puertas de nuestra infancia y, recordando aquellos valores que los que nos educaron pretendían fueran nuestros cimientos, pensamos en ese vecino, en esa compañera, en esos amigos que también necesitan un empujoncito.
O pensamos en otras Amélies, españolas, sin la belleza de los negrísimos ojos de Audrey Tautou pero con el canal de los sueños de bondad en permanente alerta.

Un cuento moderno muy colorido. Todo es muy bonito, como si estuviese mitificado, con una Amélie que nació para ser Audrey Tatou. O como sea.

Es una historia maravillosa sobre una chica que necesita encontrar su sitio en un mundo que no se adecua a ella, y donde ella no está por la labor de hacerse dentro de un molde de lo que quiere el mundo. Y esto es algo muy bonito si sale bien.

Amélie está obsesionada con arreglarle la vida al mundo, por difícil que sea, para ver si con suerte alguien se la alegra a ella. Como aquello del recoger lo que se siembra. Amélie está en ese plan a ver si cuela.

La película es casi redonda: es capaz de contarte cosas muy bonitas, idealizadas hasta términos escandalosos, y a pesar de ello no hacerse empalagosa. El gran mérito de esta película es no hacerse nada moñas en todo el tiempo. Y con algo así es muy difícil. Jeunet consigue esto, entre otros méritos. El resto fue escoger un maravilloso elenco, hacer un guión que se adapte a toda la belleza que se encuentra dentro.

Todo el derroche de imaginación desbordante de Amélie es bello. Todo en Amélie es bello. Y entre la escena orgásmica y el colofón de Debbouze es una maravilla.

Que gran buen humor.

Amelie es especial, diferente, particular, sensible, con una imaginación sin límites a través de la cual construye su realidad paralela a la de los demás, y de la que se sirve para escapar de la oscura y a veces difícil realidad. Amelie es sencilla, nada le hace más feliz que los pequeños detalles. Y a donde nadie llega por ayudar a los demás, lo hace ella de manera altruista, como si de un ángel de la guarda se tratase. La única premisa de estas buenas acciones es que los afortunados nunca sepan que es Amelie la responsable de una serie de aparentes coincidencias. En definitiva, la visión de esta joven,alegre y melancólica francesa es la de la vida como juego.