La momia

Continuando con la exitosa racha de la Universal en la década de 1930, el maestro de la fotografía Karl Freund (elemento clave con la cámara para gente tan importante como Fritz Lang, Todd Browning o F.W. Murnau) dirigió La momia, una cinta de terror, aventuras y amor protagonizada por uno de los actores del momento, Boris Karloff, que repetía su rol de villano en un filme de terror, tras películas como El doctor Frankenstein o La máscara de Fu-Manchú. Su personaje de momia vuelve a ser memorable, ya que debe desempeñar un complicado papel ecléctico: por un lado está el monstruo aterrador, pleno de magnetismo, de mirada inolvidable y, por otro, el romántico incurable capaz de llevar su amor hasta las últimas consecuencias.

El filme tiene su fuerte, además de en Karloff, en la magnífica ambientación, tanto en la época de 1932, como en el flash-back insertado en mitad de la película sobre el antiguo egipcio (el cual vio reducido su metraje por la censura de la época).

La película tiene momentos que podríamos calificar de sublimes, en los que el misterio y las sombras están utilizados de manera tal, que demuestran que en el cine, muchas veces, impresiona más lo que se sugiere que lo que se enseña al detalle. Desgraciadamente en el siglo XXI, los realizadores de cine de terror infravaloran hasta límites insospechados la capacidad imaginativa del espectador, lo que influye negativamente en la calidad de las películas.

Junto a Karloff aparecen rostros conocidos de la época como David Manners, Edward Van Sloan o Zita Johann, quienes mantienen el nivel interpretativo, de forma que ayudan a conferir el sentido dramático necesario a la obra.

En resumidas cuentas, La momia es uno de los mejores homenajes que el cine ha hecho al Antiguo Egipcio y a los mitos de momias, tumbas y pirámides, que tantas veces sería imitado a posteriori. De entre todos los remakes y similares habría que destacar las dos primeras partes de La momia de Stephen Sommers, aunque hablamos de un tipo de cine completamente distinto, que busca más entretener que crear arte. Al menos logró su propósito.

Clásico de terror de la Universal donde se desarrolla una historia de amor que trasciende los tiempos mediante conjuros profanos.
Lo mejor: la siempre imponente presencia escénica de la “torre” Boris Karloff, el maquillaje de los personajes, la densa atmósfera, los escenarios ancestrales de Egipto donde trascurre la historia combinados con los modernos como el museo, el oscurantismo desde la iluminación y la estética visual de las imágenes.
Por supuesto que también entre los elementos positivos hay que mencionar su historia, la cual es simple pero sin caer en el ridículo. Se describe una historia de amor que atraviesa los siglos gracias al uso sobrenatural de un conjuro prohibido. Así el filme plantea por ende de trasfondo un conflicto romántico dentro de un ambiente tenebroso muy similar al expresionismo alemán.
Claro que también tiene puntos débiles, y los mismos los podemos encontrar en la precipitación en la resolución de la historia, en algunas situaciones a las que se le notan su carácter ingenuo y naif, y en algunas sobreactuaciones de determinados secundarios.
No obstante, es un clásico insoslayable de la cinematografía de terror, que no impacta en demasía hoy día pero que se ve con interés, y que ingresa dentro de las cintas que sentaron bases sobre la plasmación en el celuloide de los más afamados mitos del horror.

Frase destacada : “La muerte no es más que el portal a una nueva vida”

La Universal había cosechado dos enormes éxitos con "Frankenstein" y "Drácula", ambas de 1931, y se embarcó en la producción de toda clase de películas fantásticas.

Pese a que en esta ocasión cuenta la historia, francamente mediocre, de una vieja momia que revive para horror de cuantos con ella topan, su realizador, el alemán Karl Freund --cuyo prestigio se apoyaba en una sólida y brillante carrera como director de fotografía--, le imprime un evidente tono impresionista, que se adapta muy bien al relato, y consolida una interesante obra.

Antes de "La momia" fue el "Drácula" de Tod Browning. "La momia" -primera película del director de fotografía Freund- es un calco de la obra de Browning/Lugosi, solo que la legendaria película sobre el vampiro es eso, mera leyenda, al lado de esta fabulosa película aquí comentada.
Sintetiza magistralmente Carlos Aguilar esta película en su "Guía del Vídeo-Cine", así: "una especie de adaptación del Drácula de Browning a un contexto contemporáneo del todo pagano, con los elementos de la mitología cristiana sustituidos por sus equivalentes egipcios". Resulta larguísima la serie de analogías entre ambas películas: 1) la momia es como el vampiro, un no muerto (es resucitada por una expedición del museo británico al abrir un cofre dónde se contiene un maleficio); 2) el objeto último de ésta es matar (allí morder) para así vivir/amar eternamente a una joven a la que seduce (aquí es una chica de similar aspecto físico a una amada de la momia en el Antiguo Egipto); 3) el magnetismo y capacidad seductoras de la momia: aquí un Karloff inconmensurable e insuperable, envilecido y sublime, tan seductor como Lugosi, ambos con unas miradas hondas e irresistibles; 4) la muerte de ambos se produciría a través de un hecho simbólico y concreto: la estaca para el vampiro, la quema de un pergamino para la momia; 5) los ojos vampíricos y la cruz cristiana son sustituidos por un talismán de la vida de la Diosa Isis; 6) el caracter enfermizamente romántico (y último) de la historia y de ambos personajes; 7) el personaje secundario del "doctor sabio": el van Helsing de Drácula es sustituido por el Doctor Miller de aquí (magnífico Edward Van Sloan), en ambos casos acompañados por el novio de la chica objeto de deseo por ambos seres...
Habría más connotaciones coincidentes pero ya me parecen suficientes. "La momia" supera en todo a "Drácula", se mantiene fresca, imperturbable e inamovible en su condición de obra maestra del cine de terror. Tiene un acabado prodigioso, una belleza abrumadora y es una delicia de principio a fin. Y sólo la mirada gélida y cegadora de Karloff, sus mímicos movimientos, su prodigiosa actuación merecen un sitio en la antología del Cine.

Unas de las películas de los años treinta que sirvió como base para tantas películas de terror que se han realizado. Realizada con gran maestría y cuidada en todos sus detalles, haciendo escenas creíbles, artísticas y terroríficamente bien logradas. Gran musicalización clásica suave, enigmática y hermosa. Monumental y consagratoria actuación de Boris Karloff, llevando el expresionismo en el cine a grandes alturas. Como trasfondo el poco respeto con el que en muchos casos se ha tratado los descubrimientos arqueológicos. Metáfora del amor abriéndose paso a través del tiempo, el espacio y la misma muerte.

"Éste es el pergamino de Thoth.
Aquí están escritas
las palabras mágicas...
por las que Isis levantó a Osiris
de entre los muertos.

¡Oh! Amón Ra... ¡Oh!
¡Dios de los dioses!
La muerte no es más que
la entrada a una nueva vida.
Viviremos hoy y
viviremos otra vez.
regresaremos tomando nuevas formas.
Oh, poderoso Señor."