Cirkus Columbia

Danis Tanovic, que ya nos impactara en su ópera prima: "En tierra de nadie", vuelve a conseguirlo en este drama costumbrista que habla de los inicios de la guerra de Yugoslavia y, sobre todo, de las gentes, de los diferentes bandos, que se van posicionando ante el imparable avance de lo que se convertiría en una monstruosa realidad.

Un hombre, Divko Buntic, vuelve a su pueblo, en Bosnia-Herzegovina, 20 años después de su precipitada salida. Regresa, ahora que los suyos han recuperado el poder político, con las alforjas llenas de marcos alemanes, y una joven acompañante, a recuperar el tiempo perdido cerca de su hijo, al que dejó con un año. Pero las circunstancias acaban imponiéndose y parecen negar a nuestro amigo el sosiego y ritmo de vida que quiere para sí y Bonny, su apreciada gatita negra.

Cirkus Columbia es una comedia triste (¡que no triste comedia!) que nos habla de cómo los acontecimientos histórico-políticos siguen pasando por los Balcanes como un devorador tsunami en el que nada pueden los hombres y mujeres, por más raíces y seres queridos que tengan bajo esa tierra. Contra tamaña fuerza solo caben gestos individuales de reafirmación y litros de amor y simpatía sobre las heridas.
El director bosnio sabe contar este inicio de guerra (1.991) sin dar la razón a nadie y señalando con las manos metidas en los bolsillos; al mejor estilo de un payaso pacifista que reparte juntas alegres muecas y lágrimas blancas, entre obscenas carcajadas y una lluvia de huevos lanzados desde todas las trincheras.

Este film llega a San Sebastián desde la sección Zabaltegui. Tanovic a través de la adaptación de la novela homónima vuelve al festival después de su obra ‘l’Enfer’ para acercarnos a unos personajes que viven los momentos previos a un hecho que volverá a poner en entredicho la capacidad del ser humano de seguir cometiendo atrocidades: el conflicto servio-bosnio.

El director hábilmente nos permite ser espectadores no del horror tantas veces narrado, sino de la aparente cotidianidad de unos seres que viven conflictos familiares, pero conservan todavía cierto ‘frescor’. Hay en estos personajes que todavía disfrutan de zambullirse en el río, que discuten, lloran y ríen una inocencia que se verá bruscamente truncada. Con beneplácito compartimos sus retazos de vida, superando rencores pero con el ánimo abierto al perdón y al amor. Disfrutamos porque las escenas nos subrayarán la fragilidad del momento y la amenaza de un mundo que está a punto de volver a desenterrar la semilla del nacionalismo.

Subimos con placer a esas sillas voladoras que nos recuerdan la infancia, la familia. Pasen y vean señores, es grata la propuesta de Tanovic y su capacidad para llegar a trascender la anécdota. Su gusto por retratar lo efímero también lleva a rescatar lo perenne: el amor a la tierra que te ha visto crecer, la familia, el primer amor…Todo lo que resulta imperecedero.

No es la primera vez que ocurre un caso como el de Danis Tanovic. Con una cinta de éxito como “En tierra de nadie” (Oscar, Globo de Oro, premios en Cannes, San Sebastián, etc.) llegaron trabajos que no fueron ni sombra ni escorzo de la misma y… surgió el momento de volver a los orígenes… y a esa tierra de nadie. “Cirkus Columbia” no es tampoco ni la sombra de la ópera prima del director de “El infierno” o “Triage” pero es un back-to-basic en simpleza y efectividad.

Tampoco es que existan demasiadas sorpresas en una cinta cuyo cartel es un demoledor spoiler aunque no admitía demasiadas variables desde su presentación. El regreso de un exiliado a su tierra después del derrumbe del comunismo y el resurgimiento del ‘fascismo’, tras la caída del Muro de Berlín, podría tener un peso dramático pero, en seguida, vemos que Divko Buntic dejó mujer e hijo… y un pasado que no es tan claro pero tampoco tan oscuro. El director de “En tierra de nadie” utiliza un gato negro como motor de una historia que nos habla de los momentos previos a la Guerra de Bosnia en un ambiente completamente ajeno y pacífico a lo que se avecinaba.

Desde la venganza hasta la redención con medio tiempo para el amor arrebatado y perdido la propuesta se sirve de su simpleza en la exposición de los elementos: el joven protagonista, viste de rojo y es comunista y su amigo fascista, cuyo padre es el alcalde, viste de azul, por ejemplo. Martin, ese joven, define la historia familiar como un “Romeo y Julieta” pero sin que nadie muera y realmente la visión previa a ese fatídico conflicto nos evoca cierta inocencia y simpleza. Parece que Danis Tanovic quiere esa libertad ante un truco tan mágico como mecánico. Un columpio que da vueltas sobre sí mismo entre lo nuevo y lo viejo y dando señales que los problemas se pueden resolver simplemente con amor y perdón.

Como ya se ha comentado anteriormente el argumento central de la película es contextualizar el conflicto serbo-croata y el inicio de la guerra de los Balcanes. El principal interés que tiene el argumento reside en la visión interior de un intelectual pro-yugoslavo (Danis Tanovic), muy alejado de las noticias sesgadas que llegaron a todo el mundo al inicio de la guerra, donde parecía que era un pueblo oprimido el que se había levantado de manera pacífica, y, tal y como muestra la película, este hecho tenía distintas interpretaciones. Las acciones serbias que se llevaron a cabo posteriormente no son tratadas en la película.

Independientemente del contexto histórico de Cirkus Columbia, la intensidad de las relaciones íntimas entre los personajes (ver "spoiler"), la resolución de pequeñas rencillas personales y el enfoque cómico a una situación desgarradora son los puntos fuertes. Cirkus Columbia es una película muy fácil de seguir, los diálogos son cortos y las casi dos horas de film fluyen con total normalidad y de una manera bastante homogénea. La banda sonora e imagen está más que correcta y acorde con la intensidad de la película y su carácter de tragicomedia, presente en todo momento con el gato Bonny.

Recomiendo totalmente la película por haber reflejado humanamente el desastre de una guerra civil, una guerra entre hermanos y vecinos. Y por haberlo hecho de una forma tan especial, sin abusar de la lágrima fácil y poder reirse de ese tipo de situaciones en más de un momento. Es una buena película.

Danis Tanovic, el afamado director de la multipremiada "En tierra de nadie" o la infravalorada "L'enfer" firma este relato sobre las relaciones de una desestructurada familia en tiempos de guerra en Bosnia-Herzegovina.

Tras la caída del poder comunista y un exilio de dos décadas, Divko Buntic regresa a su hogar, un pequeño pueblo, cargado de lujos y acompañado de su joven novia. Allí reclamará su antigua casa, donde aún habita la mujer de la que se separó y el hijo que dejó atrás. La relación con ella se cargará de tensión, pero Divko intentará aproximarse a Martin, su hijo. Los personajes, envueltos en las rencillas familiares obviarán la realidad de un país a punto de dividirse y las revueltas secesionistas que poco a poco van cerniéndose sobre todos ellos.

Tanovik demuestra, con este "Cirkus Columbia" su habilidad para el retrato de los infiernos familiares a través del detalle, el diálogo inteligente y la dirección actoral bien cuidada. La situación cotidiana es, una vez más, el telón que oculta la crítica social y política, bien tejida en pantalla, en guión y finalmente, en la mente del espectador.

Ora tierna, ora cruel, pero siempre entretenida, la película nos lleva de mano de lo cómico a lo trágico, invita a la reflexión mas no al aburrimiento y si bien no constituye una de sus mejores películas, Tanovic nos regala un pedazo de buen cine de autor, que aunque adolece de la ausencia de un sentido épico para la gran historia que cuenta, si convence aunque no termina de calar profundo en el recuerdo de la audiencia. Interesante.

-Enoch-