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El tiempo de los amantes

Romance. Drama En un viaje en tren, dos desconocidos se miran y sus vidas cambian. Ella es Alix, una actriz francesa que va a París a hacer un casting. Él es Doug, un enigmático irlandés, profesor de literatura en Londres, que va al funeral de una amiga. El azar y la atracción son los ingredientes perfectos para una excitante aventura.
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2018
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las miradas. El buscarse. El saborearse. La pasión que no se puede atrapar y conservar.
La película retrata con sencillez y realismo esos momentos únicos en la vida que nos ocurren milagrosamente en contadas ocasiones...si es que nos ocurren.
Byrne mira con tristeza, con susto y con dolor cómo esos minúsculos segundos de conexión no hay forma de atraparlos...
Los que no saben de qué narices hablo se morirán de aburrimiento. Los que lo han vivido saben lo emocionante que es sentirse tan unido a alguien y lo devastador que es perderlo. Y no importa si ha sido un día o diez años. Esa conexión es posible y cuando se produce, no se olvida nunca.
Llegará Douglas a escribir a Allix?
groucho desmond
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22 de febrero de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por lo que he podido ver en la carrera de Bonnel (5 films con 37 años), este rueda sus propias historias que guioniza y su denominador común es la búsqueda de la propia identidad de personajes desnortados que arrastran problemas de relaciones familiares.
Este es el caso de Alix, una mujer metida en los cuarenta, de la que apenas tenemos un esbozo de ausencia paterna, familia acomodada de la que debió autoexcluirse para buscar un camino artístico que ha quedado atascado sin reconocimiento en algún lugar, con una relación de pareja que no le ofrece la seguridad emocional que ella anhela.
Un día decide saltar al vació, seguir un impulso irracional y salirse de un camino que no deja ver el horizonte.
La fabula no tendría excesiva credibilidad si no fuera por la encarnación que Emmanuelle Devos hace de su personaje, realmente memorable en su desorientación vital y en su necesidad casi dolorosa de ser amada, valorada, escuchada, de hacerse real en un mundo demasiado anónimo.
Gabriel Byrne, estupendo como siempre, es capaz de ver en sus ojos todo ello y dar vida a un hombre maduro que acepta el reto de relanzar su vida de la que también Bonnell solo descubre unas pinceladas como si el tiempo se detuviera y solo fuera importante el presente.
Un presente que ofrece retazos de felicidad por el eterno París, multicultural y romántico, escenario idílico pasado y futuro de todos los amantes.
Bonnell en su ritmo lento, necesario para las dudas de sus personajes y para el disfrute de algo que se teme efímero, guarda un hueco para el humor y la incertidumbre de un desenlace mil veces visto y siempre nuevo.
ELZIETE
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9 de enero de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ni siquiera sé cómo te llamas” –inquiere Alix al final de El tiempo de los amantes, de Jérôme Bonnell- (cito de memoria) “Doug”, responde él. “¿Doug?”. “Douglas”. Lo que necesariamente ha de recordarnos el final de El último tango en París, de Bernardo Bertolucci. El planteamiento general de ambas películas guarda también una cierta similitud, pues en los dos filmes un encuentro fortuito desemboca en un deseo sexual y la acción transcurre en París, pero en mi opinión, hay una diferencia esencial, que probablemente apunte a un cambio de tendencia en el cine, al menos en el cine europeo, y es el de la subordinación de la trama a la profundización en la psicología de los personajes.

En el largometraje de Bonell, efectivamente, el argumento se puede resumir en un par de líneas y los diálogos, con ser muy pulcros, tampoco resultan especialmente complejos. De Ibsen, por ejemplo, que es un autor que se representa en la película, apenas que se dice que es un noruego muerto, cuando su obra, que es un teatro de ideas, según es de sobra conocido, se presta a todo tipo de controversias filosóficas. La situación económica mundial, por recordar otro ejemplo, se resuelve en una brevísima conversación a nivel barra de bar y con un cierto tratamiento humorístico. De hecho, hay muchas escenas sin conversaciones tremendamente elocuentes, como el encuentro inicial de los protagonistas.

No son, pues, ni la acción ni los diálogos lo que interesa en El tiempo de los amantes, sino la humanidad de los personajes, de los que sin duda el mejor retratado es Alix, interpretada con maestría por Emmanuelle Devos, de quien recientemente ha llegado a las pantallas españolas Violette. Alix es una mujer de 43 años, la simplicidad de cuya madre se deja entrever en el filme, que mantiene una pésima relación con su hermana, a quien cabría calificar como una triunfadora desde un punto de vista convencional de la palabra. Alix malvive como actriz de reparto en una compañía de teatro de provincias, tiene que soportar castings patéticos para papeles ridículos, apenas le queda dinero para tomar un café y mantiene una decepcionante relación con Antoine, con quien apenas puede hablar a través del contestador automático del teléfono. En definitiva, Alix es una perdedora desde el punto de vista convencional de la palabra. Un ser vivo errático carente de afecto.

Por su parte, Doug, interpretado por Gabriel Byrne, que tiene un papel en El puente de San Luis, parcialmente rodada en Málaga, tampoco parece demasiado satisfecho con su existencia: padre de cuatro hijos, profesor de literatura, es decir, espectador de la literatura, próximo ya a la jubilación, y mantiene una relación con Lucy, si bien está enamorado desde sus años universitarios de la única mujer de su grupo en la Sorbona que realmente ejerció de escritora: Patricia.

Ése es el entramado anímico en que se desarrolla el largometraje que estamos comentando, todo ello en un París, del que no se muestran sus highlights habituales, sino calles más o menos bohemias y un puente sobre el Sena, puesto que no es esto lo que interesa y me parece un acierto del director: lo verdaderamente importante en esta producción, insisto, es la situación personal de los dos protagonistas, sin que ningún ornamento externo nos distraiga de ese objetivo. El tiempo de los amantes no son Los puentes de Madison y con toda seguridad la introspección psicológica en el filme de Benoll es muy superior a la de Clint Eastwood, siendo éste como es un cineasta de culto en muchos otros proyectos.

Pero no quiero finalizar este comentario sin mencionar otra referencia de El tiempo de los amantes, como es Marie-Jo y sus dos amores, de Robert Guédiguian en el año 2001, puesto que en ambas películas se plantean situaciones en la mitad de la vida de la mujer, quien ha de decidir entre dos hombres: el oficial y el vivificante; y aunque esto es una situación tópica en el Séptimo Arte, en las artes en general, en ambas películas se muestra con parecidas intensidad y delicadeza. Muy meritorio me parece en la de Guédiguian que constituya una reconstrucción en el sur de Francia y por lo tanto muy próximo a Italia de unos de los mayores iconos de la literatura universal: la Divina Comedia, de Dante Alighieri. Beatrice situada entre su esposo y su amor eterno. Marie-Jo situada entre su marido y el ilusionante amor. De hecho, el filme de Guédiguian se inicia con una cita literal de los primeros versos del grandioso poema del Dante.

PD.- Escribo esta crítica con las atrocidades en París del 7 de enero todavía no han terminado, y yo no sé si esto servirá como homenaje a la ciudad de las ciudades, sí que quiero transmitir todo mi horror por esa barbarie, mi dolor por los asesinados y mi solidaridad con sus familias. Nunca más, nunca más salvajadas como ésta. Paz y sólo paz
Fco Javier Rodríguez Barranco
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29 de noviembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo ayer la película de Jéròme Bonnell, "El tiempo de los amantes", con una espléndida Emmanuelle Devos, y un solvente Gabriel Byrne, descubrí el concierto de Vivaldi número seis que desconocía. Creí después que era el que lleva su mismo número en "La Stravaganza", pero lo he verificado y no lo es. O sea, que me ratifico en el descubrimiento.
La película me gustó. Relata una espontánea historia de amor entre un hombre y una mujer, encarnada por los actores que antes he citado, que, por muy azarosa que resulte, no deja de ser verosímil. Dudo que en la realidad cotidiana sucedan episodios así, aunque alguno habrá, seguro. Son muchas y diversas, pienso, las que se inician en la fantasía secreta e individual de cada uno, a costa de esos frecuentes cruces de miradas que nos pueden asaltar en cualquier lugar, pero que solo se quedan ahí, con la duda como punto final, sin atrevernos a aventurarnos o sin tener esa necesidad de vivirlos. El orden de lo cotidiano. En la película ocurre lo contrario, y el personaje de E. Devos lleva a cabo su aventura con todas las consecuencias. En cualquier obra artística es fundamental que te sorprendan, que te conmuevan, y conmigo esta película lo consiguió, así como la conducta de Alix (Devos) sorprende y seduce a Doug (Byrne). Asistimos a un paréntesis en la cotidianidad de la descentrada Alix, pues de Doug casi nada sabemos. Alix impulsa la historia y su vaivén emocional también lo cierra. Mientras tanto, la película se desarrolla en una sola jornada, durante la cual, Alix va sorteando los obstáculos de su desordenada vida, encontrando la calma y la paz que parece faltarle en sus encuentros apasionados con un Doug de paso por la ciudad, a la que ha acudido desde Inglaterra para asistir al entierro de una amiga. Hay secuencias divertidas en la película, bien introducidas para recolocar al espectador en el hilo central, haciendo pequeños descansillos en la corta escalera de la aventura amorosa. Pienso que la película es fresca, íntima y atractiva, en la línea que nos tiene ya acostumbrados el cine francés. En ocasiones, exteriores fundamentalmente, está rodada con cierto aire de falso documental, con lo que se consigue dar a la trama una mayor naturalidad y espontáneidad, contrastando con los estudiados primerísimos planos de la pareja en la habitación del hotel. Me encanta la ternura que consigue el director con las imagenes de las manos entrelazadas de los personajes, que expresan más que todos sus besos, miradas y conversaciones juntos. La ternura, la protección y la serenidad es lo que parece buscar la desorientada protagonista en el inglés que, accidentalmente, encuentra en su camino, y al que contagia con su comportamiento atrevido.
He comenzado hablando de Vivaldi, y es que Bonnell utiliza con bastante destreza el segundo movimiento del concierto citado para realzar y acompañar algunas secuencias del film. Sabemos que es muy peligrosa la utilización de la música no diegética en el cine, y más si cabe en una película como esta, en la que puede caerse en el sentimentalismo mal entendido con facilidad, y en este sentido pienso que el director sale bastante bien parado jugando con este fuego. En definitiva, la película se concreta en una atractiva obra a la que, a mi juicio, vale la pena asistir.
Ah, la ciudad antes nombrada es París, magníficamente retratada en la película, aunque no hay que esforzarse mucho, continúa tan maravillosa, espléndida y entrañable como siempre. Qué daría yo por pasar este fin de semana alli, pero va a ser que no.
DIEGO
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25 de noviembre de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bien, una versión más del tema típico y tópico del cine francés, las aventurillas amorosas. En esta ocasión la protagonista es una mujer que parece encontrarse bastante descolocada en todos sus parámetros vitales: pareja, trabajo, familia.
Unas miradas fortuitas en un tren con un desconocido ponen la semilla para un fugaz intento de huida de todo ello.

La película empieza bien, detalla bien al personaje, pero pierde un poco de consistencia en su parte central. No es desde luego ninguna obra maestra pero se deja ver agradablemente, con toques de humor, por toda persona interesada en el tema.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
clapton
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