Tierra de violencia

Robert Ryan actor a redescubrir está de 10 que diría un argentino , casi todo el metraje pasa por él que por cierto un poquito más de Virginia Mayo no hubiera estado nada mal . Que en el Oeste existían los tipos duros ya teníamos nociones de ello pero tanto como Cash no es fácil dar con ellos . No deja un ápice a la injusticia persigue el delito como ha de ser un buen Marshall pero algo no va bien algo no funciona . Tiene un problema médico que le humaniza y quizás sea lo mejor de la película su lucha conjunta contra la enfermedad ocular y la enfermedad moral de alguno tipejos que poblaban esas tierras . Por cierto hay un malo mejicano que es tan malo que cae hasta bien . En fin tierras de violencia necesitan sheriffs como Cash o estamos perdidos y en la actualidad no nos vendrían mal unos cuantos como ellos porque estamos en tiempos de buenismos y mediocridades donde el delito campa a sus anchas . Gran película la verdad ...

Un notable western dirigido con pulso firme por un semidesconocido director, Robert D. Webb, nos plantea una de las historias más características del género ( la ley y el orden ) que, ante la ausencia de otras, grandes paisajes, espacios abiertos, caballos y ganado, colonos frente a indios..., y su profundización en temas morales ( justicia, venganza, corrupción, codicia...), la acercan más al drama psicológico. Algunos quizás echen de menos la espectacularidad propia de muchos de estos films pero yo creo que, sin embargo, en el excelente guion encontraremos gran parte de los temas propios del Oeste soberbiamente contados.
La llegada del ferrocarril. Este tema ha sido descrito mil veces en muchos films y éste, nos ilustra muy bien acerca de ese hecho.
Robert Ryan era el sheriff de una pequeña y tranquila ciudad de Kansas, pero la llegada del ferrocarril ha hecho crecer rápidamente a la ciudad. Eso significa progreso económico y aumento de la población, con lo que sus vecinos están muy contentos al ver reverdecer sus negocios. Pero también significa aumento de problemas pues, junto con los nuevos habitantes, empiezan a llegar hordas de pistoleros, tahúres profesionales y demás ralea a montar sus casas de apuestas, salones y demás.
Robert Ryan descubrirá que el nuevo dueño del negocio del juego de la ciudad es un antiguo enemigo ( Robert Middleton), que se ha instalado con todos sus pistoleros para desplumar a la ciudad.
Al mismo tiempo, también recalará en la ciudad un joven vaquero ( Jeffrey Hunter), con cierto asunto por resolver.
Virginia Mayo, por su parte, hace de novia de Ryan, aunque no tiene excesivo papel en la trama y también tenemos a los excelentes Walter Brennan y Arthur O´Connell, no muy bien aprovechados en esta ocasión.
Y, por si hubiera pocos problemas para mantener el orden, enseguida descubrimos que Ryan tiene una debilidad que le hace vulnerable ante sus enemigos ( un gran acierto de guion). La tensión está servida.
Historia interesante y bien llevada. Buenos momentos de acción y tensión ( a destacar la escena del pajar). Algunos diálogos memorables. Bonita música. Buenos actores, algunos muy simpáticos y una perfecta descripción del microcosmos de esa ciudad en expansión que también tiene su protagonismo, hacen de esta película una muy buena opción para disfrutar.

Esta es la contestación que espeta el sheriff de Flat Rock (Kansas), Cass Silver (Ryan), al Dr. Barrow cuando lo atiende de unos problemas oculares. Y es que en esta ocasión las crisis temporales de ceguera que padece van a condicionar bastante el desarrollo de la aventura. Por una vez la enfermedad tiene cierta trascendencia en un western.
Todo empieza con los problemas que conlleva la llegada del ferrocarril a una localidad llevando detrás los negocios, el dinero, la diversión ... y la violencia. En una de tantas peleas de saloon Cass se lleva un fuerte golpe en la cabeza con herida superficial en las sienes que le cura su ayudante en la oficina con un "linimento" de la farmacia, primero aplicado por vía tópica y luego un buen trago por vía oral. El caso es que el linimento es una forma farmacéutica fluida hecha con aceites y bálsamos (en principio nada de alcohol), que se aplica exteriormente en forma de fricciones.
Sin embargo el golpe va a traer secuelas más graves, pues al poco rato Cass experimenta cortos periodos de unos minutos en los que pierde por completo la visión. Debió tratarse de una fuerte conmoción cerebral que puede dar visión borrosa o doble, imágenes distorsionadas, además de mareos o náuseas que por lo general desaparecen en unos días. Pero también pueden dañarse los lóbulos occipitales con la pérdida consiguiente de la visión en la zona externa de un ojo, la capacidad para percibir los colores, la identificación de los objetos y personas e, incluso, la ceguera cortical. Como vemos el problema puede ser grave.
Con muy buen criterio el Dr. Barrow, después de un exhaustivo reconocimiento del fondo del ojo, estima sin embargo que se ha producido una posible "presión en el nervio óptico, tal vez por una pequeña hemorragia". En la mejor línea hipocrática le recomienda dos días de cama, evitar esfuerzos y, si es posible, cambiar de oficio, pues no es cosa que un sheriff pierda la vista con la pistola en la mano que, por supuesto, es lo que le va a pasar (el galeno, naturalmente, guardará riguroso secreto profesional). Finalmente le recomienda consultar en el mejor hospital de Kansas City. Es ahora cuando Cass contesta la frase del título de la reseña.
Sobre la base de un excelente guión destacamos también la notable interpretación de todos, en especial del propio Ryan y de secundarios como el siempre bromista ayudante de sheriff (Brenan). Por cierto, ignorando los problemas oculares de su jefe le suelta cuando se sirve un vaso de whisky, que "Si toma demasiado 'linimento' se quedará ciego". Ciego no, pero de momento pasmado si que se queda.
La acción es trepidante sin un momento de pausa, con bonitas escenas de tiroteos en el saloon, en la oscuridad de las calles y al final en el pajar. Entre los pistoleros llama la atención el mejicano aficionado al vino amontillado: "Cuando el vino se saca, hay que beberlo".
Buena película con casi todos los ingredientes del western de "pistoleros", como así lo llama mi amigo y paisano Manolo Germes.

Insuficiente western dirigido por un director menor, Robert D. Webb, y que alcanza un seis debido a la ciega admiración de un servidor por el género, para que engañarnos. Por el género y por Ryan. Porque a pesar de que el exboxeador de Chicago no alcanza ni muchísimo menos un buen nivel de interpretación, su mera presencia siempre repercute interés en los amantes del buen cine. Y en este caso no es menos.

Pero todo lo que en un principio puede ilusionar de esta cinta poco a poco se va cayendo debido principalmente al enorme lastre que supone el guión y porque no decirlo, un director que se pierde irremediablemente entre personajes inacabados y poco carismáticos. Ryan termina agotado de soportar solo el peso una cámara tan estática como las ideas de su director que, entre otros pecados, desaprovecha alarmantemente a dos figuras de la interpretación como Walter Brennan y Virginia Mayo. Al primero lo encorseta y le niega cualquier tipo de lucimiento. A la Mayo simplemente se permite el lujo de regalarle solo un par de primeros planos y a hacerla desaparecer durante gran parte del metraje. Imperdonable. Imagino a Ford o Huston creando de la pareja Ryan-Mayo una auténtica obra de arte y riéndose de lo malo que podría ser el guión pero lo grande que llegaba a ser su cámara. Dos directores y un aficionado, claro.

Del resto nada o poco más que comentar. Historia rudimentaria y carente de pasión, con unos personajes dedicados a saldar cuentas pendientes entre salones, cárceles y graneros. La pobre fotografía y la ausencia de espacios abiertos ahogan aún más si cabe al espectador que se limita a esperar ansioso cualquier final con tal de ir a coger algún dvd de Mann o Ford y volver a disfrutar con un género que, como cualquier otro, también tiene sus petardazos. Y este es uno. Creo que terminada esta crítica le pondré un cinco. Merecidísimo.

- Pues sí, aunque nos lo quieran pintar como personaje íntegro, a mí me ha dado por momentos un ligero tufillo a tipo que ha integrado excesivamente la idea de "ser la autoridad", y acaba salpicando la placa de ligeros excesos.

- No lo puedo evitar, el otro día vi "Los cautivos", con Randolph Scott. En la comparación puedes comprobar cuando una película tiene aura y la otra no, sin ser ninguna de las dos grandísimas películas.

- De hecho las dos tienen aura del western de los 50. Pero "Tierra de violencia" no llega al calado de aquella. A la fuerza positiva de aquella.

- Se me derrumbó "Tierra de violencia" en su último tercio, estoy dispuesto a aceptar algunas infantilidades, pero tengo un límite. Y aquí se pasaron de la raya, de ahí mi 5,1.

- Lástima Virginia Mayo, totalmente desaprovechada, un papel insulso diría yo. Y lástima Jeffrey Hunter, más bien flojo, bien lejos del sobrado Ryan.